Vestidos de amarillo y verde y ondeando banderas nacionales de los mismos colores, miles de cristianos brasileños escucharon a su presidente Jair Bolsonaro lanzar su candidatura a la reelección en tonos bíblicos.

“Es una lucha entre el bien y el mal”, dijo Bolsonaro el mes pasado en un evento de la “Marcha por Jesús” en Vitória, la capital del estado costero de Espírito Santo. “Creo en Dios y creo en ustedes. Y esta victoria será nuestra”.

Por detrás en las encuestas de su rival de izquierda, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el populista de extrema derecha tiene la misión de despertar el entusiasmo de un grupo que fue clave para su ascenso: la creciente comunidad de cristianos evangélicos de Brasil, que se calcula que representa casi un tercio de los 215 millones de habitantes del país.

Los evangélicos brasileños tienden a ser socialmente conservadores, y siete de cada diez que votaron hace cuatro años apoyaron a Bolsonaro.

Pero tras los problemas económicos y la percepción de una mala gestión de la pandemia del coronavirus, el líder de la mayor democracia de América Latina ha encontrado grietas en lo que debería ser una base fiable de apoyo.

Usiel Carneiro, un ministro bautista autodenominado “progresista” en Vitória, cree que se ha abierto una brecha entre los evangélicos de clase media leales al presidente y otros en comunidades más desfavorecidas.

En aquel entonces, Bolsonaro también aprovechó la ira popular contra la corrupción política dirigida principalmente al Partido de los Trabajadores de Lula, o PT, que ocupó el poder entre 2003 y 2016.

Sin embargo, con una inflación de dos dígitos, el debate está ahora dominado por la reducción del nivel de vida.

Llegar a fin de mes es la preocupación más acuciante para Ananias Santos, padre de 36 años, consejero en materia de drogas y metodista wesleyano de un modesto barrio de la Gran Vitória, que votó por Bolsonaro en 2018.

Decepcionado con la gestión de la economía del presidente y su desprecio hacia las vacunas Covid-19, no volverá a votar por él y dijo que las políticas económicas de la izquierda habían sido mejores para gente como él. “Durante el gobierno de Lula pude comprar mi primer coche e ir a la universidad”.

Sin embargo, las posiciones morales del presidente siguen resonando con fuerza entre muchos votantes evangélicos.

Bolsonaro es “el único candidato que defiende los valores cristianos”, dijo Carla Baudson, una joven de 17 años en la marcha de Vitória, que votará por primera vez en octubre. “Él defiende nuestra libertad”.

Junto con un reciente aumento de las ayudas sociales a los más pobres, la atención extra que Bolsonaro está prestando a los evangélicos parece estar dando sus frutos.

Después de haber estado casi empatado con Lula entre los votantes evangélicos hace unos meses, según Datafolha, las encuestas muestran ahora que Bolsonaro se ha restablecido como su candidato preferido, ayudando a reducir la ventaja general de Lula en las encuestas.

Los comentarios de Lula a favor del acceso al aborto y el apoyo del PT a causas como los derechos del colectivo LGBT pueden estar contribuyendo a la recuperación de Bolsonaro entre los cristianos protestantes.

La tercera esposa de Bolsonaro, Michelle, una devota evangélica que dirigió las oraciones en el palacio presidencial la semana pasada, ha ocupado un lugar destacado en su campaña, lo que se considera una táctica para mejorar la percepción de las mujeres creyentes de un político con un historial de comentarios sexistas.

Una encuesta de Datafolha realizada a principios de este mes mostraba a Bolsonaro ligeramente por delante de Lula, pero dentro del margen de error de la encuesta, entre las mujeres evangélicas.

Sóstenes Cavalcante, que encabeza el influyente grupo evangélico en el Congreso, sostiene que las cuestiones morales siguen siendo más importantes que las económicas para sus correligionarios y cree que el 70% de los evangélicos siguen apoyando a Bolsonaro.

La mayoría de los evangélicos brasileños son mujeres, negros o mestizos y con bajos ingresos, según un estudio realizado en 2020 por la encuestadora Datafolha, todos ellos grupos que se consideran más proclives a votar a Lula, que también obtiene una mayor puntuación entre los católicos.

Jacqueline Moraes, vicegobernadora de Espirito Santo y candidata al Congreso por un partido de centro-izquierda aliado a Lula, dijo que muchas mujeres negras se desanimaron por la promoción de Bolsonaro de la posesión de armas.

“Saben que serán las primeras víctimas (de más armas de fuego)”, dijo un hombre de 46 años, negro y evangélico que creció en una favela y trabajó como vendedor ambulante. “¿Qué buscan las mujeres jóvenes y negras cristianas? Dar a mis hijos una vida mejor”.

Hasta ahora no se ha dejado nada al azar. Cavalcante dijo que los aliados del presidente estaban haciendo un esfuerzo concertado para evitar que Lula, que una vez disfrutó de buenas relaciones con los evangélicos, se reuniera con importantes figuras de la iglesia.

“Hemos trabajado con líderes de todo Brasil para que nadie le abra las puertas”, dijo Cavalcante. “Lula y su sucesora Dilma (Rousseff) afrentaron todos nuestros valores. No volverá a engañar a los evangélicos”.

Lula pasó a la contraofensiva el martes, primer día de campaña oficial, acusando a su adversario de “intentar manipular la buena fe de los hombres y mujeres evangélicos”.

“Si hay alguien que está poseído por el diablo, es este Bolsonaro”, dijo en un acto en la región metropolitana de São Paulo.

La campaña de Lula se ha centrado en los problemas cotidianos como forma de ganarse a los votantes religiosos, reavivando los recuerdos de la reducción de la pobreza y la ampliación de la prosperidad durante sus dos mandatos presidenciales, y ha denunciado lo que dice es la difusión de información falsa sobre sus intenciones. Esto incluye rumores de que cerraría las iglesias si volviera al poder.

“Hemos estado sufriendo absurdos ataques de fake news, claramente con el objetivo de aumentar la resistencia entre la comunidad evangélica. No quieren que los evangélicos escuchen nuestras propuestas”, dijo Edinho Silva, alcalde del PT y miembro del equipo de campaña de Lula.

La campaña de Lula se centró en la “vida real de las personas, por tanto en la economía”, dijo Silva. “No utilizaremos la religión para ganar elecciones”.