Personaje
Susan Neiman, filósofa: "La cultura de la cancelación existe en la izquierda y derecha"
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Dejar la escuela secundaria para unirse al movimiento ciudadano de anti-guerra de Vietnam, en la década de los ‘70, no impidió que Susan Neiman, pocos años después, ingresara a la Universidad de Harvard a estudiar Filosofía.
Y lo hizo con éxito: hizo su tesis doctoral bajo John Rawls -considerado uno de los filósofos políticos más influyentes del siglo XX-, trabajó como académica de Yale y publicó decenas de ensayos e investigaciones sobre ilustración, moral, religión y metafísica. Años después, fue profesora de la Universidad de Tel Aviv y sus libros ganaron diversos premios internacionales.
También estudió las atrocidades del régimen nazi durante el Holocausto y reflexionó sobre el consumismo y respecto a la existencia del “mal” en la sociedad contemporánea. A pesar de todo eso, Neiman hoy está preocupada por otro asunto, que -dice- puede tener consecuencias muy graves: el ascenso de la política identitaria, la cultura de la cancelación y las figuras que ella denomina “neo-fascistas”.
Todo eso ella lo trata en su reciente libro Izquierda no es woke (Debate, 2024) y que presentó la semana pasada en la Universidad Diego Portales con el rector de dicha casa de estudios, Carlos Peña, y la investigadora del IES Josefina Araos. El intelectual nacional, incluso, le dedicó su columna dominical de El Mercurio a su trabajo. “El lector podría imaginar que el libro ha sido escrito en Chile, como una reacción frente a algunos discursos gubernamentales”, escribió.
Pero, ¿qué es ser woke? Se trata de un término originado en EEUU en 1938 y que fue reflotado en 2020 para -inicialmente- referirse a quienes reprochaban las muestras de racismo. Luego, el concepto mutó para describir a las personas que criticaban la desigualdad social y la discriminación por género, además de apoyar las actuales políticas medioambientales. La gracia y diferencia del wokismo, explica Neiman, es que tienen una sensibilidad exagerada.
Pero como usualmente ocurre con nuevas expresiones, la palabra carece de una definición específica y -muchas veces- se ocupa como sinónimo de posturas de izquierda. Justamente eso fue lo que llevó a la filósofa norteamericana a escribir su último libro: quiere enfatizar que la izquierda no es woke, que su sector -a pesar de tener una cercanía con esas discusiones- no debería priorizar la discusión de género y feminismo, entre otras.
“Woke apela a emociones que son muy tradicionalmente de izquierdas: quieres estar del lado de la gente oprimida y marginada, quieres corregir los errores o los crímenes de la Historia. Todas esas son emociones que comparto. Donde las cosas se confunden es que los woke han asumido muchas emociones filosóficas que son tradicionalmente muy reaccionarias, pero no se dan cuenta”, afirma a DF MAS la pensadora que es miembro de la Academia de Ciencias de Berlín-Brandemburgo y de la American Philosophical Society.
Uno de esos elementos, indica Neiman, es la política identitaria, que ella bautiza como tribalismo. “El tribalismo es fundamentalmente una forma de derecha de ver el mundo. Y la izquierda o la supuesta izquierda, los woke, lo han asumido sin darse cuenta de que en realidad están comprando supuestos muy de derechas”, reflexiona.
Y justamente esto expone al final de su libro: “(Algunos) han criticado lo que hemos llegado a conocer como métodos woke: la cultura de la cancelación, la insistencia en la pureza, la intolerancia a los matices y la preferencia por lo binario. Ningún ser sintiente, ni siquiera un filósofo, negaría la importancia de estos factores, pero yo he preferido centrarme en las ideas. El llamamiento woke a descolonizar el pensamiento refleja la creencia de que no sobreviviremos a las múltiples crisis que hemos generado a menos que cambiemos la forma de pensar sobre ellas. Estoy de acuerdo en que necesitamos con urgencia cambios fundamentales en el pensamiento, pero insto a apuntar en otra dirección. Porque los propios woke han sido colonizados por una serie de ideologías que en realidad pertenecen a la derecha”.
“Cancelar la cultura es un método, no es una idea”
Neiman está sentada en uno de los salones de la Casa Central de la UDP, en la comuna de Santiago, y se prepara para presentar su libro al día siguiente con Carlos Peña y Josefina Araos. Es jueves 21 de marzo y su llegada al país fue accidentada porque perdió uno de sus vuelos. Dice que le sorprende que muchas de las discusiones y conceptos que ella escucha en Alemania -donde actualmente vive- también se discuten en Chile.
La pensadora afirma que hay dos emergencias globales que la sociedad contemporánea enfrenta: la climática y el auge de lo que ella llama “neo-fascismo”. “Creo que vivimos en una era protofascista y que todo aquel que esté en el espectro liberal y de izquierdas debería estar trabajando en un frente unido”, sugiere. Estas dos emergencias, dice, están conectadas: “Nunca resolverás la crisis climática a menos que podamos actuar universalmente”.
- ¿Se puede hablar de woke como una ideología?
- Ese es el asunto. No es muy coherente y por eso no se puede definir. La única forma en que lo he definido es decir: empieza con emociones muy izquierdistas y añade algunas ideas muy reaccionarias. Y hay un conflicto entre las ideas y las emociones, que es incoherente. Es por eso que en realidad no se puede dar una definición. Lo que intenté hacer en este libro era dar una definición de la izquierda en una época en la que todo el mundo está confundido sobre lo que significa ser realmente de izquierda.
- Usted empieza su libro mencionando que no se trata de la cultura de la cancelación. A pesar de eso, ese es un elemento importante del wokismo. De hecho, algunos intelectuales dicen que las generaciones más jóvenes son más intolerantes. ¿Qué cree al respecto?
- La razón principal por la que no uso la palabra ‘cultura de cancelación’ es porque este fenómeno existe en la izquierda y en la derecha. Y en los Estados Unidos, la derecha es aún más poderosa: están prohibiendo libros de Martin Luther King en las bibliotecas escolares. Cancelar la cultura es un método, no es una idea. Es cierto que la gente es cada vez menos capaz de tolerar cualquier posición que no sea binaria. La gente sólo maneja binarios y la guerra en Gaza es un ejemplo perfecto de ello. En lugar de decir, como yo lo hago, que hay violaciones de los derechos humanos, la gente actúa por bandos: “Soy pro-Palestina y pro-Israel”. Es una locura. Y ese tipo de lenguaje sigue perpetuando la idea de que o estás de un lado o estás del otro.
- ¿Cree que las universidades tienen alguna responsabilidad en esto?
- Sí. Son los lugares donde los jóvenes se educan. Yo siempre soy un poco reacia a hablar de países que no conozco, entonces no puedo decir mucho sobre cómo son las cosas en las universidades chilenas. Sólo puedo decir algo sobre las instituciones de educación superior americanas, británicas y alemanas. Y una de las cosas que veo es gente mayor sintiendo que tienen que ser woke, de lo contrario, van a ser descartados. Y los académicos no son capaces de decir frecuentemente:
“Esperen chicos, hay algunas cosas que no saben y no han aprendido todavía. Y para eso estoy yo aquí”. Y te lo concedo: eso es muy difícil de hacer. Tengo un montón de amigos que enseñan en los Estados Unidos que, o bien se han jubilado anticipadamente, o están contentos de que ya se retiraron. Creo que las universidades tienen que volver a un papel más clásico en la educación. Por ejemplo, el aprendizaje sobre el carácter y enseñar acerca de cómo ser un ciudadano decente y no cómo ganar dinero.
“La izquierda se mueve por un deseo de justicia universal”
El tercer capítulo del libro de Neiman empieza así: “No es casual que la mayoría de quienes, una generación atrás, se hubieran definido como izquierdistas hoy en día se autodenominen progresistas. El miedo es uno de los factores que lo explica. En un mundo donde los residuos de la Guerra Fría aún no se han analizado, y mucho menos eliminado, ‘izquierdista’ suena demasiado cercano a ‘socialista’, y ‘socialista’ demasiado cercano al socialismo de Estado que hubo en Europa del Este para que resulte cómodo”.
- Algunos pensadores reflexionan que la izquierda sigue luchando, muchos años después, con las ideas de Fukuyama del “Fin de la Historia”. Dicen que el capitalismo ganó y que la lucha de clases ya no es importante. ¿Debería ese análisis ser tomado en consideración? ¿Cuáles son los factores que le dan vida hoy a la izquierda?
- Va a ser algo controvertido de decir, y probablemente me hará parecer ingenua, pero no creo que la izquierda mejore simplemente sustituyendo la raza y el género por la clase. Ya no podemos volver a un análisis marxista clásico de clase. Has preguntado con razón qué mueve a la gente: y creo que es la justicia, ya que preferimos vivir en un mundo justo. Pero ya no creemos que sea posible porque nos han golpeado con todas esas ideologías que dicen que no lo es. Y la izquierda se mueve por un deseo de justicia universal. Y creo que nos iría mucho mejor si nos centráramos en eso antes que volver a la guerra de clases. La injusticia perjudica a todos. A menos que seas Donald Trump, que literalmente no siente nada ni piensa nada excepto en su propio interés personal, no hace bien a ninguno de nosotros vivir en un mundo en donde la riqueza esté tan desigualmente distribuida. Y esa es la dirección en la que creo que deberíamos ir.
- Dado el auge de lo que usted llama “neo-fascismo”, ¿cómo puede la izquierda enfrentar esa tendencia?
- Escribí este libro como una contribución para ayudar a la izquierda a entender cómo nos hemos extraviado y confundido sobre cuáles deberían ser los verdaderos objetivos de la izquierda. En primer lugar, al darse cuenta de que este año podría pasar algo similar a lo que ocurrió en 1933, en Alemania, cuando los fascistas (el partido Nacional Socialista) no tenían nada parecido a la mitad del apoyo. Pero la izquierda se agotó luchando entre sí. Y tengo mucho miedo de que eso vaya a pasar, que eso esté pasando en toda esta discusión actual. El primer paso es darse cuenta de lo serios que son los peligros que están ocurriendo, no estoy bromeando.
Y para explicarse mejor, Neiman entrega un ejemplo de hace unos años, cuando conversó con unos estudiantes de la Universidad de Nueva Vork:
“Hice un comentario antes de unas elecciones en Estados Unidos, recordando a la gente que el derecho al voto había retrocedido totalmente con los Republicanos y recordándoles que estudiantes judíos blancos habían muerto 50 años antes para apoyar el derecho al voto de los afroamericanos. Y dije algo así como, en nombre de estas personas (Andrew Goodman y Mickey Schwerner), sería estupendo que los estudiantes neoyorquinos de hoy dedicaran menos tiempo a preocuparse por los pronombres y más tiempo a enfocarse por el derecho al voto. Y me llamaron transfóbica. Y les dije: ‘Espera, no tengo ningún problema con las personas transgénero. Estoy hablando de prioridades. Los transexuales serán los primeros en irse si los fascistas toman el Congreso’”.
Chile y wokismo
- ¿Hasta qué punto es real la suposición de que la izquierda se centra en asuntos como el género, la raza y las minorías?
- Es real y no es sólo una división de género o generacional. Creo que empezó en gran parte en las universidades americanas, pero se ha apoderado del mundo cultural. Y estos son los países que más conozco, al menos en los EEUU y en Europa, pero mucha gente me ha dicho que una de las razones por las que su primera propuesta de Constitución (en Chile) fracasó fue porque la gente pensaba que era demasiado woke.
- Algunos dicen que el gobierno chileno es woke, y que ha sido de los pocos en el mundo en llegar al poder presidencial…
- La cuestión que también hay que analizar es el poder cultural. Fíjate en las editoriales, los directores de museos, mira a los jefes de las universidades o Hollywood. Ellos tienen mucho poder. Estos son todos los guardianes que han llegado a tener mucho miedo de no parecer lo suficientemente woke. Y ellos mismos están confundidos. Algunos realmente comparten estas emociones de izquierda: el colonialismo fue terrible, el racismo también, todavía tenemos un camino por recorrer con el sexismo y la homofobia.
Y escribí este libro porque creo que mucha gente está profundamente confundida. Y Gabriel Boric quizás es la única persona que ha sido elegido en una especie de programa woke. Aunque, curiosamente, recuerdo que cuando ganó las elecciones, no parecía desde la distancia ser tan woke: la gente estaba muy entusiasmada con la idea de barrer las últimas reliquias de Pinochet.