Opinión
J.J. Jinks: "Tener una presidenta de la Cámara que se precia de fotografiarse sonriente con el dictador Daniel Ortega, no es lo que la política chilena merece"
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La novela negra ha tenido que cargar por largos años con el prejuicio de ser un género menor dentro del campo de la literatura de ficción. No es algo que nos importe mucho a quienes nos gustan las historias de asesinatos y detectives tan sagaces como insomnes, pero es a todas luces un mote injusto.
Dentro del género, sin duda, quien se ha llevado todos los premios en los últimos años es el nordic noir, la combinación del aburrimiento del desarrollo pleno (que ganas de un poco de esa lata), el frío y la falta de luminosidad ha generado grandes novelas donde en la página siete ya descuartizaron a hachazos a un par de parejas de ancianos adorables.
Muy lejano a la literatura sueca han llegado recientemente a mis manos dos grandes novelas negras: “Personas decentes” del cubano Leonardo Padura y “Tongolele no sabía bailar” del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Aparte de estar notablemente escritas y con entretención asegurada, ambas novelas centroamericanas describen con dolorosos y vívidos detalles los infames regímenes de los Castro y Ortega donde se enmarcan los crímenes que dan pie a ambas historias.
Me acordé de estos libros y sus respectivos autores cuando escuchaba a la diputada Karol Cariola declamar su protesta y pesar por no ser la próxima presidenta de la Cámara de Diputados. La diputada señaló a la misoginia y el anticomunismo como los factores que le impedían llegar a presidir la cámara baja del Congreso.
La tecla de la misoginia está un poco gastada por exceso de uso inapropiado como en este caso, haciéndoles un flaco favor a muchas mujeres que efectivamente se han visto postergadas por su razón de tales. La otra tecla, la del anticomunismo, me parece más interesante y curiosamente ha tomado vigencia en nuestro país dado el importante rol del Partido Comunista en el gobierno y en la fallida convención constitucional.
Nadie puede negar que el PC se ha sometido históricamente a las reglas de la democracia en Chile, pero para ser totalmente justos en el juicio tampoco es que haya tenido opción alguna de hacer algo distinto. Mientras tanto no han descansado en sus genuflexiones a cada dictadura comunista que ha logrado subsistir el paso del tiempo.
En nuestra región son innumerables los gestos a Cuba, Nicaragua y Venezuela, todos gobiernos inaceptables que han conculcado libertades básicas y condenado a sus pueblos a la pobreza durante generaciones. Y seguramente me quedo corto. ¿Es normal que ocurra esto y sigamos haciendo en Chile como que esto es parte del paisaje? Me parece que no.
Por esto tiene algo de higiénico el hecho que el sistema político sienta al menos escozor cuando una parlamentaria comunista está pronta a presidir una de las instituciones fundamentales de la democracia chilena. Si finalmente de eso se trata el anticomunismo al que aludía Karol, pues bueno quizás tiene razón.
Es sabida nuestra capacidad infinita de hacernos los lesos con los datos que tenemos a la vista, pero si la racionalidad no es capaz de imponerse al menos que sean las emociones las que salgan al rescate. Después de todo tener una presidenta de la Cámara que se precia de fotografiarse sonriente con el dictador Daniel Ortega, responsable de múltiples persecuciones y crímenes, no es lo que la política chilena merece, nuestra convivencia cívica no es una novela negra más.