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Clarissa Ward, corresponsal de CNN: “Estar en Gaza fue desgarrador”

Clarissa Ward, corresponsal de CNN: “Estar en Gaza fue desgarrador”

La corresponsal internacional jefe de CNN, con 20 años cubriendo los mayores conflictos mundiales, es la única periodista internacional que ha logrado entrar a Gaza en estos cinco meses de guerra. En esta entrevista, cuenta lo que vio y sintió en esas -sólo- dos horas en el campo de guerra. “Creo que incluso en Israel, hay una creciente conciencia de lo perjudicial que ha sido esto para su reputación internacional”, dice.

Por: María José Gutiérrez | Publicado: Sábado 9 de marzo de 2024 a las 21:00
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A las 3 de la tarde del lunes en Londres, Clarissa Ward (44) se conecta a Zoom. Impecable, maquillada, con chaqueta azul, aros dorados y el living de su casa de fondo donde asoman seis cuadros, un sofá y una mesa con fotos.

La multigalardonada periodista estadounidense-británica lleva 20 añ̃os reporteando en primera lí́nea los principales conflictos y guerras del mundo. Partió́ en Irak, donde cubrió́ la captura y ejecución de Saddam Hussein; fue durante años corresponsal en Rusia; presenció la guerra en Siria y fue testigo de la retirada de tropas estadounidenses de Afganistán. El mismo 7 de octubre, tras el ataque de Hamas a Israel, viajó a Medio Oriente.

Cuenta que a los cuatro o cinco días del asalto, se dio cuenta de que el otro lado de la historia no serí́a fácil de cubrir: hasta la fecha, las Fuerzas de Defensa de Israel no han dado acceso a Gaza a ningú́n periodista occidental.

Por eso, en noviembre envió́ una carta a los gobiernos de Israel y Egipto solicitando la entrada (firmada por el jefe de CNN Internacional, por Sky News, ABC News, BBC News, CBS News, The New York Times, Los Angeles Times y The Washington Post). No recibió́ respuesta. Luego, a fines de enero, publicó́ un editorial en este último diario, donde señaló́ por qué era importante que reporteros de otros países pudieran entrar al territorio bombardeado. Otra vez, no hubo respuesta.

“Después del 7 de octubre, pude ir a Israel y sentarme con personas que habían perdido a sus seres queridos y hablar con aquellos cuyos familiares habían sido tomados como rehenes en Gaza. Pude sentir su dolor. Pude hacer que su pérdida fuera real para la gente. Ahora no puedo hacer eso sin acceso a Gaza. No puedo humanizarlo. No puedo hacer real algo tan difícil de entender para la mayoría, a medio mundo de distancia”, asegura.

Y agrega: “Además, se vuelve muy difícil cuando estás en medio de una guerra de información tratar de averiguar qué pasó realmente. No hay sustituto a estar en el terreno, ver los lugares tú mismo, sentir los olores, hablar con la gente. Eso te da una posición de autoridad para decir: ‘esto es lo que vi, y no vas a intentar intimidarme para que diga lo contrario’”.

Ante la negativa de Israel a dar acceso, Ward aplicó plan B. A través de Emiratos Árabes Unidos, que tiene un hospital de campaña en Gaza, logró entrar. “Vuelas a un lugar llamado Al-Arish en Egipto, y luego conduces una hora a Rafah hasta el cruce fronterizo y de ahí atraviesas la frontera en auto”, explica. Pudo estar sólo dos horas. “Fue una ventana invaluable, pero no fue suficiente”, dice. Es la única periodista internacional que ha logrado entrar a Gaza desde que estalló la guerra.

- A pesar de que hemos visto cientos de videos en las redes sociales, ¿cómo fue estar en Gaza?
– Fue desgarrador. No creo que te acostumbres a ver a niños pequeños que han sido bombardeados y mutilados y cuyos padres han sido asesinados; o hablar con una joven cuya pierna fue volada y sus seres queridos fueron asesinados, y escuchar sus sueños de planear la boda de su hermana el 6 de octubre y estudiar ingeniería. Hace que estas cosas sean reales de una manera mucho más dura que a través de las redes sociales y de estos videos que vemos todo el tiempo.

Estos videos, no me malinterpretes, son esenciales y son una ventana vital a un mundo que es básicamente impenetrable en este momento. Pero vuelvo a eso de la vieja escuela del periodismo: estar ahí. Habíamos llegado, y literalmente después de cinco minutos explotó una bomba no muy lejos.

- ¿Qué piensas sobre las razones de seguridad que argumentan los israelíes para proteger a los periodistas internacionales?
- Definitivamente hay razones de seguridad. Los israelíes no quieren tener que planificar alrededor de posiblemente cientos de periodistas internacionales corriendo por un área muy pequeña que está siendo bombardeada intensamente. Y son conscientes de que si un periodista internacional fuera asesinado o gravemente herido, eso sería un ojo morado para ellos y su reputación internacional, lo cual es incorrecto, porque mi muerte o lesión no debería ser más importante que la de una madre de seis hijos o de un niño. Ciertamente no más que la de un niño.

Sería muy difícil para ellos llevar a cabo los tipos de operaciones que hemos visto, la escala del bombardeo, simplemente no sería factible. La segunda razón por la que no han sido tan francos al respecto, pero realmente sólo necesitas mirar algunas de las declaraciones, cuando salí de Gaza y publicamos nuestra historia -fue muy poderosa y desgarradora-, a un periodista israelí le preguntaron “¿viste la historia de Clarissa Ward para CNN? ¿Qué piensas si más periodistas occidentales entran?”.

Y su respuesta fue: “Bueno, obviamente eso creará un gran dolor de cabeza para Israel y para el hasbara israelí”, que es la palabra hebrea para la defensa o propaganda. Así que creo que esa es también la razón no dicha: la preocupación de que si tienes más periodistas en Gaza, vas a tener muchas más de estas potenciales exposiciones a crímenes de guerra.

- Pero controlar las imágenes hoy es imposible...
- Primero, creo que es importante tratar constantemente de entender la psiquis israelí y comprender lo que está haciendo el gobierno, el ejército, y sintiendo también la gente. No hay duda de que los horrores del 7 de octubre han radicalizado elementos de Israel, la ira y la necesidad de venganza y el miedo.

Y lo digo como estadounidense que recuerda cómo fue después del 11 de septiembre, ¿verdad? Estas son fuerzas poderosas, pero también son fuerzas muy peligrosas. Puedo decir, como periodista que observó una guerra contra el terror dirigida desde un lugar de ira, miedo, rabia e indignación, que eso puede ser peligroso. A menudo es difícil detenerte y respirar. Intentar pensar estratégicamente puede requerir más fuerza que mostrar poderío militar.

También creo que es importante entender que los israelíes ven esto principalmente como una cuestión de supervivencia. Se trata de “si dejamos nuestras armas, estaríamos muertos. Si ellos dejan sus armas, tendríamos paz”. Eso en realidad está invocando un dicho de Golda Meir, la ex primera ministra. Pero la mayoría de los israelíes con los que he hablado, creen eso y se sienten así.

Piensan que esta es una batalla para defenderse, protegerse y sacar a los rehenes lo antes posible. Pero hay muchas personas, incluso en Israel que dicen: “Bueno, si estás tratando de liberar a los rehenes, ¿por qué lo estás haciendo de esta manera y estás poniendo en peligro la vida de los rehenes?”. Estos son debates y conversaciones que están sucediendo dentro de la sociedad israelí. Israel no es un monolito.

Y creo que incluso en Israel, hay una creciente conciencia de lo perjudicial que ha sido esto para su reputación internacional; hay una comprensión de que la simpatía del mundo estaba con Israel después del 7 de octubre y, globalmente, esa simpatía ya no está allí de la misma forma debido a los horrores que hemos visto en Gaza. Cuando hablas con israelíes al respecto, ellos dicen algo así como, “puede ser cierto, pero no nos importa tanto ser queridos. Nos importa estar seguros, estar vivos y proteger a nuestra gente”.

- En estos 20 años de trabajo en zonas de guerra, ¿qué diferencia tiene este conflicto respecto de los demás?
- Este es el más difícil porque, en primer lugar, esta guerra se está desarrollando en todas partes: en las puertas de las escuelas, en las salas de redacción, en las oficinas. Porque en las sociedades occidentales tienes una gran representación de ambos lados del conflicto: ya sea en Nueva York o en Londres, todos tenemos amigos judíos que son grandes partidarios de Israel y tenemos amigos palestinos que son muy vocales sobre lo que está sucediendo en Gaza. Y eso es ligeramente inusual.

En otras guerras que he cubierto, como Ucrania, por ejemplo, la mayoría de la gente en Occidente apoya a Ucrania. Por lo tanto, no estás constantemente confrontado con ese tira y afloja de la tensión entre las dos visiones del mundo. Eso, obviamente, lo hace más complicado de cubrir como periodista, porque caminas por la cuerda floja y tienes a personas gritando desde ambas direcciones y exigiendo que elijas un lado y acusándote de parcialidad periodística.

Hay que ignorarlos e intentar descifrar qué está pasando, qué es justo, qué es correcto, transmitir lo que ves y admitir cuando no sabes. Lo cual es complicado también, porque esta guerra se está desarrollando en las redes sociales, por lo que todo el tiempo es como “¿quién hizo esto? ¿quién bombardeó esto? ¿quién disparó a estas personas?”. ¡No lo sé, no lo sé! ¿Y sabes qué? Quizás me tomará unos días saberlo. Eso es difícil con esta guerra, porque tienes que decir de inmediato quién es responsable.

La abuela, Bagdad y la depresión

Hasta 2001, Clarissa Ward quería ser actriz. Su infancia, cuenta, fue “un poco loca”. Hija de madre americana y padre británico, creció entre Nueva York y Londres, muy cercana a su abuela paterna, a quien describe como “una gran mujer que nació en la época equivocada, que escribió todos estos libros que nunca se publicaron, era pianista de concierto y hablaba bellamente cuatro idiomas. Creo que estaba un poco frustrada de que no se le hubieran presentado más oportunidades debido al período en que vivía”.

Clarissa a los 10 años fue enviada a estudiar a un colegio internado en Inglaterra, donde se hizo amigos “de todo el mundo”, dice. “Uno de mis mejores amigos era palestino de los Emiratos. Visité Abu Dabi cuando tenía como 14 años y fue una experiencia genial y totalmente novedosa”, añade. Su padre, el banquero Rodney Ward, luego fue trasladado a Hong Kong, lo que la llevó a pasar largas temporadas de verano en Asia y conocer lugares poco comunes.

“Siempre tuve un sentido de ser capaz de encajar en cualquier lugar. Porque crecí con diferentes acentos, siempre era una imitadora natural: escuchaba cómo hablaban las personas y hablaba de la misma manera, sólo por hábito, no por una decisión consciente”, asegura. Hoy habla, aunque en distinto nivel, siete idiomas: inglés, francés e italiano con fluidez, domina el árabe, ruso y español y habla algo de mandarín. 

“Yo estaba muy metida en contar historias y en el teatro, cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York. Era mi último año en Yale (estudiando Literatura Contemporánea), y fue como ‘espera, estos son los atributos o fortalezas que tengo -poder encajar en cualquier lugar y hablar con cualquiera, amar los idiomas y ser una buena comunicadora-, que puedo poner hacia algo que creo que en última instancia es más significativo e importante en este momento’”. Y entonces comenzó su carrera como periodista.

A los 25 partió a vivir a Bagdad, Irak, dos años después de la invasión de Estados Unidos. “Al principio eres joven, piensas que eres invencible y todo es emocionante de alguna manera extraña. Y luego tienes un susto o una situación de casi muerte. Y ese es un momento muy importante en la vida de cualquier periodista que es como una bofetada en la cara. Te despierta y te hace darte cuenta de que esto no es un juego, esto no es genial, esto no es emocionante, esto es el infierno: es vida o muerte. Y tienes que tener reverencia y respeto por esas fuerzas”, sostiene.

Pero fue cubriendo la guerra en Siria, cuando explotó. “Me agoté, no me tomé suficiente tiempo para cuidar mi salud mental. Y estuve en una depresión por un tiempo”, dice.

- ¿Cómo mantienes tu cabeza sana, después de presenciar en directo eventos tan fuertes? ¿Es posible mantener la salud mental?
- A veces no es posible, y tienes que aceptar eso cuando estás cubriendo una historia como esta, especialmente cuando es tan impactante y tan espantosa. Hay tanta ira y dolor. Puede ser muy difícil tomar un respiro y estar apartado de eso. Una cosa que es esencial es apagar este aparato (celular) al menos unas cuantas veces al día.

- ¿Lo logras realmente?
- Bueno, no tengo éxito en apagarlo, pero limito mucho mi navegación por las redes sociales. Vas a hacer un mejor trabajo, ser un mejor periodista y desempeñar un papel más productivo, si no estás toda la noche hasta las tres de la mañana y luego no duermes porque te has traumatizado. Y me preocupa que haya tanta gente que no son periodistas de conflicto, que no está necesariamente sintonizada con lo profundamente inquietante que es para el cuerpo ingerir esa cantidad de contenido tan horrendo. Así que creo que vas a ver a mucha gente que se ha traumatizado pasando tanto tiempo en sus redes sociales.

El miércoles de esta semana Clarissa se embarcó otra vez a Medio Oriente. “Tengo suerte de que mis (tres) hijos todavía son muy pequeños, así que no les cuento mucho y, afortunadamente, no preguntan mucho. Y mi marido y mis padres, con quienes soy muy cercana, confían en mí y en mi juicio, hablo mucho con ellos sobre las decisiones que tomo”, cuenta.

- ¿Antes de partir, piensas que está la posibilidad de no volver a la casa?
- Si alguna vez pensara que puedo no volver, no iría. En segundo lugar, espero con ansias ir. Siempre es muy difícil dejar a mis hijos porque los quiero mucho y quiero abrazarlos, pero amo mi trabajo. Me gusta estar comprometida. Me gusta contar historias. Me gusta aprender. Me gusta escuchar. Y a veces me resulta más fácil hacer eso en terreno cuando estoy un poco lejos de mis hijos. Así que trato de ser periodista cuando estoy fuera y cuando estoy en Londres, ser madre.

Dice que en Londres, ni siquiera le gusta manejar. “Tengo miedo de muchas cosas”, ríe. “Y con mis hijos, trato de no pensar demasiado porque no quiero ser esa madre aprensiva, pero sí, soy extrañamente temerosa”.

- Después de ser testigo directo de tanta catástrofe, ¿qué imagen tienes del mundo?
- (Silencio)... Creo que el mundo está bastante sombrío en este momento. Hay enfrentamientos de tipo titánico, y hay grandes avances en la tecnología que ciertamente beneficiarán a mucha gente, pero también serán enormemente disruptivos. Honestamente me parece que estamos al borde de un cambio real en el orden mundial. Pero también tengo mucha fe en los seres humanos. Y sí, tenemos una gran capacidad para el mal, pero también tenemos una gran capacidad para el bien, para la fuerza, para la resistencia, para la creatividad. Y no tengo dudas de que a través de este dolor, esta violencia y este cambio, vendrán cosas buenas.

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