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El periodista que destapó el caso Wirecard: "Todo comenzó por el poder de una madre”

El periodista que destapó el caso Wirecard: "Todo comenzó por el poder de una madre”

Desde las oficinas del Financial Times, el periodista Dan McCrum reflexiona sobre la saga detrás de la caída de la fintech alemana Wirecard -caso que él destapó- y el reciente documental en Netflix. “Fue como pelar una cebolla, cada vez que descubríamos algo, nos llevaba a otra cosa nueva”, explica el británico.

Por: Marcela Vélez-Plickert, desde Londres | Publicado: Sábado 24 de septiembre de 2022 a las 04:00
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Su hijo estaba dispuesto a rendirse. Pero Sokhbir Kaur -su madre- no iba a permitirlo. Desde el sofá de su departamento en Singapur envió un correo electrónico hasta Londres. El destinatario era Dan McCrum, periodista del Financial Times.

“Fue un lunes, en octubre (2018). Para entonces yo venía escribiendo sobre hace años sobre Wirecard (fintech alemana que se hundió en 2020 tras un agujero financiero de más de 2.000 millones de euros). Las cifras no hacían sentido. El negocio en realidad no hacía sentido. Cuando investigábamos nos cruzábamos con hackers, dueños de clubes nocturnos. A mi editor incluso le ofrecieron un soborno para que dejemos de escribir. En ese punto, estábamos convencidos de que había algo malo (con la empresa), pero no teníamos pruebas”, recuerda McCrum.

Estamos sentados en la terraza del Financial Times en el corazón de la city londinense. Ante una vista privilegiada, McCrum -un talentoso contador de historias- reflexiona que no fue él, no fueron los short-sellers, ni los reguladores, quienes desencadenaron la caída de la alguna vez startup estrella europea. No, fue Sokhbir Kaur, una mujer india en Singapur, que siguiendo los preceptos de justicia de su religión sikh decidió que el mundo debía saber del fraude detrás de Wirecard. Se trata de la madre de Pav Gill. abogado que trabajaba en Wirecard, y que tenía información suficiente para hundir a la firma.

“Ella me escribió y me dijo que debía contactar a su hijo. Ese fue el momento clave. Es increíble, ¿no? Todo por el poder de una madre”. Lo que Kaur pedía en ese email es que el Financial Times se reuniera con su hijo, para que él pudiera entregarles los 70 Gigabytes de datos que había copiado a modo de seguro, cuando Wirecard lo forzó a abandonar la empresa tras iniciar una investigación sobre fraudes contables y otros crímenes en el negocio de Asia.

Gill había sido contratado como el primer jefe del área legal de la unidad de Asia, cuando la firma inició su expansión en ese contintente. Una región que llegaría a representar más de la mitad de los supuestos ingresos de Wirecard. Para entonces, la startup era aplaudida por su rápido crecimiento. Apenas un mes antes del email de la madre de Pav a McCrum, la fintech alemana había ingresado al prestigioso índice Dax 30 con una capitalización de mercado de US$ 24 mil millones, cuatro mil más que Deutsche Bank.

Lo que siguieron fueron casi dos años de decenas de artículos de McCrum, con la colaboración de Stephania Palma y Olaf Storbeck, bajo la edición de Paul Murphy, desentrañando el fraude de Wirecard. “Era como pelar una cebolla, cada vez que descubríamos algo, nos llevaba a otra cosa nueva”, explica el periodista.

El Steve Jobs de los Alpes (hoy en la cárcel)

Wirecard surgió como cualquier otra startup de la era puntocom. Fundada en 1999, la empresa con sede en Munich prometía una plataforma de procesamiento de pagos. Su crecimiento no se aceleró hasta mediados de los años 2000, ya bajo el mando del austriaco Markus Braun. El exconsultor de KPMG fue bautizado “el Steve Jobs de los Alpes” (polera negra de cuello alto incluido) y hoy está en la cárcel esperando su juicio por fraude.

Los documentos entregados por Gill, y los datos de siguientes “whistleblowers”, permitieron descubrir una extensa y compleja operación que se extendía de Munich a Singapur, pasando por Viena, Dublín, EEUU, Filipinas y Dubái. Wirecard fabricaba en sus libros clientes y socios para inflar el tamaño de su negocio y atraer nuevos inversionistas. Como descubrió la periodista Stephania Palma en un viaje a Filipinas, una de las empresas de pago que supuestamente proveía de parte importante del negocio de Wirecard tenía como dirección la casa de un pescador retirado.

“Es mi parte favorita del documental. Cuando Stephanie va y en lugar de una empresa llega a esta casa donde están peinando a un perro Pomerania”, ríe McCrum.

El contacto de McCrum -un periodista con más de una década de experiencia-, con Wirecard comenzó en 2014. “Un administrador de fondos me preguntó: ‘te interesaría investigar a unos gángsters alemanes’”, recuerda. Para entonces ya se habían realizado denuncias de posibles fraudes contables en 2008 y 2010. Cada vez, como lo volvería a hacer Wirecard con el FT, la empresa acusaba que los reportes eran una operación en su contra de parte de “short-sellers” que querían derrumbar la acción.

“Sentí que se saldrían con la suya”

Todo alrededor del caso de Wirecard es muy extraño. Por ejemplo: ¿dónde están los más de dos mil millones de dólares que desaparecieron y que Wirecard decía tener en un banco en Filipinas?

Pero sobre todo, ¿cómo nadie se dio cuenta? ¿Por qué inversionistas y reguladores no hicieron caso a las denuncias iniciales, y peor aún, a la serie de reportajes del Financial Times? “Siempre he mirado con sospecha el mercado financiero. Pero lo que aprendimos con este caso es, a propósito de fake news, lo fácil que es poner en duda a la autoridad. Pensamos que Financial Times tiene cierta reputación, que publicaríamos estos artículos diciendo ‘hey, miren, aquí hay un fraude’, y nos creerían y se haría algo… Pero no… Y nos golpeábamos la cabeza contra la pared y nos preguntábamos ‘por qué no nos creen’”, relata Dan.

Con lo que se encontraron fue con una serie de críticas de parte de un sector de la prensa alemana. Desde Berlín a Munich, políticos, traders y periodistas se unieron al discurso de que todo se trataba de una operación de “periodistas corruptos del FT” contra Wirecard.

Lo peor llegó cuando BaFin, el regulador financiero alemán, abrió una investigación contra McCrum y sus colegas por manipulación del mercado en enero de 2019, tras la publicación de la primera serie de reportajes. “Sentí que lograrían salirse con la suya, porque estaba claro que habían armado algo y las autoridades alemanes se lo estaban comprando”, dice McCrum.

El escenario empeoró cuando Softbank anunció una inversión por US$ 1.000 millones en Wirecard en abril 2019, a pesar de las publicaciones del Financial Times. McCrum dice que el fondo japonés nunca lo contactó, pero su megainversión hizo el caso aún más raro. El fraude era claro, pero nadie más fuera del Financial Times parecía verlo.

“La conexión rusa”

Una explicación es que el austríaco Jan Marsalek -fue jefe de operaciones de Wirecard- era muy eficiente en lo que hacía. “Luego entendimos que él era el malo de la película, él era quien movía los hilos de todas las jugadas sucias con las que buscaban callarnos”, afirma McCrum.

Las jugadas a las que se refiere incluyen la contratación de hackers, aparentemente acceso a las cuentas bancarias de McCrum y su jefe, reuniones en exclusivos restaurantes y traders con dudosas conexiones. También incluye la participación de matones, más de 40 detectives privados desplegados por Londres, y hasta un falso jeque árabe.

Marsalek es el personaje más enigmático de esta historia. Protegido del entonces CEO, Markus Braun, se unió a Wirecard en 2010 y ejerció como su jefe de operaciones hasta el colapso de la empresa en junio de 2020. Hoy está dado a la fuga, pero durante la investigación se revelaron sus vínculos con miembros de las milicias libanesas y con la inteligencia rusa.

“Este es un caso que comenzó como una historia normal y cada vez se volvió más y más rara… Marsalek es alguien que socializa con agentes rusos, que viaja con las milicias libanesas en sus vacaciones. Esos son sus hobbies, mientras dirige una institución financiera”, relata. Y añade: “Lo más impresionante fue cuando mi editor, Paul, me dijo que parecía haber un elemento ruso en todo esto: aparentemente, Marsalek había sido visto con documentos con la receta de Novichok, el gas que fue usado en los envenenamientos en Londres, en 2018, contra el exagente ruso Sergei Skripal y su hija Yulia. Fue ahí que me pregunté: ‘¿Estoy acaso en una especie de película bizarra?’”.

El reporteo, por todo esto, afectó su vida personal. “Me volví paranoico. Cambiaba varias veces de metro o de tren. Cuando hablaba con mi esposa le decía ‘pero primero desconectemos los teléfonos’. Supimos luego que nos espiaban en nuestras oficinas del diario y que nos seguían. Mi esposa Charlotte, es maravillosa, pero un día me preguntó: ‘¿Estamos en peligro?’, y le dije que sí… Pero pensé: ‘¿Lo estamos?’”.

Al concluir la conversación con McCrum, éste bromea: dice que no recibió ni el auto ni los gadgets de James Bond, pero ciertamente con el caso de Wirecard se sintió como estar dentro de una de sus historias. Eso queda claro al ver el documental Skandal! Bringing Down Wirecard, que recién se estrenó en Netflix y que se basa en el libro Money Men, que él publicó en junio pasado.

Ahora la historia está al toque de un click o de control remoto de televidentes en 190 países. “Me trae una especie de cierre a todos estos años”, afirma McCrum.

El caso, sin embargo, aún no ha terminado. Hay unos US$ 4.000 millones que Wirecard obtuvo de bancos e inversionistas. Alguien se benefició de ello. Braun, desde la cárcel a la espera de un juicio por fraude, asegura que no fue él. Marsalek está fugitivo. “Probablemente en Moscú” bromea McCrum, quien sí está listo para buscar su próxima historia.

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