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Cultura

Sebastián Bravo, el bailarín de Talagante que llegó al escenario más importante de Montreal

Sebastián Bravo, el bailarín de Talagante que llegó al escenario más importante de Montreal

Su historia es digna de película, e inevitablemente hace pensar en la trama de "Billy Elliot". Una profesora vio su potencial y lo llevó a audicionar al Teatro Municipal de Santiago a escondidas de su padre, una sorpresiva aparición televisiva luego lo catapultó al ballet y hoy una oportunidad única lo tiene bailando en Les Grands Ballet Canadiens.

Por: Sofía García-Huidobro Foto principal: Nikko Riady | Publicado: Viernes 3 de enero de 2025 a las 14:48
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“A mi profe de danza del colegio English College de Talagante, Miss Marta Osorio, mire donde estoy. Gracias por ver algo en ese pequeño Seba de 14 años y llevarlo a descubrir su pasión. Hoy, noche de estreno del Cascanueces de Les Grands Ballet Canadiens”. 

Esa publicación en X llamó la atención de más de 5 mil usuarios que sin conocerlo le dieron like o compartieron su mensaje. Sebastián Bravo (30) es el sexto de siete hermanos, hijo de madre transportista escolar y padre jubilado de la Fuerza Aérea. Desde Montreal, donde vive hace dos años, cuenta a DF MAS su historia que tiene varias similitudes con la de Billy Elliot, protagonista de la cinta del 2000 que se inspira en la vida de Philip Mosley, un bailarín inglés que creció en un mundo totalmente ajeno a la danza y a escondidas de su padre se convirtió en bailarín y más tarde en estrella del Royal Ballet de Londres.

En séptimo básico, recuerda Sebastián, tenía que elegir ramo electivo: entre computación o danzas folclóricas, eligió el primero. Pero rápidamente se arrepintió; no tenía dedos para el piano de la programación. Una amiga le sugirió que entrara a folclor: “la profe te hace bailar cueca y te pone puros 7”. La “profe” era Marta Osorio. “Efectivamente me enseñó a bailar cueca, pero ella se dio cuenta de que yo tenía potencial y oído musical, empezamos a elongar y a aprender otras cosas”. 

En octubre de ese año tuvo lugar el Encuentro Nacional de Danza en Talagante, al que concurrieron representantes de compañías y escuelas de todo el país y de todos los estilos: ballet, danza, baile contemporáneo, jazz, espectáculo, etcétera. Sebastián representó al English School bailando folclor. “Fueron tres giros para aquí y tres giros para allá, una cosa muy básica”. En el mismo certamen le tocó ver un cuadro de la Escuela de Ballet del Teatro Municipal de Santiago, Las sílfides, y quedó maravillado. 

A la salida se le acercó un señor y le pidió hablar con su profesor a cargo. “Yo me asusté: ‘chuta quizás qué hice’”, recuerda. El hombre se presentó a Marta Osorio: “Soy Patricio Gutiérrez, director de la Escuela de Ballet Teatro Municipal de Santiago, y a ese chiquillo lo quiero”, narra.

“Yo no sabía absolutamente nada de ballet. Con 14 años había ido a Santiago unas dos o tres veces. Ni sabía que existía el Municipal”. Comenzó a ensayar junto a su profesora Marta, se quedaban horas extras después de la clase de folclor y aprendía las bases del ballet. 

En marzo del siguiente año, su maestra habló con su mamá y le propuso que Sebastián fuera a audicionar al Teatro Municipal. “La profe se pidió el día libre y fuimos los dos juntos en micro. Yo iba feliz por escaparme de clases. Si me iba bien, buena. Si no, seguía con mi vida”, dice.

En la versión de Osorio en cambio, la profesora recuerda que Sebastián iba muy nervioso. “Llegamos al teatro y para mí fue el primer gran shock. Había muchos cabros de mi edad que se pasaban la pierna por detrás de la oreja y yo literal ‘vengo de San Rosendo’”, continúa rememorando el bailarín.

Una señora les preguntó por sus zapatillas de ballet, no tenía. “Tuvimos que salir corriendo a la tienda Sara Nieto. Me compré mi primer par de zapatillas de ballet y no supe ni ponérmelas”.

Llevó a cabo su audición frente a una comisión siguiendo el ritmo de un pianista en vivo. Luego verificaron su flexibilidad, postura, anatomía y qué opinaba su familia de su incursión en el ballet.

“Ahí fue un punto de quiebre, porque hasta ese minuto todo era secreto con mi viejo. Mi papá no sabía nada. Era secreto entre mi mamá, mi abuela, Miss Marta y yo”. Sebastián contextualiza: su papá fue suboficial de la Fuerza Aérea, su hermano mayor sargento segundo de la Fuerza Aérea, su abuelo, carabinero. “Prácticamente los Bravo teníamos que ser de las fuerzas armadas, ser bailarín era impensado”, precisa.

Al poco tiempo lo llamaron para avisarle que había sido seleccionado y que debía ir a clases todas las tardes. Como su padre trabajaba hasta última hora, el estudiante alcanzaba a volver su casa antes sin ser descubierto. Sebastián viajó durante meses después del colegio en micro desde Talagante al centro de Santiago. Contra todo, decidió seguir en ballet.

“Estaba aprendiendo y lo disfrutaba”. También se fue conociendo más a sí mismo e hizo buenos amigos, afirma. En octubre de ese año, lo incorporaron como extra en un ballet. “Su primer rol fue un ratoncito”, añade Marta, su profesora, haciendo recuerdo. Su padre se enteró de su incipiente carrera de bailarín cuando tuvo que autorizar un documento del teatro que permitía a Sebastián recibir remuneración siendo menor de edad. Firmó el papel sin decir absolutamente nada. El silencio, casi absoluto y hostil, se prolongó por un buen tiempo.


Salir a la luz con cámara y acción


En el colegio pocos sabían de su vida en el ballet. Una de sus grandes aliadas fue la directora del establecimiento, María Eugenia Wells, muy amante de la danza y las artes. Aunque a algunos les extrañaba que Sebastián frecuentemente tuviera permiso especial para salir de clases, no conocían la razón. Él no quería que supieran:“Ya me hacían bullying por ser ‘delicadito’, ¿decir en un colegio provincial que bailo ballet? Olvídate. Pensé que me podían hasta pegar”. 

Un día de diciembre de 2009, cuando terminaba primero medio, el ambiente colegial se revolucionó por completo. “Me acuerdo que estábamos en consejo de curso, se abre la puerta y aparecen cámaras, micrófonos. Gritos en los pasillos, todo el colegio fuera de mi sala, y entra Sergio Lagos. Plop. ‘Les tengo una sorpresa. Tengo un amigo que es bailarín profesional del Teatro Municipal de Santiago. Sebastián, ¿les contamos?’ Ahí me quebré. Fue mucho el shock porque para mí era como desnudarme frente a todo el colegio. Y me encontré con la cálida sorpresa de que mi curso me tiró pura buena onda”.


La nota del programa Locos por el baile era un seguimiento a la historia de Sebastián que incluía la noticia de que había sido seleccionado para ser parte del Ballet de Cámara del Teatro Municipal de Santiago. Eso significaba que dejaba el colegio y comenzaría a dar exámenes libres. En adelante siguió visitando el establecimiento y participando de la gala folclórica.

“Mi último baile de cuarto medio fue una milonga que bailé con la Miss Marta”. El programa televisivo también fue una buena oportunidad para que el padre de Sebastián aceptara la idea de que su hijo sería bailarín, ya que el propio conductor del espacio intercedió por él. “Mi papá se dio cuenta de que yo había elegido la danza y el ballet como mi profesión, que no era un juego”, apunta Sebastián. 

Bailar en puntas 


Al egresar de la escuela del Municipal no fue seleccionado para formar parte de la compañía del teatro. Estudió un año de danza en la Uniacc y en 2014 audicionó para entrar a la Academia de Ballet Sara Nieto. Un día, cuenta Sebastián, lo llamaron a su casa de parte de la bailarina. Colgó el teléfono enojado pensando que alguien les estaba jugando una broma, pero luego llamó de vuelta y efectivamente se trataba de la maestra de ballet. Se unió a la compañía y fue parte del elenco de varios clásicos que se presentaron en el Teatro Nescafé de las Artes, como Coppelia, Cascanueces y en 2015 La Cenicienta.
“Cumplí 30 años, siempre nos dijeron que a esa edad los bailarines empiezan a despedirse, pero siento que a mí me vino un florecer. Lo estoy disfrutando y agradezco tener cierta madurez”.
“Sara me llamó y me propuso que interpretara a una de las hermanastras de la Cenicienta y tenía que ser en puntas. Los hombres en ballet no bailamos en puntas, no tenemos ese entrenamiento. Es lo más doloroso que he hecho en mi vida. Todo lo que había aprendido en ocho años era distinto”. Ese personaje marcó su carrera y la versión fue tan exitosa que volvieron a reponerla al año siguiente.

En 2016 se fue a vivir a Punta Arenas y trabajó allá como profesor de danza de la escuela Denis Valladares. A finales de 2019 decidió volver a Santiago y reincorporarse a la academia de Sara Nieto. Entonces llegó la pandemia y el encierro. Mantuvieron las clases por Zoom, relata el bailarín, y surgieron posibilidades impensadas como recibir lecciones online del famoso bailarín argentino Julio Bocca. “Fue una maravillosa experiencia”, dice. 

En 2021, cuando se fueron reabriendo los escenarios, volvieron a montar La Cenicienta. Y en octubre viajó a Nueva York porque se ganó una beca para una pasantía de dos semanas en el Broadway Dance Center. 

 

El destino es Montreal 

En julio de 2022 su actual marido recibió una oferta laboral como traductor en Canadá. Específicamente en Montreal, una ciudad llena de cultura, comenta, y un perfecto escenario para continuar desarrollándose en ballet. Decidieron embarcarse a la aventura: se casaron de manera flash, completaron todos los trámites necesarios y el 16 de septiembre de ese año partieron junto a sus dos gatos. 

Estando allá postuló a Les Grands Ballet Montreal, el principal teatro de la ciudad y uno de los más reconocidos del mundo. Le respondieron que su material era muy bueno pero que no tenían ninguna plaza disponible para audicionar. Entró entonces al Ballet Ouest, una compañía prestigiosa pero más pequeña, y en paralelo trabajaba para Amazon como empaquetador.

Un día un compañero de Ouest le comentó que había visto en Facebook que en el atelier de Les Grands buscaban costurero. Él algo sabía porque cuando estaba en el colegio la misma Marta Osorio les enseñó a usar la máquina de coser para hacerse sus trajes. Acudió al aviso, e hizo una prueba de corte y costura. Lo contrataron como cortador, con la labor de recibir los patrones y cortar las telas. En las noches seguía trabajando para Amazon.

Aprovechó de inscribirse en algunas clases de danza para que supieran que era bailarín. Estaba en una de esas jornadas de trabajo en el atelier y entró Iván Cavallari, director artístico de la compañía de ballet, y preguntó si era verdad que había un bailarín chileno.
Sebastián se prepara para El Cascanueces

“Me dijo si conocía a Marcia Haydée (coreógrafa brasileña y quien fuera directora artística del Ballet de Santiago), que había sido su maestra. Le respondí que sí, que me había hecho clases durante años. ‘Si estuviste bajo su mando tanto tiempo es por algo. Mañana te quiero en la clase junto a la compañía’, le dijo Cavallari. 

Le hicieron una prueba donde mostró sus dotes, pero luego vinieron meses sin novedad. Hasta que un día el asistente del director volvió al taller y frente a todas las costureras, le dijo que querían que fuera parte del elenco de Cascanueces 2023. “’Iván quiere verte en el escenario’. Fue todo llanto, aplausos, como en las películas. Y ahí empezó esta pequeña carrera, este pequeño nuevo mundo. En las mañanas ensayaba en el ballet y en las tardes volvía a costura”. 

De eso ya pasó más de un año y acaba de terminar una nueva temporada de Cascanueces, clásico que se presenta cada año en las fechas navideñas y que es uno de los más reputados del mundo. “Cuando yo estaba en el Municipal me acuerdo de haber visto la versión del Cascanueces de Les Grands en VHS. Acabamos de montar el aniversario número 60. Es una producción enorme, hermosa. Jamás habría pensado que de venirme a Canadá y trabajar armando paquetes iba a terminar bailando en uno de los teatros más importantes de Montreal. Está siendo un sueño, literal”.

2025 arranca para Sebastián con más fechas: en febrero estará en La bella durmiente y para mayo le ofrecieron ser parte de Don Quijote. “Cumplí 30 años, siempre nos dijeron que a esa edad los bailarines empiezan a despedirse, pero siento que a mí me vino un florecer. Lo estoy disfrutando y agradezco tener cierta madurez”. 


Profesora Marta Osorio: “Una parte de mí está allá con él”

En 2021 el bailarín volvió a su colegio para participar de la gala folclórica, porque su antigua profesora quería darle una sorpresa a la directora. Pensó mucho qué interpretar y eligió finalmente El lago de los cisnes, la misma pieza que bailó Billy Elliot en la película. Le entregaron un cuadro de honor de alumno destacado y se sacó fotos con su querida Miss Marta.

Después de su mención en X, la profesora le escribió emocionada: “Sebastián, me dicen que mi nombre está en redes sociales”. Se mantienen comunicados, él le manda fotos y videos desde allá, le muestra cómo es el escenario, el vestuario y la mantiene al tanto de su vida de bailarín.

“Para mí Sebastián siempre fue un caso muy especial, mi chanchito, como le digo. Mi pasión es enseñar y él aplicó lo que le entregué. Llevo 27 años en el colegio, he formado a muchos alumnos, pero con la mayoría perdí contacto. Nuestra relación es diferente: fuimos cómplices siempre. Una parte de mí está allá con él y disfruto con él”.

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