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¿Cuánto vale Benito? El negocio detrás de Bad Bunny

¿Cuánto vale Benito? El negocio detrás de Bad Bunny

El músico puertorriqueño agotó tres Estadios Nacionales en menos de 12 horas. Más de un millón de usuarios intentaron conseguir una de las 180 mil entradas para sus conciertos en febrero de 2026. Pero detrás de los sold-outs hay más que música: Bad Bunny maneja una estructura que cruza moda, cine, lucha libre y campañas globales. Todo, sin majors como Sony y Universal. Sólo en Chile, el evento moverá US$ 18 millones y activó una operación que incluyó hasta sillas impresas en 3D.

Por: Mateo Navas | Publicado: Sábado 17 de mayo de 2025 a las 09:00
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A las 10:01 de la mañana de este lunes, la web de Puntoticket comenzó a registrar un tráfico inédito. En simultáneo, desde escritorios, patios escolares, faenas mineras y salas de clases, cientos de miles intentaban ingresar al mismo sitio. El objetivo: conseguir entradas para el concierto de Bad Bunny en el Estadio Nacional, programado para el 5 de febrero de 2026, como parte de su gira mundial para promocionar DeBÍ TiRAR MáS FOToS, su último álbum.

Desde la ticketera sabían que la demanda sería alta. Reforzaron servidores, ajustaron filtros y trataron de blindar el sistema frente a bots y revendedores digitales que simulan usuarios en fila. Aun así, en pocos minutos, la primera preventa se agotó. Media hora después, la fila superaba las 200 mil personas.

A mediodía comenzaron los rumores: habría una segunda fecha. A las 13:00, cuando se abrió la venta general, las entradas se agotaron en cuestión de minutos. Poco después, Bizarro -la productora a cargo del evento- lo confirmó: el martes 6 de febrero se sumaba como segunda función. Los tickets para esa jornada se pusieron a la venta ese mismo día, a las 15:00. Resultado: lleno total en dos horas.

A las 19:15 apareció una nueva fila virtual: era la preventa para una tercera fecha, fijada para el miércoles 7 de febrero. A las 22:00 ya no quedaban tickets. Menos de 12 horas después de haber abierto el sistema, Bad Bunny (31 años) había agotado tres Estadios Nacionales. 1.500.000 dispositivos electrónicos ingresaron a la plataforma. Cerca de 180 mil personas consiguieron entradas. El resto quedó fuera.

El martes, la productora despejó las dudas: no habría una cuarta fecha.

Bad Bunny es uno de los artistas más escuchados en el mundo en los últimos cinco años, y considerado un punto de inflexión en la historia reciente de la música urbana por su capacidad de combinar reggaetón, trap, pop latino y códigos digitales. También ha sido actor, protagonista de campañas globales -como la más reciente de Calvin Klein- e imagen de marcas como Adidas y Gucci. En 2025 copó portadas de revistas y desfiló por cuanto talk show gringo existe.

Bad Bunny no es sólo un cantante que llena estadios. Es una empresa. Y como tal, funciona con estrategia, equipos, márgenes y planificación.

Mientras el sold-out ocurría en Chile, lo mismo pasaba en otras ciudades del mundo, como Londres, Lisboa y Río de Janeiro. En Madrid, por ejemplo, agotó 10 estadios Riyadh Air Metropolitano en menos de 24 horas.

Desde PR

Se llama Benito Antonio Martínez Ocasio. Nació en 1994 en Vega Baja, una localidad costera a 40 minutos de San Juan, lejos del circuito tradicional de la industria musical de Puerto Rico. Hijo de un camionero y una profesora de inglés, creció escuchando salsa, merengue y las baladas que sonaban en la radio del auto familiar. A los 5 años dijo que quería ser cantante. A los 13 dejó el coro de la iglesia. En la adolescencia empezó a subir canciones a SoundCloud. Su madre quería que fuera ingeniero; su padre, jugador de béisbol. Sus profesores, bombero. Él, en cambio, se matriculó en comunicación audiovisual en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo.

Su primera canción viral Diles, llamó la atención del productor DJ Luian, que lo sumó a su sello independiente Hear This Music. Poco después apareció Soy peor, un video de bajo presupuesto que consolidó su tono, su estética y su personaje.

Tenía 23 años.

Eligió su seudónimo por una anécdota escolar. Estudiaba en básica cuando, en una actividad organizada por el colegio, lo obligaron a disfrazarse de conejo. Benito no quería. En la foto oficial posó con una expresión de molestia. Años después, ya metido en la música, recuperó esa imagen -un niño disfrazado, enojado, sin ganas de actuar- y le puso nombre. Lo tradujo al inglés: Bad Bunny.

El “Conejo Malo” es, en parte, un continuador de la tradición del reggaetón de principios de los 2000, con exponentes como Daddy Yankee y Ozuna. Pero también es su ruptura: letras más personales, una estética andrógina, guiños a la lucha libre y a la moda de pasarela. Evita glorificar el consumo de drogas y ha declarado que su sexualidad es “fluida”, lo que marca un quiebre con la heterodoxia de la industria urbana.

A veces también se posiciona políticamente. En 2024 publicó un video contra Donald Trump en medio de la campaña presidencial estadounidense. El impacto fue tal que algunos medios especularon que podía influir en el voto del electorado puertorriqueño en Pensilvania, uno de los estados clave en los comicios del año pasado.

Bad Bunny, aunque evita entrevistas y exposiciones públicas, no elude el conflicto. En 2023 copó titulares tras un incidente con una fan en República Dominicana, a quien le lanzó el celular al agua luego de que intentara tomarle una foto sin su consentimiento. Tras el episodio, se retiró de las redes sociales y las reproducciones de sus canciones cayeron de forma notoria. Más tarde, respondió en una canción: “Tú no ere’ mi fan real, por eso te tiré el celular / A lo’ reale’ por siempre lo’ voy a amar”.

Bad Bunny, Inc

En 2018, tras haber debutado con su primer álbum, Bad Bunny firmó con Rimas Entertainment, un sello discográfico independiente con sede en San Juan, Puerto Rico. La compañía había sido fundada por Noah Assad, un promotor musical de menos de 30 años, con experiencia en booking local, que hasta entonces trabajaba con artistas emergentes de la isla.

Assad, hoy CEO de Rimas y manager personal de Benito, es el arquitecto comercial detrás de su carrera. Junto al propio artista, diseñó una estrategia sin precedentes en la música latina: operar por fuera de los grandes conglomerados -como Universal o Sony- y construir una estructura 360º que les permitiera controlar cada componente del negocio. Sello, publishing, management, merchandising, giras, contratos publicitarios, contenido y derechos: todo bajo una sola entidad.

Y la receta ha funcionado. En 2022, sin haber firmado con un major, Bad Bunny fue el artista más escuchado del mundo en Spotify por tercer año consecutivo: 18,5 mil millones de reproducciones. Sólo su canal de YouTube superó los 40 mil millones de vistas. Ese mismo año, su gira mundial recaudó US$ 232,5 millones. Según Forbes, en 2023 generó ingresos por                    US$ 88 millones, lo que lo ubicó entre los 10 artistas mejor pagados del mundo. Y esto cantando sólo en español.

Los resultados que logra son desde los márgenes, no desde las grandes ciudades: en enero de este año, Bad Bunny anunció una residencia en el Coliseo de Puerto Rico. Son 30 fechas consecutivas entre julio y septiembre, con entradas agotadas en menos de cinco horas. Se estima que la operación generará más de US$ 100 millones para la economía local, impulsando hoteles, restoranes y vuelos. Es la primera vez que un artista monta una residencia de esta escala fuera de plazas como Las Vegas o Londres.

En cuanto a sus ingresos complementarios, las cifras también crecen. Ha firmado contratos con Adidas, Gucci, Crocs y WWE. En su última campaña con Calvin Klein, generó más de US$ 8 millones en 48 horas, según Launchmetrics. También ha hecho su entrada en Hollywood: protagonizó Cassandro junto a Gael García Bernal y, en 2022, actuó en Tren bala junto a Brad Pitt.

Por todo esto, su fenómeno ya llegó al mundo académico. A fines de abril, The New York Times reportó que Yale ofrecerá un curso titulado Bad Bunny: Musical Aesthetics and Politics, basado en su último álbum, que fue valorado por la crítica especializada por reivindicar la tradición musical de Puerto Rico.

En Nadie sabe, la primera canción de su disco Nadie sabe lo que va a pasar mañana, Bunny lanza una frase que sintetiza su lugar en la industria: “Y e’ verdad, no soy trapero ni reguetonero / Yo soy la estrella má’ grande en el mundo entero”.

De balaceras a sold-out

La primera vez que Bad Bunny llegó a Chile fue una escena que pocos recuerdan. Corría 2017 y el cantante puertorriqueño aún no figuraba en el mapa global. Su nombre circulaba entre fanáticos del trap y del reggaetón underground. Se presentó en la discoteque Espacio Broadway y el show terminó con dos personas fallecidas tras un atropello, además de varios heridos. Los incidentes obligaron a suspender el evento una hora antes de lo previsto, alrededor de las cuatro de la mañana.

Desde entonces, la carrera de Bad Bunny no dejó de escalar. Primero agotó un Movistar Arena. Luego, en 2019, se presentó en el Festival de Viña del Mar. Más tarde regresó para otros shows en Santiago y, en 2022, llenó dos Estadios Nacionales.

La llegada de Bad Bunny implica un desafío logístico de gran escala. El artista puertorriqueño aterriza con un montaje que moviliza a cientos de trabajadores y un escenario de al menos 270 grados, sin paredes laterales, similar al que usó Coldplay en su última gira. Más allá de eso, no se han revelado detalles adicionales.

Los encargados de ejecutar la gira en Chile será Bizarro, la productora local que ya en 2022 lo trajo al Estadio Nacional y que antes había gestionado sus presentaciones en el Movistar Arena. Según personas al tanto de las negociaciones, la firma ligada a Alfredo Alonso mantiene una relación cercana con el artista, con llamadas directas incluidas. Ese vínculo habría sido clave para adjudicarse nuevamente la producción. “En la música latina, los artistas privilegian la lealtad; en la industria anglo, suele imponerse el mejor postor”, explica un conocedor del negocio.

Hace un par de meses, Bizarro recibió la información de que Bad Bunny planeaba una nueva gira que incluía Chile. En respuesta, enviaron una planilla sencilla: ingresos proyectados, costos estimados y resultados esperados. Fue suficiente. Se quedaron con la representación del evento.

US$ 18 millones

Antes del anuncio oficial, en cada ciudad donde se presentará Bad Bunny aparecieron dos sillas de plástico frente a los estadios: en el Monumental de Buenos Aires, la Strawberry Arena de Estocolmo, el Narodowy de Varsovia y en decenas de otros coliseos alrededor del mundo. Eran idénticas a las de la carátula de su último álbum, y los fans lo entendieron de inmediato.

La idea fue del propio artista. Quería que en cada ciudad aparecieran las mismas sillas, dispuestas físicamente frente a los recintos. Algunos intentaron convencerlo de cambiar el concepto. Otros propusieron un fotomontaje, para evitar la logística. Se negó. “Él es el único cerebro creativo de su proyecto. Supervisa todo y toma cada decisión. Ese es parte de su éxito”, comenta una persona cercana.

Pero surgió un problema: esas sillas no estaban en ninguna parte. El equipo de Bad Bunny las había comprado en una tienda de Puerto Rico y ya no se podían volver a conseguir.

La coordinación de todo esto quedó en manos de Bizarro. Para replicar las sillas, tuvieron que contratar a una empresa de impresión 3D en Colombia. Enviaron a una persona especialmente para eso. Fue, según conocedores del proceso, una odisea: perdió un vuelo y el reloj seguía corriendo. El anuncio debía hacerse en simultáneo con las otras productoras en distintos países. Pero llegó a tiempo. Una de las sillas llegó rota y tuvieron que repararla con silicona. La producción chilena la instaló a las afueras del Estadio Nacional muy temprano por la mañana. Luego sacaron la foto que encendió las redes y alertó a los fanáticos: Bad Bunny venía en camino.

Los tres conciertos ocurrirán en días consecutivos y serán una máquina de generación de ingresos. Según personas al tanto, el conjunto de las fechas generaría  cerca de US$ 18 millones. De ese monto, un 7% corresponde al arriendo del recinto, lo que va directo al Instituto Nacional del Deporte, que cobra ese porcentaje por el uso del Estadio Nacional. Cuánto recibe Bad Bunny y cuánto la productora local se mantiene bajo estricta reserva. Pero todos coinciden en algo: hoy hay pocos artistas capaces de mover esos números en tan poco tiempo.

Y él lo tiene claro. Porque más allá del sonido, el marketing o la puesta en escena, esto también se trata de lo otro. O como él dice una de sus canciones: “El signo del dinero, ese e’ mi nuevo zodiaco”.

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