Opinión
La columna de J.J.Jinks: ¿Creer o no creer? Esa es la pregunta
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En un giro reciente, después de haber enarbolado un discurso de máxima neutralidad, el Presidente Boric sacó de un cajón de su escritorio el consabido “yo le creo” haciendo referencia a la denunciante de Manuel Monsalve. Parece tardío después de haberle permitido al exsubsecretario seguir en su cargo por 48 horas luego de haber recibido la información de su ministra del Interior sobre la acusación de violación que pesaba sobre él y del uso y abuso de los recursos de inteligencia de la PDI.
¿Qué estaba pensando el Presidente para no pedirle la renuncia ante tamaño desaguisado? Probablemente, nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que la permanencia de Monsalve sólo fue interrumpida por la publicación del diario La Segunda ya que no hay ningún atisbo o brizna de indicio que señale que fuese a salir de su cargo ese día.
Mucho se ha dicho que con esto queda en evidencia que el discurso de un autollamado gobierno feminista queda pulverizado por los hechos. Nunca quedó muy claro de qué se trataba un gobierno feminista y si era importante o no, pero de lo que sí estamos seguros es que esa etiqueta no se corresponde con lo que hemos observado estos días.
Ahí tenemos a la ministra Orellana tratando a trastabillones (“no es un portero” incluido) subirse a una micro que partió sin ella. Lo importante es cuidar a la víctima, nos dicen cada vez que les pasan un micrófono, pero en los hechos la denunciante ha sido gravemente amedrentada por el aparato estatal sin que hubiese ningún resguardo mínimo para ella.
Ahora Boric le cree. Ahora Orellana le cree. Ahora desde el Partido Socialista le creen. Ahora los colectivos feministas empezaron a sacar tímidamente la voz y parece que también le creen. Volvemos a escuchar “Amiga, yo te creo” aquí y allá.
¿Es importante que ahora le crean? No, no importa ni aporta nada.
Pocas veces había quedado en evidencia lo vacío de ese discurso. No sirve de nada un coro de voces que repite un mantra si detrás de ello no está la institucionalidad. Por eso son tan graves esas fatídicas 48 horas del Gobierno donde se privilegió a Monsalve por sobre la víctima, pese a que se sabía que había utilizado al Estado en su beneficio.
Las mujeres no pueden depender de si conviene o no conviene creerles. Por eso no queda más que aferrarse con fuerza al imperio de la ley, poner las pruebas a disposición de tribunales y que sean ellos quienes decidan y condenen cuando corresponda condenar.
Todos los “Yo te creo” o falta de ellos es ruido, es marketing, es política. Es la hora de la sobriedad, de dejar pañuelos, bailes y gritos a un lado. Ya aprendimos, tampoco nos hagamos los sorprendidos, que éstos aparecen sólo cuando es políticamente conveniente.
Dejemos los colores y volvamos al gris de la institucionalidad. Tanto para el acusado como para la víctima queda la República. Es en ella en quien finalmente necesitamos poder creer.