Lecciones de Vida
Amaro Gómez-Pablos tras el fin de Bienvenidos de Canal 13: “Al principio me sentía fuera de lugar”
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La misión que se me encomendó fue darle un viraje hacia lo informativo en esa transición de Bienvenidos que concluye en octubre. Al principio me sentía fuera de lugar en el matinal. Hay muchos temas asociados al mundo del espectáculo criollo de los que sabía muy, muy poco. Además al inicio me descolocaba el cambio tan radical de ritmo y tono, de un tema a otro. Lágrimas hace unos segundos, risotadas después. Pero con el tiempo, he llegado a apreciar que el matinal es eso, la vida misma. Un carrusel de emociones y ejes temáticos muy variados y a menudo impredecibles.
El matinal es también un puente de gran ayuda en este Chile donde sólo “cuando sale en la tele”, las cosas se corrigen. Es un programa de base popular, sin las pretensiones de la elite y donde todos los días se ve la tremenda ausencia de Estado. No es gobierno solamente. Es Estado. Nuestras instituciones no dan el ancho y demasiadas veces me pregunto, “¿dónde van a parar nuestros impuestos?”. Feliz de pagar más, pero primero demuéstrame que los estas gastando donde se necesitan. Y no lo veo.
¿Que aprendí del matinal? ¡Uf! A correr un maratón todos los días y hacer una especie de Sábados Gigantes de la contingencia de lunes a viernes, feriados incluidos. Y aprendí a valorar el trabajo del equipo que lleva años en ello: infatigable y entusiastas, Tonka (Tomicic), ahora Sergio (Lagos), y un sinfín de personas que se han transformado en amigos.
Seguiré contando historias. ¡Y muchas! Sustentabilidad, medio ambiente, economía circular, tecnología, avances en ciencia. Esos son mis temas. Estoy trabajando para España en una serie de cápsulas que cuentan experiencias exitosas de sostenibilidad, transformaciones preciosas que me toca grabar en África, Oceanía y Asia, entre otros lugares. Para el Canal 13, ojalá haga nuevas series como Al Limite de la Ficción y algún programa que vincule nuestra casa con el mundo. En Chile somos un poco ombliguistas y tendemos a mirarnos tanto en el espejo que perdemos de vista las ventanas.
Nunca he pensando en dejar el periodismo . Es difícil. En mi caso, el periodismo se ha convertido en un pretexto de oficio para vivir la vida con más plenitud, jajaja. He conocido personas extraordinarias, paisajes únicos, he estado en muchos momentos históricos, he llorado, me ha dolido y he reído. Lo mío es sólo gratitud. Y muy sincera.
El español
¡Siempre quise ser periodista! Un contador de historias, trotamundos, un explorador. Y de no haber terminado como periodista probablemente habría sido antropólogo. Me alucina la multiculturalidad, ver la realidad bajo distintas perspectivas y hacerlo incluso cuando estoy en una guerra. Puntos de vista. Qué importante es retratar un acontecimiento bajo distintas miradas. No creo en la objetividad, sí en procurarla, y hacerlo retratando la mayor cantidad de puntos de vista. Aparecer en la tele no me quita el sueño. Lo que me gusta es hacer temas, independiente de que salga yo u otra persona. Nadie es imprescindible. En nada.
No me molesta, pero me aburre, que se diga en Wikipedia que imito el acento español. Allí cualquiera puede escribir y yo me lo tomo con humor. ¿Cuánto tiempo lleva Pellegrini viviendo en España? ¿Crees que alguien siquiera le ha dicho que hable como español, con acento? ¿Crees que se le pregunta en las entrevistas? La respuesta es no. ¿Y sabes por qué? Porque no es tema. Soy español. Por mi periodismo de guerra y otras coberturas fui reconocido como uno de los 100 españoles más destacados viviendo en el extranjero. La ceremonia fue en el Palacio de Viana, en Madrid.
Llegué a Chile a los 18 años. Me hice de buenos amigos desde un comienzo y sigo teniendo los mismos y otros más. No tenía planes de quedarme, pero el país me fascinó y el momento político también. Había mucha incertidumbre, eran los últimos meses de Pinochet y el advenimiento de la democracia. Si eras astuto y busquilla, en la calle podías dar con un punto de vista de extrema derecha y, no lejos, intercambiar con gente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Era joven y esa experiencia fue puro aprendizaje.
Viví algo de mi adolescencia en Caracas, cerca de un pueblito de estilo colonial llamado El Hatillo. ¡Precioso! Con esa exuberante vegetación que hay en Venezuela. España y Chile le deben mucho a los venezolanos porque fueron extraordinariamente generosos con ambos países cuando estuvimos de rodillas, en la post guerra civil española y recibiendo a montones de chilenos después del golpe. No es mi caso, claro, pero algo sé de historia para apreciar la nobleza de ese pueblo que hoy necesita una vuelta de mano. ¿Maduro comparable a Pinochet? No, para nada. Maduro se cuelga del rótulo de ser demócrata y no lo es. Pinochet ni lo pretende. Maduro es responsable de una crisis migratoria sin parangón pero no ejecuta a más de 3 mil personas. Lo que sí, ambos destruyen la democracia. La izquierda no tiene superioridad moral en este tema. Mira Nicaragua o Cuba, o lo que fue Europa del Este.
Mi infancia en España fue de postal: caminando al colegio por la mañana para unirme a mi pandilla en la tarde, con las travesuras de turno… amigos que perduran hasta el día de hoy. ¿Mis padres? Amaro murió ya hace varios años y llevo de él mucho más que el nombre. Periodista, escritor, navegante, hombre de contagiosas risotadas. Y a mi madre procuro verla todas las semanas. Es a ella a quien le debo mi formación como hombre y mi más inmensa gratitud.
La muerte
Pilar (Ruiz, su ex esposa) me obsequió el cáncer sin padecerlo. Suena raro, lo sé, pero me regaló tener una visión de la vida que aprecia siempre su fragilidad. Las guerras hacen lo suyo en esa lección de vida. Las catástrofes naturales u otras que he debido reportear por el mundo, lo mismo. Y por esa razón soy una persona alegre. Eso se lo debo a Pilar, “mi amapolita”. El recuerdo de una relación risueña, bonita, de besos y abrazos, de complicidad y de mucha resiliencia. Yo era corresponsal jefe para Europa de la cadena CNN y vivía en Londres. Apenas podíamos, entre quimios, guerras y otros avatares, escapábamos y gozamos en viajes: Marruecos, India, Indonesia. O bien idas a la ópera o el teatro, a sabiendas de que la vida es corta y hay que tratar de sacarle el tuétano, como decía Whitman.
La muerte te pilla donde menos te la esperas y la manera de irnos retrata nuestras vidas. Algunos putean. Otros se van con miedo. Algunos parece que la desean. Para unos es traumático, para otros una experiencia dócil y de entrega. Y así. Yo me topé con la muerte haciendo lo que más me gusta - buceando a más de 50 metros de profundidad para un reportaje del buque Esmeralda- en el momento en el que sentía que me quedaba sin aire. Me faltaban segundos. Miré hacia arriba a esa gran columna de agua que tenía encima. Sabía que no llegaría a tiempo a la superficie. “No, esa muerte es fea”, me dije. Se te revientan los pulmones. Hay apuro y angustia y no hay salida posible. Mejor me quedo aquí abajo y me resigno. En ese instante sentí una pena brutal. Quería más risas y sobremesas y viajes y cosquillas con mis hijos. Es todo. Me despedí con melancolía pero sin susto. De fondo veía la silueta de esa tumba colectiva y heroica que es el naufragio de La Esmeralda. Y así me entregué. Pero Fernando Landeta, buzo mentor y amigo, alcanzó a ver mi estado y me socorrió. Esa bocanada de oxígeno fue mi alma entrando de vuelta a mi cuerpo.
Todo eso y haber reporteado conflictos como el de Siria, Irak, los Balcanes, Afganistán me recuerdan a cada minuto cuán frágil es todo. Nuestra piel y nuestras democracias. Se derrumba lo uno y lo otro con una facilidad extrema y damos muy por sentados nuestros privilegios. Aprendí que la empatía es la gran carencia de nuestra humanidad. Su falta es conflicto asegurado. Su presencia es paz y convivencia. Y sentí además la belleza del ejercicio de mi profesión, la utilidad que reporta el periodismo cuando se hace con sensibilidad frente a noticias que importan, significativas; viendo a colegas jugarse el pellejo por otros, por contar sus historias, por amor hacia quienes sufren y con esa convicción a ratos ingenua de que habrá otros seres humanos a quienes ese sufrimiento “con-mueva”. Con-mueva, digo, porque la idea es que les llegue en lo emocional o racional, y que acto seguido los invite a movilizarse.
Renuncié a TVN en 2015 porque no estaba contento. Presentaba las noticias pero salía poco a terreno y no sirvo para estar sentado en la banca leyendo un prompter. Creo firmemente en TVN y su misión pública. Creo también que había extraviado su camino y hoy lo está recuperando. Mantengo muchos amigos allí, y al entrar al departamento de Prensa verás un enorme y precioso cuadro de Mario Gómez en honor a Carlos Ruz, camarógrafo de TVN que cayó abatido en la guerra en El Salvador. Yo no lo conocí, pero para mi ese cuadro es un homenaje vivo a él y a los muchos camarógrafos muy comprometidos. Es dar las gracias. Es entender que los mejores trabajos se hacen en equipo. Ese cuadro fue mi donación, que hice con el dinero del Premio Rey de España de Periodismo.