Punto de partida
Mujeres de esperanza: Carpintería, oficio y terapia
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Siempre estuvo ligada al trabajo en madera. Carolina creció en Puente Alto, en un hogar sin figura paterna donde, a muy temprana edad, tuvo que hacerse cargo de las reparaciones de la vivienda. Era la mayor de tres hermanas y su madre trabajaba, no había otra persona que se ocupara de tales tareas.
“Con 12 años me vi obligada a tomar el papel de ‘maestro chasquilla`”, comenta la emprendedora quien hoy, con 42 años, tiene un exitoso taller de carpintería (Artesa’ Ninas) que se emplaza en el patio trasero de su casa, en la comuna de La Cisterna.
Actualmente se dedica de lleno a la construcción y reparación de muebles, además de impartir clases de carpintería para las mujeres de la comuna. Su camino no fue fácil, confiesa, y tuvo que atravesar procesos difíciles, pero, insiste: “hay que atreverse a hacer cosas nuevas”.
Cómo comenzó todo
Carolina fue madre a los 16 años y luego a los 21. Tuvo que postergar sus estudios durante los años de crianza. Pero cuando sus hijos fueron lo suficientemente grandes como para poder ser cuidados por otra persona durante algunas horas, decidió retomar su proceso educativo.
Con 25 años, dividía su tiempo entre la maternidad, el trabajo en una ferretería y los estudios. Diseño Gráfico Publicitario fue la carrera que escogió y aunque era complejo coordinar todas estas tareas, su sueldo y su ánimo le permitieron seguir adelante.
Hasta que quedó sin trabajo, entonces sus planes se vieron afectados. Abandonó los estudios y se vio en la obligación de encontrar otra fuente de ingresos. Y se acordó de la carpintería. Al principio comenzó como una afición. Le gustaba el trabajo en madera y crear cosas útiles, pero no tenía las herramientas necesarias. Aun así, construía artefactos sencillos para amigos y familiares. “Cumpleaños que había, yo hacía el regalo. Ahora tapizo hasta sillones”, comenta Carolina.
Fueron estos amigos y familiares las personas que comenzaron a promocionar su trabajo. Luego de un tiempo, si algún vecino de la comuna necesitaba una lámpara, un reloj o una reparación o restauración pequeña, acudía a ella. A raíz de este exitoso “boca a boca” tomó la decisión de dedicarse completamente a aquella labor.
Sanación en el trabajo
A principios de 2017, Carolina atravesó por una depresión. Consciente de que el trabajo en madera la distraía y animaba, acudió hasta La Casa de la Mujer de la Municipalidad de La Cisterna en busca de algún curso sobre carpintería.
Su intención era adquirir mayores habilidades a la par que mejoraba su estado de ánimo. Sin embargo, se encontró con que los únicos cursos disponibles para mujeres eran peluquería y tejido.
Le mostró su trabajo en madera a Luz Iglesias, encargada del lugar, y le señaló que aquello era lo que quería perfeccionar. “Es maravilloso. Usted no necesita perfeccionarse, ¿quiere, en vez, dar clases con nosotros?”, le dijo la encargada de la entidad.
Su salud se recuperó de inmediato, cuenta. Ahora tenía algo en lo que pensar, tenía un propósito. Ese mismo día llegó a su casa y comenzó a preparar la malla curricular. “Mi terapia fue esa”, comparte la emprendedora.
En el aula, donde ella ocupaba el lugar de profesora, descubrió que las mujeres que asistían compartían historias similares. Muchas sufrían violencia intrafamiliar, algunas estaban solas y necesitaban alguna forma de generar ingresos y otras ocupaban la instancia simplemente para salir de sus hogares y estar acompañadas. “Lo que yo necesitaba, era lo que estaba supliendo en otras mujeres. Me enamoré de enseñar”, comenta Carolina.
Luego, durante 2018, se le presentó la oportunidad de unirse a los emprendedores de Fondo Esperanza. La organización de desarrollo social, parte de la Fundación de Microfinanzas BBVA y del Hogar de Cristo, la ayudó, a través de su metodología de servicios microfinancieros, a adquirir mejores herramientas.
En primera instancia le facilitaron $ 300 mil pesos, los cuales pudo devolver en 16 cuotas. Con este dinero adquirió un set de taladros que le sirvieron para trabajar en proyectos de mayor envergadura. A partir de este momento los pedidos se acrecentaron, entonces creó su logo y abrió páginas en Facebook e Instagram para promocionar.
Carolina Echeverría junto a su pupilo Carlos Bravo.
Ahora, después de un estallido social y una pandemia, su emprendimiento sigue en pie. Continúa dando clases de carpintería a mujeres de la comuna los miércoles y viernes. El patio de su casa se le ha hecho pequeño y su agenda está repleta de proyectos por los próximos dos meses.
Planea, en un futuro, poder arrendar un taller de grandes dimensiones y contratar personal. Actualmente trabaja solo con su marido, y recientemente los ha venido a acompañar un amigo que pasa por un periodo de depresión. La mujer quiere que, tal como le ocurrió a ella, esta persona encuentre la sanación en el trabajo de la madera. “Está trabajando en un cuadro de madera 3D. Yo le enseñé a usar las máquinas, para que cuando vea ese cuadro recuerde el momento por el que pasó y lo que le ayudó a salir de ahí”, remata.