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El duro año de Novak Djokovic
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Sin Rafael Nadal ni Roger Federer en el US Open, era la oportunidad del serbio para conseguir su 18 Grand Slam. Pero el domingo pasado, cuando Djokovic se enfrentaba al español Pablo Carreño, una pelota que arrojó fuera de cancha impactó a la jueza de línea justo en la garganta. Después de disculparse, el tenista se acercó al árbitro jefe, quien finalmente decidió aplicar la sanción reglamentaria y expulsarlo del campeonato, además de cobrarle una multa de 10.000 dólares por conducta antideportiva y 7.500 dólares por no realizar rueda de prensa posterior. Horas más tarde, Djokovic publicó un comunicado donde lamentaba lo ocurrido y ofrecía sentidas disculpas. El no haber hablado inmediatamente con la prensa, según el biógrafo Chris Bowers, autor del libro Novak Djokovic y el ascenso de Serbia: el estadista deportivo (2014), pudo tener un impacto comunicacional negativo, pero, sostiene, probablemente el tenista necesitaba procesar lo ocurrido.
“Pienso que Novak está siendo genuino en sus disculpas. Quizás retirarse en silencio no fue buena señal, pero necesitaba un momento a solas. Y cuando habló, lo hizo de manera correcta. Me pareció acertado que no haya intentado bajarle el perfil y que lo incorporara como una reflexión. Él tiene un carácter complejo, pero ha aprendido a dominarlo”, dice Bowers, quien participa del circuito profesional de tenis desde 1992 como periodista deportivo, comentarista y escritor.
¿Guerrero o villano?
El autor pone en contexto la personalidad del serbio. Novak Djokovic creció en una familia sencilla, que vivía con lo justo. El negocio familiar era una pizzería, administrada por su padre y su tío, en un pueblo en las montañas. A los cinco años miraba atentamente la cancha de tenis ubicada frente de la pizzería cuando una profesora de tenis reparó en él y lo invitó a unirse a las clases. Era Jelena Gencic, destacada entrenadora de tenis infantil y figura clave en su carrera. “Ella no sólo lo transformó en deportista, sino que lo educó. Al darse cuenta que sería un gran jugador se dedicó a pulirlo hasta transformarlo en figura internacional. El hecho de que el tenista haya abierto un restaurant vegano en Monte Carlo (lugar donde vive), tiene que ver con la educación que recibió de Gencic”, afirma Bowers.
-¿Cómo cree que lo afectó emocionalmente el incidente US Open?
-Cuando Djokovic grita o se rasga la polera en los partidos, es porque dentro suyo habita un guerrero serbio. Esta última reacción, más calmada, para mí es un claro ejemplo de su proceso de internacionalización, tanto cultural como político.
-Sin embargo ha recibido duras críticas.
Creo que los comentarios respecto de este suceso responden a lo que las personas opinaban previamente sobre él. También pienso que efectivamente él estaba presionado por ser siempre el tercero detrás de “San Roger Federer” y el “adorable Rafael Nadal”. Esa comparación pública, donde él pasa a ser villano, le duele.
-¿El pelotazo fue una imprudencia o solo un accidente?
El tiro que hirió a la jueza no fue fuerte. De hecho fue suave. Pero anteriormente sí le había pegado a la pelota de manera agresiva. Una vez un periodista británico le preguntó si no le parecía que su juego podía llegar a ser peligroso o arriesgar una descalificación. Novak respondió con sorna. Posiblemente el reportero fue cargante pero esa pregunta ahora hace sentido. Como decimos en Inglaterra, Djokovic estaba navegando demasiado cerca del viento.
Covid y disidencia
En junio, Nole, apodo del tenista, organizó un torneo benéfico en Serbia. Pese al coronavirus, el Adria Tour congregó a otros destacados deportistas como Alexander Zverev y Dominic Thiem. El encuentro terminó transformándose en escándalo, ya que el propio Djokovic, su mujer, y algunos de los participantes, se contagiaron de COVID-19 tras un torneo que además de selfies y abrazos, incluyó una fiesta. “Posiblemente sintió que fue injusto cómo la opinión pública lo juzgó, ya que el tour cumplió con las normas impuestas por su país”, opina Bowers. Agrega que aunque sus resultados son excelentes y lleva 26 partidos sin perder, el jugador viene acumulando presión por ser uno de los impulsores de la Asociación de Tenistas Profesionales (PTPA), agrupación que se escinde de la ATP.
-¿Se ha ganado muchos enemigos en el mundo del tenis por crear esta asociación?
-Esto también hay que entenderlo desde su origen. Djokovic nació en 1987 y la guerra yugoslava duró entre 1991 y 1999. En 1998 hubo bombardeos sobre Belgrado. A los 11 años, tenía que cambiar sus prácticas de tenis porque podía ocurrir un nuevo ataque. Creció en circunstancias atemorizantes. Luego su país, ya independizado, se transformó en tierra de pandillas. El mensaje que recibió durante su formación tiene que ver con controlar el poder. Cuando llegó al consejo de la ATP se rodeó de personas de su confianza y estuvo tras la salida de Chris Kermode. Mi interpretación es que quiso armar su propio equipo. Luego comprendió que los torneos eran más determinantes que los propios jugadores dentro de la ATP, y armó una nueva agrupación.
-¿Fue una jugada de poder?
-Completamente, y lo curioso es que este nuevo rol no haya alterado su juego. Habitualmente los deportistas que se involucran en temas así, perjudican su desempeño. Pero sí creo que lo ha afectado en su subconsciente. Quizás necesita estar siempre luchando contra alguien.
-Pero en sus declaraciones respecto de la ATP utiliza un tono conciliador e insiste en que ambas organizaciones pueden coexistir.
-Hay quienes usan el lenguaje de la paz porque quieren convencerse a ellos mismos de que son personas pacíficas. Pueden explayarse en una cena sobre la importancia de la tolerancia, hasta que su pedido demora o la carne llega poco cocida, y ahí, se enfurecen. Nosotros esperamos que personas que llevan años levantándose a las 6 am para ir a entrenar durante horas, bajo condiciones a veces extremas, además sean seres dulces y racionales (ríe). Pero creo que Djokovic ha llegado a tener gran calidad humana.
-¿Le ve un posible futuro político?
-Sí, pero no en el sentido partidista. A Djokovic y Federer los veo como comisionados de la ONU para los refugiados, por ejemplo. También podrían ser comentaristas o capitanes de Copa Davis, pero no creo que eso les atraiga. Sospecho que Djokovic podría querer aportar más allá del tenis. Quiere que la gente lo quiera, pero no a costa de dejar de ser él mismo. Y sabe que ser demasiado amable le quita competividad en la cancha. Para lograr un punto debes aprovecharte de las debilidades de tu rival.
-¿Cómo definiría su relación con Nadal y Federer?
-No es amigo de ellos, pero tienen una relación de respeto mutuo. Son tres grandes tipos. He cubierto tenis desde la época de McEnroe y Connors, que podían ser muy antipáticos. Lo mismo Sampras o Agassi, que ahora son agradables, pero cuando jugaban, no tanto. Para mí los jugadores top eran gente difícil, y de pronto aparecen Federer, Nadal, Djokovic, que son unos caballeros y extraordinarios tenistas.
-Djokovic es además un gran imitador y tiene notables interpretaciones de varios de sus colegas, ¿cuál diría que es la mejor?
-Una que hizo de Federer, hace unos 11 años, en el camarín del US Open. Está en Youtube. Claramente tiene un talento pero dejó de hacer estas imitaciones porque complicaba la relación con sus compañeros. Ahora la gente cree que es frío, y no es así. Es competitivo, claro, pero insisto: es un buen tipo. Solo le cuesta la relación con el público.
-¿Cree que en ese sentido está haciendo su mejor esfuerzo?
-Sí, porque en el fondo lo que más anhela es ser querido.
Chris Bowers, autor de Novak Djokovic y el ascenso de Serbia: el estadista deportivo (2014).