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Punto de partida

La historia de esperanza y esfuerzo de Carmen Matus y sus platos de “abuelita”

La historia de esperanza y esfuerzo de Carmen Matus y sus platos de “abuelita”

Luego de trabajar diez años en una fábrica de zapatos, levantó su emprendimiento que se llama “La cocina de Abuelita Carmen” en Maipú. El ceviche fue la primera receta que comenzó vendiendo en la puerta de su casa. Ahora ofrece su “comida casera y con amor” de martes a domingo.

Por: Carla Salinas | Publicado: Sábado 13 de agosto de 2022 a las 04:00
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Sus días parten a las 7 de la mañana. A esa hora va directo a la cocina y, mientras prepara desayuno, Carmen Matus (59) limpia las carnes, las procesa en la moledora y arma los pinos de las colaciones que prepara a diario.

Su cocina, que solía ser la terraza de su casa, es amplia y cuenta con todos los implementos necesarios para elaborar lo que ella llama “comida al paso, casera y con amor”. Para esto, dos trabajadoras la apoyan en tareas como cortar verduras y preparar ensaladas.

El lugar tiene desde una máquina amasadora de pan hasta un mesón con tres licuadoras para preparar jugos de pulpa. “Una cocina es como el dormitorio. Tiene que ser impecable”, describe.

Antes de dedicarse a la cocina, Carmen trabajó en la fábrica de la zapatería Guante durante diez años. Cuenta que por la caja de plantillas pegadas, que era su labor, le pagaban $ 120. Apuntaba en un cuaderno cuántas llevaba, y así podía llevar un registro. Trabajó en ese lugar hasta que el 2012 tuvo que operarse el hombro porque se le habían cortado dos tendones debido al movimiento repetitivo que hacía en la planta.

A pesar de que le habían indicado seis meses de recuperación, decidió idear una forma de llevar un ingreso a su hogar. A su exyerno se le ocurrió enseñarle a hacer ceviche para que ella pudiera vender en su casa.

“No se pagaba bien la licencia, entonces yo trabajaba con mi brazo así”, rememora Carmen. Aprendió la receta y dejaba todos los ingredientes picados los viernes en la noche y los mantenía refrigerados: la cebolla, el pimentón, el cilantro y el pescado.

Carmen sabía que esta era una buena idea porque afuera de su casa, los fines de semana, se instala una feria.

“Pasa mucha gente por aquí. Entonces yo abría el portón y los hacíamos entrar. Poníamos un cooler grande con harto hielo y ahí poníamos el ceviche”, cuenta. $ 2.500 valía el de salmón, $ 2.000 el de reineta y $ 1.500 el de mariscal. Lo servían en platos de greda junto con un “cortito” de vino blanco. “Yo sé que no se podía, pero igual lo hacíamos”, confiesa riéndose.

Estuvo dos años con licencia de su trabajo en Guante y, cuando tuvo que volver, ya tenía a dos personas ayudándola con los ceviches debido a la demanda que tenían. Le picaban la cebolla y limpiaban el pescado. En 2016 comenzó a hacer crecer su emprendimiento de los fines de semana, luego del cierre de la fábrica de Guante: “Ahí me decidí por la comida”.

Empezaron a trabajar todos los días. Partió con la ayuda de su sobrina y su hijo, que estaba terminando de estudiar. “Antes de las 12:00 ya teníamos todo listo entre los tres, y nos sentábamos a ver tele porque la gente empezó a llegar de a poco y así se fue dando”, recuerda Carmen.

A su abuela paterna le encantaba cocinar: “Una vez que empecé esto me encomendé a ella. Pensé que estas manos tenían que estar bendecidas, igual que las de ella porque cocinaba exquisito”.

“La cocina de Abuelita Carmen”

Cuando hizo despegar su negocio, en el 2016, ya llevaba tres años apoyándose en el Fondo Esperanza, donde llegó por recomendación de la Municipalidad de Maipú. Se unió a un comité de la Villa San Martín, donde se estaba armando un grupo de emprendedoras.

Su primer préstamo fue de $ 70.000, con el que compró una amasadora de pan y una pesa. “Ahora pido el préstamo máximo, que son $ 1.200.000 y lo pago semanal. Me ha ayudado un montón porque he ido cambiando máquinas, poniendo más refrigeración, arreglando el gas y la luz”, cuenta.

Su emprendimiento se llama “La cocina de Abuelita Carmen”. Así mismo dice el letrero que instaló en uno de los árboles de la vereda de la calle Avenida Tres Poniente en Maipú. Con letras rojas se lee: “Colaciones martes a domingo. 12 hrs a 4 pm”. Le puso así a su negocio porque le encanta que le llamen “abuelita”, aunque el “nombre haya quedado medio largo”.

Carmen tiene cuatro hijos y cinco nietos, pero se emociona cuando habla de Bruno, el nieto del que se hizo cargo hace cuatro años. Tiene 14 y es transgénero. Carmen siempre lo supo desde que él tenía 4.

“Él es un niño por donde lo mires”, dice. Hoy en día lo apoya en sus tratamientos con endocrinólogos y psicólogos. Además de enseñarle a “hacerse cuero de chancho”. “Los niños, independientemente de su sexo, tienen que ser valientes para poder afrontar todo lo que se les viene porque la vida es dura”, enfatiza. Bruno a veces la ayuda a atender el negocio haciéndose cargo de la caja.

Las colaciones se venden a $ 4.500 e incluyen sopa, plato de fondo, ensalada y postre. Carmen atiende de martes a domingo y trabaja con ocho menús distintos al día. Seis de ellos son fijos: pasta, cazuela, porotos, lomo, carne y pollo asado. Los otros dos platos que ofrece son variables. Pueden ser guatitas a la jardinera o pantrucas, quizás charquicán. Va a depender de lo que haya comprado el lunes.

“Nunca me sobra. Al principio me costó, pero después te vas haciendo el cálculo”.

La pandemia no le afectó porque, para ese entonces, ya tenía implementado el sistema de delivery y de retiro en el local, pero con el encarecimiento de la vida de hoy en día sí se le ha hecho más complicado. Si antes vendía entre 80 y 90 colaciones en un día, ahora ronda las 50.

“No hemos subido los precios. Prefiero ganar por la cantidad que vendo, y gracias a Dios a la gente le gusta lo que hago”, asegura.

Carmen dice estar orgullosa de su emprendimiento. Se reconoce a sí misma como una persona ordenada y que ha aprendido de todo lo que ha podido del Fondo Esperanza, como con los talleres donde les enseñan a administrar sus negocios.

“Yo no tenía nada y todo esto lo he conseguido con el FE. Yo he sido buena alumna porque lo he puesto todo en práctica”, cuenta Carmen. “Mi pega es de lunes a lunes, pero a mí me gusta lo que hago. y esto es lo que me hace feliz”.

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