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Personaje

La cruzada de Cecilia Bolocco: "Quiero que el cáncer se vea como una enfermedad crónica y no como una sentencia de muerte”

La cruzada de Cecilia Bolocco: "Quiero que el cáncer se vea como una enfermedad crónica y no como una sentencia de muerte”

Cecilia Bolocco está en una cruzada por recaudar fondos para la fundación para el cáncer que creó hace tres años, y que -dice- será su gran legado. El proyecto, que ahora está enfocado en dar asesoría médica y administrativa, pero que tiene en el horizonte la construcción de un centro con una tecnología única en el Hemisferio Sur para combatir los tumores, podría ser parte de un biopic que produciría Fábula. “La única posibilidad de que acepte un proyecto de esta envergadura, es que tenga un sentido. Y ese sentido es que le dé un impulso a mi fundación”, adelanta.

Por: María José Gutiérrez - Fotos: Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 10 de agosto de 2024 a las 04:00
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Fue una especie de mini Teletón. A las 8 de la noche del miércoles en los estudios de Canal 13, Cecilia Bolocco acompañada de Pancho Saavedra saludaron al público. Poco a poco, los rostros de los distintos canales aparecían en pantalla. Martín Cárcamo, Karen Doggenweiler, María Luisa Godoy, Julián Elfenbein, Diana Bolocco y Cristian Sánchez, entre canciones de Américo y Luis Jara, hacían un llamado: donar a la fundación CARE, dedicada al cáncer, organismo que hace tres años creó y preside Cecilia -tras la enfermedad de su hijo Máximo-.

La transmisión no fue en TV abierta, sino a través de Instagram live y YouTube. A las 11 de la noche, para el cierre del evento, el cómputo final de la recaudación fue de $ 42.545.243 y $ 270 millones en exámenes y tratamientos médicos. 

“Yo pensaba hacerlo aquí con Pancho (Saavedra)”, dice Bolocco sentada en el living de su casa en Lo Curro. “Llegué ese domingo (28 de julio) de Estados Unidos y el lunes en la mañana estábamos grabando todos los comerciales que han ido saliendo con los rostros, cuando llega Pancho y me dice: ‘No te preocupes que vamos a hacer el live, pero lo vamos a hacer en el canal. Te conseguimos a todos los artistas, sólo tenemos que buscar a los donantes, a los empresarios’”.

Cecilia empezó a llamar. “Sí, hablemos el lunes. Bueno, mañana a lo mejor”, le respondieron. “Cada vez es más complejo el tema de las donaciones para las empresas y cuando uno pide de un día para otro es como imposible”, dice. 

La idea era lanzar con todo una campaña digital que durara una semana, desde el viernes de la semana pasada. El jueves 1 de agosto en la noche -el día de la tormenta-, los mismos rostros llegaron hasta la casa que Bolocco comparte con su marido, el empresario Pepo Daire, a comer, además del exministro de Salud de Sebastián Piñera, Emilio Santelices, vicepresidente de CARE, cuando empezaron los vientos y la lluvia.

Al despedirse, los invitados se dieron cuenta de que no podían salir de la casa, porque había un árbol tapando la salida. Doggenweiler tenía que estar en el matinal un par de horas después, lo mismo María Luisa Godoy. Cerca de las 3 de la mañana lograron despejar la ruta con una camioneta. 

Al día siguiente, cuando más de 1 millón de hogares estaba sin energía eléctrica -al momento de esta entrevista, seis días después, la residencia de Bolocco estaba conectada a un generador-, se dio cuenta de que la campaña sería cuesta arriba.

“En medio de esta hecatombe, el viernes (de la semana pasada) fuimos al programa Podemos Hablar con Máximo y contamos lo que estábamos haciendo. Pretendíamos iniciar la campaña ese fin de semana y continuarla hasta el próximo, pero el temporal se desató, se cortó la luz, había otras urgencias, después los Juegos Olímpicos, Chile gana dos medallas, después viene Lula, después… Y bueno, la gente está en otra”, reflexiona.

“Yo dije, ‘¿qué hacemos? ¿Cancelamos? ¿Nos movemos de semana?’ Después pensé: el camino del cáncer es así de complejo, uno tiene que lidiar con una caja de pandora. Todos los días hay una nueva emergencia, una nueva reacción de tu organismo. Entonces dije: ‘El cáncer no espera, tenemos que hacer la campaña’”. 
 

El dilema del nombre

Hospital St Jude, Memphis. Cecilia Bolocco aterrizó en septiembre de 2019 en EEUU. Fue una llegada silenciosa, sólo sabían los familiares y amigos más cercanos. Su hijo Máximo estaba con un complejo cáncer cerebral. El pronóstico: dos años de vida y si sobrevivía quedaría con secuelas graves. 

“Acá quedó la idea de que Máximo salió caminando del hospital a los tres días de una operación de más de ocho horas. Era el día de su cumpleaños, cumplió 15”, relata. “Pero a la semana me dieron el resultado de la biopsia. Y eso fue una bomba atómica. A los dos días nos estábamos yendo a Estados Unidos”. 

Vivieron casi un año en una casa a las afueras del hospital, donde también se llevaron a su perra Lola. “Me costó tanto dar con el lugar donde lo trataran con el protocolo correcto y que me diera esa confianza de saber que era ciertamente lo que necesitaba, que cuando me empezaron a escribir distintas personas -gente que se había ido enterando de que estábamos en esta lucha espantosa que agradezco infinitamente pudimos tratar en privacidad y calma- para que los ayudara, yo les decía ‘mándame todos los informes médicos’ y se los entregaba al hospital para que revisaran los casos”.

De los 10 casos que presentó en St Jude, nueve existían con el tratamiento correcto en Chile, sólo uno le dijeron que tenía que tratarse en ese hospital: requería protonterapia que no existía en Chile. “Para los otros nueve saber que lo que les habían dicho en Chile era lo correcto es una tranquilidad enorme, porque entonces te preocupas de atender a tu hijo, de que esté bien. Se acaba la duda”.

Volvió a Chile una semana antes del estallido social. Durante el siguiente año y medio siguió asesorando a las personas que le escribían con la ayuda del doctor Sergio Becerra, ex director del Instituto Nacional del Cáncer y hoy director médico de la fundación. Hasta que en 2021 constituyeron la entidad. Le sugirieron que se llamara Fundación Oncológica Cecilia Bolocco. “¡Por ningún motivo!”, respondió. Cecilia tenía claro el proyecto, sabía que debía tener un nombre corto y fácil.

Bolocco se desvía del tema, cuenta que es la segunda fundación que ha creado, la primera fue en La Rioja, mientras estaba casada con el expresidente Carlos Saúl Menem. Se llamó Fundación C y estaba enfocada en la educación.

Construyeron una escuela para 440 niños con una gran huerta “para que aprendieran el valor de la tierra y de sembrar”, recuerda. Cuando dos años después regresó a Chile, dejó la fundación a la gente del lugar. “Todos querían también que se llamara Fundación Cecilia Bolocco”... A lo Evita Perón. 

“Esta conversación no ha lugar”, recula. “Lo que te quiero decir es que para mí las cosas tienen que trascender a las personas e inspirar al otro para que también se sienta parte de eso. ¿Me entiendes?”.

De vuelta en la historia del cáncer, Bolocco comenta: “Yo me quería convertir en el Amazon del cáncer. En EEUU Amazon se transformó en mi gran llave con el mundo cuando estaba hospitalizada con Máximo, lo que yo necesitaba me lo dejaban en la puerta de la casa a la hora que fuera”.

Le puso CARE: C por cáncer; A de acceso -“porque el grave problema con el cáncer en Chile es que la gente no tiene acceso ni al pronto diagnóstico ni al tratamiento y por eso más del 52% se muere”-; R, por red de información y contención que es la plataforma digital; y E de esperanza, “porque sin esperanza no se puede transitar el camino del cáncer. Y porque quiero que el cáncer se vea como una enfermedad crónica y no como una sentencia de muerte”. 

En tres años, la fundación -que entre otras cosas entrega segundas opiniones médicas y orientación médico-administrativa a través de una plataforma; además de tratar pacientes mediante una red de convenios- se ha financiado con fondos propios.



“Fue sorprendente empezar este camino porque mandé una carta al Congreso el primer año que estábamos operativos y que íbamos a hacer una campaña con el cáncer de mama y queríamos iluminar el Parlamento como lugar de unión donde están todos representados. Me dijeron que sí altiro. Y cuando iba camino al Congreso, me entero de que me va a recibir el presidente del Senado y que tengo que hablar. Pedí el tema de permitir hacerse mamografías sin orden médica y en tres meses se promulgó la ley. Entonces dije: ‘Guau, parece que se me va a escuchar’”.

Un año después volvió al poder parlamentario a pedir la glosa presupuestaria para las listas de espera, y no le fue bien. Así que decidió ella misma tomar el teléfono y pedir donaciones a amigos empresarios y distintas empresas.

 - ¿Cuánto de tu tiempo dedicas hoy a la Fundación?
- Ahora el 99%. Cuando estamos fuera de campaña, por lo menos el 50%.
Bolocco además tiene su propia marca de ropa que vende a través de Falabella. “Eso lo tengo más ordenado, porque hay procesos creativos que los puedo hacer sola, y pasan en cualquier minuto. Donde esté, saco fotos. París siempre me inspiró porque se parece al clima de Chile: en media estación puede comenzar muy frío y a la hora de almuerzo te mueres de calor. Entonces la mujer parisina se viste por capas. Y yo desde que partí mis colecciones, las hacía por capas”. 

Toma una pausa. “Ahora vienen grandes cambios muy positivos. He estado trabajando más que nunca. He ampliado un poco también el proceso creativo a otras áreas. Tengo proveedores en Italia y vienen muchas novedades que no puedo adelantar”.

“Uno intenta no equivocarse, quiere ser feliz, en el amor prueba, se casa con toda la ilusión, se acaba el matrimonio. O ganar el Miss Universo que me transformó en una persona pública de la noche a la mañana, y eso es irreversible. Yo era una niña que jugaba, que lo pasaba regio, que hacía mi vida y de repente todo lo que hacía salía en la televisión”.
- Hay otro proyecto en el que estás participando: un biopic con Fábula…
- ¿Quién te dijo eso? No se puede adelantar nada todavía porque no hay un acuerdo firmado aún. 

- Has tenido otros ofrecimientos de este tipo me imagino, escribir un libro por ejemplo…
- Siempre ha habido ofrecimientos, libros, películas, teleseries… Las situaciones siempre cambian y yo estoy en una edad también más madura y con una mirada creo que más enriquecida por los golpes, por las pruebas…

- ¿Te preocupa dejar un legado?
- No, no. A ver, si quieres que yo te hable de esto... Yo dije que no.

- ¿A qué? 
- A la serie. Dije que por ningún motivo. Pablo Larraín me fue a ver hace dos años a mi casa y dije: “Te lo agradezco tanto. Pero ¿por qué quieres hacerlo?” Entonces me dice “porque encuentro que tú eres una inspiración para Chile y muchas mujeres. Y yo amo las historias de las mujeres potentes”. “Te lo agradezco en el fondo de mi alma, pero no, porque me ha costado mucho mucho mucho llegar a este momento”. 

- ¿A este momento de paz?
- De estar en paz. Él llego a mi casa en Zapallar, yo estaba frente al mar, bordando, y le dije: “Revivir todo eso que es también para mi hijo, para mi marido, para quienes estuvieron en mi vida… ¿Por qué voy a contar mi vida si la han contado ya? Mi mirada ya no interesa”. “Sí interesa”, me dijo. Y ahí dije: “La única posibilidad de que acepte un proyecto de esta envergadura, es que tenga un sentido. Y ese sentido es que le dé un impulso a mi fundación”.

- La serie de Luis Miguel le dio un renacer a su carrera comercialmente...
- Yo no vendo nada. O sea, sí, pero no necesito hacer la serie para vender mis colecciones porque la gente compra lo que se pone porque le gusta. Entonces lo único que me podría hacer considerar el proyecto es si tiene que ver con lo que estoy haciendo. Ahí sentiría que tiene sentido, porque ha sido lo más potente en mi vida. Todo lo demás son cosas de aprendizaje que a uno le pasan, que el amor, que salió con este, que el típico morbo... Uno intenta no equivocarse, quiere ser feliz, en el amor prueba, se casa con toda la ilusión, se acaba el matrimonio. O ganar el Miss Universo que me transformó en una persona pública de la noche a la mañana, y eso es irreversible. Yo era una niña que jugaba, que lo pasaba regio, que hacía mi vida, y de repente todo lo que hacía salía en la televisión.

- En algún minuto pensaste: “¿Por qué lo hice?”
- Sí. No me daba cuenta, pero en el fondo yo siempre quería tener una vida normal. Una mujer con tiempo para descansar, para ir al supermercado, para invitar amigos, para no sé… ¡tirarse de guata en la arena!

- Sin que te saludaran o sacaran fotos.
- Ninguna de esas cosas podía hacer hace 20 ó 30 años. No podía salir a comer. Hubo un momento que no podía hacer nada. Inconscientemente buscaba esos espacios y quería tener una vida sencilla. Y no era posible. Hasta que un día dije: “Pero si mi vida es maravillosa”. ¡Mira el descubrimiento! Porque uno no se da cuenta que tiene más de lo que necesita, en la frecuencia del ser humano está siempre pensar lo que te falta en vez de agradecer lo que tiene. Claro, a mí me faltaba un partner, me faltaba haber creado una familia que era todo lo que quería y mi familia era sólo Máximo y yo. Y ahí fue cuando apareció Pepo.

Lo que te quiero decir es que a Pablo (Larraín) le digo “no, por ningún motivo, porque finalmente estoy viviendo la vida que siempre quise”. Pero cuando hablo del cáncer, de alguna u otra forma hay una historia de cáncer en todas las familias de Chile, o al menos el 75% de la población, directa o indirectamente. Entonces, qué increíble sería poder generar un cambio contundente, no sólo para Chile, para la región, porque esta tecnología que queremos traer sería para la región. Yo tengo visibilidad en la región, tengo llaves que puedo usar, pero para eso necesito difusión, que la gente sepa lo que estoy haciendo, y funcionaría en una dinámica del biopic. 

- ¿El Chile que te tocó enfrentar en tus años más intensos era más fácil o más dificil que el actual?
- Mucho más difícil y machista.

- Aunque era un país más estable y seguro, donde además no existían las redes sociales….
- Sí, pero yo tenía un circuito que me comía. A mí me ponían cámaras hacia el interior de mi casa. Hoy si yo quiero hago un live y ya no me persiguen. He decidido, cuando hago lives, hacer cosas completamente natural. 

- Lo que también te ha traído criticas, cuando hablaste de las gorditas. ¿Te dolió la polémica?
- Me dolió mucho porque hubo una suerte de utilización de lo que pasó ahí, no fue la gente que estaba viendo el live. Esto surge después; alguien comentó, lo buscaron, lo encontraron, lo cortaron. Lo dije, pero en el live las 10.000 personas que estaban nunca dijeron nada. Después salieron todas a defenderme. Uno puede equivocarse o decir cosas desmedidas, pero en el contexto de una naturalidad y de decírselo a personas que te entienden que no es con maldad, al contrario, es con mucho cariño. Hoy no se puede decir nada en Chile porque todo está mal dicho. 
 

“Volver a ser el Chile de antes, ya no hay opción” 

- Hablemos de este Chile. ¿Cuál es tu mirada del país de hoy? ¿Cómo estamos?
- Un Chile que se ha detenido. Veo dos graves problemas que lamento en lo más profundo: la seguridad y la salud. A mí nunca me habían atacado con armas en la calle y tuve que salir huyendo mientras me disparaban, era el tiempo cuando estaba muriendo Carlos, en pandemia, con toque de queda. Y bueno, hay que observar la realidad del cáncer. No voy a hacer un diagnóstico. Estoy sólo diciendo que no me gusta lo que veo.

- ¿Estás esperanzada o pesimista del futuro?
- Lamentablemente pienso que se ingresó en una zona que es muy difícil de revertir en su totalidad, porque cuando uno ve que al tejido social se empieza a intervenir con hebras de gran y alta corrupción, de gran y alta peligrosidad, de narcotráfico, de terrorismo. Es muy difícil de erradicar. Podemos salir de esta crisis, pero resolver el problema y volver a ser el Chile de antes, creo que ya no hay ninguna opción. El nivel de inseguridad hoy es impresionante. Y el nivel de los crímenes. Esto de cuerpos desmembrados a la orilla de la carretera o adentro de una maleta.

- ¿Has pensado radicarte en tu casa en Miami? 
- Me dan más ganas de quedarme aquí y ver qué puedo hacer. Yo no me puedo meter en la seguridad, sólo trato de cuidarme y decirle a Máximo también que tenga el mayor cuidado, aunque esto es una ruleta. Pero sí puedo hacer algo en el tema de la salud. 

- ¿Cómo es tu relación con el cáncer hoy?
- No quiero hablar puntualmente de mi caso, porque afortunadamente tengo a mi hijo vivo y sano y no me canso de dar gracias a Dios todos los días y eso me da fuerza para seguir en este camino que puede ser muy ingrato. En Chile, desgraciadamente, el cáncer está asociado a mucho dolor, a muerte, porque por lo general se llega bastante tarde, y no hay mucho que hacer. Entonces, cuando la persona logra sanarse es una bendición. Uno empieza a agradecer cada momento…
“No quiero que nadie más vuelva a sentir que el camino del cáncer es más doloroso que la enfermedad en sí misma. Hoy estamos resolviendo el tema de las listas de espera, pero quiero crear un centro extraordinario donde se trate a los pacientes con la incorporación de la última tecnología”.
- ¿Te volviste más espiritual?
- Yo siempre fui espiritual, pero muy de acción. A mí me gusta ejercer la bondad, por decirlo de alguna forma, porque me hace bien, me da energía y le da sentido a mi vida. La energía se mueve para todos lados. Y lo que pasa en cada rincón del planeta nos afecta, porque somos parte de un todo. Cuando empecé a ayudar a otros, empecé a salir de mi dolor, que fue en el medio de la enfermedad de Máximo. Lo levantaba de la cama con su quimio colgando, muchas veces conectado con la mochila y lo llevaba a comprarle regalos a los otros niños del St Jude. Terminaba sonriendo, sacándose fotos. El corazón le hacía “ta-ta-ta-ta”. 
 Tirar la corona
- Como reina de belleza, ¿cómo vives el envejecimiento?
- Duele envejecer. El cuerpo te duele, te pesa.  

- Y en cuanto a las arrugas, por ejemplo…
- Me molestan porque a mí me gusta la belleza, aunque ya no me molesta tanto porque cuando veo que mis ojos transmiten algo, me quedo tranquila. Pero igual, miro y digo “pucha, le arreglaría aquí”... Me gustan las cosas lindas. Entonces la cara se cae, te cambia tu expresión y tú dices “¡Pero si yo estoy contenta, por qué me veo triste!” ¡Se cayó la cara, poh! Entonces bueno, hay que sonreír más, porque cuando sonrío no se me nota tanto.

- ¿Si no hubieras sido Miss Universo, habrías sido bailarina?
- No sé... Pero estuve incómoda con la imagen que todos tenían de mí y que no me terminaba de cuajar. Y esta cosa de que “la Reina” y “la Miss Universo”, “la Miss Universo”, “la Miss Universo”. “¡Hasta cuándo la Miss Universo!”.  Agarré la corona, la tiré en la caja, agarré esto, lo rompí, lo tiré hacia la bodega.

- ¿Cuánto tiempo estuvo guardada? Porque la corona ahora la tienes expuesta…
- Así como expuesta… Pero sí, está en mi taller. Estuvo guardada todos los años que estuve en EEUU. Me pesó mucho cuando llegué a CNN. A mí me contrataron porque hice las pruebas y me entrevistaron. Pero había un grupo que me observaba y sentía que era porque era mujer, joven, latina, era la única chilena y además había sido Miss Universo. ¿O sea, qué hace esta mujer en el mundo de los inteligentes? Esa era la sensación que yo tenía. Pero después empecé a trabajar y terminé entrevistando para CNN International en inglés. Entonces me empezaron a valorar y después me llamó el presidente de la cadena Telemundo, y me ofreció mi propio programa de entrevistas. Al año me gané dos premios Emmy. Y ahí cuando me fui de CNN dije: “No tengo que demostrarle a nadie, ya estuve en el mejor lugar”. Acá dijeron “la echaron” porque tú sabes como son, pero qué me importa.

- ¿Hay algo de lo que te arrepientas?
- De las cosas que he hecho, no. Me arrepiento de no haberme cuidado tanto. Una época -diría mucho tiempo- fui muy autoexigente. A partir de los 40 ó 42 me di cuenta de que eso me estaba matando, y cambié la mirada, desde la búsqueda de perfección a la búsqueda de la excelencia: cuando uno hace lo que hace con amor y luego lo suelta. Cuando me separé de Carlos, Máximo era chiquitito, sufrí mucho, me fui sola a Miami y me encerré tres meses.

Ahí fue cuando vino ese proceso, porque de nuevo había fracasado, me había equivocado, no porque no amara a Carlos cuando me casé, sino porque mi mirada era soñadora, no real. Soñé lo que podía construir con él y no lo puse a él como pieza elemental, con su vida, su entorno, su realidad. Yo no me casaba solamente, ni con él, ni con su familia -que había parte de la familia que no me conocía y que no me quiso nunca-, sino que me casaba con una nación que opinaba de mí para bien o mal, y un hombre que vivía por la política.

- Y que era mucho mayor además.
- Sí, pero eso no era tan pesado como el hecho de sus prioridades y de que él no tenía la capacidad para formar una familia. Él tenía la capacidad para gobernar, era un ejecutor. Él era otra persona de la que yo imaginé, con la cual podía construir ese hogar que quería. Entonces, cuando uno se da cuenta de que se vuelve a equivocar, dice “evidentemente el problema está en mí”. Cuando uno está sufriendo, es capaz de convertirse en una cebolla y sacar las capas. Y ahí empieza un proceso bastante irreversible, hasta que como a los 48 ya estaba resuelta. Ya no quería nada más y comprendía que mi vida no era la que había soñado cuando chica, pero era maravillosa. Y después la enfermedad de Máximo sumó una cuota de desprendimiento.     
  
Bolocco piensa si puede o no contarlo. Y se lanza:
- Voy a hacer un gran remate el próximo año de todas las cosas que tengo de vestuario, artículos, zapatos. Las cosas más finas, más bellas, más increíbles que tengo guardadas a beneficio de la fundación.

- ¿La corona también? 
- La corona no, porque es para Máximo y para su señora y sus hijas si tiene. El vestido del Miss Universo tampoco. Eso quedará yo creo en el Museo de la Moda. ¿Por qué te menciono eso? Porque con lo de Máximo me desprendí de todas las cosas que me pesaban e impedían ser feliz. Uno aprende que no hay espacio para perder el tiempo. No hay tiempo para perder el tiempo, ésa es la realidad. 

- ¿Hay algo que te quede pendiente?
- Es que estoy tan llena de cosas… No, no me queda nada pendiente. 

- ¿Te gustaría que la fundación fuera tu legado?
- Lo es. Se construye a partir del camino más doloroso que he vivido. Yo no quiero que nadie más vuelva a sentir que el camino del cáncer es más doloroso que la enfermedad en sí misma. Hoy estamos resolviendo el tema de las listas de espera, pero quiero crear un centro extraordinario donde se trate a los pacientes con la incorporación de la última tecnología en el cáncer, que es la tecnología de protones en la radioterapia. Esto no existe en Chile ni en el hemisferio sur. Sería el primer centro que trae esta máquina. 

- ¿Es un proyecto a qué plazo?
- Hasta que se finaliza, son cinco años porque hay que hacer estudios de física, porque es energía nuclear, y Chile no tiene nada similar. Va a ser revolucionario. El centro va a ser el hito que va a marcar una diferencia cuántica en cómo curamos el cáncer en Chile. No lo veo tan difícil, pero no es factible orquestar toda esta ayuda en cinco minutos o de un día para el otro, o en esta semana. Las cosas tienen un proceso. Hay que pasar por la noche para que amanezca.

De la Legua al País Vasco: la ruta del chef Sebastián Pincheira

En octavo básico le dijo a sus padres que quería ser chef. El director del colegio no lo podía creer, era el mejor alumno del curso. Su familia lo apoyó. Con mucho esfuerzo y trabajando largas jornadas llegó a ser chef ejecutivo de Sushiban, pero Pincheira quería más. Viajó a Australia y trabajó en Japón, ha trabajado en restaurantes con estrellas Michelin y hace dos años abrió KAI, un restaurante de Sushi en San Sebastián.

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