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La historia que animó a Alejandra Cox a escribir su primer libro no académico
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Era una tarde de sol en Los Angeles en noviembre de 2017, cuando Alejandra Cox tomó la foto. Una conocida, Cissa (Narcissa Vanderlip) la invitó a una función de beneficencia que organizaría en su rancho en Palos Verdes. Durante la ceremonia, retrató a la anfitriona. Mientras intentaba subir la foto a Facebook, descubrió que el padre de la norteamericana se llamaba Kelvin Cox Vanderlip. “El apellido me llevó a investigar quién era la abuela de mi amiga. Se llamaba Narcissa Cox, había nacido en Illinois, había sido estudiante de la U. de Chicago en una época en que pocas mujeres estudiaban, había sido dirigente del movimiento que llevó a la enmienda #19 de la Constitución de EEUU –sobre el voto femenino–, y había sido amiga de Eleanor Roosevelt, cuando FDR era gobernador de New York”, relata entusiasmada vía streaming la economista de la UC y doctorada en Chicago. El material era suficiente para seguir indagando.
A esto se suma una curiosidad que tenía hace un tiempo: la historia de esa casa de Palos Verdes. “Es una propiedad muy bonita, grande, de estilo italiano. Está cerca del Oceano Pacifico y con altura suficiente para ver la Isla Catalina. Varias veces me pregunté de dónde salió esta casa tan refinada. Esa noche supe que la construyó la pareja Vanderlip. Y, cuando veo que ella, la mujer del matrimonio, era Cox, más interés me dio”, aclara.
A la mañana siguiente le escribió a Cissa para comentarle de su abuela y la coincidencia de apellidos. “Me llamó para juntarnos a tomar café, y en el intertanto yo ya pensaba que esta biografía sería interesante. Ella tuvo la misma intuición y llegó a mi casa con artículos de la familia. Ese mismo día, aun cuando nos conocíamos poco, nos comprometimos a trabajar juntas”, relata desde California.
Desde entonces se ha sumergido en la vida de los Cox Vanderlip: un matrimonio compuesto por una pareja de republicanos cuya vida estuvo marcada por la influencia de ella en impulsar el voto femenino; y la de él, un afamado banquero, que apoyó esa causa. Es también una historia de amor, dice, y a todas luces atingente en este momento.
Hay 58 archivadores con cartas y recuerdos que han recolectado con familiares y que la misma Alejandra buceó en la biblioteca de Columbia: tienen muchas cartas, “111 muy románticas de su época de noviazgo”; otras escritas a distancia durante los viajes y algunas para sus hijos. Frank escribió varios libros, y tenemos artículos de diario y cartas al director. “Eran personas públicas, y muy dados a escribir apoyando causas o criticando malas políticas”, apunta la economista quien cuenta que habilitó el garage de su casa en Los Angeles para concentrarse en este, su nuevo trabajo. “Es mi primer libro no académico. Sebastián (Edwards, economista y su marido, quien ha escrito dos novelas), siempre me dijo que es lo más difícil que ha hecho en su carrera. Ahora veo por qué. Y seguiré un consejo que me dio: no apurarme. Cuando sienta que es el momento, lo tendré”, dice.
La buena hiedra
Alejandra Cox dejó de hacer clases en la Univesidad de California en 2016. Desde entonces está dedicada a sus cuatro nietos, dos directorios y ahora, al libro. Y mientras narra pasajes de la historia de Narcissa, se emociona. Una de sus escenas preferidas ocurrió tres meses después del Armisticio de 1918. “Ellos viajaron a Europa y visitaron el campo de batalla de Argonne en Francia, que fue una batalla muy sangrienta del final de la IGM. La destrucción los conmueve, recogen de los pies de un árbol, algo de hiedra, y vuelven a NY en barco, con su plantita. Narcissa escribe un artículo en la prensa dirigida a las madres que han perdido hijos en la guerra. ‘Si usted perdió a su hijo y quiere tener un recuerdo, escríbame y le haré llegar una planta’. Me dan ganas de llorar”, confiesa la economista. Encontré cientos de cartas sobre este episodio.
-Ella tuvo un liderazgo en la Constitución y en temas de igualdad de derechos.¿Cómo lo relaciona a la actualidad?
-Las sufragistas de New York perdieron el referendo de 1915, e inmediatamente empezaron una nueva campaña que llevó a un nuevo referendo en 1917. Narcisa se unió a este esfuerzo, convirtiéndose en una líder local y finalmente a nivel nacional. Nueva York era clave para lograr una enmienda constitucional, no solo por ser el estado más importante, sino también el primero del este que lograría afirmar el voto femenino. Esta vez, sin embargo, los obstáculos parecían mayores, EEUU había entrado a la Primera Guerra Mundial en abril y una epidemia de influenza traía la muerte a muchos hogares y limitaba las reuniones públicas.
Las sufragistas de New York examinaron el voto de 1915 y trabajaron especialmente en los distritos que habían perdido, haciendo reuniones locales, y visitas casa a casa. Además, alistaron a muchos hombres de influencia, incluyendo a Frank Vanderlip, para persuadir a votantes hombres, que no solo era justo, sino una cuestión moral, que la otra mitad de la población también pudiera votar.
-¿Es una novela, una biografía?
-Es una historia de amor que resulta en una gran colaboración hacia el bien común. Él fue un gran economista, aunque siempre se le conoció como periodista o banquero. Ella era muy religiosa. Pertenecía a un movimiento cristiano para el cual la práctica el cuidado de los demás era esencial. El colegio que fundaron los dos, en Scarborough New York, en 1912, tenía dos lemas: “La vida es Servicio” y “Los modales hacen a las personas.” Creo que hoy nos vendría bien volver a poner énfasis en las buenas maneras.
“Trump desplegó sus alas de matón”
Alejandra Cox confiesa que su nueva experiencia ha ampliado su conocimiento en Estados Unidos, país al que llegó de 23 años, a estudiar con su marido Sebastián Edwards, y con Magdalena, su primera hija de entonces 3 meses. Se instalaron en Chicago los primeros años y después se mudaron a California. “Ahora he aprendido sobre el origen de muchas instituciones de EEUU y el grado en el que los ciudadanos estaban involucrados en lograr el bien común”, dice la economista, quien compartió para este artículo una imagen en la que se le ve con una polera negra, con la cara estampada de Ruth Bader Ginsburg, la emblemática jueza que murió en septiembre en Washington. “Fue una campeona de la igualdad de las personas ante la ley”, dice.
-¿Le gustó la nominación de Amy Coney Barrett como reemplazo de RBG?
-Primero: es legitimo que Trump lo haya hecho y es parte de su potestad como Presidente pues, nos guste o no, sigue en ejercicio. Y, sobre Coney Barrett, es jueza de la Corte de Apelaciones, y con ella, la Corte Suprema será dos tercios católica. Sigue la posición de la Iglesia respecto a la pena de muerte, así como Biden -quien ha dicho que el Congreso debería prohibirla a nivel federal, e incentivar a eliminarla-.
Con respecto a temas en la mesa, como la ley de Obama que obliga a tener seguro de salud (ACA), o la decisión de la Corte Suprema que protege a la mujer embarazada que elige abortar sin restricciones “excesivas” del gobierno (Roe vs Wade, 1973), existe preocupación con respecto a que la jueza Barrett pueda mover la balanza en decisiones de la corte en el sentido opuesto a ACA o Roe vs Wade. Yo creo que es una abogada de primera y que entiende que su rol en la Corte Suprema es respetar la Constitución, y no imponer sus convicciones personales, incluyendo las provenientes de su religión.
-¿Cómo ve el panorama electoral?
-Está muy tenso. Hay mucho temor con respecto a la institución misma del proceso. Eso es muy grave. Lo más preocupante para mi es el rol de los medios de comunicación, que no contribuyen a informar sino que plantan slogans y repiten lo mismo y la gente floja actúa como eco repitiendo cosas que no tienen asidero lógico ni están basados en hechos reales.
-¿Quién gana? ¿Cuál prefiere?
-No me atrevo a predecir. Voy a votar por Biden. Voté por él como candidato de los demócratas, pese que soy republicana. Pensé que él uniría más a los demócratas, porque Sanders, que era el favorito de los jóvenes, era muy izquierdista e iba a tener menos chance de ganar a Trump. A mí no me gustaría que siga liderando Trump. Lo encuentro pésimo líder. Cuando ganó pensaba que era muy loquito y extremo, pero jamás creí que en este país con instituciones fuertísimas, pudiera hacerlo tan mal. Pero ha sido pésimo, un presidente muy divisor. Y ahora en pandemia, en vez de unir, ha dicho que los científicos son unos tontos, que no es necesario usar las máscaras… los demócratas están asustadísimos de que si no es elegido diga que hubo trampa.
-¿Qué le pareció el debate del 29/9?
-Fue una noche de tres perdedores. El moderador, Chris Wallace, no logró imponer las reglas del debate que ambos candidatos habían acordado con anticipación. Trump desplegó sus alas de matón, interrumpiendo, amenazando, e insultando a diestra y siniestra. Biden perdió la oportunidad de usar su gentileza para interpelar a Wallace, exigiendo que se respetara su tiempo y que se contara cada segundo de interrupción para ser reintegrado a su favor.
“Creo que votaría Rechazo”
-¿Qué situación le preocupa más, la chilena o norteamericana?
-La chilena, lamentablemente. Es más grave y pueden irse las cosas por caminos mucho más distantes. Hay días que pienso que va a haber paz, pero vuelvo a ver las noticias, y me doy cuenta que estamos lejos de eso.
-¿Va a votar para el plebiscito?
-No nos inscribimos en el consulado. Creo que hubiera votado Rechazo. Es un voto impopular, la gente no lo dice, porque hay posiciones políticas que se ponen de moda o que son más aceptadas. Acá pasa lo mismo con Trump. La gente de California que quiere votar por Trump no lo dice.
-¿Y por qué rechazaría?
-Me parece que la noción de hacer una Constitución entera de nuevo es tan rara. Uno podría decir que tiene un inicio ilegitimo, pero fue corregida después en democracia. ¡Además ha funcionado! Me preocupa enormemente que habrá personas trabajando en esta nueva Constitución que no creen en la democracia. Creo que el camino más democrático es el camino de las reformas, con apoyos difíciles de obtener, de manera que se logren después de un trabajo cuidadoso para persuadir a la mayoría.