Por dentro
Líderes de Villa Baviera: “La opinión pública no sabe que nosotros somos víctimas. La bala está apuntando a gente equivocada”

Líderes de Villa Baviera: “La opinión pública no sabe que nosotros somos víctimas. La bala está apuntando a gente equivocada”
En momentos en que el gobierno impulsa una expropiación en el enclave alemán, Markus Blanck y Dorothee Munch, autoridades de la villa, accedieron a contar sus propias historias, marcadas por los abusos y torturas a manos de Paul Schäfer. Por eso, ahora están dispuestos a llegar hasta las últimas instancias para impedir que los expulsen del lugar.
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El pasado 20 de marzo 4 representantes de Villa Baviera se reunieron con Sebastián Cabezas, el jefe de la División de Protección de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia. A la cita acudieron Erika Tymm, Hans Schreiber, Dorothee Munch y Markus Blanck.
Fue la primera vez que descendientes de colonos pudieron contar sus historias de vida y de abuso que sufrieron en el otrora enclave alemán Colonia Dignidad, tristemente célebre por los delitos cometidos ahí durante años por Paul Schäfer, y donde también hubo violaciones a los derechos humanos ocurridos durante el régimen militar.
En momentos en que el actual Gobierno puso en marcha un plan para expropiar terrenos para establecer un sitio de memoria histórica allí -que abarcaría 6 sitios en un área de 116 hectáreas-, Dorothee Munch (DM), de 47 años y auditora interna del grupo de empresas de Villa Baviera, y Markus Blanck (MB), el gerente de las empresas agrícola y avícola y presidente de Cinoglosa, una de las tres sociedades matrices con que gestionan todos los negocios -las llamadas ABC-, accedieron a hablar con DF MAS de su propia vida en Villa Baviera y de los caminos que siguen para evitar esta expropiación que estiman injusta.
“Uno ha perdido su infancia, su adolescencia, ni hablar de los castigos, abusos, trabajo forzado. Y ahora que logró levantarse del pasado, formar una familia, y tener libertad, encontrarse con esta amenaza a la vida y al sustento económico, es muy duro. ¡Y del mismo Estado que tiene que responder por nuestra vida perdida! Es incomprensible. Nosotros, mi generación, sentimos que no tenemos nada que ver con el pasado. Aun así, solidarizamos y apoyamos un cierto sitio de memoria dentro de la Villa. Eso ningún problema. Pero esta medida la encontramos bastante fuera de cualquier razonamiento y humanidad”, dice Markus Blanck.
“Nosotros siempre hemos callado, ese fue nuestro pecado”
“Tengo malos recuerdos de mi infancia por la crueldad del trato, que empezó desde chico, de la tía a cargo de nosotros”, parte relatando Markus Blanck, nacido en 1974. “Los golpes empezaron desde chico y a piel desnuda, con un escobillón. Como yo era muy malo para comer, estaba flaco a los huesos. Era una vida cruel y oscura, no tenía vida como niño. Sufrí daño físico, sicológico. Nunca en mi vida visité un colegio. Solo algunos tíos que sabían un poco de español, nos hicieron enseñanzas informales, dos o tres meses en el tiempo de lluvia. Pero antes y después nos sacaban a trabajar de sol a sol. Había que recoger piedras, construir caminos, tapar hoyos, construir cercos, edificios, y a todo sol y sin ninguna remuneración. Yo conocí la plata cuando tenía 20 años. Antes no sabía qué era un billete”, describe.
A su turno, Munch cuenta que sus primeros seis meses los vivió en Bulnes, porque ahí trabajaban sus padres, un mecánico de la planta chancadora, y una secretaria. Pero después la tuvieron que entregar a Villa Baviera. “Recuerdo muy poco de mi infancia, pero sí los duros golpes que recibí, cuando uno hacía alguna cosa mal o a escondidas, te golpeaban en el cuerpo desnudo con una manguera hasta que no gritabas más. Era una tortura”.
Sobre Paul Schäfer, Blanck es tajante: “Tengo recuerdos muy atroces y oscuros de él. No quiero entrar en detalles, pero sufrí prácticamente todo lo que se le imputa a Paul Schäfer. Viví una niñez y una adolescencia lleno de terror y castigos. Te exigía que hablaras algo que supuestamente habías cometido, un pecado con otros niños de orden sexual —lo que no era verdad—, pero te obligaba a confesarlo. Y si tú no lo confesabas, te castigaba. Mandaba a unos jóvenes mayores y te pegaban muy brutalmente. Una vez también en persona me golpeó, me pateó. Un joven mayor me llevó al hospital, y ahí recibí electroshock. Días después desperté en otra casa, no sabía dónde estaba. Las obras que hizo, por decirlo así, valiosas para la comunidad de afuera —por ejemplo, el ex hospital en beneficio de la gente pobre que estaba viviendo en los alrededores—, para él fue un escudo, para tapar sus crímenes y sus abusos, todo lo que hizo con nosotros”.
Munch recuerda un episodio desgarrador, la muerte de su hermano de ocho años. Existen múltiples versiones sobre su fallecimiento: que ocurrió un accidente, que cayó de un camión. Su versión es que murió por accidente por una bala que lo impactó en medio de una cacería de perdices en la que parrticipaba Manuel Contreras. Claro que en el momento de los hechos, Munch ni siquiera se atrevía a preguntar. “Hasta que pregunté, y ahí me dijo la tía, con lágrimas en los ojos, ‘no te preocupes, está bien’. Yo sabía que con eso ya no iba a volver a ver a mi hermano”, narra.
Ambos relatan que una vez que se fue Paul Schäfer pudieron estudiar para sacar sus respectivos certificados de secundaria, pues se organizó una suerte de consejo de ancianos que contrató a un grupo de profesores del Colegio Alemán de Chillán para que fueran los sábados para prepararlos para las pruebas, y luego los mandaron a estudiar oficios que pudieran salvar a la Villa. Por ello, Blanck, con 28 años, estudió agronomía en la Universidad de Concepción en la sede de Chillán, y Munch, para ser contador auditor en el instituto profesional Virgilio Gómez, de la misma casa de estudios, en esa misma ciudad.
Blanck cuenta que a su papá lo conoció recién cuando tenía 14 años, cuando llegó un ministro en visita a Villa Baviera y ahí supo de sus padres y que tenía dos hermanas, las que más tarde emigrarían a Alemania, mientras él decidió quedarse, pues su sueño era estudiar y hacerse cargo del trabajo agrícola, ya que —dice— la Villa estaba en ruinas, sobreendeudados y con una medida precautoria del Estado que les impedía el acceso al crédito. “Tuvimos la iniciativa de negociar con el fisco y se llegó a un acuerdo en que el fisco levantó casi la totalidad del embargo y dejó en garantía unas 3.500 hectáreas por cualquier indemnización que surgiera en el sistema judicial. Ahí se pudo respirar, tomar créditos y salir del hoyo negro”.
Munch, relata que fue difícil cambiar el lenguaje y pasar a decirles mamá y papá. “Recuerdo la primera vez que lo dije era como un alivio”, cuenta sobre la relación con sus progenitores que, asegura, están en el Eleam, en el exhospital. “Y por eso me cayó muy fuerte este anuncio de que iban a expropiar. Toda esa generación que llegó de chicos, menores de edad, es la generación más perjudicada si se hiciera una expropiación. Porque la mayoría no alcanzó a hacer ni estudios, hablan poco español y no pudieron tener hijos la mayoría. Entonces, están muy dependientes y es muy fuerte para ellos tener que desplazarse. Algunos empezaron con su contrato de trabajo cuando ya tenían 40 o 50 años y algunos ni siquiera”.
-¿Creen que por ser un gobierno de izquierda no los ve como víctimas?
-MB: Sí, justamente eso sentimos nosotros de parte del Gobierno y también de la opinión pública en general. Como que nosotros fuéramos los autores de todo lo que pasó en el pasado. La opinión pública no sabe que nosotros somos en primer lugar víctimas, en vez de victimarios. El gobierno siente un tema de venganza o de castigar a la villa donde ocurrieron temas de lesa humanidad. Pero la bala está apuntando a gente equivocada. Nosotros sufrimos bajo este sistema que en su momento el Estado permitió que existiera. Había obligación de ir al colegio. ¿Por qué el Estado no dijo nada? El Estado fue cómplice y tiene responsabilidad de lo que nosotros sufrimos. Hoy sentimos que el gobierno nos está metiendo en este saco de victimarios, de autores de esos crímenes del pasado, y es totalmente falso.
-DM: Ellos justifican ese actuar y dicen que, según las normas internacionales de derechos humanos, tienen que hacer memoria en sitios, pero no visualizan que están generando daño a víctimas de un sistema perverso, revictimizando nuevamente. Los delitos de lesa humanidad en la dictadura fueron hechos por el Estado. Y ahora está perjudicando a víctimas. Nosotros siempre hemos callado, ese fue nuestro pecado, tal vez porque estuvimos preocupados de sobrevivir.
“Las empresas están subsidiando la vida de los ancianos”
-¿Hoy Villa Baviera no es una secta?
-DM: No.
-¿Por qué perpetúan vivir ahí y no insertarse en la vida normal chilena?
-MB: Yo estoy inserto plenamente en la sociedad y Dorothee también. No vivimos en comunidad, Vivimos una vida normal.
-DM: Se ataca mucho al turismo, pero el turismo nos ha insertado a la sociedad.
-¿Cuáles son los daños que prevén con la expropiación?
-MB: Hoy viven ahí 120 habitantes, entre niños, ancianos y gente de nuestra edad. La mayoría de los que están en la edad de trabajo, su sustento viene del trabajo. Las empresas están subsidiando la vida de los ancianos. Casi nada se cobra por la estadía, por corriente eléctrica, ni arriendo, ni agua, ni alcantarillado. Nadie de los colonos vive afuera de ese polígono.
-¿Los negocios están ahí?
MB: Carnicería, panadería, avicultura, agricultura forestal y turismo. Esas son las áreas de negocio que hoy día se están desarrollando dentro del mismo polígono. No son grandes negocios, pero son nuestro sustento. En agricultura hay 850 hectáreas donde tenemos cultivos tradicionales, trigo, avena, raps, triticale y maíz. En la avícola, crecimos en ese negocio desde que yo empecé a hacerme cargo, de 2.000 a las 85.000 en ponedoras en producción. Y también hay una empresa que se llama Productos Alimenticios (Prodal), que se divide en quesería, carnicería, y panadería y pastelería. Y están Turismo y Casino Villa Baviera.
-¿En qué pie están las conversaciones con el gobierno?
-MB: Al principio, se alcanzó a hablar con la jefa de Gabinete del Ministerio de Vivienda y con el Ministerio de Justicia. No fuimos acogidos. Esto cambió un poco desde que yo escuché que el Gobierno dio instrucciones de escucharnos a través de la Subsecretaría de Derechos Humanos. Nuestra postura no es en contra de una memoria, pero de esa envergadura es prácticamente una expulsión y destrucción total de toda una población chileno alemana.
-Si les llegan a expropiar, es contra pago. ¿Tienen el cálculo de cuánto sería?
-MB: No todavía. Estamos empezando a ver contrataciones de tasadores para que estemos preparados. Ojalá no lleguemos a esta instancia, pero si no se puede evitar, lo último que nos queda es pelear el valor.
DM: Pero el tema es que, aunque peleáramos por el valor, según nos advirtieron, bajo las circunstancias de un monumento histórico, ya no va a ser el comercial. ¿Es el avalúo fiscal? No sabemos. Y hay empresas funcionando ahí. Hay que primero indemnizar todos esos costos que implica.
-¿Qué están dispuestos a entregar?
-DM: No lo hemos definido. Estaríamos tal vez dispuestos a ceder el subterráneo de papas, por ejemplo, y las fosas, que tampoco generarían un desplazamiento de gente. Pero el mismo subterráneo de papa ya tiene tres familias viviendo ahí, no donde se torturó, sino arriba. Es un tema complejo porque todas las instalaciones son vivas. Hay una comunidad.
-¿Cuáles son sus próximos pasos?
-MB: Que lleguemos a un acuerdo. Que nadie sea perjudicado en ese proceso.
-¿Pretenden llegar a instancias internacionales? ¿Recurrir al Estado alemán?
-DM: Si se perdura en las 116 hectáreas, todas las instancias necesarias. No nos oponemos a una memoria, si fuera razonable. Que no perjudique a la comunidad.
-MB: Un hito importante fue la visita del presidente de Alemania Frank-Walter Steinmeier (en marzo). Se mostró sorprendido de que (la expropiación) incluía viviendas, habitaciones, negocios.
-Si se perseverara en la expropiación, ¿quién sería el beneficiario?
-MB: La Inmobiliaria Bamberg, que prácticamente es dueña de todo ese terreno. Si esa entrada de dinero genera una utilidad, obviamente se reparte entre los accionistas.
-Tienen cómo garantizar que vaya a todos los beneficiados equitativamente?
-DM: Unos pocos, una minoría, plantean que si hay una expropiación se van a beneficiar los mismos hijos de exjerarcas. Eso es totalmente falso. Las mismas personas que están diciendo eso, tienen más o menos las mismas acciones que nosotros, y van a tener los mismos beneficios.
MB: Hay dueños legales de todo esto, que son los accionistas. Ellos deberían decidir sobre una eventual repartición de la plata, o qué parte se reinvierte para seguir con otro negocio, en otro lugar.
-¿Todos los colonos son accionistas?
-MB: La mayoría.
-DM: Algunos ya vendieron. Hay algunos, muy pocos, que nunca tuvieron por ser menores de edad en ese tiempo, cuando se repartió. Pero la mayoría tiene, a través de las (sociedades) ABC.
-Ustedes saben que hay colonos que quisieran disolver el patrimonio y que cada quien se llevara su parte. ¿Por qué no se puede llevar a cabo esa división?
-MB: Para mí personalmente sería lo más fácil y sería egoísta. ¿Por qué? Porque hay mucho anciano. Más del 50 o el 60% son tercera edad, aparte de los que están postrados en el hogar de ancianos que deben seguir teniendo un sustento. Claro que algunos quieren repartirlo, ¿y qué pasa con toda esa gente? Yo, por mi edad, me instalaría en otra parte, me adaptaría, pero hay muchas personas que van a estar en la calle.
-También ha habido críticas al manejo de los negocios. Antes Villa Baviera tenía 17.000 hectáreas y se han reducido, han tenido que vender activos.
-MB: Nunca fueron 17.000 hectáreas. Eran 14.000. Segundo, cuando nosotros asumimos todos los negocios, estaban en el suelo, en ruinas, en quiebra. Hubo un proceso de saneamiento y reconstrucción, y bajo las dificultades del embargo. Y ni hablar del terremoto, estallido social, pandemia. Claro que se perdió algo de terreno, pero la mayoría era terreno marginal de cordillera, que eran 6.500 hectáreas de bosque. A esto se suman 1.700 hectáreas que estaban en garantía con el fisco para indemnizar los grupos de chilenos que tenían también juicios por abusos sexuales de Schäfer, que tenían que ser indemnizados. Con esos terrenos teníamos que pagar a estas víctimas. Se achicó el terreno.
DM: Y hay que dejar claro que se pasó a cada colono una parcela. Dicen que nunca, ningún colono ha recibido ni dividendos, ni terrenos, pero eso es falso.
MB: El año pasado yo creo que se repartieron en total alrededor de $300 millones. Estamos creciendo.