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Personajes

Hotel de lujo en Sao Paulo y apostar por vinos blancos en Chile: Los próximos pasos de Alex y Carrie Vik

Hotel de lujo en Sao Paulo y apostar por vinos blancos en Chile: Los próximos pasos de Alex y Carrie Vik

Él es noruego-uruguayo, economista y su patrimonio, según Forbes, se estima en US$ 1.000 millones. Ella es norteamericana, socióloga. Se conocieron en los años ‘70 como universitarios en Boston, se casaron en los ‘80 y han armado una red de exclusivos hoteles en Uruguay, Italia y Chile, donde además son los dueños de la premiada Viña Vik. Su próxima inversión será en Sao Paulo. De eso y más hablan en esta entrevista, una de las pocas que han dado juntos.

Por: Patricio De la Paz - Fotos: Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 28 de diciembre de 2024 a las 21:00
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El primer territorio en común fue una fábrica artesanal de helados. En Boston, Estados Unidos, en la segunda mitad de los años ‘70. Carrie era estudiante de Sociología en la Universidad de Tufts y había armado este emprendimiento para generarse dinero extra. Alex era alumno de Economía en Harvard y fue el primer empleado de esta pequeña empresa.

Ninguno podía imaginar que décadas después, ya convertidos en matrimonio, ambos armarían en Chile la reconocida Viña Vik, que es parte de una red de negocios familiares que incluye hoteles en Uruguay y en Italia. Pero eso vendría luego. Entonces eran dos veinteañeros que empezaban a conocerse.  “Le pagaba en helados”, se ríe hoy Carrie, sentada en el hotel de la viña. “Se dice que el camino más corto al corazón de un hombre es a través de su estómago”, responde Alex. “A través de helados, en tu caso”, precisa su esposa.

Alex y Carrie Vik están de paso en Chile. Viven entre Mónaco y Nueva York, y vienen unas cuatro veces al año a nuestro país. Visitas acotadas para ver cómo marcha la viña que inauguraron en 2006, en un terreno de 4.400 hectáreas en el valle de Millahue, en la Sexta Región. Llegaron al lugar después de un par de años de estudio junto a geólogos, climatólogos y agrónomos con quienes analizaron más de 100 fundos, también en Argentina y Uruguay. Querían estar seguros de que fuera el mejor. Y al parecer acertaron: por años ha sido una viña premiada, lo mismo que varios de sus vinos de alta gama -tintos y un rosé-, vigilados por el enólogo jefe Cristián Vallejo. En noviembre, Vik fue elegida por World’s Best Vineyard 2024 como la segunda mejor viña del mundo, superada sólo por la española Marqués de Riscal.

“Estamos satisfechos de lo logrado. Estamos siguiendo la meta que nos pusimos desde el principio, que es crear un viñedo con la mejor experiencia para el cliente y con los mejores vinos del mundo. Pero 18 años es aún un tiempo muy corto para evaluar… Siempre recuerdo ese cuento de Deng Xiaoping, cuando en los ‘80 le preguntaron cómo veía la Revolución Francesa y él dijo: ‘Demasiado temprano para decir’”, comenta Alex. “Ha sido un viaje extraordinario, la confirmación de todo lo que habíamos pensado”, complementa Carrie. 

"Estamos siguiendo la meta que nos pusimos desde el principio, que es crear un viñedo con la mejor experiencia para el cliente y con los mejores vinos del mundo. Pero 18 años es aún un tiempo muy corto para evaluar", dice Alex Vik.

Son escasas las entrevistas que los Vik han dado en conjunto en estos años. Esta mañana de martes de diciembre es una de esas pocas veces. Repasan el trabajo hecho y lo que viene en el futuro, como un hotel en las afueras de Sao Paulo que tendrá forma de construcción inca. 

Luna de miel en Santiago

Alex Vik -de padre noruego y madre uruguaya, criado entre Suecia y las Islas Canarias- ha sido reseñado varias veces en Forbes como un hombre con patrimonio elevado. La publicación ha estimado su fortuna en al menos US$ 1.000 millones. Partió trabajando en fondos de inversión, en compañías de seguros, luego en los ‘90 saltó al rubro tecnológico de las punto com -fundó Xcelera, que adquirió decenas de pequeñas firmas y en su momento llegó a US$ 10.000 millones en valor bursátil- y hacia fines de esa década empezó a interesarse en el vino y la hotelería de lujo. 

Su primera apuesta en esa línea fue la Viña Vik en Chile, que en 2014 -ocho años después de su creación- sumó una moderna bodega diseñada por el arquitecto Smiljan Radic y con esculturas de Marcela Correa; y un hotel pensado por el arquitecto uruguayo Marcelo Daglio -revestido en titanio, aluminio y acero- , que con el tiempo agregó cabañas vidriadas con vista al valle y hasta un lodge. Hoy cuenta además con tres restaurantes, que se nutren de una huerta propia. 

Alex es esquivo para hablar de cifras concretas de inversión en este proyecto, en el cual tuvieron que partir de cero: excepto la calidad del terreno, aquí no había nada más. Sólo malezas y arbustos. Muestra una foto de él y Carrie, dos décadas atrás, abriéndose paso en el lugar montados en caballos. “¿Quiénes son estas personas tan jóvenes?”, pregunta entre risas. 

- ¿Cuánto invertiste para a echar a andar todo esto?

- La inversión inicial fue importante, pero no tanto. Porque siguieron varias más. Eran campos abandonados, entonces había que limpiar, preparar, poner sistema de riego, electricidad, construir la bodega, el hotel… Y como aquí el éxito comercial es lento, hay que sostener. Diría que los primeros ocho años fueron de inversiones continuas. Después de eso empieza a ser autosustentable y con ganancias.

- Publicaciones señalan que a 2011, seis años después de empezar la viña, la inversión ya era de US$ 20 millones…

- Puede ser. No sé exactamente, pero puede ser.

Carrie escucha, pero no interviene. Bebe té verde, al cual le echa unas cucharadas de miel. 

Después de titularse de socióloga, ella -que nació en Seattle, pero creció en Boston- se mudó junto a Alex a Nueva York. Se casaron en 1982 “y nuestra luna de miel la pasamos en Santiago, un par de semanas en la nieve, en Farellones, porque nos encanta esquiar”, cuenta. En NY trabajó varios años para General Electric y luego se dedicó a los bienes raíces: compraba propiedades y las vendía subdividas en oficinas. Cuando su marido empezó con la viña, ella se involucró totalmente. Se ha preocupado de que esta apuesta tenga sello propio, que para ella tiene que ver -además de la calidad de los vinos- con el arte que se exhibe y se vive allí.

Junto a su esposo coleccionan arte desde hace décadas, por lo que Carrie ha supervisado todos los detalles. Desde las obras que hay en el lobby del hotel -pinturas de Matta y un díptico de Anselm Kiefer- hasta los artistas que participaron activamente en la decoración de las habitaciones y espacios comunes, como Gonzalo Cienfuegos, Carlos Leppe, Samy Benmayor.

“No sólo nos gusta el arte, nos encanta pasar tiempo con artistas y colaborar con ellos. Eso no lo delegamos. Y aquí ha sido una oportunidad extraordinaria para ello. Alimenta nuestra creatividad, nuestra alma. No compramos arte para coleccionar, sino para vivir con él”, cuenta ella. Alex complementa: “Compramos arte para colgarlo en la pared, no almacenarlo en una bodega”.

Alex indica dos maniquís vestidos de ballet y cuenta que Carrie los diseñó. Lo mismo una mesa de vidrio, cerca de la entrada, que en su interior tiene decenas de carretes de hilo de colores que parecen flotar. “Estas piezas ya son parte nuestra, viven dentro de nosotros por siempre”, reconoce ella, inspirada. 

“No sólo nos gusta el arte, nos encanta pasar tiempo con artistas y colaborar con ellos. Eso no lo delegamos. Y aquí ha sido una oportunidad extraordinaria para ello. Alimenta nuestra creatividad, nuestra alma", señala Carrie Vik.

Respecto de planes futuros para este lugar, Carrie comenta que “seguramente vamos a ampliar los bungalows de vidrio”. Su marido asiente, y agrega otra idea: “Hace dos años plantamos uva blanca. Lo hicimos al fondo del valle, porque aquí se forma un túnel de viento entre el Pacífico y los Andes. Es un viento que viene del mar y que hace que esa zona sea bastante fresca. Este año dará uvas. Nuestra innovación más importante sería producir un vino blanco. Veremos”. Entre las cepas plantadas están marsanne, vermentino y roussanne. Si todo resulta bien, dice Vik, podrían producir en 2027.

El link uruguayo

Uruguay ha sido también centro de operaciones para los Vik. Viajaron por primera vez hasta allá en Navidad de 1987, porque Alex y Carrie fueron a Montevideo a presentarle su primera hija, Caroline, a la familia materna de él. “Mi abuela, mis tíos, mis primos”, detalla el economista. Estuvieron un mes. Repitieron el mismo rito con cada uno de los tres hijos que nacieron después. Y terminaron enamorándose del país. 

Se compraron una casa cerca del balneario José Ignacio, que en 2009 convirtieron en el hotel Estancia Vik. En los años siguientes sumaron tres hoteles más: Playa Vik, Bahía Vik y Wanderlust. Todos diseñados por el arquitecto Marcelo Daglio -el mismo del hotel en Chile- y varias veces premiados entre los más destacados de Sudamérica.

“Son apuestas distintas. Estancia Vik es un homenaje a Uruguay, con materiales de allí, arquitectura colonial, rodeado de campo, decorado por artistas uruguayos. En cambio con Playa Vik quisimos introducir el siglo XXI, arquitectura moderna, internacional, de vanguardia”, explica Alex. “Hoy todos se autofinancian”, agrega. A ello sumaron un restaurante, Susana, nombrado así en honor a su madre. 

Desde hace décadas, los Vik pasan Navidad y Año Nuevo en Uruguay. Es ya una tradición. Se reúnen allí con la familia uruguaya, con sus cuatro hijos y sus tres nietas. 

- A propósito de la familia, ¿algún hijo trabaja con ustedes en estos negocios?

Alex y Carrie se miran. Responde él: “Sólo Camilla, nuestra tercera hija, quien ahora trabaja con nosotros en el negocio del vino y de los hoteles. Vive en Nueva York. Mi hijo Sebastián vive en Uruguay y tiene sus propios emprendimientos. Mi hija mayor está en política, trabajó en la Casa Blanca y ahora está en el Congreso. Y la menor, Susana, terminó Harvard y ahora es product manager en MasterCard”.

Interviene Carrie: “Todos tienen sus carreras, todos siguen sus propias pasiones”.

"Sólo Camilla, nuestra tercera hija, ahora trabaja con nosotros en el negocio del vino y de los hoteles", cuenta Alex Vik.

Milán histórico

Alex llegó a esta entrevista después de estar un par de horas recorriendo la viña con su mountain bike. Todos los días hace deporte. El que sea, dice: natación, carrera, tenis, pádel, senderismo, ski. Carrie no se queda atrás: “Amo el tenis, la bicicleta, caminar”. Ambos bordean los 70 años y se mantienen muy bien. Lucen delgados, activos y atléticos.

El ánimo les alcanza también para estar siempre pensando proyectos. Como el único que, por ahora, tienen en Europa. Todo comenzó cuando Alex y Carrie andaban con la idea de tener un hotel de ciudad, distinto a los que ya tenían en Chile y Uruguay. Entonces se cruzaron con un espacio dentro de la exclusiva galería Vittorio Emanuele II, en el corazón de Milán, frente al famoso duomo milanés y a pocas cuadras del teatro La Scala. 

“Cuando nos mudamos a Mónaco compramos una villa en la costa, comenzamos a remodelarla y buscamos artesanos que fabricaran muebles de extraordinaria calidad, como los hacían en el siglo XVIII. Así empezamos a ir a Milán, que está apenas a tres horas, y nació la experiencia con esta ciudad maravillosa”, recuerda Carrie. “Paralelo a eso habíamos pensado en el reto de construir un hotel urbano y alguien nos pasó el dato de la galería. Aceptamos el desafío”.

Alex agrega: “Ahí ya funcionaba un hotel. Intentaron hacer el máximo de calidad, pero no lo habían logrado. No tenía alma. Nosotros lo reformamos totalmente. Fuimos de 40 habitaciones a 89, todas diferentes y decoradas con arte. Es una apuesta comercialmente difícil, pero lo hacemos porque nos gusta. Como es un monumento histórico, nosotros no somos los dueños. Tienes que pedir permiso hasta cuando cambias un tornillo”. Según versiones de la prensa italiana, los Vik habrían adquirido la concesión para operar este lugar por 18 millones de euros (unos US$ 18,8 millones).

Fueron dos años de intenso trabajo. “Ella trabajó mucho más que yo -reconoce Alex-. Yo tengo otros trabajos (sigue en el negocio tecnológico, igual que lo hacía en los ‘90), entonces esto lo hago por la noche, por decirlo así. Pero Carrie no. Trabajó mucho en Milán. Hasta se rompió el pie y tuvo que seguir trabajando en una silla de ruedas”. 

"Como es un monumento histórico, nosotros no somos los dueños. Tienes que pedir permiso hasta cuando cambias un tornillo”, dice Alex Wik. Según versiones de la prensa italiana, los Vik habrían adquirido la concesión para operar este lugar por 18 millones de euros (unos US$ 18,8 millones).

Vik Milano Gallery -en el que también trabajaron la arquitectura con Marcelo Daglio- abrió en septiembre de 2019, pocos meses antes de que la pandemia de Covid detuviera todo. Debieron cerrar; y reabrieron en marzo de 2021, con sus cinco pisos llenos de pinturas, murales y esculturas, con look de galería de arte. 

Sao Paulo en modo inca

- Carrie, cuando abrieron Milán, dijiste: “Este es un primer test; estamos evaluando otras oportunidades”. ¿Hay ya algo concreto?

- Siempre estamos evaluando oportunidades. No queremos jubilarnos nunca. En dos meses comenzamos la construcción de un hotel en Sao Paulo. En eso estoy focalizada ahora. 

Con entusiasmo, cuenta detalles: “Se nos acercaron de una empresa de construcción de bienes raíces y nos pidieron asociarnos para levantar un hotel. Decidimos hacerlo. El hotel ya fue diseñado por nuestro arquitecto Marcelo Daglio, quien entiende perfecto lo que queremos: nosotros tiramos ideas y él las hace funcionar. Hace un año y medio estuvimos en Uruguay para el nacimiento de nuestra nieta, nos sentamos a hablar con Marcelo y se nos ocurrió crear un templo inca”.

- ¿Un templo inca?

- Sí, ese tipo de construcción en piedra, que también existieron en Brasil. Será la versión moderna de un templo, ubicado en una ladera, rodeado de vegetación, en una hermosa propiedad con vista a la puesta de sol. Creo que será extraordinario. Estará en una comunidad cerrada, a hora y media de Sao Paulo, cerca de Sorocaba. 

Carrie dice que además incluirán cosas que ya han hecho en sus otros hoteles. Como las cabañas de cristal o las master suites de Viña Vik, o los bungalows de playa de Bahía Vik. “Con el clima de Brasil, podremos tener hermosos jardines. Y a 200 metros del hotel habrá también un lago artificial, como una piscina, que considera un kilómetro de playa donde se podrá hacer surf. Habrá allí un restaurante. Y vamos a crear dunas”, enumera.

Carrie mira cómplice a su esposo y da otro detalle. “El hotel estará rodeado de viñas”, dice. “Así que estaremos llevando Vik y Chile a todo esto que haremos en Brasil… y como los viñedos son tan visuales, serán como un jardín”. 

"Será la versión moderna de un templo, ubicado en una ladera, rodeado de vegetación, en una hermosa propiedad con vista a la puesta de sol. Creo que será extraordinario", adelanta Carrie Vik.

Alex, quien nuevamente no quiere hablar de montos de inversión, sólo agrega dos datos: “El hotel tendrá 50 piezas y estará listo en dos años y medio”. Su mujer remata con el detalle final: “Se llamará Vik Vista Verde”.


“Si no es negocio, al final es un lío”

Alex Vik llama “proyectos por amor” a estas aventuras en Chile, Uruguay e Italia. Porque el impulso inicial, dice, es la pasión por la arquitectura, la historia, el arte, la naturaleza. 

- ¿Les interesa participar en otros negocios en Chile?

- Nosotros estamos todo el tiempo invirtiendo aquí (Viña Vik). Siempre estamos inventando cosas nuevas e invirtiendo. Y estamos tan enfocados en tener éxito con esto, que no hemos buscado otros negocios en Chile. En todo caso, éste es un país con un desarrollo extraordinario, un gran lugar para invertir.

- De todo lo que hacen, donde muchas veces reconocen que manda la pasión, ¿dónde está el negocio para ustedes?

- Esa misma pasión se puede hacer negocio. Si no es negocio, al final es un lío, un problema. Si te enfocas en hacerlo bien, a costos razonables, entonces el negocio se resuelve solo. Porque si haces algo muy bueno, los clientes lo quieren consumir o quieren venir a la experiencia; y ya el negocio funciona solo. 

- ¿Tienen socios en sus proyectos, inversionistas?

- No. Son nuestros, de la familia.

- ¿Siempre quisiste ser empresario?

- Sí, desde jovencito. Mi padre, Eric, también lo era. 

Entonces interviene Carrie, divertida: “Pero yo fui empresaria antes que tú”, aludiendo a su emprendimiento universitario de helados. Ambos se ríen. “Siempre bromeamos en la familia con eso”, explica. 

- Y en tu caso, Carrie, ¿siempre quisiste también ser empresaria?, ¿había antecedentes familiares?

- No. Mi madre trabajaba en la universidad. Mi padre era marino de carrera y luego estuvo mucho tiempo en la marina mercante privada. Siempre fuimos una familia muy rodeada por el arte. Igual que la de Alex. Nosotros nos conocimos muy jóvenes y me convertí en parte de su familia a una edad muy temprana. Cuando mi padre murió, el padre de Alex asumió ese rol para mí. Fue muy cercano y una gran inspiración.

Carrie queda un momento en silencio. Está emocionada, con los ojos aguados.

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