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Cultura

El vuelco andino de Clemente McKay

El vuelco andino de Clemente McKay

Con 24 años, es el artista más joven que ha expuesto individualmente en el Museo Chileno de Arte Precolombino. En su muestra “Relatos del Pachakuti: resignificando la cerámica prehispánica en tiempos de crisis”, McKay aborda temas actuales, como el estallido social, la pandemia y la crisis climática, a través de formas milenarias.

Por: Sofía García-Huidobro foto Verónica Ortiz | Publicado: Viernes 22 de julio de 2022 a las 10:10
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A primera vista la sala donde se exponen las 47 piezas de cerámica que conforman Relatos del Pachakuti parece ser un espacio más del museo dedicado a obras prehispánicas, pero al acercarse a ellas se aprecian elementos contemporáneos.

Figuras con la forma del virus Covid-19, la señalética del Metro de Santiago, la primera línea del estallido social, cacerolazos, e incluso un iPhone, son algunos de los dibujos que dan cuenta de su actualidad. En la muestra también hay una pieza original de la cultura moche que existió entre el año 100 y el 800 dc en el norte de Perú y en la que se inspiró Clemente McKay para crear sus reproducciones con arcilla recolectada en la costa del Ñuble. Pachakuti proviene de la lengua quechua y significa Pacha: espacio/tiempo, y Kuti: vuelco.

Clemente cuenta que estudió un año de arquitectura y decidió dejar la carrera sin tener claro qué rumbo seguir. En 2018, durante un viaje al Valle Sagrado, en Perú, comenzó a investigar sobre la cultura andina y aprendió sobre instrumentos musicales prehispánicos. “Fue un momento muy significativo, porque no sabía qué hacer con mi vida y buscando luz en el camino me encontré con la arcilla y la posibilidad de crear piezas sonoras”, recuerda.
Después vino el estallido, la pandemia, y la agudización de la crisis climática con consecuencias como la escasez hídrica. El concepto de Pachakuti se lo escuchó por primera vez al etnomusicólogo José Pérez de Arce, que es el museógrafo a cargo de su muestra. La idea del fin de un ciclo o “vuelco” le hizo sentido aplicado al momento actual.

Llegamos a un extremo en que muchos de los paradigmas a los que estamos acostumbrados ya no dan para más: el modelo extractivista, el sistema neoliberal, el patriarcado. Eso comienza a morir y surge algo nuevo”, señala McKay. 

Las obras están organizadas en cuatro ejes temáticos: Estallido, Crisis humanitaria, Pandemia, y, por último, El Buen Vivir. “Están presentes tres crisis con las que convivimos, y el cuarto eje simboliza cómo estas tensiones dan cabida a nuevos paradigmas, que en realidad son viejos porque vienen de los pueblos originarios que invitan a vivir de manera consciente y respetuosa con todas las criaturas. Como somos parte de una misma dimensión regida por las leyes de la naturaleza, el buen vivir de uno será el de todos”. 
 
En 2020 presentó su proyecto al Museo Precolombino, consiguió una carta de compromiso del excurador José Berenguer para montar una exposición y postuló a un Fondart. El verano de 2021 lo pasó en Cobquecura. Allá construyó, junto a la artista Antonia López y un grupo de amigos y voluntarios, el Taller Kachalote, con un gran horno de barro donde trabajar la arcilla que recolectaron por el sector. Entonces le avisaron que se había ganado el fondo y decidió instalarse en la costa durante el año pasado a trabajar en las piezas para la exhibición. 

Fue una ardua labor que significó cientos de pruebas, hasta dar a la arcilla el colorido y la estética de la cultura moche. “El desapego y la paciencia son virtudes que te regala la cerámica”, acota.  Además, realizó una investigación iconográfica porque estas formas escultóricas representan un lenguaje ancestral que se expresa a través de antaras, vasijas silbadoras, ocarinas y figuras humanas y animales.

“Uso tecnología que tiene 3 mil años de antigüedad para hablar de nuestro imaginario actual. Así como hoy intentamos entender a las culturas que habitaron hace miles de años el territorio andino, esto podría contarles a los arqueólogos del futuro qué ocurría en nuestro presente”, afirma Clemente. 
Exponer en el Museo Precolombino lo honra, dice. “Es una gran responsabilidad compartir este espacio con manos que trabajaron hace miles de años. Seguir con ese legado y acercarlo a la gente”. 

“Cuando salí del colegio (en 2016) cómo me iba a imaginar que cinco años después iba a estar exponiendo cerámica andina en el Precolombino. Vengo de un mundo tradicional, estudié en un colegio conservador (Tabancura) y a mucha gente de mi entorno le ha llamado la atención mi ocupación. Pero viajar me abrió perspectivas de caminos que no conocía. Se me metió el bichito y cuando me atreví a darle más tiempo a mis inquietudes, se abrió una posibilidad que nunca me imaginé”.

Cuando decidió dejar la universidad, su familia se preocupó porque no entendían cuál era su plan. Pero confiaron en que cuando encontrara lo que buscaba, lo haría con responsabilidad y dedicación. 

De todas maneras, menciona que el año que estudió arquitectura le sirvió para aprender a desarrollar proyectos, definir conceptos y estructurar etapas. “La idea de esta exposición se me vino a la cabeza durante un desvelo, y no dormí en toda la noche. Al día siguiente lo empecé a desarrollar; ha sido agotador, pero estoy súper contento”.  

Todavía no sabe cómo definirse, reconoce. Se siente en etapa de formación y aprendizaje. “Me metí en un mundo que tiene muchísimo por recorrer. Soy nuevo en esto y por respeto a los ceramistas que llevan décadas creando, no me denomino como tal”, señala. El choque entre música, cerámica y cultura andina sí lo ayudó a asentarse. “Fue como echar raíces en terreno. Había una tormenta, lluvia y viento, y yo tambaleando. Ahora soy un árbol mejor parado. Tuve mi propio Pachakuti”.
Aquí se puede acceder a una “novela-catálogo” de la muestra, donde se muestran los relatos, procesos e imágenes de las piezas:

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