Punto de partida
La apuesta por proteína de insectos que une a Ibáñez, Luksic y Angelini
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La portada de la FAO (Food and Agriculture Organization), con la imagen de una mosca, despertó la curiosidad de Alejandro Tocigl. "El reporte hablaba sobre cómo los insectos podrían jugar un rol clave en asegurar la alimentación para una creciente población mundial. Ahí dije: ‘¡Esto es!’ Esta tiene que ser la próxima industria de economía circular de Chile”, recuerda.
Era octubre de 2013 y tras leer la publicación de la reconocida organización de las Naciones Unidas llamó a su amigo Cristián Emhart y le planteó: “Produzcamos insectos, yo creo que en Chile lo podemos hacer”. "Ya, hagámoslo", respondió este último sin saber nada de bichos. Tenían entonces 30 y 31 años.
Tocigl era alumno del programa de la NASA de la Singularity University, en San Francisco, y Emhart trabajaba en la Fundación Chile, donde dirigía el centro de producción y consumo sustentable. Ahí, relata, “había escuchado de estos organismos como nueva fuente de proteína, y entendía el potencial desde el punto de vista ambiental”.
En una llamada de 10 minutos fundaron su empresa, Food For the Future (F4F) y decidieron que en lugar de partir enfocados en humanos, lo hicieran en peces, donde Chile tiene una industria gigantesca y donde, señalan, “está la oportunidad de hacerla mucho más sustentable".
Han pasado 8 años y por estos días Emhart y Tocigl celebran su primer levantamiento de capital –Fase A–, de US$ 4,5 millones que fueron aportados por cinco grandes grupos familiares chilenos: Inversiones Amarena, del Family Office de Patricia Angelini; LDG Inversiones, ligada a los Yaconi; el family office controlado por Andrónico Luksic; Inversiones Moncuri SpA, que reúne a varias familias, entre ellos los Lepe; y Kayyak Ventures, de los hermanos Ibáñez Atkinson y el cual lideró la ronda. Es, según cuentan, una fase decisiva de escalamiento en F4F. ¿Por qué estos empresarios quisieron invertir en esta firma que trabaja con moscas? Esta es su historia.
IM
Cristián y Alejandro se conocieron en el colegio. Tenían un año de diferencia, pero jugaban juntos en el equipo de rugby. El primero estudió ingeniería civil en la UC, el segundo, ingeniería comercial en la Chile. En 2011 coincidieron en la Fundación Chile, donde tuvieron un jefe en común: Andrés Pesce, entonces gerente de nuevos negocios. Desde ese tiempo soñaban con emprender en algo juntos.
"Filosofábamos con la idea de hacer algo con ‘impacto mundial’. Por las iniciales de esas palabras, hablábamos siempre de ‘IM’ para referirnos a nuestros futuros proyectos”, recuerda Cristián. Los insectos reunían esas premisas: tienen alto contenido proteico y son grandes consumidores de residuos orgánicos. Pero primero tenían que aprender entomología y ponerle foco a su idea.
En mayo de 2014 fueron a una conferencia en Holanda –Insects to Feed the World–, la primera charla que se hizo sobre esta materia en el mundo. “Ahí conocimos a los players, como EnviroFlight. Sabíamos que era una carta a la que recurriríamos más tarde”, relatan. Fue en Europa donde también decidieron qué insecto utilizarían: la mosca soldado negro.
Según explican, el Hermetia illucens (su nombre científico) tiene varios potenciales: la principal diferencia con el resto es que cuando deja de ser larva, es decir cuando ya vuela, no come. Eso hace que no sean consideradas peste ni plaga.
"No anda parándose en algo putrefacto ni excrementos. Su vida consiste en encontrar una pareja, cruzarse, y buscar algo en descomposición para poner sus huevos”, señalan. Su ciclo de vida dura 6 semanas: primero es huevo o larva, luego pre pupa y pupa que es cuando cambia de color. Migra hasta que encuentre un lugar para su metamorfosis, se refugia unos días y de ahí sale la mosca.
Todo ese proceso, dicen, tarda aproximadamente 5 semanas y es ahí cuando el insecto come y come: se llena de energía para su vida adulta y cuando la “pila” se termina, al séptimo día, muere.
"Es por lejos el organismo más eficiente en transformar y reciclar residuos orgánicos en alimentos, cerrando el ciclo de nutrientes de manera natural: comen todo tipo de materia orgánica y es la más rápida. Se come todo lo que nadie en la naturaleza logra: residuos animales, vegetales, guanos, lodo”, relata Emhart y agrega que este bicho vuela muy poco, por lo que cuando entran a la sala de reproducción, se quedan pegadas en la ropa y los acompañan el día completo.
"Llegó un momento en que dijimos: tenemos que empezar a cultivar: hacer la cría y producción. Sabíamos cuál era la mosca, lo que esta necesitaba para vivir y el mercado lo teníamos definido. Nos faltaba la mosca", afirma el emprendedor.
Harina de moscas hecha en casa
Pasó una cosa casi mágica, relata Cristián Emhart desde la planta de F4F en Talca. Era la primavera de 2014 y el equipo –él, Tocigl desde EEUU y Gonzalo Urqueta, el experto que entonces trabajaba con ellos– estaba de cabeza buscando colonias de estos insectos para cultivar. Y un día, mientras salía de su casa en Santiago, vio una mosca de soldado negro en la puerta. No estaba seguro si realmente era, entonces mandó una foto al chat grupal para chequear. “Al validarlo, y confirmar su presencia en Chile, salimos a buscar más”, recuerda.
Entonces comprobaron que había lugares donde eran residentes y con crías en etapa inicial. En la casa de Urqueta, en Cabrero, Concepción, empezaron su primer cultivo: capturaron la primera colonia con 30 moscas, armaron una jaula con malla mosquetera y activaron los contactos que habían hecho el año anterior, en la conferencia, para saber qué hacer. “Teníamos el tiempo justo para actuar, si no, íbamos a perder la colonia y tendríamos que ir a buscar otra de nuevo, que no era para nada fácil. Teníamos un buen número de moscas, cada cruza pone 500 larvas, entonces la posibilidades de que comenzara la cría eran altas”, relata Emhart.
Un suizo les respondió y les recomendó un tipo de luz led. Otro, que las condiciones fueran "tropicales", que simularan el sol, temperatura y humedad del Amazonas. El proceso fue exitoso, explica. "Logramos varias cruzas. Y empezamos a multiplicar de manera exponencial”, añade. Así partieron.
Hasta ese minuto, toda la inversión –que en total eran cerca de 15 millones– era de ellos. En 2015 les llegó su primer capital externo: Andrés Pesce, su antiguo jefe y mentor, y quien estuvo presente desde la fase inicial, aportó otros 15 millones de pesos. El 1 de marzo tuvieron un primer experto contratado.
Empezaron a ordenar el proceso: dejaron entre 5 y 10% de larvas como reproductores, y el resto, sería harina. Como en ese tiempo no tenían acceso a gran cantidad de residuos, sino que iban a buscar materia cada vez que necesitaban, comenzaron a congelar larvas para no perderlas. “Compramos un freezer y nos demoramos 6 meses en llenarlo con 600 kilos de larvas. Al poco tiempo comenzaron a comprar un freezer al mes”, recuerda. Cuando tenían 5 de esos electrodomésticos, dijeron: “Es hora de adquirir un horno profesional".
Antes de eso prepararon la harina en la casa, con el horno de la cocina. Ese sería el producto que ellos venderían al mercado. En una bandeja ponían larvas adultas y luego, una vez secas, las molían en una juguera o molinillo de café. El primer análisis nutricional lo hicieron cuando juntaron 1 kilo de ese material (que equivale a 60 mil larvas). “Es una superbatería con todos los nutrientes para la vida de adulta de la mosca. La calidad nutricional es muy tremenda, muy aminoácida. Lo que hacemos es copiar a la naturaleza, qué comen los salmones, las gallinas”, agrega Andrés Pesce.
A fines de ese año llegó su primer inversionista ángel: un norteamericano, John Scott, quien les puso 100 millones de pesos. Entonces se acabaron los freezer, aumentaron los hornos y los molinos profesionales. Y se trasladaron a una planta abierta de 350 m2 en Puerto Montt. “En ese lugar estaban los clientes, y varios de los técnicos que necesitábamos para el proceso”, explican. Además, tenían acceso a buena cantidad de biomasa. Pero para hacer pruebas significativas en salmones, no servían 20 kilos de harina. Tenían que juntar entre 300 y 500 kilos.
"En un principio significaban 8 meses de producción”, explica Emhart. Para agilizarlo, se convirtieron en gestores de residuos. “En un principio teníamos que ir nosotros a la feria a buscar bings con verduras y frutas. Ahora tenemos permiso de la Seremi no sólo para transportar, sino también recibir residuos”, añade.
Diversificaron su producción: a la fecha elaboran harina para salmón, fertilizantes, y venden la larva para insectos: 70% va a los salmones, 30% a animales como perros, gallina, mascotas exóticas, y 10% para prueba en mercados más incipientes para reforzar.
Lo más impactante de sus resultados, además del valor nutricional de los productos, es cuánto menos contaminantes son que los de la competencia. “Hoy los salmones se alimentan principalmente de soya. Nuestro proceso requiere 1% del agua que ellos usan y 1% de su tierra”, asegura. Con esta información, fueron a buscar capital para dar el paso más decisivo: competir a la industria de harina de pescado y soya, y ampliar su producción 100 veces. Y, ser la planta más grande de Latinoamérica.
Entran los inversionistas
En marzo del 2020, al inicio de la pandemia, Andrés Pesce renunció a Fundación Chile para asumir como gerente general de Kayyak Ventures, el entonces nuevo fondo de capital de riesgo de los hermanos Ibáñez-Atkinson, hijos del empresario Felipe Ibáñez. “Kayyak es la iniciativa privada de capital de riesgo más importante de la historia de Chile. Queremos hacer un aporte al ecosistema, porque después de lo que ha hecho Corfo por 10 años se esperaba que aparecieran fondos grandes privados y no había sucedido”, reflexiona Pesce.
Él conocía desde el inicio la historia de F4F y fue él quien les dijo que su empresa ya tenía un producto con demanda y tecnología probada y que era hora de entrar a la fase de escalamiento. “Este caso representa bien qué tipo de emprendimientos queremos ayudar a escalar. Y además nos gusta hacerlo con otros, co-invertir con otros inversionistas, compartir nuestra tesis”, relata.
Kayyak organizó y lideró el deal: hizo due diligence, los términos de contrato y fue puente entre los emprendedores y los inversionistas. Los socios de F4F ya habían contado lo que hacían a varios family office, entonces, dice Pesce, “nosotros reactivamos esas conversaciones”. Así entraron, además de Ibáñez, Andrónico Luksic, Patricia Angelini, la familia Lepe y los Yaconi. No revelan cuánto puso cuál, ni el porcentaje que adquirieron de la firma. Pero sí asegura que no es superior al 50%.
"El capital de riesgo no debe controlar, porque transformas al emprendedor en empleado. Y nosotros no tenemos ni el conocimiento ni la energía. El talento es más escaso que el capital. Uno está al servicio del emprendedor, porque si fracasa, fracasa con todo. Y el capital de riesgo habilita a esa persona para tomar riesgo. La idea es que pierda y vuelva a empezar, y si gana, que gane 100, y el inversionista 10. Es asimétrico en cuanto a la cantidad de plata q se pone. Es un cambio de mentalidad bien desafiante para las industrias tradicionales donde hay muchas murallas feudales gruesas que uno se topa a veces”, advierte.
Y retoma: "Estos son los primeros brotes de una industria de capital de riesgo en que los privados sean inversionistas. La idea es que ahora las AFP se metan al juego, que tengan fondos de impacto. Es ahí donde va a despegar el capital de riesgo en Chile”.
Según cuenta el gerente de Kayyak, los ejecutivos de los family office visitaron la planta de 4F4 en Talca en noviembre. ¿Qué les gustó de este emprendimiento? “Si vamos a ser 9 billones de personas en el mundo al 2050 y seguimos comiendo, moviéndonos de la misma manera que lo hacemos hoy, el planeta no da. No da el agua, la tierra, las emisiones. Y F4F representa el desacople de uso de recursos finitos de manera demasiado potente. Hay que apostarle como país, ¿por qué hay que esperar a que lo haga Francia u otro para copiarle?”.
Tienen claro que el riesgo es alto porque esta compañía “está en la frontera de lo que se ha hecho en el mundo. Entonces tal vez no se puede escalar, o puede que se demore más de lo que estaba contemplado”. En todo caso, tienen claro que el horizonte que hay que mirar no es el trimestre, si no los 10 años. “Esperamos que el retorno sea un múltiplo muy alto. Y creemos que lo será. Es como cuando pateas al arco, ¿Crees que va a ser gol? Sí, por eso chuteo".
Y concluye: "Este aporte para F4F es como haber clasificado al mundial. Ahora hay que jugarlo y ganarlo".