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Rectoras bajo presión: El desconocido impacto de la guerra Israel - Hamas en prestigiosas universidades de EEUU

Rectoras bajo presión: El desconocido impacto de la guerra Israel - Hamas en prestigiosas universidades de EEUU

Desde la audiencia realizada el 5 de diciembre donde tres rectoras de prestigiosas universidades de EEUU debieron abordar conductas antisemitas en sus aulas, la polémica no se ha detenido. Incluso una de ellas, a cargo de la Universidad de Pensilvania, debió dimitir a su cargo. De paso, el tema ha puesto de manifiesto la influencia de los donantes de Wall Street en estos centros educacionales.

Por: Financial Times | Publicado: Sábado 16 de diciembre de 2023 a las 21:00
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Era una imagen fascinante: las rectoras de tres de las universidades más elitistas del mundo -Harvard, University of Pennsylvania y el Massachusetts Institute of Technology, MIT- sentadas juntas en una mesa en una comparecencia pública. Todas eran mujeres; una negra y otra judía.

Fueron ellas las testigos estrella en una audiencia en el Congreso sobre el antisemitismo universitario (realizada el martes 5 de diciembre). En cuestión de días, una de ellas sería obligada a dimitir y las demás se aferrarían a sus puestos de trabajo.

Ese parecía un resultado improbable ese martes por la mañana, cuando Claudine Gay, de Harvard; Elizabeth Magill, de Penn; y Sally Kornbluth, del MIT, mostraron la cautela propia de los académicos mientras se esforzaban por dar respuestas precisas a las preguntas de los miembros del Congreso sobre si sus culturas universitarias habían incitado de alguna manera una hostilidad hacia los judíos, la que ha aumentado desde el ataque de Hamas a Israel el pasado 7 de octubre. En sus comentarios iniciales, las tres lo negaron y ofrecieron repetidas y explícitas condenas y garantías.

Sin embargo, nada de eso pareció importar después de un encuentro de tres minutos y medio con Elise Stefanik. La representante republicana de Nueva York, ella misma graduada de Harvard, planteó una pregunta aparentemente sencilla: sí o no. ¿Los llamados al genocidio de judíos en el campus violarían sus códigos de conducta o políticas de acoso? Cuando se les pidió que mostraran claridad moral, las rectoras se volvieron leguleyas y evasivas.

“Si el discurso se convierte en conducta, sí, puede ser acoso”, respondió Magill, sonriendo torpemente.
“Estoy preguntando si pedir específicamente el genocidio de los judíos, ¿constituye eso intimidación o acoso?”, insistió Stefanik.

“Si es dirigido, severo o generalizado, es acoso”, dijo Magill.
“¿Entonces la respuesta es sí?”
Había una sensación de incredulidad creciente, casi palpable. “Es una decisión que depende del contexto, congresista”, concluyó Magill, de Penn.

Ante la misma pregunta, Gay -de Harvard- también sonó, como dijo un observador, como una acusada en un tribunal. “Puede serlo -dijo- dependiendo del contexto”.

En cuestión de horas, ese intercambio fue tratado por muchos –judíos y no judíos– como un momento histórico en el que la confusión moral de las universidades de élite de Estados Unidos quedó al descubierto. Fue la misma confusión que sorprendió a tantos cuando, mientras continuaba la matanza de civiles israelíes por parte de Hamas, algunos estudiantes la celebraron o trataron de justificarla.

Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer –y nieto de las víctimas del Holocausto– calificó el testimonio de las rectoras como “uno de los momentos más despreciables en la historia de la academia estadounidense”.
 

Titanes de Wall Street

Resulta que una de las personas más influyentes de la saga ni siquiera estaba en Washington ese día. Bill Ackman, el ex alumno de Harvard que ha liderado la lucha, observó este episodio desde las oficinas de su hedge fund -Pershing Square Capital Management- en Nueva York. 
En esta campaña contra las universidades de elite ha trabajado otro titán de Wall Street, Marc Rowan, ex alumno de Penn y fundador de Apollo Global Management, una de las firmas de private equity más grandes del mundo.

Ambos han llevado a cabo su campaña con el mismo vigor -y algunas de las mismas tácticas de puño limpio- que han emprendido contra juntas directivas corporativas recalcitrantes. Han utilizado cartas públicas, contactos en Washington, relaciones de larga data con la prensa y, sobre todo, amenazas de poner fin a sus donaciones.

Esto ha generado críticas sobre la influencia de los donantes multimillonarios en estas casas de estudio, que se supone son baluartes de la libertad académica. “Lo que estamos viendo ahora es un puñado de individuos súper-ultra-ricos (plutócratas a los que, supongo, se llamaría filántropos) que tienen una influencia increíble sobre la educación superior”, dice Isaac Kamola, profesor del Trinity College de Connecticut, que ha escrito sobre la influencia de los donantes. 

Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer -y nieto de las víctimas del Holocausto- calificó el testimonio de las rectoras como “uno de los momentos más despreciables en la historia de la academia estadounidense”.
“Muchos de ellos entienden que como son la persona más rica de la sala, son también la persona más inteligente de la sala y, por lo tanto, saben más”, señala Kamola, quien cree que, como muchos hombres mayores, ellos añoran el campus que recuerdan, que era notablemente menos diverso y con mucho menos discusión sobre política racial.
Un asesor de un donante rechazó las acusaciones de intromisión y dijo: “Esto es existencial. No es algo así como: ‘No me gusta esta clase en particular’”.

Una queja entre los donantes es que las rectoras de las universidades de elite no se han comprometido lo suficiente con ellos. Pero hacerlo corre el riesgo de dar la impresión de estar en los bolsillos de la élite. Incluso muchos críticos admiten que las rectoras se han visto en una posición compleja: se les ha pedido que evalúen las apasionadas reacciones de los estudiantes ante las problemáticas cuestiones de Israel y los palestinos en medio de una guerra que avanza rápido. Muchos de los que se han sumado a las protestas están fortalecidos por la justa creencia de que éste es “nuestro Vietnam”.

Durante su testimonio, Gay señaló que su primer instinto después del 7 de octubre fue garantizar la seguridad del personal y los estudiantes de Harvard en la región, no emitir declaraciones. Aun así, los críticos han notado que su declaración inicial estuvo muy por debajo de la emocional que emitió después del asesinato de George Floyd en 2020. El viernes se disculpó por su testimonio y le dijo al Harvard Crimson, el periódico universitario: “Lo siento... Cuando las palabras amplifican la angustia y el dolor, no sé cómo puedes sentir algo más que arrepentimiento”.
 

Crece la violencia

Los estudiantes judíos no son los únicos que se quejan del creciente clima de intimidación y violencia. Muchos musulmanes han informado de un aumento concomitante de la islamofobia que también los ha dejado temerosos. En Burlington, Vermont, tres estudiantes universitarios palestinos, dos de los cuales llevaban pañuelos keffiyeh, fueron baleados mientras caminaban por la calle a finales de noviembre. Uno quedó paralizado. Cuando los estudiantes palestinos en Estados Unidos se presentaron a los exámenes finales la semana pasada, lo hicieron mientras el número de muertes de civiles en Gaza aumentaba vertiginosamente.

Magill, rectora de Penn, que asumió el cargo el año pasado, había sido elogiada por su compromiso de preservar la libertad de expresión en el campus en una era en la que se ha visto restringida por la cultura de la cancelación y las advertencias de activación.

Pero incluso algunos que simpatizaban con la difícil situación de las rectoras cambiaron de postura después de la audiencia. “Esto se salió de control ayer”, dijo el miércoles (6 de diciembre) un graduado judío de Penn, expresando un profundo sentimiento de angustia. “Los judíos de Penn pensaron que habían superado el antisemitismo de la década de 1950 y las cuotas y luego miraron hacia arriba y descubrieron que habían sido condenados al ostracismo por la élite liberal, porque piensan que somos ‘blancos’ y odian a Israel”.

Como sugiere ese comentario, la campaña de donantes también se está convirtiendo en una lucha entre generaciones sobre las filosofías progresistas (incluidas las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión y la teoría crítica de la raza) que se han arraigado en las universidades estadounidenses en los últimos años.

En opinión de muchos judíos, existe una tendencia creciente a tratarlos como “opresores blancos” y villanos, pero rara vez como víctimas potenciales. El resultado, dicen, es un doble rasero en el que se ha aumentado la sensibilidad hacia las personas de color, las personas queer y otras minorías, pero no hacia los judíos.

Un punto de discordia especialmente irritante es el canto activista para liberar a Palestina “del río al mar”, que puede interpretarse como un llamado a la eliminación de Israel; o “globalizar la Intifada”, que muchos judíos consideran no como un impulso de liberación sino de violencia contra ellos.
“Especialmente después de George Floyd, hemos tenido una reeducación de Estados Unidos”, dice Kiran Lang, una trabajadora social que se graduó en Harvard en 1993. “No se trata de cómo una parte piensa sobre lo que dijo, sino de cómo se recibe”. Al continuar gritando consignas de este tipo, los manifestantes están siendo deliberadamente hirientes, argumenta, y afirma: “Esta no es una declaración para ‘liberar a los palestinos’”.

A pesar de todos sus recursos, los donantes a menudo ejercen menos influencia de lo que podría parecer, según Frederic Fransen, cuya empresa, Donor Advising, ayuda a los donantes ricos con donaciones filantrópicas. Las universidades, señala, pasaron décadas construyendo relaciones con patrocinadores adinerados. Esas relaciones, predice, eventualmente se reanudarán por razones ancestrales.

“Los donantes buscan que sus nietos, que no son académicamente estelares, ingresen en instituciones prestigiosas”, dice. “Y mientras los donantes tengan nietos que no sean académicamente estelares, se taparán la nariz”. Con una dotación de US$ 50.000 millones, Harvard aparentemente podría resistir el desafío de los donantes activistas.
Los propios judíos tienen múltiples opiniones sobre la arremetida de los donantes de Wall Street. Un estudiante de Harvard dice que aprecia que Ackman hable, pero le preocupa que “en cierto modo coincida con el estereotipo” de los judíos ricos que controlan el mundo.
 

Impacto en la imagen

Para las universidades de elite, tan acostumbradas a la deferencia y la admiración, la publicidad ha sido contundente e incómoda. Ahora ha salido a la luz una letanía de incidentes antisemitas, incluidas esvásticas y otros grafitis, así como historias de estudiantes judíos sobre el acoso que han sufrido. Algunos dicen que ya no usan artículos fuera de sus dormitorios que puedan identificarlos como judíos por temor a ser escupidos o acosados.
El lunes 4 de diciembre, durante una visita a Harvard, Gilad Erdan, embajador de Israel ante la ONU, dijo que la universidad se había convertido en “peligrosa para los judíos” y “una incubadora” para los partidarios de los terroristas”.

“Para una escuela que antepone la veritas (la verdad) a todo, esto es vergonzoso”, dijo.
 

Una larga disputa 

Si bien el 7 de octubre intensificó la lucha entre donantes y universidades, no fue el punto de partida. En Penn, Rowan y Ronald Lauder, el multimillonario heredero de los cosméticos, se habían sentido ofendidos en un festival literario de septiembre, Palestina Escribe. Celebrado en los terrenos de la escuela, contó con algunos oradores con una historia de lo que muchos consideran retórica antisemita, incluido Roger Waters de Pink Floyd. 

Trabajando detrás de escena, Rowan y Lauder le suplicaron a Magill que desvinculara a Penn del festival. Luego, la víspera del evento, un hombre irrumpió en el campus Hillel, un centro para estudiantes judíos, volcó muebles y contenedores de basura y gritó insultos antisemitas.
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