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Qué ha cambiado en el mundo y qué no tras un año de guerra entre Rusia y Ucrania

Qué ha cambiado en el mundo y qué no tras un año de guerra entre Rusia y Ucrania

El mundo ha entrado a una nueva etapa. Nuevos poderes, un nuevo héroe, más inflación y una crisis que no se dio. El conflicto aún parece lejos de terminar.

Por: Marcela Vélez-Plickert desde Londres | Publicado: Viernes 24 de febrero de 2023 a las 06:00
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La pequeña Nicole celebró sus 2 años en Londres, rodeada de extraños y su madre Lily. Su padre estuvo ausente. Nicole no lo conoce. Las pocas veces que logra verlo en la pantalla del teléfono lo llama “tío”. No lo ha visto desde hace ocho meses. Su padre está en Kiev, y Nicole y su madre son solo dos de los 14 millones de personas desplazadas por la guerra que Rusia comenzó el 24 de febrero 2022.

Sus fortunas, como la del mundo entero, cambiaron desde entonces. Con solo una maleta y un coche, Lily dejó su casa y trabajo y aterrizó en Londres en abril, dos meses después de que las primeras bombas cayeron sobre Kiev y tras semanas estancada en la frontera. Hoy, tras ocho meses y tres familias huéspedes, Lily y Nicole están de vuelta en Kiev, corriendo a los refugios al sonar de las sirenas.

El entusiasmo de las familias de acogida, al menos en Londres, se va agotando, al igual que el de los manifestantes que llenaron las calles las primeras semanas condenando la guerra.
“La mayor tragedia en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial” ha provocado cambios geopolíticos, creado nuevos líderes y nuevos bloques. También hay dramáticas profecías que no se cumplieron. Aquí hay algunas de ellas.
 

Una guerra rápida

Ya en noviembre de 2021, tres meses antes, en las calles de Moscú y los pasillos diplomáticos se hablaba de un inminente ataque ruso en Ucrania, recuerda Francis Scarr, periodista de la BBC y entonces corresponsal en Moscú. Tras la anexión de Crimea a Rusia en 2014, la amenaza de un nuevo ataque militar siempre estuvo presente en la mente de los ucranianos.

Pero la reacción el 24 de febrero fue de incredulidad. La sorpresiva resistencia de los ucranianos llevó enseguida a analistas y diplomáticos a hablar de un fracaso de Moscú en su plan de una “blitzkrieg”, un ataque rápido, para sacar al gobierno de Kiev y poner a uno a su medida, que le permitiera controlar Ucrania y anexar más territorio al este del país (la región del Donbás).

La teoría se expandió rápidamente. Meses después, el Royal United Services Institute for Defence and Security Studies, think tank británico de seguridad, publicó un reporte basado en supuestos documentos rusos firmados por el propio Putin que delineaban un plan para tomar Kiev en 10 días y anexar toda Ucrania en agosto 2022.

Sin embargo, los académicos en Defensa de King’s College London, André Carvalho y Zeno Leoni, afirman que la estrategia de Rusia, de movilizar sus fuerzas y acumularlas en las fronteras, no se alinea con la teoría de una “blitzkrieg” pues eliminaba el factor sorpresa y ataque rápido que tal estrategia demanda.

En su lugar, sostienen Carvalho y Leoni, Moscú probablemente apostaba por una táctica de “shock”, que implica el uso de fuerzas concentradas para paralizar al adversario y lograr su inmediata rendición. Quizás no en 10 días, pero los estrategas rusos de seguro no esperaban un año después seguir sin avances concretos.
 

La caída de Moscú

Si bien Rusia ha perdido unos 200 mil soldados desde el inicio de su invasión en Ucrania, según datos de inteligencia británica, y el país está bajo fuertes sanciones económicas, lo cierto es que ni Rusia ni el régimen de Vladimir Putin han colapsado.

Cientos de empresas internacionales, incluyendo Ikea, Adidas e icónicamente McDonald’s, abandonaron Rusia una vez que EEUU y la Unión Europea iniciaron la implementación de nueve paquetes de sanciones económicas, primero contra Putin y otros políticos y millonarios rusos, y luego al país y sus empresas.

Según el Consejo Europeo, el fin de las sanciones busca disuadir a Moscú y debilitar su capacidad financiar la guerra. Políticamente, el objetivo era generar malestar interno con Putin una vez se deterioren las condiciones económicas. Pero tras un año es claro que Rusia no ha caído ni en la crisis bancaria o económica que se esperaba.

Quienes defienden las sanciones afirman que es cuestión de tiempo. El FMI y el Banco Mundial calculan que la economía rusa se contrajo entre 2,5% y 3,9% en 2022. Para este año, el FMI incluso cree que habrá un crecimiento de 0,3%.

Para Moscú ha sido clave la posición de China e India, que se han convertido en los principales consumidores de su petróleo y derivados. India ha triplicado sus importaciones desde el inicio de la guerra, y China ha desplazado a la UE como principal mercado del petróleo ruso.
 

Apagones en Europa

Así como Moscú no ha caído en el caos, tampoco lo ha hecho Europa. Desde el inicio de la guerra, uno de los mayores puntos de preocupación fue el suministro de petróleo, gas y carbón de Rusia a la UE, con Alemania como el país más dependiente sobre todo del gas que moviliza a su industria exportadora. Para octubre, la comisaria Europa de manejo de crisis, Janez Lenarcic, reconoció que la UE podría enfrentar un escenario de apagones masivos una vez comenzara el invierno.

La explosión del gasoducto NordStream 1 terminó por cerrar la llave del gas ruso, que pasó de representar casi un tercio de la matriz energética europea a solo 5,8% al cierre de 2022, según el Instituto Oxford de Estudios Energéticos.

Zelensky lidera un gobierno en guerra, un ejército reforzado con soldados improvisados entre civiles y voluntarios, y la guerra comunicacional. No hay líder europeo, sumado a Biden, que no haya visitado Kiev para tomarse una foto con él. Sus conmovedoras intervenciones ante parlamentos y asambleas son recibidas con ovaciones.
Alemania puso en pie en tiempo récord nuevos puertos para la importación de gas natural licuado (LNG) suministrado principalmente por EEUU, Francia aumentó la producción de energía nuclear. Pero, como destaca la consultora Ember, la clave estuvo en el aceleramiento de la transición energética. En 2022, por primera vez, la energía solar y eólica fue el principal contribuyente en la matriz europea, con un 22 por ciento.

Irónicamente, el cambio climático también salió al rescate de Europa, con temporales más cortos, y en general un invierno mucho más benigno de lo esperado.

Crisis global

Un mes después del inicio de la guerra, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, advirtió del riesgo de un “huracán de hambre”, que generaría una ola de inestabilidad política entre los países más pobres. Antes de los ataques, Rusia y Ucrania proveían del 30% del trigo y más de la mitad del aceite de girasol consumido en el mundo. Guterres reveló que Ucrania era el principal proveedor del trigo repartido por el Programa Mundial de Alimentos (PMA), principalmente en África.

El bloqueo de los envíos ucranianos de parte de Rusia, y las sanciones contra este último, dispararon los precios de los alimentos en 13% en un solo mes. El índice de precios elaborado por la FAO llegó a un récord (159,7) en marzo, y aunque registra 10 meses consecutivos de baja, se mantiene en niveles aún más altos que los registrados durante la crisis de hambre que azotó a decenas de países emergentes entre 2007 y 2008.

A pesar de los riesgos, sin embargo, la ola de hambre por el aumento del precio del trigo, el aceite y los fertilizantes vaticinada por Guterres no se ha materializado hasta ahora. En gran parte por el acuerdo sellado en diciembre, gracias a la intervención de Turquía, y que aseguró que ambas partes respetaran las exportaciones agrícolas.
 

Apoyo ilimitado

Cuando Rusia anexó la península ucraniana de Crimea en 2014, EEUU y la UE respondieron con la imposición de sanciones económicas. La efectividad de las sanciones, sin embargo, es cuestionable, dado que ocho años después Rusia fue capaz de lanzar un ataque a gran escala contra Ucrania.

La invasión con tanques y los ataques aéreos sobre la capital Kiev, las denuncias de masacres, torturas y violaciones en pueblos enteros, llevaron a que 143 países votaran contra Rusia en la Asamblea General de las Naciones Unidas de octubre pasado.

Sin embargo, las acciones rusas no recibieron la condena unánime que se podría esperar en un mundo que dice gobernarse por las leyes de la comunidad internacional. Más de 30 países han evitado votar contra Rusia. Washington y la UE no han logrado sumar a Latinoamérica, ni China ni India en las sanciones contra Moscú, y mucho menos en el apoyo económico y militar a Ucrania.
 

Un mundo multipolar

Este quizás es uno de los mayores cambios que la guerra ha introducido en el escenario internacional: la consolidación de nuevos polos de poder. Si bien en un inicio parecíamos revivir la Guerra Fría, lo cierto es que China, Turquía y Arabia Saudita han ganado espacio en un punto intermedio entre Rusia y Occidente.

Cercano a Putin y socio de la UE, el presidente Recepp Tayipp Erdogan cimentó su poder al convertirse en el intermediario de factor entre las partes en conflicto. Turquía ha suministrado drones y equipo militar a Ucrania, bloqueado el paso a barcos de guerra rusos en el Mar Negro, pero al mismo tiempo amenaza la integración de Finlandia y Suecia a la OTAN.

Erdogan visitó Kiev pero también Moscú, y es uno de los pocos líderes mundiales que mantiene contacto telefónico directo con Putin. Su rol fue clave en la negociación de los tratados para garantizar el suministro de cereales. Al mismo tiempo, Erdogan ha convertido a Turquía en uno de los beneficiarios del gas y petróleos rusos, sus turistas y aparentemente ingentes flujos de capital en efectivo, que a septiembre sumaban US$ 25 mil millones.

China, con amplia influencia en Latinoamérica y África, ha liderado la postura de los países emergentes, absteniéndose -por ejemplo- en el voto contra Rusia en la ONU. Es más, Wang Yin, el principal diplomático de China, visitó Moscú inmediatamente después de una fracasada reunión con su par estadounidense, Anthony Blinken.
 

El regreso del petróleo

Otro nuevo polo de poder se consolida ahora en Medio Oriente. La salida del petróleo ruso llevó el precio del petróleo Brent hasta los US$ 122 en junio, consolidando las arcas fiscales y con ello el poder de Arabia Saudita. Un mes después, el presidente estadounidense, Joe Biden, llegó hasta Arabia Saudita para darle la mano al príncipe heredero Mohammed bin Salman, a quien había nombrado antes “un paria”. En una muestra de la pérdida de influencia de Washington, Biden regresó del viaje con las manos vacías. La OPEP no solo se negó a aumentar la producción de petróleo, sino que en octubre anunció un recorte.

Esta fue solo otra parte del cambio de agenda mundial. Hasta enero 2022, el cambio climático y el abandono de energías fósiles dominaban las discusiones de políticas públicas en EEUU y Europa. Tras el inicio de la guerra, el mundo descubrió que las energías renovables no bastaban para cubrir la demanda, más aún con la creciente flota de vehículos eléctricos.

A pesar del discurso de los últimos años y las promesas en las cumbres COP anuales, la demanda por petróleo alcanzó un récord de 1,3 millones de barriles diarios en diciembre.

Según la Agencia Internacional de Energía, durante 2022, gobiernos alrededor del mundo dedicaron más de US$ 1 billón a subsidiar combustibles fósiles. Empresas como Shell, Saudi Aramco y BP reportaron utilidades récord.

“(Un ejemplo del cambio en la agenda es) hasta antes de la crisis, Noruega era duramente criticado por sus pares europeos, por sus exportaciones de petróleo y gas, a pesar de sus políticas verdes. Nadie volverá a llamar hipócrita a Noruega… Asegurar el suministro de energía ha escalado a la prioridad de la agenda de los gobiernos, tras cinco años de dominio del cambio climático”, explicó a DF MAS Javier Blas, columnista jefe de energía de Bloomberg.
 

Más armas

No solo el petróleo recuperó su atractivo, también las armas. El Departamento de Estado reportó un aumento de 49% en las exportaciones de armamento estadounidense durante 2022. Mientras países de Europa se apresuran a fortalecer sus ejércitos ante la amenaza rusa, en Asia, países como India, Indonesia y Taiwán miran con preocupación una eventual agresión de China.

El cambio es tan profundo que incluso los gobiernos progresistas de izquierda de Alemania y Finlandia han aprobado aumentos en sus gastos militares y el envío de artillería pesada a Ucrania. Polonia ha lanzado un ambicioso -y oneroso- plan para duplicar su capacidad militar. Mientras, las empresas de defensa viven uno de sus mejores años. SAAB, la fabricante sueca de drones militares, ha visto dispararse sus acciones 163 por ciento en los últimos 12 meses. Los papeles de la alemana Rheinmetall, que ocupa los deseados tanques Leopard, han subido 155 por ciento.
 

Inflación y más inflación

El impacto de la aventura militar de Vladimir Putin se expandió por todas las regiones. Sí, también a Latinoamérica, África y el sudeste asiático, regiones que han hecho esfuerzos por restarse del conflicto. El alza de precio de las materias se agravó con el inicio de la guerra, y aunque esto supone una ventaja para los países exportadores, también ha significado un alza mayor y más persistente de lo esperado de la inflación.

Esto último, asegura William Jackson, economista jefe de mercados emergentes de Capital Economics, ha afectado especialmente a los países en desarrollo, muchos con tasas de interés en dos dígitos. “La elevada inflación y las tasas de interés altas seguirán lastrando el crecimiento en muchos mercados emergentes en los próximos trimestres”, afirma.
 

Nace un héroe

Es el rostro de la resistencia. Si esta guerra tiene una imagen es la de Volodymyr Zelensky, el presidente ucraniano, con polera o polerón verde oliva, pantalón cargo y botas militares. El actor, el comediante convertido en presidente, sorprendió a Putin y al mundo entero al negarse a abandonar su país cuando las primeras bombas cayeron cerca de la sede del gobierno en Kiev.

“Necesito municiones, no un aventón”, respondió históricamente Zelensky cuando EEUU le ofreció evacuarlo.

Desde entonces, Zelensky lidera un gobierno en guerra, un ejército reforzado con soldados improvisados entre civiles y voluntarios, y la guerra comunicacional. No hay líder europeo, sumado a Biden, que no haya visitado Kiev para tomarse una foto con el carismático presidente de 45 años. Sus conmovedoras intervenciones ante parlamentos y asambleas son recibidas con ovaciones.

“Somos la última línea de defensa entre Rusia y Occidente, entre Rusia y la democracia y la libertad. Dennos armas y nosotros defenderemos”, reza el discurso de Zelensky, quien acertadamente se ha esforzado desde el primer minuto en presentar esta guerra como una amenaza a los valores de Occidente y el orden internacional en su conjunto.

Pero fuera del Hemisferio Norte, Occidente no está unido contra Moscú, y en Asia, Latinoamérica y África las posiciones se dividen entre el silencio o el apoyo a Putin. El presidente ruso cuenta con ello para prolongar un conflicto que no se puede dar el lujo de perder, a riesgo de su credibilidad y legado. Es un conflicto que Ucrania y Occidente tampoco se pueden permitir perder, porque abriría la puerta a una era de inseguridad y militarismo.

Nadie se aventura a delinear cómo se verá el fin de esta guerra. Pero hay consenso en que sea cual sea, no ocurrirá pronto.

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