Cultura
El desierto como escenario: crear donde otros desechan

El desierto como escenario: crear donde otros desechan
En Tarapacá, la zona más afectada por la acumulación de desechos textiles en Chile, dos proyectos -uno desde la moda circular, otro desde el arte y la arqueología- reconfiguran el paisaje con nuevas formas de creación, colaboración y conciencia ambiental.
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El drama de los vertederos textiles en el desierto de Atacama ya ha dado la vuelta al mundo. A través de reportajes internacionales, fotografías aéreas y denuncias medioambientales, la imagen de montañas de ropa usada acumulada en el norte de Chile se ha convertido en un símbolo del impacto del fast fashion a escala global.
Cada año, ingresan al país decenas de miles de toneladas de prendas de segunda mano a través de la Zona Franca de Iquique, de las cuales una gran parte no logra comercializarse y termina abandonada o quemada en zonas periféricas del desierto. Pero en esa extensa superficie de pampas áridas y cielos despejados, comienza a gestarse otra historia: la transformación del paisaje en escenario de nuevas formas de creación y conciencia. Dos iniciativas están utilizando la moda y el arte para visibilizar, denunciar y proponer alternativas frente a esta crisis silenciosa.
Moda circular con sentido territorial
Articular diseñadores y artesanos para crear colecciones de moda a partir de prendas en desuso, es el objetivo del programa Runway Fashion Design Circular y Sostenible (RFD). Además de la producción de piezas, el proyecto ofrece formación especializada a los participantes, con mentorías de expertos de Chile y el mundo en moda circular, negocios y sostenibilidad.
La llegada de RFD a Tarapacá no fue casual. “Era imposible ignorar el problema de contaminación textil de la zona”, señala Johana Fernández, ingeniera comercial y fundadora de este proyecto que en dos años ya ha desarrollado cuatro versiones. En este contexto, 14 equipos -compuestos por 42 diseñadores y artesanos locales- fueron seleccionados para trabajar con materiales recolectados directamente en el desierto, en colaboración con empresas como Teck y Zofri. El proceso culminará con la presentación de 140 tenidas en una gran pasarela gratuita y abierta a la comunidad, que se realizará el 10 de mayo en la histórica Oficina Salitrera de Humberstone.
Trabajar en Tarapacá ha significado enfrentar desafíos logísticos, ambientales y sociales que no estaban presentes en otras regiones. La inmensidad del desierto, las largas distancias y las condiciones de vida de muchas comunidades obligaron a repensar cada etapa del programa.
“Teníamos beneficiarios que caminaban una hora para llegar a una reunión. Hay distancias tremendas, zonas inhóspitas, acantilados, desierto abierto”, relata Johana. A esto se sumaron dificultades asociadas a la precariedad del territorio: residuos que cambian de lugar, microvertederos que son quemados o trasladados, y sectores donde persiste la protección informal de estas prácticas, muchas veces por necesidad económica. “Nos han salido persiguiendo con sables”, advierte, aludiendo a la complejidad de visibilizar un problema que afecta intereses locales.
Sin embargo, el trabajo en Tarapacá también ha abierto oportunidades que reafirman el sentido de RFD: educar en consumo responsable, dignificar el trabajo creativo y demostrar que es posible construir valor desde los residuos. “Es una oportunidad de demostrar que ya no necesitamos más textiles nuevos, que podemos crear cosas valiosas con lo que ya existe”, afirma Johana.
Arte, arqueología y crítica al consumo
Desde otro ángulo, pero con la misma voluntad de intervenir el territorio, El Gigante Vestido propone una instalación artística de gran formato que mezcla arqueología, crítica cultural y conciencia ambiental. Diseñada por el arquitecto Andrés Echeverría y su equipo, la obra consiste en una réplica a escala 1:1 del Gigante de Tarapacá -el geoglifo antropomórfico más grande del mundo- que será “vestido” con ropa usada durante una performance en septiembre de 2025. El montaje se realizará en un terreno de Alto Hospicio, cedido por Bienes Nacionales, y será completamente desmontado y reciclado tras el evento, con el apoyo de una empresa especializada.
“Este es un proyecto que nace como una obra de arte en el desierto, pero también como una crítica a esta cultura de consumo inmediato que tenemos tan instalada en Chile”, señala Echeverría, quien viene trabajando desde 2022 en esta iniciativa junto a su socia Victoria García y bajo el amparo de un fondo de creación artística otorgado por la Universidad Finis Terrae.
La intervención busca generar un choque simbólico: el contraste entre un vestigio milenario y los residuos de una sociedad marcada por la obsolescencia. “Hoy estudiamos los geoglifos de hace 2.000 años, y en 1.500 años más quizás lo que se estudie sea la ropa que botamos. Es una vergüenza mundial”, reflexiona.
Además de visibilizar la crisis textil, la iniciativa se enmarca en una campaña para obtener mayor protección patrimonial para el Gigante original. “Queremos que se reconozca su valor cultural. Hoy cualquiera puede ir, sacar una piedra y llevársela a la casa sin consecuencias. Ha sido vandalizado muchas veces, y creemos que merece mayor resguardo”, afirma. Para Echeverría, trabajar en Alto Hospicio también tiene una carga simbólica: “Es un lugar del que sólo se habla por cosas malas. Con este proyecto, queremos mostrar que también pueden pasar cosas buenas ahí”.