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¿Tiene arreglo Venezuela? El diagnóstico sin anestesia de Cecilia Sosa, ex presidenta de la Corte Suprema venezolana

¿Tiene arreglo Venezuela? El diagnóstico sin anestesia de Cecilia Sosa, ex presidenta de la Corte Suprema venezolana

De paso en Chile, la abogada repasa los últimos y ajetreados 25 años en Venezuela, país del que no se ha querido mover y al que ha mirado de cerca. Era la presidenta de la Corte Suprema en 1999 cuando Hugo Chávez llegó al poder. Renunció pronto y desde entonces ha sido una “opositora, no peligrosa”, como dice ella. Aquí habla de Maduro, de migración, de la delincuencia venezolana, de lo que ve día a día en Caracas. También del “espíritu de cierta esperanza” que percibe en la próxima elección presidencial de julio.

Por: Patricio De la Paz - Fotos Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 18 de mayo de 2024 a las 04:00
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La abogada Cecilia Sosa (80) es una jurista y académica destacada, con doctorado en La Sorbonne, con posgrado en Oxford, pero que sobre todo ha sido una testigo privilegiada para mirar el convulsionado último cuarto de siglo de Venezuela, su país natal en el que aún vive. 

Cuando Hugo Chávez asumió por primera vez la presidencia de ese país, en 1999, ella encabezaba la Corte Suprema. No eran tiempos fáciles, nadie sabía qué iba a pasar. Chávez pidió ese mismo año una reunión con el máximo tribunal venezolano. Y Cecilia Sosa, en su calidad de presidenta del órgano de justicia, se preparó para rendir esa suerte de examen. Sabía que el mandatario le iba a preguntar por las funciones de su grupo de magistrados. Y sabía también que la atención iba a estar concentrada en el tema más polémico de ese momento: si se podía llamar a una consulta ciudadana para formar una Asamblea Nacional Constituyente, con miras a tener una nueva Constitución. 

Esa idea la sostenía Chávez, pero era resistida por la oposición. La Corte Suprema encabezada por Cecilia Sosa le dio luz verde. “En esa reunión me preguntaron si se podía o no hacer el referéndum. Yo les dije que el expediente estaba en proceso. Después, el tribunal autorizó la consulta. Se esperaba que los partidos de oposición votaran que no, pero ellos se abstuvieron y entonces Chávez obtuvo poquitísimo para alcanzar la aprobación”, explica. La decisión de la Corte Suprema fue criticada y su presidenta aún es blanco de acusaciones. La responsabilizan de haber permitido que se perpetuara el chavismo y lo que pasó con el país. Que pudo usar argumentos legales, poner más obstáculos, para evitar todo eso y no lo hizo. “Sí, soy yo quien cargó con ese pescado”, dice ella, sin inquietarse.

Y se defiende: “Había una tendencia de los tótems jurídicos del país de que la consulta no podía ser porque eso no estaba en la Constitución. Pero sí está en la Constitución, que dice que la soberanía está en el pueblo. Y si la soberanía está en el pueblo, que decida el pueblo si quiere o no una Asamblea Constituyente. El tribunal lo hizo bien y yo me siento orgullosa de haberlo permitido”.

La decisión de la Corte Suprema fue criticada y su presidenta aún es blanco de acusaciones. La responsabilizan de haber permitido que se perpetuara el chavismo y lo que pasó con el país. Que pudo usar argumentos legales, poner más obstáculos, para evitar todo eso y no lo hizo. “Sí, soy yo quien cargó con ese pescado”, dice ella.

Cecilia Sosa, que ha sido opositora primero a Chávez y luego a Nicolás Maduro, habla sin prisas. Está unos días de paso en Santiago, visitando familiares. Estuvo 44 años casada con un chileno, el abogado Raúl Arrieta Cuevas, quien vivió con ella en Caracas. Hoy es viuda, pero mantiene los contactos con esa parte de su clan: considera que el hijo que su marido tenía de un matrimonio anterior es también suyo. “Es mi hijo de Chile”, precisa. Así que viene a verlo a él, a su esposa, a sus nietos. 

Sentada en una amplia sala del bufete de abogados donde trabaja su nuera, con vista aérea sobre Santiago, Cecilia Sosa habla de Venezuela. Tiene un diagnóstico duro, pero también percibe un tenue rayo de luz; algo parecido a la esperanza. 

Elecciones en julio

- Uno ve y lee mucho de Venezuela. Pero ¿cómo se vive desde adentro? ¿le duele su país?
- Claro, es un país destruido. Es un país sin políticas públicas, un país sin sentido de progreso, un país sin ley. Es un país sin Constitución, sin norma.

- ¿Cómo se sostiene un país sin ley? 
- Hay que diferenciar un poco lo que es la ley para el trópico y lo que es la ley para ustedes. Hay una diferencia importante: para el trópico, la ley es una referencia; para el chileno, la ley hay que cumplirla. No me quiero meter en temas chilenos, pero posiblemente una de las crisis que ustedes están sufriendo es que la gente se está preguntando para qué sirve la ley, y eso es un factor que hay que atajar a tiempo. Pero bueno, volviendo a Venezuela: no hay hospitales, no hay salario mínimo, no vale nada haber trabajado para una jubilación porque la jubilación no te permite vivir. Pero estamos en un momento diría crucial, con una oportunidad difícil de lograr, como son unas elecciones libres. 

- ¿Está hablando de las presidenciales del próximo 28 de julio?
- Sí. Se ha creado un espíritu de cierta esperanza en la sociedad. La población quiere cambiar lo que ha pasado hasta ahora. Si transitas ahora por Venezuela, las poblaciones están llenas de obras inconclusas, oxidadas, no terminadas, que no se sabe qué pasó, con empresas que ni siquiera pagaron lo que se realizó; un dispendio del dinero que es lo que diferencia la era de Chávez con la era de Maduro.

- ¿Por qué habla de esperanza en esta elección?, ¿qué hay de distinto de las anteriores, donde aparentemente se da libertad, pero terminan con candidatos opositores inhabilitados y el Presidente perpetuado en el poder?
- Porque la población está tan afectada económica y socialmente que cualquier rendija que le dé una esperanza la valoran. Eso ocurre al pensar un candidato que ha mantenido varios años la lucha por una democracia liberal, que es lo que tenemos en la Constitución, pero que no se cumple. Además está la expectativa de un reencuentro: la persona que está dentro del país espera un reencuentro con los que están afuera. Y esa oferta provoca emoción en la sociedad, fundamentalmente en los niveles medios y medios bajos. Eso es un despertar.

"Volviendo a Venezuela: no hay hospitales, no hay salario mínimo, no vale nada haber trabajado para una jubilación porque la jubilación no te permite vivir. Pero estamos en un momento diría crucial, con una oportunidad difícil de lograr, como son unas elecciones libres"

- ¿Cuando menciona la esperanza que da un candidato, tiene en mente a alguien como María Corina Machado?
- Sí. Y usted conoce las dificultades que ha habido para inscribir una candidatura que está en la línea de la señora Machado, que es la que está ofreciendo un Estado liberal. 

- El Gobierno la inhabilitó a ella
- Sí, está inhabilitada. Pero fíjese qué interesante: ella es mi candidata y voy a votar por ella, a través de quien la representará en la elección, Edmundo González Urrutia. Esa es la sensación mayoritaria, que es lo que irrita al Gobierno. Los partidos han llegado por fin a un entendimiento de un candidato al que incluso han llamado “un candidato tapa”. La gente masivamente va a presentarse con esa opción y eso visualmente, para los que estén observando el proceso, va a tener un impacto demasiado difícil para presentar un fraude.

- Entiendo ese deseo, pero ¿el gobierno de Maduro permitiría algo así? ¿lo respetaría?
- Las posibilidades de que se dé lo que le digo va a depender obviamente de factores que no son necesariamente la masiva presencia del voto. Va a depender por ejemplo del estamento militar, que ya en una oportunidad, en el referéndum del 2015 para la elección de la Asamblea Nacional, dijo: “Ya, ganaron, no hay más”. Ese precedente está allí. 

Opositora no peligrosa

- Cuando Chávez asumió en 1999, usted llevaba cuatro años de presidenta de la Corte Suprema. ¿Le simpatizó él alguna vez?
- A mí me parecía un personaje militar, independientemente de que estuviera vestido de civil. Me generaba como una alerta. Recuerdo la primera convocatoria que me hizo. Quería saber de los proyectos del Tribunal Supremo. Yo me preparé para informarle, porque me parecía un tipo que nunca había estado en el escenario político directo ni en un cargo de relevancia. Era muy desconfiado, siempre tenía dos o tres personas que lo acompañaban. Siempre he pensado que él usó su primer año de gobierno como preparación. Estudiando y asesorándose.

- Poco después de autorizar el referéndum de 1999, usted renunció a la Corte Suprema. En ese tiempo, acusó el fin del estado de derecho. ¿Qué pasó?
- Lo que pasó fue esto: después de la primera sentencia, que permitió la consulta, el tribunal sacó una segunda que decía que la Asamblea Nacional Constituyente no estaba por encima de la Constitución del 61. ¿Y qué hizo la Constituyente?, dijo: “Yo estoy por encima de la Constitución”. Ahí hubo un trabajo político. De los 15 magistrados; ocho contra siete dijeron que no importa que la Constituyente dicte leyes que estén por encima de la Constitución. Ahí yo renuncio; y digo: “Ustedes contradicen la jurisprudencia que nosotros hemos dictado”. Luego, un grupo de magistrados dictaron un acuerdo para permitir la intervención inclusive de la propia Corte.

- Luego de eso, ¿qué ha pasado con usted? ¿cuál ha sido su ruta?
- Primero tuve una oferta para trabajar afuera, en el Banco Mundial, pero no la quise aceptar. Dije: “Yo me voy a quedar en mi país”. He cumplido un trabajo importante a nivel de la judicatura y me mantengo como profesor universitario. Fundé una organización que se llamaba Ve por Libertad, donde trabajé el tema militar, hice proyectos para embajadas, en colegios -incluso chavistas- para enseñar los valores democráticos. Seguí caminando como opositora, obviamente una opositora que no era peligrosa porque no era de partido. Era una opositora simplemente en defensa de la Constitución. 

- ¿De la Constitución de 1999?
- Yo defiendo la constitución del 99 desde el 99. Defiendo ese contenido que no es el contenido de la Revolución, pero que fue rechazada muchos años por la oposición por considerar que esta era la Constitución de Chávez. Curiosamente esta Constitución, que a mi juicio sigue siendo muy presidencialista, pero es liberal, es una Constitución que no le sirvió a Chávez y es lo que hace que trate de reformarla. Y el venezolano le dijo “no, déjamela ahí tranquila”. 

"Seguí caminando como opositora, obviamente una opositora que no era peligrosa porque no era de partido. Era una opositora simplemente en defensa de la Constitución"

- Usted ha sido también dos veces precandidata presidencial por la oposición, en 2006 y 2012.
- Eso fue un gesto. Posiblemente no era el momento, pero fue un avance en la presencia de una mujer en ese espacio. Era una rebeldía a que siempre tienen que ser puros hombres los que vayan a la contienda. Y de alguna manera, creo que ese gesto le abrió el camino a María Corina.

Volver al ciudadano

- ¿Maduro es una mejor o peor versión de Chávez?
- Maduro es una versión cubana. Chávez era un rebelde cubano. Son dos imágenes completamente distintas. Chávez iba a Cuba, oía, hacía un paquete a su medida y hacía lo que quería. Maduro no, él es un tipo muy corto, muy encajonado en un discurso repetitivo. Maduro no ha sido presidente; Chávez en cambio tuvo presencia, era un poder único de la palabra. Maduro ni tiene palabra… creo que es bastante limitado, cansón. Chávez cuando quería era divertido, acuérdese que estamos en el trópico y hay que tener chispa.

- La irrupción de Chávez fue una aplanadora. No se podría comparar con Maduro.
- Una cosa importante de destacar es que la ruptura histórica e ideológica que se dio en Venezuela (hace 25 años) fue producto de un desarreglo paulatino de la democracia. Llegó un momento en que la población se sentía defraudada de la política. La promoción de la antipolítica por la prensa influyó en la aparición de Chávez. Todo hacía ver que ése era el cambio necesario. Entonces aparece este hombre que tenía carisma, esa especie de compromiso animal con el pueblo, pero que lo llevó a la locura de pensar que todo lo que hacía estaba bien y en función del pueblo. Un populismo apasionante para la gente.

- ¿Tiene arreglo Venezuela?
- Sí, mucho.

- ¿Cómo hay que empezar ese arreglo?
- Con la institucionalidad. Y sobre todo con un enfoque un poco distinto a la democracia clásica. Las democracias liberales han tenido la falla de asumir que la representación que hacen de las personas es absoluta, y creo que hay que volver al ciudadano, a los valores, a la identidad de un país. Veo como problema de Latinoamérica una institucionalidad un poco demodé, no hemos reconstruido para quién trabaja el poder. Ni la derecha ni la izquierda están entendiendo que uno trabaja para los ciudadanos.


“Estamos adquiriendo identidad de delincuentes”

- La delincuencia venezolana se ha transformado casi en un rubro de exportación. Ahí está el Tren de Aragua, con presencia en Chile y otros países. ¿Ve el riesgo de que la nacionalidad venezolana se termine asociando a la delincuencia?
- Creo que esto está sembrado desde hace muchos años, pero de forma subrepticia. No tengo pruebas para decírtelo, pero un Estado debería saber cuántos venezolanos entraron en la época de Chávez, dónde se ubicaron, qué hicieron. Respecto del Tren de Aragua, no crea que nosotros como venezolanos no lo detestamos, somos víctimas de ellos también. Pero el tema es que nosotros estamos perdiendo nuestra identidad como venezolanos, estamos adquiriendo una identidad de delincuentes. Terrible. 

Cecilia Sosa toma un sorbo de agua y continúa: “Es importante determinar también cuál es la responsabilidad del Estado o de los Estados en esto. En Venezuela, por ejemplo, estamos llenos de la disidencia militar colombiana, todos esos guerrilleros están en nuestro país. Pero nosotros decimos guerrillero, no decimos colombiano. En cambio aquí dicen ‘ese venezolano’”.

"Respecto del Tren de Aragua, no crea que nosotros como venezolanos no lo detestamos, somos víctimas de ellos también. Pero el tema es que nosotros estamos perdiendo nuestra identidad como venezolanos, estamos adquiriendo una identidad de delincuentes. Terrible"

- Otro fenómeno es la migración. Se calcula que hay como 4 millones de venezolanos que han dejado su país…
- Otros hablan de ocho millones.

- ¿Es gente que Venezuela perdió para siempre?
- Creo que hay que verlo bajo dos cristales. Uno, el inmigrante que se estableció, que tiene trabajo, que sus hijos han hecho vida afuera: ese inmigrante no va a volver, al menos hasta que el país tenga un renacimiento, y eso no va ser inmediato. Por otro lado, sí creo que va a haber un retorno de la clase media, media baja, personas que no han logrado establecerse legalmente, que tienen la necesidad de reencontrar los hijos que dejaron a cargo de abuelos en Venezuela. 

- Frente a la inmigración ilegal, ¿mano dura o consideraciones humanitarias?
- Lo primero, a mi juicio, es que los países deberían unirse frente a este tema y tener una postura unitaria frente a las próximas elecciones venezolanas. Porque si en las elecciones hay un cambio, esa migración se detiene. La migración ocurre porque en Venezuela no tengo oportunidad de nada, no tengo trabajo, estoy embarazada y no hay ni dónde parir... Entonces lo primero es parar el tema y después resolvemos. Y mano dura con los que tengan antecedentes.

Entonces Cecilia Sosa vuelve al tema de las elecciones presidenciales de julio. Ve allí el punto de quiebre: “Una de las políticas que Venezuela necesita para parar esto (la salida masiva de venezolanos) es que gane otro y sacar al que está ahora”.

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