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Reino Unido, entre el duelo por su reina y la incertidumbre por la crisis económica
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Algo borrachos, tristes y sorprendidos, decenas de jóvenes entonan una vez más “God save the Queen” frente al Palacio de Buckingham la noche del 8 de septiembre. El himno inglés, cantado a viva voz a pesar de la lluvia, es seguido por una ronda de aplausos. Es extraño. Hay tristeza y solemnidad en el aire, a pesar de la frivolidad de gente tomando selfies y más de una lata de cerveza a la vista.
“Es un día muy triste. Nunca pensé… la Reina siempre ha estado ahí. Desde que nací. Sé que es raro, pero se siente como que perdimos a alguien de la familia”, asegura Maggie, asistente de marketing de 26 años, quien vino directo al Palacio junto a sus compañeros de oficina apenas escuchó la noticia.
¿El Rey Carlos? “No será lo mismo… Yo la apoyaba a ella, a la Reina”. La respuesta resume la sombra que pesa desde ya sobre el reinado de Carlos III.
A su llegada al Palacio, el nuevo rey dejó en claro que pretende ser un monarca cercano, afable. En lugar de entrar en auto, lo hizo a pie, y antes saludó a los cientos de personas alineadas a la valla frente al palacio.
Hubo apretones de manos, flores, alguien besó su mano y otra mujer su mejilla. Carlos III aceptó cada gesto de cariño sin pestañear. No pasó en vano para los comentaristas reales el tiempo extra que el ahora monarca dedicó especialmente a miembros de minorías o provenientes de excolonias.
Son todas señales de un rey que debe ganarse una nueva audiencia. Hasta junio, un 62% de los británicos seguía apoyando la continuidad de la monarquía, pero un 56% considera que su rol es menos importante que cuando asumió Elizabeth II en 1952.
Pero la encuesta de YouGov también reveló que entre los jóvenes (18-24 años) sólo un 33% apoya la idea de tener un rey o reina. Aún peor, la misma encuesta arrojó que el Príncipe William es visto como más apto para ser rey que el propio Carlos.
“Será mejor que siga el ejemplo de su madre. La Reina nos daba seguridad, estabilidad”, afirma Vanessa McMeice con lágrimas en los ojos. Apenas se enteró de la noticia buscó cómo trasladarse de Londres a Balmoral junto a su hija, pero las nueve horas de viaje en medio de la lluvia la convencieron de quedarse para despedirse de Elizabeth II y dar la bienvenida al nuevo rey.
Michael, de 63 años, espera que Carlos III tenga al menos la mitad de la fortaleza que su madre. “Ella siempre ha sido nuestra guía, nuestro ejemplo a seguir. Nos dio fuerza cuando como país nos sentíamos devastados por la pandemia. Nos dijo que siguiéramos adelante. Ahora enfrentamos otra pandemia, la del alza de costo de la vida”, afirma.
El país que asume el nuevo rey enfrenta su peor crisis en 40 años. La inflación supera el 10%, la libra esterlina se ha depreciado un 15% frente al dólar, y el Banco de Inglaterra proyecta que la contracción económica que comenzará en los últimos meses de este año se extenderá durante todo 2023.
Quizás, la agenda de austeridad con la que Carlos III asume el trono le ayude a sintonizar más con la ciudadanía. Es por él, afirman comentaristas, que el número de miembros de la familia real en actividades oficiales se ha reducido de 19 a seis.
Sería sólo un primer paso en el plan más amplio para modernizar a “La Firma”, como se conoce a la Casa Real, y convertirla en una institución más pequeña y acorde a los tiempos, asegura más de uno de los biógrafos del nuevo rey.
“Más allá de la reacción emocional, Reino Unido se enfrenta a un cambio. Ya no es el país que conocíamos, ordenado. Vemos un país atolondrado, que ha visto pasar cuatro primer ministros en una década. Suena a cliché, pero es en verdad el fin de una era, de verdad lo es”, afirma Luis Garicano, profesor de Economía en las universidades de Columbia y Chicago.
Para el académico, los políticos británicos “se dispararon en los pies” con el Brexit, al que señala como el factor que agrava la crisis. Si bien en el resto de Europa el alza del precio de la energía amenaza con llevar las economías a recesión, en Reino Unido el problema se agrava por la caída del comercio internacional y la pérdida de mano de obra desde la aprobación del Brexit.
A pesar de ello, el nuevo gobierno conservador, liderado por Liz Truss, llega con la promesa de seguir adelante con la separación de la UE.
“Nunca podrán concretar el Brexit, estarán renegociando siempre”, afirma Garicano, quien ve con preocupación cómo el tema está distrayendo al gobierno en momentos en que la prioridad de los hogares británicos es cómo financiarán la calefacción este invierno.
La prensa británica reportó la semana pasada que los jefes de policía están trabajando en un plan nacional ante un esperado aumento de la delincuencia y los desórdenes, en respuesta al alza del costo de la vida en el país.
Truss, quien hizo campaña entre los votantes conservadores con una agenda a la Thatcher, se vio obligada a dejar la ideología de lado y anunciar un plan de subsidios a las cuentas de luz de los hogares.
El plan, que podría superar el 7% del PIB inglés, subsidiará el aumento de la energía generada por gas, para evitar que el precio promedio de los hogares supere las 2.500 libras esterlinas (2,6 millones de pesos) al año hasta mediados de 2024. Para entonces, están previstas las próximas elecciones generales.
“Truss es reconocida por su fuerte ideología, pero no será capaz de implementar una agenda de recorte de impuestos o reducción del Estado. La crisis la obligará a otra cosa. El problema es que, por su ideología, no parece que esté en posición para dialogar y cooperar con la UE en una solución a la crisis energética, que es lo que se necesita”, afirma Joël Reland, de UK in Changing Europe.
Comentaristas esperan que el rey Carlos III también tenga voz en el manejo de la crisis, sobre todo haciendo lobby para buscar soluciones de largo plazo impulsando las energías limpias y otros cambios orientados a combatir el cambio climático.
Cuántos cambios podrá implementar o se atreverá a implementar está por verse. Las crisis ofrecen oportunidades. Pero en tiempos de incertidumbre, los británicos se han acostumbrado a buscar refugio en una reina sobria y serena.
Es 5 de noviembre de 2008. La Reina Isabel II se traslada desde Buckingham al nuevo edificio de la London School of Economics para inaugurarlo. Previo a su visita, relata el académico Luis Garicano, entonces en el Departamento de Investigación Económica de LSE, desde el Palacio habían anunciado que la Reina quería tener una breve presentación sobre la crisis financiera que había explotado dos meses antes.
“La presentación duró 15 minutos, le había preparado unas diapositivas, y hacia el final, me preguntó: “¿Si esto es tan grave, cómo nadie lo vio venir? En ese momento pensé: Es la pregunta precisa”, dice Garicano.
La respuesta giró en torno al fallo sistémico del sistema financiero. “Awful”, respondió someramente la Reina, quien continuó con la visita.
Los diarios, recuerda Garicano, interpretaron de distintas formas el escueto comentario. Algunos apuntaron a las supuestas pérdidas sufridas por las inversiones de la propia Reina, otros a que con esa simple pregunta la monarca había puesto en el banquillo a los economistas en general.
Para Garicano la explicación es otra: “Esa era “la pregunta”, era la pregunta que todos se hacían, que la ciudadanía se hacía, que todos, en verdad… Lo que muestra su capacidad (de la Reina) para capturar el sentimiento popular”.