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No llores por mí Argentina: Las tres caras de una crisis
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Caminar por Buenos Aires es una aventura de contrastes. Los argentinos se preparan para terminar el año con una inflación histórica del 90%, pero los principales teatros, restaurantes y boliches porteños no dan abasto ante la alta demanda.
¿La razón? Todos tratan de “quemar” su dinero porque los precios de hoy son más baratos que mañana. No existe la alternativa de ahorrar ni invertir y mucho menos comprar más de US$ 200 mensuales debido a las restricciones cambiarias, así que la solución es gastar.
Con el Obelisco haciendo sombra a la Avenida 9 de Julio, miles de manifestantes se movilizaron esta semana en las arterias bonaerenses reclamando por la situación económica.
El telón de fondo es la grave crisis que vive Argentina y para muchos, la vía de escape es el aeropuerto de Ezeiza.
Clarín consignó que los números de la Dirección Nacional de Migraciones arrojaron que al menos 100 personas estaban abandonando el país diariamente para radicarse en otro país.
Las cifras macroeconómicas son duras. La inflación está afectando y volviendo más pobres a los argentinos. De acuerdo a las últimas cifras oficiales, el 37,2% de la población vivía en la pobreza a fines de 2021 y se espera que al finalizar el año termine sobre el 40%.
El peso argentino refleja en parte el duro escenario. Es la segunda moneda emergente que más cae frente al dólar según datos de Bloomberg, retrocediendo más de 24%.
Al otro lado de la cordillera existen al menos 13 opciones de tipos de cambio, que varían de acuerdo al uso que se busca dar al billete verde. El más conocido es el “dólar blue”, que está fuera del ámbito legal y se libra de los controles estatales. Lo promueven como el más conveniente para el turista.
La confianza en la economía del país es prácticamente nula. El riesgo país de acuerdo a un índice formulado por JPMorgan que evalúa las posibilidades de recuperar una inversión, llegó el mes pasado a 2.935 puntos. El de Chile es de 169 puntos.
Las pugnas políticas al interior del gobierno de Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Fernández, llevaron a que Argentina tuviera en menos de un mes tres ministros de Economía.
Sergio Massa lidera ahora la cartera y las finanzas públicas. Tiene como misión evitar el colapso económico y financiero del país, algo que muchos recuerdan con temor. La tarea no es fácil, puesto que debe recortar el déficit fiscal en línea con los compromisos adquiridos con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La meta es disminuir al 2,5% del PIB el déficit fiscal primario que equivale a lo que gastó el Estado sin incluir el pago de deuda al FMI.
Una de las medidas que se tomaron es el recorte de subsidios energéticos. La presidenta de Agua y Saneamientos Argentinos, Malena Galmarini, afirmó que no es un aumento de tarifas, sino “una redistribución de subsidios”.
Para paliar los efectos de la crisis entre las pensiones, se anunció la semana pasada que 1.900 empresas debían anticipar el pago de sus impuestos a las ganancias que corresponden en 2023 para este año. Los fondos obtenidos son para aumentar las jubilaciones que entrega el Estado argentino.
Para entender el actual panorama económico del vecino país, la economista y directora ejecutiva de la consultora EcoGo, Marina Dal Poggetto, recuerda que Argentina es de 1960 a la fecha el país de la región con mayores episodios de recesión.
Dal Poggetto expone que el origen de la actual situación económica del país trasandino se inició hace al menos 10 años atrás, cuando se comenzó con una política fiscal expansiva sin fin. A contar de 2011, Argentina ya tenía déficit fiscal y en la cuenta corriente.
Añade que durante el último gobierno de Cristina Fernández se desarrolló con una brecha cambiaria y luego con Mauricio Macri se trató de remediar sin éxito. Así, en 2018 y 2019, la economía argentina entró en picada y la inflación se aceleró, pasando al 50% anual.
Debido a la recesión de la economía, Macri suscribió con el Fondo Monetario Internacional el mayor préstamo que se haya dado al país. El crédito fue de US$ 50 mil millones, que luego terminaron siendo más de US$ 57.100 millones.
La economista explica que Alberto Fernández se comenzó a abocar a la reestructuración de la deuda y enfrentar los efectos económicos que produjo la pandemia del Covid-19, que agravó más los problemas.
“En 2022 se cumple el acuerdo con el FMI. Vino la guerra en Ucrania, que favoreció en los precios de los principales productos de exportación, pero complicó en los precios de la energía. Sobre todo en términos fiscales, por la incidencia que tienen los subsidios energéticos en el agujero fiscal. Así se tuvo una disparada en la inflación”, menciona Dal Poggetto.
El economista de la Universidad de Buenos Aires, Jorge Neyro, hace presente que Argentina salió de la pandemia con una emisión monetaria muy alta, “reflejo de un gasto público muy grande producto de todas las ayudas sociales, sobre todo por los subsidios energéticos”.
Neyro declara que todo este cúmulo de factores llevaron a la actual situación, que recrudeció “por cierta irresponsabilidad en las políticas económicas aplicadas, que en vez de contener y redistribuir los costos, aumentaron las presiones”.
Se añade a la odisea la brecha cambiaria. El dólar oficial vale cerca de 135 pesos argentinos y el marginal casi 300 pesos.
Esto se detonó con mayor fuerza con la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía en julio. Luego hubo un breve arribo de Silvia Bastakis, que renunció a los pocos días. Finalmente tomó la posta Sergio Massa.
Uno de los pocos mecanismos de ahorro que existían en Argentina era el dólar. Dal Poggetto señala que “hay dos economías en Argentina. Los argentinos tradicionalmente ahorran en dólares. A lo largo de los últimos 10 años, se compraron dólares equivalente a cinco veces el tamaño del crédito en Argentina, que son siete puntos del producto. Ahora, Argentina se volvió muy barato al dólar marginal”.
Actualmente, los argentinos solo pueden comprar un máximo de US$ 200 dólares al mes. El Banco Central de Argentina restringió la posibilidad de pagar en cuotas los consumos en tiendas duty free y prohibió la compra de pasajes y servicios de turismo en el exterior.
Estas medidas tratan de hacer frente a la escasez de dólares que tiene la autoridad monetaria trasandina, y desalentar la salida del billete verde de sus fronteras.
Los restaurantes llenos en plena crisis económica es todo un tema en el país vecino. De hecho, hay múltiples vídeos en redes sociales que se han hecho virales comentando la situación, porque hasta para los propios argentinos es inaudito.
Un video de la influencer argentina, Camila Ramirez, que tiene más de 72 mil likes, lo aborda: “Somos la generación de fingir demencia. El país se está prendiendo fuego y uno va al boliche y está lleno. La gente compra champaña, mesas que valen una fortuna (...) es como si ninguno de nuestros gastos tuviera sentido”.
Reflexiona que “tampoco es que gane una fortuna, es como que ya fue. Me la delirio en el disfrute y listo, porque con lo que gano no me alcanza para nada, no me voy a hacer una casa”.
Un estudio elaborado por la consultora Ecolatina exhibió que la venta de restaurantes en la ciudad de Buenos Aires está en su nivel más alto en los últimos siete años.
Muestra de ello, es que en los mejores lugares para comer en la ciudad de la furia, como dice la canción de Soda Stereo, no hay mesas disponibles para hacer reservas. Para el restaurante Don Julio -una de las mejores parrillas de Argentina y del mundo, ubicado en el tradicional barrio de Palermo- recién hay disponibilidad para dos personas a mediados de octubre.
Afrika, La Mala y Jet, son algunos de los boliches más concurridos de la noche porteña, y tampoco son la excepción de esta ola de consumo, con las mesas llenas y las pistas de baile alborotadas de gente.
Lo mismo sucede al trasladarse a Avenida Corrientes, en donde están los teatros. La cartelera no da abasto.
No sólo los restaurantes, los centros de esquí en Bariloche están a tope. La historia se repite en Mendoza, Iguazú, San Martín de los Andes, Salta, que están a plena capacidad hotelera.
Más de 2,5 millones de argentinos viajaron dentro de su país durante la temporada de invierno, según estadísticas del Ministerio de Turismo.
Esto también sucede con los espectáculos. La banda Coldplay hará 10 conciertos en el Monumental de River Plate que están totalmente vendidos, equivalente a más de 550 mil entradas.
A pesar de la inflación que también ha afectado a los alimentos, un análisis hecho por la consultora Scentia dio que en julio los supermercados en Argentina subieron un 2% sus ventas respecto a 2021.
El profesor de la Universidad de Buenos Aires, Fernando Moiguer, manifestó en una columna en Clarín que “las clases medias altas y altas, con la tranquilidad de lo básico resuelto, ‘queman’ pesos en todos los consumos de ocio y recreación posibles”.
Neyro narra que las personas tienen nulo margen para ahorrar en pesos argentinos y escaso espacio para hacerlo en dólares, por lo que prefieren consumir en bienes más baratos o no tan dolarizados. Esto, pues con los efectos de la inflación se reduce la capacidad de ahorrar.
“Eligen no ahorrar porque parece que no sirve, entonces se lo gastan en restaurantes, en viajes cortos dentro del país y en actividades, porque no les alcanza para otras cosas”, apunta el académico.
Suma que las clases medias “reorientan sus consumos a cuestiones más inmediatas y de mayor satisfacción, porque ven que objetivos más largos o bienes más caros resultan mucho más inciertos en el futuro para ser adquiridos”.
Neyro rememora que en Argentina, a diferencia de Chile, casi no existen los créditos a largo plazo y es muy caro.
Victoria García tiene 31 años. La otra semana se va de Argentina con rumbo a Australia. “Estoy buscando un futuro mejor y obviamente me voy a un mejor lugar, donde tendré mayores oportunidades y más calidad de vida. La verdad es que el país hace varios años que viene mal, hay una crisis muy grande y una inflación descomunal”, dice.
García estudió marketing, y a más de 12 mil kilómetros de su país comenzará a hacer un MBA para luego conseguir un trabajo allá.
Relata que gran parte de su círculo se está yendo del país, “y es una pena. Se están viviendo tiempos difíciles”.
La misma situación llevó a que la familia de Juan Iglesias, de 25 años, esté separada. Sus padres y hermano se radicaron en España el año pasado.
Juan estuvo unos meses en Europa visitando a su familia, pero sigue viviendo en Argentina mientras termina la universidad. “Recién ahí me voy a ir a vivir afuera”, sostiene.
Clara Lúcido tiene 24 años y el 6 de septiembre tiene boleto a Miami. “Voy a probar suerte, era algo que quería hacer un montón. En julio llegamos a un 7% de inflación mensual, y eso me impulsó a hacerlo”, detalla.
Lúcido trabaja como fotógrafa y community manager, además tiene una agencia creativa. Específica que en Argentina le costaba mucho proyectarse, porque cada vez que hacía un presupuesto debía ajustarse a la situación económica.
“Me cansé de esta situación, yo quiero cobrar mi trabajo por lo que es, que el presupuesto no sea un impedimento y que al final te limita en pensar en grande”, dice Lúcido.
Como Victoria, Juan y Clara, existe entre los jóvenes argentinos un alto pesimismo sobre el rumbo del país. Una encuesta realizada el año pasado por la Universidad de la Empresa Argentina (UADE) reveló que más de la mitad de los argentinos preferiría vivir en otro país.
Seis de cada 10 argentinos que desearían vivir en el exterior ven a las perspectivas económicas de Argentina como la principal motivación para emigrar. Este motivo es aludido especialmente por el 70% de los jóvenes que expresaron tal voluntad.
Ante este silencioso éxodo y ánimo por emigrar, el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, exclamó en una ocasión “¡no se vayan, hay un país que construir!”.
La verdad es que no hay mucha esperanza para el futuro de Argentina. García sostiene que debe haber un cambio de gobierno, y luego debe transcurrir mucho tiempo para que se puedan hacer las transformaciones necesarias para que se recupere. “Es triste, pero no hay muchas esperanzas”, concluye.
Similar visión señala Lúcido: “Estoy totalmente acostumbrada y dudo que cambie, aunque siempre está la esperanza y ojalá que sí, porque es terrible la cantidad de gente que se está yendo, me preocupa”.
El sondeo de la UADE arrojó que el 57% afirmó que la situación económica general estará peor o mucho peor dentro de los próximos 10 años.
La perspectiva de los jóvenes confirma este pesimismo: el 62% de quienes tienen 16 a 24 años y el 66% entre los que tienen 25 a 34 años respalda esta postura.