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Personaje

El best seller catalán que reunirá a empresarios chilenos para hablar del propósito de vida

El best seller catalán que reunirá a empresarios chilenos para hablar del propósito de vida

Francesc Miralles es coautor de “Ikigai”, libro súper ventas que cuenta el secreto de los japoneses longevos para una vida larga, sana y con sentido. En marzo pasado, la Asociación de Empresas Familiares (AEF) comenzó los contactos para traerlo a Chile. Les resultó: dará cuatro charlas a inicios de septiembre.

Por: Patricio De la Paz | Publicado: Sábado 22 de junio de 2024 a las 21:00
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La idea surgió en una reunión en la Asociación de Empresas Familiares (AEF), que reúne a 89 grupos de familias que hacen negocios en Chile. Desde los Luksic a los Von Appen, desde los Matte a los Cueto. En esa comida, realizada en marzo de este año, estaban el presidente y el vicepresidente de la entidad, Arturo Palma Matetic y Andrés Del Río; la gerenta general Magdalena Díaz; y el empresario Claudio Engel, quien lidera este 2024 el área de filantropía de la institución. Fue precisamente este último quien propuso hacer algo distinto y les contó del libro Ikigai. “¿Y si traemos a Francesc Miralles o a Héctor García, alguno de los autores?”, preguntó.

Engel no los conocía personalmente, pero había leído el libro. En 2022, en una librería en Londres, había encontrado Ikigai, un best seller publicado en 70 idiomas y con cinco millones de copias vendidas.

Al empresario chileno le llamó la atención la portada con la imagen de una rama de cerezo florido y la frase que acompañaba al título: “Los secretos de Japón para una vida larga y feliz”. Lo compró, lo leyó y quedó fascinado. “Hay dos libros que me marcaron con respecto a enfrentar la vida: El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, que leí hace 30 años; y éste”, señala. 

El libro cuenta cómo viven los habitantes centenarios de Ogimi, en la isla de Okinawa en el sur japonés, considerada la zona más longeva del mundo. La fórmula no está sólo en lo que compone su dieta, su rutina de ejercicios o la importancia de vivir en comunidad. También es gente que tiene claro su ikigai, que significa “el propósito, el sentido, la razón para vivir”. Sea eso algo tan elevado como alcanzar la felicidad, o tan concreto como cultivar los mejores tomates del pueblo. 

A Claudio Engel le hizo sentido todo eso y pensó, en esa reunión de la AEF, que también le sería útil a empresas familiares para las que es importante la trascendencia: que lo que el fundador deseó lo continúe la familia. Sus interlocutores estuvieron de acuerdo. “El propósito de vida es clave no sólo a nivel personal, sino para aquellas familias que se están iniciando en una fundación familiar o para quienes ya la tienen en marcha y están trabajando en dejar un legado”, comentan desde la asociación. 

Engel quedó a cargo de contactar a Francesc Miralles. Le escribió por Instagram, éste le respondió y le envió su email, acordaron condiciones y el equipo del escritor que ve sus charlas agendó cuatro en Santiago para principios de septiembre, sólo para socios de la AEF. El broche de oro fue en mayo con un almuerzo entre Engel y Miralles (ver recuadro) en un restaurante en Barcelona.
 

Escritor

“Vengo de una familia de clase humilde, obrera, de Barcelona. Mi madre era modista. Trabajaba en casa 15 ó 16 horas al día, cosiendo vestidos para tallas grandes. Y mi padre era un hombre autodidacta que aprendió tres idiomas con cursos de cassettes de aquella época. Tenía un trabajo sencillo como auxiliar administrativo en una empresa de químicos. Tengo una sola hermana, mayor que yo”. 

Así parte presentándose Francesc Miralles (55), después de conectarse puntual a la entrevista por Zoom un viernes por la mañana. El hombre que congregará en septiembre a las empresas familiares chilenas para que reflexionen sobre el sentido de su quehacer, es un tipo sencillo. Habla sin apuros, piensa sus respuestas. 


Cuenta que fue un mal alumno en el colegio -“era un chico despistado, solitario, tímido”-, que pasó el bachillerato casi por milagro y que entró a la universidad a estudiar Filología Alemana. Ya titulado, trabajó en traducciones y luego como editor de textos de desarrollo personal, espiritualidad y sicología en el sello Océano.

“Pero la vida en oficina no era para mí, porque eran muchas horas, el ambiente no era simpático, las relaciones humanas allí no me nutrían. Renuncié en 1999 y me fui a viajar 45 días a la India”, dice. 

Al regreso empezó a trabajar de traductor freelance, pero su situación financiera era precaria, se le acumulaban cuentas impagas. Pero algo había cambiado: Francesc Miralles descubrió que la escritura se le daba bien. En la India había escrito su primera novela, a mano en un cuaderno. A ese libro infantil lo tituló Perdido en Bombay y se publicó sólo en catalán.

“Luego empecé a escribir libros bajo seudónimo. Cada seudónimo tenía su especialidad. Había uno, Francis Amalfi, que se especializaba en hacer antologías de cuentos, poemas o textos inspirados en el zen o el taoísmo. Tenía cuatro o cinco seudónimos más, algunos femeninos incluso. Nadie sabía quién era”, explica. Hasta que un día, un editor de Planeta le dijo que el proyecto de libro que les había presentado, El Zen de la empresa, lo firmara con su nombre. Francesc Miralles empezó a aparecer en los medios. 

No se detuvo. Escribió novelas infantiles y juveniles; “y me fui abriendo camino dentro del mundo editorial en el que haría muchas cosas después”. Por esa fecha, se ganó también un premio literario que le permitió saldar las deudas y respirar más tranquilo. Se hacía dinero extra como ghostwriter para libros de médicos, psiquiatras, economistas. “Esa era mi vida”, resume.

Su producción era fecunda. Era un escritor rápido, que vendía bien. Su thriller El cuarto reino estuvo ocho meses en la lista de los más vendidos en España. Su libro juvenil Retrum se publicó en ocho idiomas. Su novela Amor en minúscula, en 27. Nietzsche para estresados, que firmó con el seudónimo de Allan Percy, alcanzó cerca de 20 ediciones.

En medio de ese frenesí, llegó Ikigai.
 

El propósito

“Antes de publicar Ikigai, yo ya había publicado unos 60 libros, cuatro o cinco de ellos con mucho éxito”, aclara Miralles, antes de entrar en los detalles del best seller que lo ha hecho más conocido y que desde hace tiempo lo tiene, además, viajando como charlista por el mundo. Con un promedio de 100 conferencias por año, precisa. “En cárceles, en escuelas, en universidades, en ONGs, en empresas”, enumera. 

Todo comenzó cuando un amigo le hizo el contacto con Héctor García, un español que se había cansado de su trabajo de ingeniero en el CERN y se había ido a vivir a Japón. Francesc Miralles iba a viajar a ese país, porque necesitaba inspiración para una novela suya que transcurría en Kioto (su también celebrada Wabi Sabi). Se encontraron una noche en un bar de Tokio, sintonizaron bien, se hicieron amigos. Era 2013.

Miralles regresó varias veces a Japón. Siempre se encontraba con García. En uno de esos encuentros, caminando por un parque de la capital japonesa, el ingeniero le habló de Ogimi, donde habitaban tres mil personas al norte de la isla de Okinawa. Un lugar donde las personas vivían muchos años y tenía el récord Guinness como el pueblo más longevo del mundo. Decidieron ir juntos a visitarlo. Era 2015.

“Se habían hecho estudios sobre la dieta de Okinawa, que es famosa. Pero nadie había ido a entrevistar a esos ancianos, ver cómo eran sus hábitos, cómo se relacionaban, cómo se alimentaban, cómo vivían. Estuvimos tres o cuatro meses preparándonos, leyendo papers de la economía del lugar, la alimentación, la historia, la demografía”, cuenta. 

Al llegar allá tuvieron la ayuda de una persona del ayuntamiento que se llamaba señor Miyagi, “igual que el de Karate Kid”, dice Miralles. Hicieron 100 entrevistas. Transcribían en las noches, en la casa en que se quedaban a 20 kilómetros del pueblo, porque en ese tiempo “no había allí un solo lugar comercial para extranjeros, no se alquilaban habitaciones, no había hoteles, no había tiendas, no había nada”. 

García y Miralles en Ogimi, Japón. Crédito foto: Héctor García.
Miralles y García se dieron cuenta enseguida que tenían un libro entre manos. “Con dos temas principales. Uno, los hábitos de la longevidad; porque vimos unas siete u ocho claves en las que podíamos profundizar para explicar por qué son los que viven más, con más energía y con más motivación. Y dos, como ellos hablaban mucho de Ikigai, nos quedamos con esa palabra y también incluimos capítulos del libro sobre el propósito vital”, dice.

- ¿Conocías antes de eso la palabra ikigai?
- No. Esa palabra no era conocida ni en Japón. O sea, la palabra existía, pero no era común que le preguntaras a alguien cuál es su ikigai. Luego, como quedó en la portada del libro, se popularizó en Japón y también en el mundo. En Ogimi vimos que había una estrecha relación entre longevidad, buena salud mental y física y personas muy activas que siguen haciendo aquello que les gusta y que, pese a las limitaciones de cada edad, siguen trabajando en lo que da sentido a su vida. Eso es el propósito vital.

Cuando el libro se publicó, en 2016, Miralles y García pensaron que sería un hit sólo entre adictos a Japón. Se quedaron cortos. Fue un éxito en España, en un público transversal, y luego se internacionalizó rápidamente. A los dos meses, señala Miralles, lo habían traducido en 20 idiomas. En Estados Unidos lo recomendó Oprah Winfrey. En Inglaterra, Chris Evans, conocido periodista de la BBC que tenía un programa que alcanzaba a 8 millones de personas, dijo que era el libro que tenía en su velador.

- ¿Cuál es tu explicación de este éxito arrollador?
- Tengo la ventaja que he sido editor antes que autor y te puedo certificar que el éxito en las artes, no sólo editorial, sino también en la música o la plástica, es un misterio. Es cuestión de azar y de probabilidad. Cuando salió Ikigai en España lo hizo en una editorial mediana, Urano, con cero inversión en publicidad. Fue la gente que se lo fue recomendando. Así los fenómenos crecen. En el mundo editorial eso pasa muy de vez en cuando. 

- Igual supongo que el tema, buscar el propósito vital, hacía sentido, llenaba un vacío…
- Cuando un libro de no ficción crea tendencia es porque el tema es lo que el mundo demanda en ese momento. Antes, durante y después de la pandemia lo que la gente está viendo es que el mundo es muy inestable, todo es muy incierto; entonces lo único que tenemos como brújula es el propósito que tengas tú, porque el propósito del mundo nadie lo sabe. Hago siempre el mismo símil: si vas en un barco, cruzando una tempestad, pero tú tampoco sabes a dónde vas, pues vas a acabar en el fondo; pero es distinto si vas capeando el temporal y tienes una idea adónde te quieres dirigir. Eso es lo que pasa con el ikigai, es una guía interna para saber qué es lo que te da sentido y te motiva. 
 

Para empresarios

Francesc Miralles vendrá a Chile sólo por tres noches. Es un país que conoce y le encanta. “Uno de mis países fetiche como viajero”, reconoce. Como turista ha venido, calcula, seis veces; la primera hace dos décadas. En septiembre será su primera vez como charlista para hablar de Ikigai

Dice que es muy solicitado por empresas y centros de negocios para dar sus charlas sobre el propósito de la vida. En España, por ejemplo, hace cada año una para ESADE. También realiza una para patronos de fundaciones. Agrega que está muy interesado en las cuatro conferencias que dará en Santiago para las empresas familiares reunidas en las AES, donde espera que se congreguen miembros de distintas generaciones.

“Igual que a las personas que cuando nos vamos acercando al final de la vida nos parece importante el propósito, a los empresarios también les sucede. Primero el sentido está en construir un negocio, hacerlo viable, sostenible, poder pagar los sueldos; pero cuando eso está garantizado se empieza a pensar en el legado, en decir ‘cuando yo me vaya de aquí, ‘¿qué es lo que dejo?’”.

Francesc Miralles en Ogimi, isla de Okinawa, Japón.
Miralles, en modo coach, habla de los tres niveles de empresa: las que saben qué hacen, las que saben cómo lo hacen y las que saben por qué lo hacen. “En charlas como las que daré en Chile hablamos y discutimos sobre por qué en la segunda mitad de la vida o de una actividad profesional lo importante es el propósito. La vida de un ser humano tiene dos mitades. La primera es para brillar, dar lo mejor de ti, mostrar tu talento al mundo. Y la segunda es para iluminar el camino de los demás, de los que vienen atrás. Entonces una persona que con 70 años siga luchando por brillar y compita con los jóvenes es patética. No es su papel en ese momento de la vida”.

Vuelve a pensar en su futura audiencia empresarial chilena. “Creo que habrá personas que se sienten en esa segunda mitad de la vida y que quieren ser faros de otros; y habrá personas jóvenes, futuros herederos, que aún no han perdido el idealismo. Entonces creo que no van a ser charlas de business, sino charlas con un trasfondo espiritual en el cual lo que va a dominar es el cuarto círculo del ikigai. Los tres primeros son: lo que amas, aquello en lo que eres bueno y aquello por lo que pueden pagarte. El cuarto es lo que el mundo necesita”.

- Una última duda: ¿cuál es tu ikigai?
- Un ikigai puede cambiar cada seis, siete años. Tuve un ikigai muy corto de profesor de alemán cuando acabé Filología y después tuve uno de editor apasionado por cinco o seis años. Luego tuve un ikigai de escritor, que supongo aún lo tengo porque forma parte de mi vida. Entonces quizás mi ikigai no lo he decidido yo, me lo ha dado la vida: ahora es ayudar a otras personas a que encuentren el suyo. No es un ikigai buscado, sino que la vida me ha situado en ese lugar de manera aparentemente azarosa. 


Almuerzo en Barcelona
El último fin de semana de mayo, el empresario Claudio Engel estaba en la reunión del Patronato Internacional del Teatro Real (la Ópera de Madrid). Decidió que iría por el día en tren rápido a Barcelona para encontrarse con Francesc Miralles, quien ya había aceptado dar las conferencias en septiembre en Santiago. No se conocían en persona.

Se encontraron el lunes 27 en la ciudad catalana y Miralles lo llevó al restaurante que él mismo eligió: Dos Pebrots. El lugar, premiado con estrellas Michelin, es conocido porque recupera recetas milenarias que se han perdido, respetando sus ingredientes y sabor. Es arqueología culinaria. “Es un restaurante especial, que también tiene un propósito”, precisa Miralles.

Engel recuerda: “Me invitó entonces a ese restaurante maravilloso, muy fino. Me preguntó si había algo que no comía; yo le dije que ostras y erizos. Él pidió los platos. Mientras comíamos, nos pusimos a conversar, a divagar y nos hicimos íntimos amigos”. Miralles agrega: “Pude conocer más de lo que él hace, cuáles son sus proyectos, como el museo (Numu, que estará en el Parque Bicentenario)”.

El escritor cuenta que probaron, entre otras cosas, una salsa llamada garum, que los romanos preparaban hace dos mil años con higados de pescado y que usaban como aderezo para otras comidas.

Después del almuerzo, caminaron un rato por Barcelona. Hablaron de libros. En un momento, pasaron a una librería y Engel le regaló Un verdor terrible, de Benjamín Labatut. Miralles, por su parte, le regaló Libre, de Lea Ypi. “Me dijo que era un libro precioso, de una autora de Albania que cuenta la historia de la política en ese país desde su perspectiva”, dice Engel.


Del año 500
Dice Francesc Miralles:
“Se ha comprobado que las empresas más longevas del mundo están en Japón y en Alemania. Hay una que mencionaré en las conferencias en Santiago: es del año 500 y es la empresa que construye templos budistas japoneses. Lo que hace que una empresa pueda pasar de generación en generación es que tenga siempre un mismo propósito y que la gente se alinee con eso. Cuando todas las generaciones, los empleados, los colaboradores y los clientes saben cuál es el porqué de esa empresa, es muy fácil”.

“Ese fue el secreto de Apple y de Steve Jobs, que supo poner mucho énfasis en el porqué. Apple se convirtió en algo más que comprar un ordenador. Se convirtió en una filosofía de vida, en una identificación con una serie de valores, con una contracultura”.

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