El lunes en la tarde los colaboradores de Beat en Latinoamérica recibieron un mensaje de Slack. En éste, se les pedía que el martes a las 12 pm estuvieran presencialmente en las oficinas para recibir un anuncio muy importante. Se les dijo que habría un coffee break para recibirlos. Cuenta una extrabajadora que esa jornada en la mañana tuvo varias reuniones de planificación para las semanas que venían y en general se veía bien a la empresa, con buen ambiente laboral, trabajo en equipo e inversiones en nuevos proyectos. Recientemente habían comprado una flota de autos eléctricos.

Todos los meses se citaba a una instancia como esta para que el CEO de la firma, Andrew Pinnington, contara detalles de la operación. Pero esta vez fue distinto: tomó la palabra y explicó que las condiciones del mercado latinoaméricano estaban complejas. “Dijo que a pesar de que lo intentaron a toda costa, tras presentar el presupuesto 2023 los inversionistas europeos no estaban dispuestos a seguir invirtiendo capital, y en la región tampoco había interés por financiarlos”, cuenta una de las 50 personas despedidas en Chile. Esto significaba el fin de la operación de Beat en México, Colombia, Perú y Chile, 400 despidos en total en un discurso en inglés de 15 minutos.

“Fue totalmente repentino”, “no se veía nada raro”, “nadie se lo esperaba”, dicen tres fuentes distintas. Algunos no entendieron bien el mensaje debido a que no manejaban a la perfección el idioma, por eso tras este discurso aún no tenían claro qué iba a ser de su futuro. Fue el gerente general para Latinoamérica, el chileno Hans Hanckes, el encargado de aterrizar el mensaje a los empleados nacionales. “Nos dijeron que a partir del 8 de noviembre dejábamos de trabajar”.

Sin embargo, los exfuncionarios coinciden en que a pesar del shock y que nadie hablaba en ese momento, “fueron un siete” con el tema. Se le pidió a todos que hicieran una fila y el notario los iba llamando uno a uno para firmar su finiquito, que consistía en tres meses adicionales de sueldo, el pago de las vacaciones, tres meses de cobro del seguro y la posibilidad de llevarse el computador Mac que usaban para trabajar. Además, estaba la opción de rellenar un excel con los datos de cada uno, cargo y LinkedIn para ayudarlos a encontrar trabajo.

Una fuente cercana a la empresa cuenta que sabían de conductores que transportaban droga, pero poco se hacía para impedirlo. “Nos decían el Uber de los pobres, nuestra gracia es llegar donde nadie llega, y vamos a ganar por volumen. Era desordenado, la seguridad era mala y de repente se cometían delitos”, concluye esta persona.