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Michael Douglas: “¿Qué papeles no he hecho?"

Michael Douglas: “¿Qué papeles no he hecho?"

La estrella de Hollywood habla de su papel de Benjamin Franklin en la nueva serie de Apple TV+, de por qué Gordon Gekko es un incomprendido y de por qué la interpretación es cuestión de pelo.

Por: Matthew Garrahan - Financial Times | Publicado: Sábado 13 de abril de 2024 a las 04:00
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El Polo Lounge del Hotel Beverly Hills ha sido un clásico de Tinseltown desde que abrió sus puertas en 1941, por lo que es un lugar apropiado para almorzar con Michael Douglas.

Ganador de dos Oscar, tiene sus propias décadas de historia en Hollywood, al igual que su difunto padre Kirk, quien tenía una mesa favorita. Desde Marlene Dietrich y Charlie Chaplin hasta Steven Spielberg y Leonardo DiCaprio han cenado aquí.

Dean Martin celebró su 49 cumpleaños en el salón, un coleccionista de arte resultó con el cráneo fracturado tras una pelea con Frank Sinatra, y los jefes de los estudios se han sentado en sus reservados durante décadas para ver, ser vistos y hacer negocios.

Douglas espera en un reservado del bar, elegante con una chaqueta oscura (el código de vestimenta prohíbe vaqueros rotos y crop tops) y una camisa rosa. Robbie Williams está en la mesa de al lado, jugando con su teléfono. Apenas es mediodía del domingo. El brunch “prix-fixe” de tres platos cuesta sólo 155 dólares por persona.

Mi mente se dirige inmediatamente al departamento de gastos del FT. “Dios mío”, dice Douglas, que también se ha dado cuenta del precio. Ha elegido el restaurante de hoy y dice que está seguro de que Apple TV+, que está proyectando Franklin, su nueva miniserie sobre Benjamin Franklin, pagará la cuenta. Pero las reglas del FT son claras: el FT paga.

“En ese caso, Matthew”, dice riendo entre dientes, “muchas gracias por elegir este restaurante”. El menú incluye una bebida, así que rezo en silencio a los dioses de los gastos y pido un Bloody Mary.

Los papeles de Douglas

Un drama de época sobre un padre fundador de los Estados Unidos no está precisamente en consonancia con los papeles más conocidos de Douglas: Gordon Gekko en Wall Street, el mujeriego Dan Gallagher que vuelve a casa para llevarse una sorpresa en Atracción fatal, o Bajos instintos, donde se enfrentó a una ardiente Sharon Stone. La mayoría de sus películas han sido del momento y del zeitgeist. 

“Estos últimos años han girado en torno a la pregunta: ¿qué es lo que no he hecho?”. Hizo lo de la “pantalla verde” con las películas de Ant-Man para Marvel, una serie cómica de Netflix -El método Kominsky-, y ahora una obra de época en toda regla, con mallas, pelucas y un reparto mayoritariamente francés.

Franklin se centra en la misión del personaje del título a Francia en 1776 para conseguir apoyo militar para la guerra de Estados Unidos contra Gran Bretaña. Douglas, que también ha pedido un Bloody Mary, no escatima en admiración. “El tipo sólo tuvo dos años de escolarización formal. Lo dejó a los 12 años y su padre era fabricante de velas. Era un lector voraz, un gran escritor, pensador, editor e impresor. Parecía tener la habilidad de unir sistemas. Era como un mago”.

Con una voz más rasposa desde el cáncer de boca que sufrió hace una década, añade que Franklin creó la Universidad de Pensilvania, fue director general de correos y fundó la biblioteca de Filadelfia. Científico de renombre, inventó los bifocales y el pararrayos, y trazó el sistema meteorológico de la Corriente del Golfo. Su cara aparece en el billete de 100 dólares. ”Un auténtico hombre del Renacimiento”, dice Douglas.

Es sin duda un papel apropiado para la edad de Douglas, quien este año cumple 80. Franklin tenía 70 en 1776, pero era relativamente viejo para una época en la que la gente no vivía mucho más allá de los 40. “Hace que Joe Biden parezca un niño”.

A diferencia de sus contemporáneos franceses, Franklin no llevaba peluca, lo que significa que Douglas se ahorró tiempo en la silla de maquillaje y puede presumir de su todavía impresionante melena.

“Jack Nicholson siempre me acusa de ser un actor de pelo. Encuentro mucho de mi personaje a través del pelo”. No le falta razón: su peinado hacia atrás ayudó a definir a Gekko en Wall Street, al igual que el corte al rape del antihéroe de Un día de furia (Falling Down).

Llegan las bebidas, cada una adornada con un gran trozo de apio y un par de aceitunas enormes. “Lleva ensalada”, señala Douglas, y chocamos los vasos.

Franklin se centra en la lucha por establecer y proteger la democracia estadounidense y se estrena en un año electoral en el que muchos han afirmado que el principio fundacional del país está amenazado. “Hacer la serie me ayudó a entender lo preciosa que es la democracia”, dice Douglas, en un guiño a la retórica autoritaria de Donald Trump. “Cómo no hay que darla por sentada”.

“Uno de nuestros candidatos se inclina por formar su propio equipo, y eso no significa sólo en la rama ejecutiva (del Gobierno). Eso significa la rama judicial, la rama del Congreso... son su enemigo”.

La sombra del padre

Un camarero nos trae los entrantes: Dungeness Crab Louie para Douglas (un invento de la costa oeste: ensalada de cangrejo, espárragos y palta) y tartar de atún para mí. Al empezar, le pregunto por su relación con su difunto padre.

Espero que me cuente que cuando era pequeño iba mucho al Polo Lounge, pero pasó su infancia en Nueva York porque Kirk y su madre, Diana, se divorciaron cuando él era joven. Una carrera en Hollywood no estaba inmediatamente en su agenda, dice. “Probablemente fue una hostilidad inherente. Padres separados y todo eso”.

Sin embargo, algo cambió y Douglas empezó a actuar, primero en el teatro y luego en la pequeña pantalla, donde hizo cuatro temporadas de la serie Las calles de San Francisco, junto a Karl Malden, a mediados de los ‘70. Esas 104 horas de televisión le enseñaron, entre otras cosas, la estructura narrativa en tres actos.

“Probablemente no soy la persona más indicada para cierto tipo de películas porque soy un estructuralista a la antigua”. Nada de cine de autor para él. “Hay una diferencia entre una buena idea y una obra en tres actos”.

También se interesó pronto por la producción y convenció a su padre para que le dejara desarrollar One Flew Over the Cuckoo’s Nest, de Ken Kesey. “Fue justo después de Espartaco, en los años ‘60. Adquirió el libro en galeradas e hizo una obra de teatro con él. Pero no tuvo éxito”.

El joven Douglas había leído el libro en la universidad. “Era un clásico americano del siglo XX y me encantó. Yo era hippy y algo psicodélico. Papá intentó convertir el libro en una película y no pudo hacerlo”. 

Kirk aspiraba a interpretar el papel de RP McMurphy, que finalmente se llevó Jack Nicholson. “(Papá) me acusaba de no quererle en la película. De todos modos, le di la mitad de mi contrato de producción y siempre me burlé de él porque ganó más dinero con esa película que con cualquiera que hubiera hecho. Gracias a Dios, siempre fue el primero en reconocer el gran trabajo que hizo Jack”.

Estrenada en Chile como Atrapado sin salida, la película fue también un gran éxito de crítica y ganó cinco Oscar en 1976, convirtiéndose en la primera en conseguir un pleno de premios a la mejor película, actor, actriz, director y guión desde Sucedió una noche.

En un año histórico para el cine, la cinta se impuso a Barry Lyndon, Tiburón, Tarde de perros y Nashville como mejor película, y Douglas recogió su estatuilla de manos de Audrey Hepburn. Sólo tenía 31 años. 

Desde entonces ha producido 30 películas. “Me encanta producir, de verdad. En primer lugar, no (tengo que) lidiar con la ansiedad de actuar”. Admite haber sufrido miedo escénico al principio de su carrera y dice que cuanto más ha durado ésta, más se ha dado cuenta de “lo raro que es que te den un papel realmente bueno”.

Tuvo en su padre un modelo a seguir para navegar por los caprichos del estrellato y la celebridad de Hollywood. Pero tardó años en encontrar su propio camino. Atracción fatal y Wall Street, por la que ganó su segundo Oscar, “fueron los momentos en los que cambió mi vida como actor, por fin salí de la sombra de mi padre con mi propia identidad”. 

Me pregunto si sabía que el personaje de Gekko se convertiría en un emblema de la época. La mayoría de la gente con la que se ha cruzado desde entonces no ha entendido el mensaje de la película, dice. “Me encuentro con idiotas borrachos y me dicen: ‘¡Eh, tú eres el hombre! Gordon Gekko es la razón por la que vine a Wall Street”. Les encantaba porque vestía muy bien. Yo siempre digo: ‘¡No! Yo era el villano, ¿recuerdas?’”.

Pertenecer a la tribu

Nos sirven los platos principales y otra ronda de Bloody Marys. Douglas toma huevos rancheros; yo, por recomendación suya, elijo la ensalada McCarthy, que lleva pollo, tocino, palta, huevo duro y betarraga. Lleva en el menú desde la década de 1940. “Es famosa”, dice, y añade que debe su nombre a un asiduo jugador de polo, no a Joseph McCarthy, que dirigió la cruzada anticomunista en los años 50 y puso en la lista negra a docenas de sospechosos de simpatizar con el comunismo en Hollywood.

Le pregunto por su relación con el judaísmo. Su padre era hijo de inmigrantes bielorrusos: nacido Issur Danielovitch, Kirk se reencontró con su religión más tarde, estudió la Torá y escribió varios libros sobre su fe tras sobrevivir a un accidente de helicóptero.

¿Es el joven Douglas especialmente religioso? “No, pero estoy orgulloso de pertenecer a la tribu. Mi madre era episcopaliana y cuando crecí no me consideraban judío. Sin embargo, a una edad temprana era muy consciente de que había mucho antisemitismo. No fue hasta que llegó el Movimiento Reformista y dijo: ‘Si tu padre es judío, puedes ser judío’. Lo que sigue sin ser aceptado por la parte ortodoxa”.

Sus propios hijos de su matrimonio con Catherine Zeta-Jones también han abrazado el judaísmo. “Mi hijo quería un bar mitzvah, mi hija tuvo un bat mitzvah. Hicieron todo el trabajo, todo el estudio. Tengo unas fotos maravillosas”.

El ataque a Israel del 7 de octubre y la posterior campaña israelí en Gaza han calado hondo en la comunidad judía de Hollywood. “Es una situación imposible”, dice Douglas. “Una cosa sería que Israel tuviera un primer ministro popular. Mantener este conflicto podría ahorrarle un juicio”.

“Me sorprendió lo rápido que se produjo el movimiento propalestino después del 7 de octubre. Todavía estaban buscando partes de los cuerpos en Israel y, sin embargo, hubo esta gran avalancha de apoyo”.

Tiene una fuerte conexión con Israel y en 2015 fue galardonado con el Premio Génesis, que celebra los logros judíos y tiene como objetivo fortalecer los lazos entre Israel y los judíos de la diáspora. Su padre, por su parte, fue uno de los primeros partidarios del país y abrió camino en otros ámbitos, ayudando a acabar con la lista negra de Hollywood cuando contrató a Dalton Trumbo para escribir Espartaco. “Dio un paso adelante”, dice Douglas.

Me pregunto si la relación con Kirk cambió con los años, tras el distanciamiento entre ambos en su infancia. Kirk estaba “muy, muy ocupado (cuando yo era niño). Luego, cuando su carrera cambió o decayó un poco, consiguió tener más tiempo. Nos hicimos más cercanos. Creo que se aterrorizó cuando le dije que iba a ser actor. Me dijo: ‘Michael, si hubiera sabido que ibas a tener éxito habría sido mucho más amable contigo’”.

Douglas y Zeta-Jones viven en Santa Bárbara. “Ya no puedo afrontar los inviernos de la costa este”. ¿Y los inviernos galeses? “Bueno, llueve, ¿no?”. Sin embargo, le interesa mucho lo que ocurre al otro lado del charco, y de vez en cuando pasa algún tiempo cerca de Swansea, de donde es originaria la familia de Zeta-Jones. 

Entonces dice, sin que nadie se lo pida: “¿Se está debatiendo mucho en el Reino Unido, o se está debatiendo algo, sobre la reincorporación a la UE?”.

Yo digo que no mucho. No es algo de lo que los políticos de ningún partido quieran hablar. “Recuerdo una vez (antes del referéndum) estar en Swansea. Se estaba moviendo y había todo ese dinero de la UE gastándose allí”. 

La salida fue “terrible” para el Reino Unido. “Al país le vendieron una factura de mercancías, hombre. No lo hacen mucho en el Reino Unido, en las noticias, pero deberían tomar los viejos discursos políticos que se hicieron (antes de la votación)... deberían recordar a la gente lo que se les prometió”. 

Ninguno de los dos podemos terminar nuestro gigantesco plato principal, y mientras se retiran los platos, la conversación gira en torno al futuro de una industria en la que lleva trabajando más de 50 años.

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