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Threads, un retroceso a los vertiginosos inicios de Twitter
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Parece que estemos de nuevo en 2006. Una nueva red social ha incendiado Internet.
Más que nada, el lanzamiento de Threads por Meta el jueves es un viaje nostálgico para los que nos apuntamos a Twitter en sus inicios. Es una emoción que el spin-off de Instagram está diseñado para aprovechar, lanzándose como Twitter, pero sin el spam, el acoso y Elon Musk.
Threads atrajo a más de 10 millones de usuarios a las pocas horas de su lanzamiento, en gran parte gracias a la posibilidad de importar amigos y seguidores de Instagram. Aunque mi propia cuenta de Instagram (privada y algo descuidada) es más personal que la autopromoción profesional que funciona mejor en Twitter, mi feed de Threads se llenó al instante de caras conocidas.
Estas personas son una muestra poco representativa de la humanidad: principalmente otros periodistas, emprendedores y frikis. Pero muchos parecían encantados con la oportunidad de empezar de cero. Yo me sentí de la misma manera, a pesar de mi consternación por tener que dejar mi @tim en Twitter, ya que Threads utiliza por defecto tu nombre de usuario de Instagram. (¿Habría contratado el Financial Times en 2008 a un reportero tecnológico con las agallas verdes si me hubiera limitado a ser @timbradshaw? Probablemente no).
Este golpe a mi ego se vio compensado por el subidón de dopamina (y los constantes pings de la aplicación), ya que acumulé un par de cientos de seguidores a las pocas horas de unirme a Threads.
Esa red instantánea, junto con un diseño sólido aunque poco llamativo que toma prestado lo suficiente de Twitter para evitar cualquier tipo de curva de aprendizaje, permitirá a Meta superar fácilmente a otros aspirantes a matar a Twitter, como Mastodon, Bluesky o Post, que parecen toscos en comparación con Threads.
La infraestructura técnica de Meta debería ser lo suficientemente fiable como para evitar el tipo de errores e interrupciones que han plagado Twitter y sus rivales más pequeños. Sin embargo, me encontré con algunos problemas de carga cuando millones de personas se apresuraron a probar la última novedad. Es demasiado pronto para evaluar la otra ventaja de Meta sobre el Twitter de Elon -un sistema más robusto para aplastar a los bots y hacer frente a los trolls-, aunque la posibilidad de ocultar las respuestas que contengan palabras ofensivas o emojis no deseados es un buen comienzo.
El resto son cosas conocidas: las publicaciones rápidas (con un límite de 500 caracteres), los “me gusta”, las respuestas y los “reposts” están presentes y son correctos. En la gran tradición de los muchos imitadores de Facebook, es útil aunque poco espectacular. La ausencia de anuncios, aunque es poco probable que dure mucho, ayuda a hacer de Threads un lugar más agradable que Twitter, por ahora.
Sin embargo, si Threads toma prestado lo mejor de Twitter, también trae una de las peores características de Instagram: una línea de tiempo algorítmica que arrastra las publicaciones de personas a las que no sigo basándose en alguna inescrutable métrica de “compromiso”.
Adam Mosseri, responsable de Instagram y ahora de Threads, afirma que la posibilidad de ver las publicaciones sólo de las personas a las que sigue un usuario está “en la lista”, pero la decisión de lanzarla sin ella consternó a muchos el primer día. “El mismo Zuck de siempre, el mismo Instagram de siempre, los mismos trucos de crecimiento de siempre, la misma mierda de siempre”, se quejó Om Malik, un bloguero tecnológico de San Francisco reconvertido en inversor de capital riesgo.
Las líneas de tiempo algorítmicas son una de esas características que los usuarios dicen odiar, pero que las plataformas sociales insisten en que la mayoría de la gente disfruta en silencio. El éxito de TikTok, cuyo feed es puro algoritmo, corrobora esto último, pero si los primeros usuarios más entusiastas de Threads son similares a los de Twitter, Mosseri quizá quiera incluir una opción alternativa en su lista de tareas pendientes.
Dejando a un lado este debate, el hecho de que tantos de los primeros fans de Twitter estén animando a Threads resulta un tanto irónico, dado que durante mucho tiempo la empresa matriz de Facebook fue vista como el imperio del mal y Twitter como el pequeño y valiente rebelde.
Twitter fue uno de los muchos experimentos de la primera década de este siglo que pusieron a prueba hasta qué punto se podía convencer a la gente normal para que compartiera información sobre sí misma en Internet. Había aplicaciones dedicadas a compartir fotos de cocina (Foodspotting) y charlas de Wall Street (StockTwits). Algunas empresas emergentes, como la aplicación de localización Foursquare, fracasaron; otras, como YouTube, Tumblr, Friendfeed e Instagram, fueron adquiridas por lo que hoy llamamos Big Tech.
De esa explosión cámbrica de la “Web 2.0”, sólo Twitter, a pesar de un modelo de negocio poco desarrollado y un equipo directivo de puertas giratorias, llegó a una oferta pública inicial en 2012 como empresa independiente. Cuando Musk, una de las personas más ricas del mundo, compró Twitter, permitió a Mark Zuckerberg volver a jugar a ser el desvalido, una postura que sospecho pretende motivar al hastiado personal de Meta tras un año brutal de recortes.
La cuestión más importante es hasta dónde puede llevar la nostalgia de los “buenos viejos tiempos” de las redes sociales, reempaquetada y revendida por una gran empresa. En una cultura cada vez más visual, ¿cuánta gente, aparte de periodistas y políticos, quiere una plataforma social basada principalmente en texto?
El empuje de la toxicidad de la era Elon de Twitter y el tirón del gráfico social de Instagram pueden bastar para que Threads sea pronto más grande que Twitter. El tiempo que permanezcan esos millones de usuarios indicará si necesitamos un asesino de Twitter o si simplemente lo dejamos morir en silencio.