Montserrat Alarcón tiene 65 años. Nació en Santiago y en 1978 se trasladó a Copiapó a trabajar como enfermera en el Hospital Regional de la ciudad. Allí se casó y tuvo 5 hijos.  Fue ahí también donde en 2009 se divorció tras 30 años de matrimonio. A sus 53, cuenta ella, se negaba pasar sola el resto de su vida, una vez que sus hijos se fueran de la casa.

Dos emprendedores escucharon historias como la de Montserrat, y trazaron ideas con dos objetivos: resolver una necesidad con impacto social y, de paso, armar un negocio.

Debut en las redes

Tras un par de años soltera, Montserrat decidió incursionar en sitios web para encontrar pareja, o “dating”, como también se les conoce. Navegando llegó a Badoo, app de citas con más de 370 millones de usuarios alrededor del mundo que creó en 2006 el emprendedor ruso Andrey Andreev. Allí conoció a tres chilenos, uno de ellos que, además de ser oriundo de Copiapó, se convirtió en su pareja por dos años, entre 2014 y 2016.

"La relación se terminó sin mayores problemas y un día vi en Instagram un posteo de Tenlove donde uno podía comentar sobre las cosas que a las personas de nuestra edad nos interesaban o preocupan; invitaba a conocer parejas, pero de nuestra edad y me dio confianza”, dice Montserrat desde su casa en Quintero.

La enfermera hace referencia al emprendimiento que debutó en diciembre de 2019 y que ya acumula más de 50.000 usuarios en toda Latinoamérica. Una app pensada para un público mayor de 50 años que no se siente cómodo con aplicaciones como Tinder (aplicación de citas fundada en EEUU por Sean Rad en 2012). Ahí Montserrat conoció a Luis (65), con quien tiene una relación formal desde diciembre de 2020.

50 problemas

Nicolás Pino (45) y Paula Herrera (42), ambos ingenieros comerciales, se conocieron el año 2013 trabajando en Mall Plaza, compañía donde ella aún presta servicios en el área de innovación digital y de marketing. Ahí descubrieron que compartían las ganas de emprender y que coincidían en querer causar un impacto positivo en las personas. Juntos hicieron un curso de innovación que terminaba con un proyecto en el que tenían que resolver una necesidad. “¿Hagamos una lista de 50 problemas cotidianos?”, le preguntó Paula a su compañero. Pensaron en hacer una aplicación de trueques evitando el uso de dinero, pero lo desecharon. Así como los 16 siguientes. El problema N°17 era el tema de la soledad. “Esta sensación en la mal llamada tercera edad, es muy fuerte”, señala Pino, a lo que su socia agrega: “Yo veía como a mi mamá -viuda desde 2009- se le iba achicando cada vez más su círculo. ¿Dónde podría conocer a alguien?”.

Con esta necesidad como meta, empezaron a leer papers y a estudiar el concepto de soledad y llegaron a conocer lo que hacía el Ministerio de la Soledad en Japón e Inglaterra. “Todos los informes indicaban que antes del Covid-19 la verdadera pandemia del siglo XXI era la soledad”.

Lo más recurrente era lo estereotipados que eran los mensajes que se les entregaba a las personas mayores de 50. En vez de verlos como un grupo activo, vigente, con ganas de partir una vida 2.0, con ganas de viajar, de hacer amigos e incluso de emprender, los mensajes que recibían eran de implantes dentales, casas de reposo o de cementerios. “¡Nefasto!” coinciden. Fue ahí cuando decidieron que era un problema al que debían encontrar una solución y que tuviera un impacto social importante.

Una app para “lolosaurios”

Sentados en un café decidieron partir. Crearon una cuenta en Instagram a la que llamaron Tenlove, con el fin de corroborar las hipótesis que tenían respecto a lo desatendido que estaba este grupo. Postearon la historia de la suegra de Paula, una mujer viuda y con energía, con ganas de conocer personas y compartir con pares. La invitación “¿Buscas amigos o tu próximo gran amor?” era el llamado para hacer click en el sitio web. A las 2 horas la publicación tenía más de 100 comentarios de personas que querían contar sus historias personales, de amor e incluso dudas sobre sexualidad.

Aunque tenía como base la IX Encuesta de Acceso y Usos de Internet, presentada en 2018 por la Subsecretaria de Telecomunicaciones, que decía que el 60% de personas entre 61 a 75 años “nunca ha utilizado un computador”, la dupla se la jugó por seguir adelante.

Lo primero que se propusieron fue cambiar el concepto de “tercera edad” por uno que los llenara de refuerzo positivo. De los mismos usuarios obtenían ideas como “los lolosaurios”, “los silver” o “los nuevos jóvenes”. “Eran geniales y a todos se les notaba la necesidad de pertenecer a una comunidad abierta y más amplia que su círculo familiar exclusivo”, señala Paula.

Corría fines de 2019 y el estallido social los pilló con el sitio web andando, el Instagram a full, pero la app todavía en carpeta. “Esos meses fueron durísimos para el país, los adultos mayores no se atrevían a salir de sus casas por miedo a las turbas y manifestaciones”, indica Pino. Sin embargo, para este grupo etario Tenlove significó una válvula de escape, para atreverse a entrar al computador y conocer personas. Esto antes de la pandemia. El Covid -19 los terminó por convencer.

En enero de 2020 lanzaron la aplicación con un capital inicial de $ 15 millones, y al primer mes ya tenían 50 mil usuarios. Hoy cuentan con más de 100 mil, además de los 98 mil seguidores en Instagram.

Acelerar el amor de los mayores

El proyecto Tenlove, dicen sus fundadores, coincide con el fenómeno del envejecimiento de la población que vive Chile. Según el informe “Perspectivas de la población mundial 2019” publicado por la ONU, en 20 años más en Chile habrá 33 personas mayores de 65 años por cada 100 habitantes de entre 15 y 64 años, lo que transformará a Chile en uno de los 30 países con mayor vejez a nivel mundial. Todo indica que el público objetivo de la app será cada vez más grande.

En julio de 2020 decidieron dar un paso más allá y hacer un levantamiento de capital para acelerar el proyecto. Se pusieron en contacto con Imagen Lab -aceleradora de negocios apoyada por Microsoft- para competir con 200 startups más por un fondo de US$ 80 mil. Antes habían incursionado con Y Combinator, la aceleradora de negocios más importante del mundo, pero no llegaron a puerto única y exclusivamente porque hasta ese momento no tenían un modelo de negocio con pago. Todo era gratis.

Hasta ese momento Tenlove funcionaba como la mayoría de las apps que son gratuitas. Tras el paso por Y Combinator decidieron lanzar en las próximas semanas una versión “premuim” -Tenlove Plus- pagada (US$ 6,5 dólares) que le permitirá a los usuarios en todo Latinoamérica compartir más información y tener acceso a mas funcionalidades. Una de éstas es que en vez de poner un “like” en el perfil de otra persona, le puede mandar una rosa. Pese a que solo un 10% de los usuarios descargan la versión pagada. “Durante el primer año nuestro primer foco fue la generación de tracción. Tras esta ronda con Imagine Lab, empezaremos nuestra etapa de monetización”.

Para diferenciarse, en Tenlove se hace especial énfasis en las historias, incluso más que en las fotos, pues, según sus creadores, en el segmento es más relevante saber “qué son” sus usuarios, más que “cómo son”. Por eso, la app permite compartir gustos, tales como música, películas y comida. “Son personas que buscan un compañero más que un crush, como es en Tinder”, dicen sus fundadores.

Conocer al suegro

Por el momento en Latinoamérica no tienen competencia y el plan es expandirse en el mercado hispano hablante y luego entrar al mercado brasilero. Our time, un sitio de citas para tercera edad, propiedad de Match Group, de los dueños de Tinder, podría serles competencia, pero su foco está puesto en los países asiáticos.

Son 12 profesionales contratados a tiempo completo que colaboran en la app, sobre todo en responder dudas a usuarios. No tienen oficinas, ni horario, por ahora.

Desde Quintero, Montserrat espera que se bajen las barreras para poder ver a Carlos por tercera vez. “No hallo la hora de que mi papá conozca a Luis”, señala entusiasmada Montserrat, quien tuvo que dejar de usar la aplicación porque “no tenía sentido, ya encontré pareja. Además, Luis es super celoso (ríe).