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Personaje

Aldo Mascareño, investigador CEP: “La rabia se ha convertido en una moneda política para obtener beneficios electorales”

Aldo Mascareño, investigador CEP: “La rabia se ha convertido en una moneda política para obtener beneficios electorales”

Acaba de publicar el libro “Ética de la contingencia”, bajo el sello Metales Pesados. Allí aborda la complejidad y la incertidumbre que caracterizan a las sociedad actual; y la manera de enfrentarlas para mantenerse en pie. En esta entrevista, el doctor en Sociología habla de las crisis modernas, de un mundo que perdió sus antiguos anclajes, de migración, de inclusiones aparentes, de un particular Rey Midas.

Por: Patricio De la Paz - Foto Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 20 de julio de 2024 a las 21:00
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No daba lo mismo. Debía ser una imagen que calzara con el contenido de su nuevo libro. Por eso, Aldo Mascareño, doctor en Sociología de la Universidad de Bielefield (Alemania) e investigador sénior del CEP, cuenta que participó en la elección de la imagen para la portada de su volumen recién lanzado, Ética de la contigencia. Él junto a los responsables de Metales Pesados, sello que lo publicó, coincidieron finalmente en que una fotografía de la obra Machetes, del artista Patrick Hamilton, era la indicada.

Si el contenido del libro gira en torno a la contingencia -entendida como lo complejas, inciertas e incompletas que son las sociedades actuales- y la propuesta de una ética acerca de ella -que muestre caminos de cómo enfrentar ese entorno-, los cuchillos creados por Hamilton funcionaban muy bien. Lo explica Mascareño: “Me pareció que estos amenazantes cuchillos simbólicamente podían representar los múltiples sistemas sociales en la modernidad; y uno tiene que ir pasando entre los espacios y tratar de que no te corten, que no te rasguñen”.

Es una mañana de miércoles y Mascareño, quien también es profesor de Sociología en la UAI, está en su oficina del segundo piso del CEP. Lleva una chaqueta de cotelé rojo, camisa blanca, botines de cuero. El pelo canoso y desordenado, que ya se ha convertido en sello propio. Mientras escucha las preguntas de esta entrevista, varias veces toma apuntes en una hoja de papel. Luego organiza sus respuestas. En esta conversación, utiliza sus elevados conceptos sociológicos para el ejercicio de mirar -y entender- el mundo que se despliega allá afuera.

- El libro parte diciendo que las sociedades modernas son cada vez más diferenciadas, más plurales, con consensos más improbables. ¿Qué situación real es un claro ejemplo de eso?
- Uno puede distinguir niveles. Está la experiencia de cada uno en su vida cotidiana. Estamos llenos de contingencia, con los hijos, con los padres, con los amigos. A pesar de las diferencias religiosas, políticas, futbolísticas con los amigos, uno sigue siendo su amigo. Eso es una de las experiencias más fundamentales de que el mundo es contingente, diverso, que no es una unidad; y uno lo pasa por alto porque lo encuentra, en algún sentido, una situación natural. Los gustos y las preferencias opuestas quedan subsumidas, por decirlo así, dentro de esa experiencia de intimidad.

"A pesar de las diferencias religiosas, políticas, futbolísticas con los amigos, uno sigue siendo su amigo. Eso es una de las experiencias más fundamentales de que el mundo es contingente, diverso, que no es una unidad; y uno lo pasa por alto porque lo encuentra, en algún sentido, una situación natural"

- ¿Y qué ocurre en otros niveles?
- Hay un segundo nivel, por ejemplo, la realidad política de nuestras sociedades. En Chile ahora se está hablando mucho de la fragmentación de partidos. También ahí, en ese espacio más político, hay una experiencia de contingencia, de pluralidad. Y así también ocurre en varias situaciones sociales. La migración en Chile, por ejemplo, introduce también esa experiencia de contingencia, en un país que era bien aislado hace 30 años, donde pasaba una persona afroamericana por la calle y todos quedaban mirándola de una manera muy desagradable. Esas situaciones se han acelerado en el siglo XXI, se ve en las múltiples crisis a las que estamos enfrentados. Crisis financieras o crisis políticas como la situación de incertidumbre en la presidencia de un país relevante a nivel mundial como Estados Unidos, o Rusia. También la pandemia, crisis global que cambió nuestro estilo de vida y aún vivimos sus consecuencias. En todos los niveles uno experimenta esa alta incertidumbre, esa alta movilidad, ese alto dinamismo y aceleración del mundo contemporáneo.

- ¿Esas características de la sociedad son siempre un riesgo?
- Sí. Es necesariamente un riesgo, y un riesgo moderno además. En muchos sentidos, incluso, un peligro moderno. Nos confronta a peligros sobre los cuales no tenemos ninguna tuición. El peligro de la delincuencia, por ejemplo. O los peligros de la corrupción, que nos limitan nuestros propios cursos de vida. Lo notamos mucho más que hace 30 o 40 años, por esa alta contingencia que tiene la sociedad. Tenemos una relación altamente ambigua con la sociedad y la confianza en ella ha decrecido fuertemente. Antes había una cierta estructura del mundo. Por ejemplo, la importancia de la religión era muy fuerte, eso constituía una cierta unidad del mundo. Pero todas esas grandes estructuras, ideológicas, dogmáticas, se fueron disolviendo a fines del siglo 20. El gran relato del marxismo, por ejemplo. Y fue dando paso a este poder de la contingencia que se manifiesta hoy en estas experiencias tanto a nivel personal como global.

- ¿Un mundo menos seguro, entonces?
- Un mundo que ya no tiene un anclaje, en el cual nos damos cuenta de que no hay nada seguro y que la movilidad puede ser tanto para arriba, para abajo, para los lados.

Rey Midas

- En el libro no sólo hablas de la contingencia, sino de una ética asociada a ella. Una manera de procesar este mundo incierto. ¿Cómo opera?
- La contingencia, esta ausencia de unidad en el mundo, es distinta a una ética de contingencia, cuya pretensión es entregar, proponer, visualizar ciertas orientaciones de formas de comportarse dentro de un mundo con esas características. El argumento central del libro es que cada uno de nosotros, las personas modernas, tenemos siempre ciertos planes de vida, respecto de uno mismo, de su familia, de su país, incluso del mundo. La idea de una ética de la contingencia es que esos planes son algo en que, a pesar de que el mundo nos decepcione constantemente, uno insiste. En esos planes de vida uno está siempre enfrentado a la sociedad, y el problema de la ética de la contingencia está en cómo yo ajusto mis expectativas normativas de realización de mis planes a las posibilidades que ofrece una determinada sociedad. El mensaje de esta ética es que como esos planes son irrenunciables, deben ser suficientemente flexibles para tener adaptación con el entorno social de manera tal que no existan riesgos de eliminación de la motivación individual.

- Asegurar que esa motivación no se extinga.
- Que la motivación no se acabe. Y que por tanto las normas de realización de los propios planes de vida no sean tan dogmáticas como para renunciar a esos planes sólo por el hecho de que la sociedad te los impide. El ejercicio está en cómo moverse, cómo establecer una dinámica con esa sociedad que te impide muchas cosas, pero que también te habilita otras.

"Antes había una cierta estructura del mundo. Por ejemplo, la importancia de la religión era muy fuerte, eso constituía una cierta unidad del mundo. Pero todas esas grandes estructuras, ideológicas, dogmáticas, se fueron disolviendo a fines del siglo 20"

- En el libro, citando a Luhmann, dices que la contingencia es el rey Midas de la modernidad. ¿A qué te refieres exactamente?
- Esa es una expresión muy evocativa. Está en un libro donde Luhmann habla de cuál es el valor propio de la sociedad moderna. Y lo único que queda después de descartar todos los anclajes es que el mundo es contingente. La modernidad es contingente y, por tanto, cada cosa que emerja en ella lleva esa marca.

- ¿Cuál es la relación entre contingencia y crisis?
- Es interesante esta relación. Uno puede predecir que en un mundo más diferenciado, más plural, los roces tienen que incrementarse. Y como los conflictos se incrementan, experiencia que hemos vivido muy de cerca en los últimos 40 o 50 años, se viven más cotidianamente. Pero la crisis no es simplemente un incremento de conflictividad: es cuando, al interior de una de las esferas de la sociedad, un conflicto produce lo que se llama técnicamente un lock in conductual, un bloqueo que resulta en que el sistema en crisis comienza a funcionar sobre sí mismo, sin atender a todos los cambios que están aconteciendo en el entorno. La política es un muy buen ejemplo en Chile de cómo eso ha acontecido, cómo comienza sólo a preocuparse de sus propias condiciones de reproducción política y deja de lado las demandas de la población o las transforma en un conflicto político. Se disocia de todo lo demás. Lo mismo para una crisis financiera o una guerra. Hay cero atención a la contingencia del mundo. Estás tan cegado en esa crisis que hay una especie de magnetismo del colapso.

- ¿Una manera de solucionar la crisis sería entonces volver a inyectarle contingencia?
- Exacto. Un incremento de contingencia. De manera tal que tú, además, autónomamente elijas otras cosas.

Rabia

- La sociedad moderna ha visto terrorismo, fundamentalismo religioso, crimen organizado, narcotráfico, pandemias, populismo, cambio climático. ¿Cómo se miraría todo esto desde la ética de la contingencia?
- Hay distintas reacciones dependiendo de cuáles sean las posibilidades nuestras de inclusión y exclusión. Uno transita por el mundo de distintas formas, donde algunos podemos tener la suerte de tener opciones, capacidad de decisión, de incluirnos en algo o autoexcluirnos de cosas que no nos gustan. Para otras personas hay sólo un límite restringido de opciones. Luego hay una serie de otras inclusiones y exclusiones modernas, con riesgos y peligros inmanentes a la modernidad. Decisiones muy riesgosas son las industriales, por ejemplo de procesamiento de residuos, porque implican un riesgo muy grande para las poblaciones. O los peligros asociados a la delincuencia. El pasado fin de semana tuvimos no sé cuántos muertos… 20, 17. Impresionante.

- Fueron 18 en cuatro días…
- Esa cuestión es puro peligro. Porque uno no puede dejar de pensar cuándo me toca a mí, justamente porque el mundo es contingente.

- En el libro hablas de quienes llamas los sub-incluidos.
- Sí, son personas sin capacidad o con muy limitado acceso a la justicia, a las instituciones de inclusión social. Pensemos en los inmigrantes en el norte. O en la Región de la Araucanía, una de las más pobres de Chile. O en poblaciones de Santiago donde la única posibilidad de realizar sus planes de vida es delinquiendo, asociándose a las bandas de narcotráfico que les ofrecen alguna inclusión que podría serles útil. O sea, se trasgrede la norma justamente para realizar su propio plan de vida.

- En entrevista con DF MAS, el analista Robert Funk sostenía que no es que hoy ocurran más conflictos, sino que se conocen más, circula más la información. ¿Qué piensas?
- Coincido con Robert en el sentido de que de que hoy sabemos más, estamos más informados de los múltiples conflictos que hay, por redes sociales y todo eso. Pero también diría que hay más conflictos y más descentralizados. Ya no es el conflicto de la Segunda Guerra o el de la Guerra Fría, sino que ahora son conflictos mucho más expandidos, locales, que de repente se cruzan con problemas globales. Como por ejemplo que la inteligencia artificial nos va a dominar, y que hay que acabar con todos los desarrollos tecnológicos; o sea, puras especulaciones bien apocalípticas respecto del mundo.

- Funk también decía que lo nuevo de la época actual es la rabia: estamos enojados por muchas cosas y que por eso los políticos que ganan son los que proyectan rabia.
- Cuando se expresa, la rabia es una forma de reacción frente a esas exclusiones del mundo, frente a esa imposibilidad de que las instituciones sociales tengan suficiente producción de alternativas para poder yo realizar mis planes de vida cuando los veo frustrados. Ahí hay un problema y sabemos dónde está: en el caso chileno está en educación, en salud, en pensiones, en un sistema político que no está funcionando. Pero diría también que la rabia se ha convertido en una moneda política con la que se puede obtener beneficios electorales. Eso se ha producido mucho en los sectores más populistas y más autoritarios, no sólo en Chile. Trump es un gran ejemplo de eso, muy potenciado por redes sociales donde el anonimato invita a decir cualquier tontera. En el caso chileno, eso aconteció muy fuertemente en la Convención Constitucional.

"Diría también que la rabia se ha convertido en una moneda política con la que se puede obtener beneficios electorales. Eso se ha producido mucho en los sectores más populistas y más autoritarios, no sólo en Chile. Trump es un gran ejemplo de eso, muy potenciado por redes sociales donde el anonimato invita a decir cualquier tontera"

- Insistes en el libro que una ética de la contingencia permite procesar la incertidumbre del mundo, pero que ésta no se puede evitar ni eliminar totalmente.
- Exacto. El mundo no se puede completar. O sea, la contingencia es una especie de virus. El rey Midas, que siempre busca otro objeto, otro espacio, otra palabra por donde aparecer.


Para Mila

Aldo Mascareño tiene una sola hija, Mila. A ella le dedica Ética de la contingencia. ¿Por qué?, “porque no hay una experiencia más contingente que la experiencia de ser padre. Hay que estar adaptándose constantemente y uno al otro”, explica el investigador. En la presentación del libro, el pasado jueves 11 en el CEP, nombró también a esta chica que, con su madre, estaba sentada silenciosa en las filas de atrás del auditórium. “Para que sepa que soy más que un freak que discute con ella por quién sabe más de K-pop”, bromeó el padre esa tarde. 

En esa misma presentación participaron el rector UDP Carlos Peña y la académica de la UAndes Consuelo Araos. Esta última reparó en la portada del libro, una foto de cuchillos que el artista Patrick Hamilton trabajó en su obra Machetes. Araos describió la imagen como “inquietante”.

Sentado en su oficina, casi una semana después, Mascareño insiste en que esa imagen se ajusta al concepto de contingencia, de las posibilidades, de cómo lo que muestra puede ser un cuchillo pero también no serlo. “El arte tiene esa característica. Es como invitar a abrir mundos. Mundos no imaginados, crear mundos posibles”, dice, mientras mira de reojo la tapa del libro.

De la Legua al País Vasco: la ruta del chef Sebastián Pincheira

En octavo básico le dijo a sus padres que quería ser chef. El director del colegio no lo podía creer, era el mejor alumno del curso. Su familia lo apoyó. Con mucho esfuerzo y trabajando largas jornadas llegó a ser chef ejecutivo de Sushiban, pero Pincheira quería más. Viajó a Australia y trabajó en Japón, ha trabajado en restaurantes con estrellas Michelin y hace dos años abrió KAI, un restaurante de Sushi en San Sebastián.

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