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La apuesta energética de China en Sudamérica
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Cuando el presidente brasileño Lula da Silva aterrizó este viernes en Beijing no tuvo una recepción cualquiera. Una numerosa comitiva le dio la bienvenida en el Gran Salón del Pueblo en la plaza de Tiananmen. Un honor que este año sólo ha sido ofrecido también al presidente francés, Emmanuel Macron.
Pero, a diferencia de la visita del francés, la llegada del mandatario brasileño estuvo precedida por anuncios que dan cuenta de una renovada alianza de Xi Jinping con la mayor economía latinoamericana: El fortalecimiento de un banco del desarrollo, una moneda para reemplazar al dólar, y, más concreto en el corto plazo, promesas de millonarias inversiones.
Este último punto es de especial importancia en una región que depende de la inversión extranjera; y no sólo Brasil se está beneficiando del renovado foco de China en sus socios latinoamericanos.
Más allá del comercio, en el que China ya es el principal socio comercial de Sudamérica, desplazando a EEUU, su rol como inversionista crece aceleradamente.
Cifras del Centro de Desarrollo Global de la U. de Boston revelan un giro en los intereses de China en Latinoamérica. Entre 2005 y 2015, bancos chinos entregaron préstamos por unos US$ 114 mil millones a países de la región cercanos a Beijing, destacando Venezuela, Ecuador y Argentina. Las cláusulas del financiamiento incluían la entrega de recursos o contratos para las empresas de infraestructuras chinas. Una práctica que también aplicó en el sudeste asiático y con países de África.
Entre 2005 y 2015, bancos chinos entregaron préstamos por unos US$ 114 mil millones a países de la región cercanos a Beijing, destacando Venezuela, Ecuador y Argentina.
Sin embargo, desde 2015 se observa una caída constante de estos préstamos, desde su peak de US$21.300 millones en 2015 a cero en 2020, año de la pandemia. El año pasado, dos préstamos para proyectos en Brasil habrían sumado unos US$800 millones.
Los grandes actores
A los préstamos soberanos les siguió una mayor actividad en inversión extranjera directa (FDI en inglés) concentrada en proyectos de minería y energía, sobre todo en Brasil, Chile y Argentina.
Para Sophie Wintgen, investigadora del Instituto Europeo de Estudios de Seguridad, la influencia de China en FDI, especialmente a través de fusiones y adquisiciones (M&A) y construcción de proyectos es usualmente subestimada. Empresas chinas habrían invertido unos US$160 mil millones en Latinoamérica entre 2000 y 2020 en 480 operaciones, en su gran mayoría de M&A.
La Cepal calcula una cifra mucho menor, pero reconoce que es difícil tener un monto oficial, dado a que no todas las operaciones son públicas y muchas empresas de capitales chinos usan firmas creadas en Luxemburgo o los Países Bajos por temas regulatorios.
“Los préstamos a los gobiernos fueron diseñados para ayudar a la entrada de las empresas chinas en Latinoamérica, cuando éstas tenían poca experiencia. Pero las empresas chinas están hoy extremadamente bien posicionadas en diversas industrias a lo largo de la región. Estas empresas ahora pueden invertir por sí mismas o en alianza”, explica a DFMAS Margaret Myers, directora del programa Asia y Latinoamérica de Diálogo Interamericano.
La evolución de las multinacionales chinas ha sido clara en tecnología, un área que ha concentrado la expansión especialmente en EEUU y Europa, en esta última región junto a consumo. Pero, un estudio de Baker Mackenzie, muestra que los intereses chinos en Latinoamérica se han concentrado en la última década en la energía y la infraestructura.
Por ejemplo, en Colombia, las empresas chinas de infraestructura Civil Engineering Construction Corporation (CCECC) China Harbour Engineering Company y Xian Metro Company se alistan para iniciar este año la construcción de los primeros tramos del metro de Bogotá y de un tren eléctrico de cercanías.
Otra área de actividad ha sido la minería, de alguna forma, más tradicionalmente ligada a China, y la idea de que el país asiático necesita asegurarse el suministro de materias primas. Según datos de EY, Argentina destaca como uno de los países donde más creció la inversión directa china en 2022, principalmente por mega adquisiciones en el sector minero.
Sin embargo, ya desde antes de la pandemia, la inversión por US$2.900 millones de China Southern Power Grid International (CSPGI) por los activos de Enel en Perú confirmó la estrategia que se ha gestado desde hace una década: el interés por activos en el sector eléctrico.
La crisis de la brasileña Odebrecht, por un caso regional de corrupción, y el retiro de multinacionales europeas dejó el campo abierto para los capitales chinos, y los montos van en aumento. La compra de los activos de Enel en Perú representó en una sola operación casi el doble de los montos de invertidos por empresas chinas el año pasado, según datos de EY.
Llama la atención, además, de que ya no se trata sólo de financiamiento o la construcción de centrales hidroeléctricas o solares, sino también una agresiva incursión en el negocio de la distribución.
Un estudio de Baker Mackenzie muestra que los intereses chinos en Latinoamérica se han concentrado en la última década en la energía y la infraestructura.
Tras la compra de los activos de Enel, empresas chinas controlan el 50% de la distribución eléctrica en Perú. Su alcance es aún mayor en Chile, donde adquirieron Chilquinta y Naturgy para controlar el 56% del sector. En Brasil, CSPGI adquirió en 2019 a la empresa líder en distribución en el país.
Factor económico
Explicando la adquisición de CSPGI en Perú, el académico Lin Boqiang, afirmó a la prensa estatal china que Sudamérica ofrece un “potencial enorme” para desarrollar el sector eléctrico. Boqiang, director del Instituto de Estudios de Energía en la Universidad de Xiamen, explicó en China Daily, que las empresas chinas cuentan con tecnología de transmisión de ultra alto voltaje que resulta atractiva para los mercados receptores. “La inversión y construcción de la infraestructura eléctrica impulsará la exportación de tecnología, maquinaria y capital de las empresas chinas, y la formación de alianzas para una mayor expansión global”, asegura Lin.
Para Myers, la generación y distribución eléctrica de natural interés para Beijing debido al exceso de capacidad de sus empresas en el mercado doméstico. “Este sector también forma parte de lo que China ha denominado "nuevas infraestructuras", o industrias basadas en la innovación que están estrechamente vinculadas al propio desarrollo de China, que es de suma importancia para sus dirigentes”, agrega.
De los 140 proyectos de generación eléctrica que firmas chinas han adquirido o desarrollado en Brasil desde 2015, sólo uno corresponde a gas y dos a petróleo, el resto se reparte entre hidroeléctricas, solar, eólicas y biomasa.
En Chile, según la base de datos de generación del Centro de Desarrollo Global, de 12 proyectos adquiridos o desarrollados entre 2016 y 2020, cuatro corresponden a plantas solares y dos a fuentes eólicas, y cinco hidroeléctricas.
El reporte de Baker Mackenzie a 2022 ve una estrategia no sólo de las empresas eléctricas chinas, sino de sus firmas de autos eléctricos de expandirse globalmente. Los intereses de China por el litio argentino (Lithea por casi US$1.000 millones) y la inversión por US$2.000 millones de la automotriz Great Wall en Brasil el año pasado.
Los recursos para la transición energética y las energías renovables se perfilan como los activos favoritos de inversión para los próximos años. Si hay una carrera por ellos, China ha encontrado en Latinoamérica, y sus gobiernos más amigables, el escenario ideal para ganar terreno.
“Es difícil saber si el rápido crecimiento de la propiedad china de activos energéticos en partes de la región tiene una dimensión estratégica o no. Pero la creciente huella china en este sector aumenta sin duda la dependencia latinoamericana de las empresas estatales chinas en estas industrias”, advierte Myers.
De Washington a Beijing, la dependencia de la región estaría cambiando de eje. China ya no es sólo un socio estratégico para el envío de los productos de la región, sin sus empresas quiénes financiarán la transición energética.