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Lecciones de Vida

Cristóbal Bellolio: "Nunca más repito esto"

Cristóbal Bellolio: "Nunca más repito esto"

Fue de candidato a la Convención Constituyente por el distrito 11 en la Lista del Apruebo, pero a pesar de sus 11.005 votos, no logró entrar. Este es su relato en primera persona.

Por: Marcelo Soto | Publicado: Domingo 23 de mayo de 2021 a las 04:00
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Esta campaña fue agotadora, intensa, quedé muerto, endeudado, pero no me arrepiento.

Primero que nada, porque conseguimos un cupo en un lugar (el distrito 11, que incluye a Las Condes, Vitacura, La Reina, Lo Barnechea y Peñalolén) donde el centro y la centroizquierda no tenían representación. Hoy, con el Pato Fernández, la tienen. Siempre supimos que sumar al Pato era un riesgo para mí y la Elisa Walker, porque él nos podía ganar. Pero lo más importante era lograr un constituyente; dos, era utópico.

Tengo un defecto crónico, que a estas alturas más vale asumir que ocultar: no logro convertir la simpatía en adhesión electoral. La conclusión es, como dice el refrán, pastelero a tus pasteles. Como candidato no doy el ancho. Es obvio que soy mejor analista y académico, y desde ahí voy a hacer mi contribución.

He sufrido funas, pero no me voy a referir a eso. Cuando eres candidato, estás expuesto y aparecen los trolls, eso es súper desgastante, lo tuve muy claro desde el inicio. Esa iba a ser una tecla que iban a tocar otras campañas, pero no la nuestra. Nunca hablamos mal de nadie.

No sé cuán endeudado estoy, no hemos hecho la matemática, pero yo personalmente contraté el préstamo del BancoEstado, unos 15 millones de pesos. Aparte de eso, me prestaron otros $ 20 millones amigos, empresarios y conocidos. Armé una lista de patrimonio; es decir, enumeré a todas las personas que yo pensaba que les podía pedir. Ojo que esto no se devuelve, es por amor al arte y el juego.

La gran sorpresa es que empezó a aparecer gente que depositó entre mil y cien mil pesos, gente que nunca había visto en mi vida. Es lejos lo más emocionante que viví en esta campaña. Yo, que lloro con comerciales de mantequilla; se me llenaban los ojos de lágrimas al encontrarme con un tipo que había depositado $3 mil, 8 lucas. Era gente que nunca alcancé a darle las gracias.

Bernardo Larraín Matte me dio plata, sí, pero me llama más la atención el centenar de personas que me dio 5 o 10 lucas.

Lo más negativo, lo desgastante es la dimensión logística, tener que mandar. En la academia yo soy mi propio jefe. No soy buen jefe. Tener que pedir y dar órdenes, y te desesperas porque no funciona como quieres. No disfruté dirigir un equipo. Me frustra que las cosas no salgan bien.

Lo di todo: a las 6 de la mañana en la calle y a las 11 acostado. Nada que un ansiolítico no pueda resolver.

Frustra el desinterés que ves en muchas personas. Esta decisión no fue fácil, tuve que dejar casi todos mis trabajos. Dejé la radio, que es la mitad de mis ingresos, dejé las charlas, asesorías. Lo único que mantuve fue el sueldo de la universidad. Muchas veces pasa que te acercas a un auto y te miran feo, con una cara de desprecio. Es desmoralizador.

Nunca más repito esto, nunca más seré candidato. Ya fue suficiente y no sirvo. 

Hoy la Lista del Pueblo es la vedette, están todos tratando de averiguar quiénes diablos son. Pero, la elite económica y la elite de los medios estaban igual de perdidas en 2017 con quién era el Frente Amplio, y les costaba sacar la foto. Eso pasa porque los medios están súper encerrados en sí mismos. 

Me parece que hay que esperar un poco para saber si la Lista del Pueblo tiene un perfil ideológico coherente o un proyecto político tan radical. Porque lo que he escuchado es que en algunos casos sí, en otros no tanto; en algunos pareciera que hay voluntad de alcanzar acuerdos.

Pero lo que no nos podemos perder es que el objetivo final de esta convención es la legitimidad del orden político chileno. La legitimidad es como una piscina que se va llenando de a poco. La primera parte de la piscina se llenó cuando ganó 80-20 el plebiscito; la segunda parte se llenó con la paridad y pueblos originarios, porque eran grupos históricamente desplazados; la tercera se llenó el fin de semana pasado, porque la gente percibe que no van a ser los políticos de siempre los que se van a llevar la pelota para la casa.

Hoy nadie puede decir que esta convención va a ser monopolizada por los mismos de siempre. Tienes un variopinto elenco, que representa la diversidad de Chile. Recuerdo que el año pasado en mis charlas había empresarios que me decían: me da miedo que la Constitución la haga la primera línea. Y yo les decía: viejo, ojalá que entrara un primera línea, ojalá que entrara la Tía Pikachu, la ponía como ejemplo. Desde el punto de vista simbólico, hoy la gente quiere que la persona que esté tomando la decisión se parezca a ellos mismos, que tenga una trayectoria de vida similar.

El gran problema de la elite política chilena, especialmente la de la derecha, es que cree que hombres blancos, de Santiago, de tres colegios, heterosexuales, católicos, de clase alta, y de tres comunas pueden representar a toda la diversidad de experiencias que hay en Chile. Y quizá lo que necesitamos hoy es una representatividad por vivencia, alguien que tenga una trayectoria similar a la mía. Esta convención gana en legitimidad en la medida que los elencos se perciben menos elitistas. 

Eso me lo dijo el cientista político Juan Pablo Luna: esta es la elección con los apellidos menos vinosos desde el retorno de la democracia.

Yo le pongo fichas a esta convención. Confío en que podamos salir adelante en medio de tiempos que han sido duros. A mí, por ejemplo, el año pasado el encierro por la pandemia me pegó muy fuerte, y eso le pasó a casi todo el mundo. 

La cuarentena me dejó en la lona. Entre la vida sedentaria y los zoom en la noche, tomando trago, obviamente me pasó la cuenta. Nunca le decía no a ninguna comida. Y fui al cardiólogo y me dijo: “tu problema es un síndrome metabólico clásico de los gallos de tu edad. Estás pegándole al palo con la diabetes, tienes hipertensión. Es hora de cambiar de forma radical tus hábitos”.

Así que me compré una trotadora, una remadora, todos los días corro seis kilómetros; dejé el azúcar, se acabaron los postres, dejé la sal, y el alcohol lo suprimí en la semana. El fin de semana es mi oasis, mi santuario, me desordeno y me tomo un pisco sour antes de almuerzo. He bajado diez kilos. Me siento súper bien.

Lo único que quiero es ver crecer a mis dos guaguas: tengo un niñita de dos años y medio y un niñito de uno. Me daría lata ser un papá todo complicado, que no tenga capacidad física. Tengo 41. Me estoy cuidando para verlos crecer.

Pero igual estoy cansado, no te voy a negar que la campaña me dejó exhausto. No la hago de nuevo”. 

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