Personaje
Nelly León, capellana Cárcel San Joaquín: “La reinserción debe ser con acompañamiento, y ahí hay que invertir”

Nelly León, capellana Cárcel San Joaquín: “La reinserción debe ser con acompañamiento, y ahí hay que invertir”
Tras 20 años trabajando para darle visibilidad y dignidad a las internas del Centro Penitenciario Femenino San Joaquín, la fundadora de Mujer Levántate, cuenta aquí su historia de vocación, profundiza en la realidad carcelaria, comenta el premio que recibió en Abu Dabi, recuerda el tiempo de pandemia que vivió en el penal y también la visita del Papa Francisco. La religiosa se refiere también a la continuidad del proyecto cuando ella ya no esté.
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Unas 160 internas caminan cantando mientras alzan sus ramitos verdes de olivo. Es un día importante en el Centro Penitenciario Femenino San Joaquín: además de la misa de Domingo de Ramos que abre las ceremonias de Semana Santa, las visita por primera vez el obispo auxiliar Alberto Lorenzelli, quien declarará la capilla de la cárcel Templo jubilar, lo que significa que será un lugar especial donde recibir las gracias espirituales que corresponden al Año Santo del Jubileo 2025. Lo acompañan el sacerdote permanente del penal, Cristóbal Madero, y Luis Valenzuela, capellán nacional católico de Gendarmería.
Atendiendo los preparativos y dando la bienvenida oficial al obispo está Nelly León (67), religiosa de la orden del Buen Pastor, fundadora de Mujer Levántate y capellana del centro penitenciario. Guardiana y corazón de la cárcel, coinciden quienes la conocen. Llegó a San Joaquín hace 20 años y desde entonces ha trabajado por el cuidado y la dignidad de las internas.
La misa, cuya lectura narra la Pasión de Cristo, transcurre cargada de emociones: en una pantalla se proyectan las letras de las canciones que las presentes entonan a viva voz. La hermana Nelly lee los mensajes que las reclusas escribieron. “Gracias por un día más de vida y un día menos en prisión”, reza una de las plegarias. Al momento de la paz todas se toman las manos y rezan. “A veces cuando las mujeres salen en libertad y van a misa afuera, después me llaman y me dicen que no es como la de acá”, comentará después la religiosa.
Quedó tan impactada que fue a conversar con un sacerdote y él le habló de vocación religiosa. “A pesar de venir de una familia religiosa, jamás había pasado por mi mente ser monja, nunca. Creo que Dios me tenía destinada una misión más allá de lo que yo era capaz de ver”, reflexiona. Recorrió algunas comunidades hasta encontrarse con la Congregación del Buen Pastor y leyendo la historia de su patrona, Santa María Eufrasia, se enamoró de la misión. “La imagen del pastor que rescata la oveja perdida para mí es muy potente”, describe.
Nelly admite que tiene carácter fuerte y cuenta que en un comienzo le costó pertenecer a una colectividad. “Yo fui muy regalona, pero siempre independiente. Cuando entré a la congregación ya tenía vida recorrida e independencia económica. Pero me adapté por vocación. Quería consagrarme a Dios, y si había que bajar el moño, había que bajarlo nomás”, declara sentada en una banca a las afueras del centro penitenciario de San Joaquín, cárcel que conoció a comienzos de los años ‘80.
Cumple 20 años trabajando en esta cárcel. Los primeros tres los dedicó a conocer el sistema desde adentro, a las internas y a las funcionarias: “Yo venía a evangelizar, pero creo que fui la primera evangelizada por ellas. Empecé a ver muchas de sus necesidades y se me ocurrió hacer una casa de acogida. En esa época había más de 2 mil mujeres presas, mucho hacinamiento y miseria”, recuerda la religiosa. Actualmente son unas 770 internas, estima. Explica que tras la Reforma Procesal Penal las procesadas se trasladaron a la Cárcel de San Miguel y en San Joaquín quedaron las ya condenadas. Desde que llegó, afirma la monja, los delitos han cambiado, los hay más violentos, y la edad de las mujeres reclusas también: “Ahora llegan más mujeres jóvenes, entre 19 y 25 años”.

- ¿Ha progresado la sociedad hacia mayores posibilidades de reinserción o todavía el muro de prejuicio es muy alto?
Nelly es también una de las responsables del Espacio Mandela, bautizado en honor al exmandatario sudafricano que pasó décadas en prisión. Este patio cuenta con modelos de intervención: talleres, deporte, alfabetización y nivelación escolar, capacitación laboral, atención psicológica, jurídica y espiritual. En el “Patio Católico” o el “Patio de la Hermana Nelly”, como lo llaman las internas, la custodia sigue a cargo de Gendarmería, pero existe más autonomía por parte de la Fundación. “Ahí puedo preocuparme personalmente de que a nadie le falte nada y a la vez que las chiquillas deseen iniciar un proceso de cambio”.
Mujer Levántate trabaja profesionalmente con 30 mujeres que no sólo pertenecen a Mandela, también vienen de otros patios con mérito por buena conducta. Las funcionarias de clasificación generalmente privilegian a las internas primerizas por sobre las reincidentes, explica Nelly. El programa, que cumple nueve años, ha funcionado tan bien que se ha replicado en otras cárceles del país.
“Cuando una profesional logra crear un vínculo con una mujer privada de libertad, esa interna es capaz de encontrarse consigo misma. Eso mediado también por la fe, permite la no reincidencia. Pero es necesario generar vínculos afectivos, no hacer el check de asistir a un taller para obtener un beneficio, sino que lograr una conversión del corazón”, se explaya la capellana.
Entre un 35 y un 40% de las mujeres reincide, apunta. Añade que algunas de ellas tienen una calidad de vida paupérrima fuera de prisión. “No es que tengan mucha esperanza. Llegan mujeres en situación de calle que robaron comida en un supermercado. Aquí al menos tienen asegurada comida y techo”, explica.
Esa esperanza se diluyó, lamenta Nelly. A nivel carcelario, agrega, se han incrementado las penas y en muchos casos se han alargado las investigaciones hasta cuatro años durante los cuales las reclusas ni pueden optar a un beneficio por buena conducta. También se han otorgado menos libertades condicionales. Nelly señala que la composición carcelaria del recinto de San Joaquín corresponde en su mayoría a condenas de 10 a 15 años. Las hay cortas -entre 18 meses a tres años- y también más largas -superiores a los 20 años- pero son menos.
Uno de los temas más sensibles al interior del penal son las reclusas con hijos lactantes o menores de 2 años. Actualmente en la sección Materno Infantil de condenadas hay 12 mujeres.
“Lo que más me ha impactado es que para los niños y niñas su primera palabra no es mamá, es cabo. Porque las mamás siempre están llamando: ‘Cabo, me abre la puerta’, ‘Cabo, me da permiso para tal’, entonces los niños van internalizando esa palabra y dicen ‘Cabo’ en vez de decir mamá”. Ellas cuando tienen una red familiar que las puede contener, muchas veces prefieren dejar a sus bebés con la abuela, la tía o la hermana”, cuenta Nelly. Hace un mes la Comisión de Derechos Humanos del Senado despachó a su par de Hacienda la Ley Sayén, en tramitación desde 2017, que busca que mujeres embarazadas o con hijos menores de 3 años no cumplan su condena en prisión.
Entre las internas y las funcionarias existe bastante cordialidad, relata la directora de Mujer Levántate. “En general las funcionarias son bien humanas, sobre todo en temas de maternidad. Yo creo que las gendarmes, que son todas muy jovencitas, ven muchas veces también a sus propias hermanas, mamás o abuelas, reflejadas en las internas, y en los bebés, ven a sus propios niños”.
Otro tema complejo, es el de las internas de edad muy avanzada o estado de salud delicado. Al respecto la monja sostiene que debe crearse una política sin discriminación para todos los privados de libertad, especialmente cuando están enajenados de sus facultades mentales. Hay mujeres de 80 años que están muy deterioradas porque además su vida ha sido dura y otras que padecen enfermedades terminales, dice.
Va más allá: “Sé que hay un tema súper delicado que topa con los derechos humanos cuando se trata de mujeres exmilitares privadas de libertad por causas relacionadas con crímenes efectuados en dictadura. Hay mujeres con condenas de muchos años por adelante. Ellas saben que su fin será aquí. No tienen esperanza. Y yo creo infinitamente en la misericordia de Dios. También entiendo el dolor profundo de las familias que nunca han podido dar sepultura a los suyos, pero es volver a la Ley del Talión: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Jesús viene a perfeccionar la ley con justicia restaurativa, en la misericordia. Creo firmemente que el dolor más grande de una mujer es que ella no se perdona a sí misma”.
De la pandemia a Abu Dabi
“Súper surrealista”, así describe la experiencia de viajar a los Emiratos Árabes Unidos. En 2024 la Hermana Nelly ganó el Premio Zayed a la Fraternidad Humana que además del reconocimiento internacional a su labor solidaria, se tradujo en la entrega de US$ 500 mil. “Sabía que existían los Emiratos Árabes, pero era algo tan alejado de mi realidad que jamás me habría imaginado viajar allá”, describe.
En 2023 también viajó al certamen. Primero la postuló su amigo, el sacerdote y editor de Vatican News, Felipe Herrera, junto a una carta firmada por el Cardenal Celestino Aós. Aunque no ganó, le llegó una invitación para asistir a la premiación. “Fue bien impresionante conocer Abu Dabi que es pura belleza, riqueza, abundancia. No ves ni un papel botado”, comenta.
A la edición siguiente la postuló el entonces rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez. Y en esta oportunidad fue una de los tres premiados. Con la inyección de recursos del premio de 2024 pudieron reforzar la sede de Mujer Levántate en Concepción y abrir la fundación también en Valparaíso.
“Creo que lo que más le impactó a la Comisión que hacía de jurado, es que yo haya vivido en la cárcel 18 meses. A muchos les impresiona que haya tomado la decisión de quedarme aquí. Y fue tan natural. Era donde tenía que estar”, dice. La religiosa se refiere a los primeros 18 meses de la pandemia que vivió al interior del recinto penitenciario. “Cuando empezó el Covid la coronel a cargo del penal me dijo que ya no podría entrar y salir. ‘Hermana, usted es hipertensa, podría pasarle algo’. Pero yo insistí: ‘O me permite llegar todos los días o me permite quedarme acá’. Y me quedé”, cuenta sonriendo.
Llegaron a tener 100 mujeres contagiadas pero los casos no se agravaron. “Hubo una muy buena reacción del equipo de salud. Se manejó bien la segmentación, además de los paracetamoles y los 18 litros de limonada para repartir que yo hacía todos los días”, agrega Nelly. Las visitas externas estuvieron canceladas por más de un año y luego se retomaron de a poco. Durante ese tiempo las internas no vieron a sus familias ni seres queridos.
- Después de dormir y despertar en la cárcel durante tantos meses, ¿siente que cambió su relación con las reclusas y el personal de gendarmería?
- ¡Sí! Ellas estaban preocupadas de que yo no me enfermara. Después de las 5 de la tarde a las chiquillas las encerraban, yo me quedaba sola y no faltaba la funcionaria que llegaba a tomarse un té conmigo y a conversar durante la noche. De alguna manera yo reflejo un poco la bondad de Dios, y para ellas era muy potente que yo estuviera aquí.
La “emífera” fama
Además del premio, en 2024 también se estrenó una obra de teatro llamada Re-escritas que se inspira en la labor penitenciaria de Nelly León. En la pieza, escrita por Juan Pablo Troncoso y dirigida por César Avendaño, la religiosa es interpretada por la actriz Solange Lackington. El próximo 14 de mayo habrá una función especial para las internas, que se montará en la capilla de San Joaquín.
- ¿Cómo lidia con la fama? ¿Es difícil no caer en la tentación del ego?
- Tengo algo muy bonito que Dios me ha regalado: no me creo la fama. Como decía el personaje Peter Veneno, “la fama es emífera” (ríe). Son cosas que pasan, pero jamás me detendría en eso. Cada vez que me dan un premio o reconocimiento, se está visibilizando una realidad que no queremos ver: las mujeres de la cárcel. Siento que Dios me ha hecho portavoz de ellas. Lo vivo así. A estas alturas de mi vida podría estar haciendo otras cosas, reflexionando o escribiendo, pero soy feliz acá y siempre he dicho que quiero estar aquí hasta que sea mi fin. Es lo que le da sentido a mi consagración.
- ¿Se le pasa por la cabeza qué va a pasar cuando usted ya no esté en cuanto a la continuidad del proyecto?
- Cuando recién empecé con la Fundación, aprendí que cada institución u organización debe tener un alma máter que le da visibilidad al proyecto. Un rostro. Puede ser alguien fallecido o alguien vivo. Siento que, en este caso, sin quererlo, he sido el alma máter de Mujer Levántate. Pero el día que me muera seguiré siendo el alma máter, porque el recuerdo perdurará. Hay un directorio comprometido y una posta que se va transmitiendo. Hace algunos años una persona que nos financiaba me dijo: “Si tú te mueres, tu fundación muere contigo”. Quizás hace 10 años tenía razón, pero hoy no. No me da ningún temor.
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- Respecto del financiamiento, ¿es más difícil salir a conquistar corazones y bolsillos para esta causa?
- No es que sea difícil: ¡es muy difícil! Frente a una organización que trabaja con niños con cáncer o con abuelitos, y donar plata para las mujeres presas, no hay dónde perderse. ¿Pero qué hacemos nosotros? Invitamos a la gente a venir acá. Sólo con asistir a la misa pueden adquirir otra mirada. Debo dar gracias a Dios porque a punch, hemos ido sumando socios y socias. Cerca del 45% del financiamiento proviene de ellos y el resto son proyectos e instituciones que nos aportan. La visibilidad es fundamental. Por eso si me llaman a dar una charla a un colegio, voy. A una universidad, voy. A una empresa, voy. Si me invitan donde sea, voy.
- En 2018 fue el Papa Francisco quien vino aquí. ¿Cómo vivió esa visita?
- Fue un tremendo regalo de Dios. Hay un antes y un después. Chile vio lo que pasa en la cárcel: mujeres igual que ellas, mamás con hijos, mujeres que se emocionaban, que reían. El Papa hizo hincapié en que en la cárcel hay mujeres privadas de libertad, pero jamás de dignidad. Así es.