Opinión
Noam Titelman: "A todos los partidos del gobierno les va a ir bien si le va bien al gobierno, y viceversa"
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El discurso del Presidente por el 18 de octubre
Son varios los analistas (Carlos Peña, Eugenio Tironi, Jorge Navarrete, etc.) que han destacado el parteaguas que significa el discurso que dio el Presidente Boric para el 18 de octubre.
La frase que más se tomó la atención fue “El estallido no fue una revolución anticapitalista y tampoco, como han querido instalar en los últimos días, fue una pura ola de delincuencia”. En algún sentido la frase constata una realidad innegable, pero para muchos es más que eso, es una definición política para darle una senda reformista al malestar que se expresó en 2019.
En este sentido, fueron varios los llamados en el discurso a salirse de las trincheras. En lugar de ocupar el aniversario para solidificar aún más las preconcepciones, el presidente recalcó que “ya es tiempo de que salgamos de nuestra zona de confort para interpretar lo que ahí pasó, las lecciones que debemos sacar de este proceso y actuar”.
Un llamado en que incluyó a oficialismo, oposición, ciudadanía y mundo empresarial. Además, este llamado estaría marcado por la necesidad de llegar a acuerdos y responder a las demandas mayoritarias en “costo de la vida, la delincuencia, la falta de la vivienda, la oportunidad de la salud”.
Por último, y en un mensaje que parecía principalmente dirigido a la coalición oficialista, el Presidente recalcó la voluntad del gobierno de construir puentes con los que no piensan igual que ellos y que “se equivocan quienes piensan que el compromiso con las reformas se juega solamente en no ceder y en no dialogar con quien piensa distinto”.
En definitiva, el discurso contenía un llamado general a avanzar en acuerdos, pero, sobre todo, parece ser un llamado a los propios. Fue un discurso en que se combinó el rol de jefe de Estado con el de jefe de coalición.
En momentos en que crecientemente se reconoce que para el éxito del gobierno es crucial que los partidos oficialistas comiencen a funcionar con un nivel de coordinación mayor, superando antiguas disputas y trifulcas identitarias que han envenado los diálogos de la izquierda y centroizquierda, el discurso del Presidente está apuntando hacia una dirección en torno a la cual converger.
El cónclave del oficialismo y el desafío de “ordenar la casa”
En coherencia con el discurso del Presidente, el gobierno está convocando a un cónclave para “ordenar la casa” y que podría realizarse pronto. A estas alturas, pocos dudarían de que hay que mejorar sustantivamente la coordinación de los partidos de gobierno. Incluso, ha revivido la discusión respecto a lo dicho por el Presidente en un cónclave anterior en cuanto a avanzar hacia una sola coalición.
Más allá de los cálculos pequeños, a todos los partidos del gobierno les va a ir bien si le va bien al gobierno, y viceversa.
¿Cuántos congresistas están pensando en cómo su voto afecta a su propio gobierno? Lo más desgastante de la situación es que, pese a lo que algunos creen, la ciudadanía no premia las acciones testimoniales desde el oficialismo.
Para lograr una mejor coordinación los gestos de las cúpulas de los partidos van a ser relevantes. Habrá que estar atentos a las declaraciones que salgan del oficialismo en los próximos días al respecto.
Los Conservadores de Reino Unido se desploman en encuestas y el partido Laborista canta el himno nacional por primera vez
Esta semana la Conservadora, Liz Truss, renunció a su puesto de primera ministra, apenas luego de 45 días en su posición. Esta renuncia viene luego de una desastrosa propuesta de recorte presupuestario no financiado que llevó al colapso de la libra. Truss proponía cortar fuertemente la carga impositiva de los más ricos de Reino Unido con la promesa de que menos impuestos le devolverían el crecimiento a Reino Unido.
Los mercados no estuvieron de acuerdo y, más bien, lo que veían era una receta segura para disparar el endeudamiento público, que ya está en un momento de debilidad luego del Covid. El resultado fue que perdió el apoyo de amplios sectores de la población, ya sea porque les parecían impresentables los recortes tributarios regresivos o por la crisis económica desatada luego de su anuncio.
Aunque Truss intentó revertir la situación sacando a su ministro de hacienda y desdiciéndose respecto de la mayoría de los recortes presupuestarios, ya era muy tarde.
Las encuestas llegaron a mostrar una preferencia de 30 puntos por los Laboristas frente a los Conservadores. Truss se había vuelto un peso electoral demasiado grande para el partido. Además, al mando de Keir Starmer, presidente del partido Laborista, el laborismo ha podido capitalizar fuertemente la situación.
El partido ha desarrollado una imagen de credibilidad y seriedad en el ámbito económico (una de las más repetidas críticas a Starmer es que es “aburrido”) que en un contexto de desorden y metidas de pata que se viene arrastrando desde el mandato de Johnson y se agudizaron con Truss, parece estar funcionando.
Un ejemplo del sello de Starmer es que, en la reciente conferencia del partido Laborista, junto con las alabanzas a la fallecida reina Isabel II, se comenzó la sesión cantando, por primera vez en la historia del partido, el himno nacional. Himno que incluyó el icónico “God save the King”.
Un giro abrupto respecto al liderazgo del presidente anterior, Jeremy Corbyn, conocido por negarse a cantar el himno nacional, y quien expresó su malestar ante la decisión de incluir este gesto patriótico en la conferencia del partido.