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Lecciones de Vida

Jorge Nazer, fundador de ALTO: “No hay inclusión en Chile. Y lo digo siendo una persona que tiene recursos para optar por ello”

Jorge Nazer, fundador de ALTO: “No hay inclusión en Chile. Y lo digo siendo una persona que tiene recursos para optar por ello”

En 2005 fundó ALTO -empresa que con innovador modelo tecnológico combatía delitos en el retail- y hoy ya está en cinco países. En diciembre pasado publicó un post en su LinkedIn contando la discriminación que había sufrido su hija menor, que tiene Síndrome de Down. De eso habla Jorge Nazer en este testimonial, donde además se refiere al duelo por la muerte de dos de sus hijos, al cambio personal que significó cumplir 50 años, a sus planes para el 2024, a su preocupación cuando mira a Chile tan polarizado.

Por: Patricio de la Paz - Foto: JONATHAN DURÁN | Publicado: Sábado 20 de enero de 2024 a las 04:00
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Cumplir 50 años (en febrero pasado) fue para mí un punto de inflexión, que ya había empezado un poco antes. Cuando ya los tenía a la vista, me empecé a hacer preguntas personales. ‘¿Qué tipo de papá quiero ser para el futuro?’, ‘¿qué tipo de marido?’, ‘¿estoy feliz o no?’, ‘¿me proyecto con lo que hago y con lo que tengo?’ No era fácil responderlas.

Sentía que estaba como en un tubo con agua, donde le estaba respondiendo a todos menos a mí. Miraba para el lado y tenía que responderle a emprendedores, miraba para el otro lado y debía responder a los inversionistas. Sentía que no estaba tomando mis propias decisiones. Una vez en San Francisco estaba en una mesa con puros emprendedores: los Endeavor Outliers, una categoría súper especial sólo de unicornios, a los que el resto del mundo ve con envidia.


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Me acuerdo haber conversado con varios. Ninguno estaba feliz. Yo tampoco. Ya estaba aproximándome a los 50; los otros eran más cabros. Pensé: ‘Hay algo que no me cuadra aquí’. Me dije que yo debería estar en el mundo de la felicidad máxima y no lo estaba; algo faltaba. Ahí fue cuando empecé a meter otras cosas en la ecuación: que la empresa no lo es todo, que hay otro mundo, comencé a dedicarle tiempo a cada uno de mis hijos.

Empecé por primera vez a pensar en el equilibrio. La balanza estaba muy hacia el lado negocio. A mí me gusta mucho hacer deporte y lo había abandonado. Estaba gordo. Entonces comencé a preocuparme más de la salud. Corrí media maratón con mi mujer en Miami; ella es seca, yo no. Fuimos después a correr la maratón en las Torres del Paine y ella salió tercera. Y yo siempre ahí, detrasito.

Estoy aún en búsqueda de mi equilibrio. Pero elijo dónde pongo mis fichas. Hoy tengo las herramientas para hacerlo. Hay veces que, sin duda, se las tengo que poner a la pega y me voy tres semanas de viaje. Pero ya tengo la conciencia de poder ponerle pausa.

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Empresarialmente estoy en una etapa nueva de vida, en el sentido de que siento que pasé de ser emprendedor a una especie de emprendedor con experiencia. Una de mis pasiones fue siempre, y sigue siéndolo, hacer negocios con impacto. Y fue ALTO (empresa fundada por él junto a Juan Ignacio Piña en 2005, con un modelo tecnológico para disminuir delitos en el retail, que actualmente se ha abierto a otras industrias) la que me abrió este sueño de poder hacerlo, de impactar comunidades.

En 2016 fue mi primera exploración en el mercado norteamericano. Me fui con mi familia a vivir por cuatro años a Estados Unidos. Fue muy complejo hacer empresa allá, sobre todo siendo extranjero y en un negocio como el mío que está muy arraigado en la cultura local de cada lugar donde estamos. Fueron años donde lo pasé muy mal empresarialmente.

De tener una empresa preciosa que era ALTO en Latinoamérica, tuvimos que prácticamente hipotecarla completa para poder desarrollar el proyecto allá. Y con el miedo de perderlo todo. Para qué explicar la ansiedad que generaba todo eso, sobre todo a mí que soy una persona súper ansiosa y que me gusta que las cosas sucedan rápido.

Hoy somos alrededor de 800 personas entre Chile, Colombia, México, Estados Unidos y algo en España. Y el gran foco, diría yo, en los próximos dos, tres y hasta cinco años es consolidar la operación norteamericana. Estamos partiendo, tenemos allá clientes de clase mundial, pero recién nos estamos haciendo conocidos. Estamos en más de 100 ciudades, en 27 de los 50 estados de ese país. El crecimiento en Estados Unidos ha sido bien impactante después de haber pasado sangre, sudor y lágrimas.

Todavía me veo muy activo en lo que es la operación y la gestión de ALTO (donde es presidente). Me queda mucho tiempo allí, aunque uno siendo responsable debe darse cuenta de que en un momento puede que no estés y la compañía tiene que seguir funcionando. Por lo tanto una de mis obsesiones desde que partí es que el talento que hay en la empresa te pueda reemplazar mañana. Y ya me ha ocurrido: por cosas que me han pasado en la vida he tenido que salir de la empresa y gracias a Dios ha habido un equipo que se ha hecho cargo.

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Yo soy un tipo bien familiar, aunque creo que siempre he estado al debe con mi familia. Tengo una mujer, con la que estoy felizmente casado hace 23 años, que se encarga de que yo pise tierra permanentemente. Cuando cumplí 50 empecé a pensar mucho en mi propósito, en el porqué de la existencia propia de uno. Y mi familia me aparecía en todo. Entonces empecé a dedicarle mucho tiempo, sin descuidar lo que hago. Eso, hay que aclarar, no me nació desde la culpa, sino de la búsqueda de mi propósito.

Para hablar desde la posición en que estoy hablando ahora, no lo pude hacer solo. Yo he tenido un ejercicio de introspección importante. Hice una terapia, una especie de psicoanálisis, porque quería descubrir cómo organizar mi tiempo, cuáles eran mis prioridades. Quería entender, buscar sentido.

Comencé a trabajar en eso y me di cuenta de que lo que me hace feliz es hacer negocios, pero hay que saber controlarlo y no descuidar el mundo familiar. Hoy estoy tranquilo. Sigo con mis ansiedades permanentes, se me ocurren negocios todos los días en que me metería, pero aprendí a decir que no y a no subirme a todas las micros.

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Mi hija menor, de 11 años, tiene Síndrome de Down. Cuando ella nació, ése era un mundo absolutamente desconocido para mí. Siempre me dio mucho miedo, porque nunca había tenido una aproximación. Me golpeó mucho. Para mi mujer, al contrario, fue como un regalo. Para mí fue un proceso largo y además una lección de vida gigantesca, porque yo soy impaciente, todo lo quiero rápido, y en el mundo del Síndrome de Down todo se puede, pero lento.

Mi mujer fue muy inteligente y muy sabia en dejarme procesar esto sin apurarme. Me dio todo el espacio para poder procesarlo. Yo miraba con distancia y ella me acercaba.

Una vez que asimilas que tienes una hija diferente y te enamoras de ella, te das cuenta cómo la sociedad actúa frente a esto. Yo al principio lo viví como cualquier persona que tiene un hijo con condiciones diferentes en Chile: pidiendo perdón, permiso o favores. Pero cuando me fui a Estados Unidos, me di cuenta que allá daba lo mismo, que un niño con Down vaya al colegio es parte de la vida porque es considerado una persona más. Los llaman special needs (necesidades especiales) y los colegios son medidos por los resultados también en ese segmento.

Cuando volví a Chile, me di cuenta de lo chocante que el tema era aquí. Porque ya tenía un punto de referencia. Entonces me da rabia. Todo se lo hacemos difícil. Mi hija va a un colegio que se ha portado increíble (Villa María Academy), donde se abrió un cupo de inclusión con nosotros y ella fue la primera niña allí con Síndrome de Down. Está pasando a quinto básico. Pero por otro lado, en una academia de baile privada y pagada fue discriminada.

A mi hija le encanta bailar y es buena para el baile. Obviamente es más descoordinada que el resto, pero de a poco se empieza a acomodar. El tema es que en la academia no la dejaron hacer el baile de fin de año (en diciembre de 2023) y nos pidieron que la sacáramos, pese a que ella había participado todo el año en ese taller. Nos dijeron que no estaba muy motivada, y claro: la tenían sentada en un lado, mientras el resto practicaba. Todo eso lo descubrió mi señora, la sacamos inmediatamente y yo hice ese post (en LinkedIn) que fue muy comentado.

Era la tercera vez que la metíamos a talleres inclusivos. Pero la sociedad chilena no sabe nada de inclusión. Nos llenamos la boca con la inclusión, pero no sabemos nada, nada. Al final, la verdad es que no hay inclusión en Chile. Y lo digo siendo una persona que tiene recursos para optar a la inclusión; me imagino cómo será para aquellas personas que no los tienen... A mí me da rabia.

Ojalá la generación de mi hija sea diferente. Creo que lo será. En el colegio la tratan como a una igual, nunca han preguntado qué tiene, por qué es más lenta. Han tenido la suerte de vivir un mundo inclusivo. Esa generación, espero, va a ser el cambio radical.

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Tengo cinco hijos. Fueron siete, pero dos murieron (en 2006, su hija mayor murió en un accidente de auto, a los cuatro años; en 2007, su cuarto hijo falleció de muerte súbita, a los cinco meses). Conozco entonces el duelo, es un proceso que he vivido. La pérdida genera dolor, y en este caso posiblemente es el dolor más grande que uno pueda tener.

Yo diría que la mayoría de las familias que han vivido la muerte de un hijo se rompen. Imagínate con dos. Entonces, en el caso nuestro, tomamos una decisión que fue ‘vamos a ponernos fichas a nosotros’. Y eso significó hacer cosas. Tomamos terapia juntos, muy al principio. El dolor es súper personal y cada uno lo vivió en forma diferente, pero con el acuerdo tácito de: ‘yo te cuido a ti cuando tú estás mal y tú me cuidas a mí cuando yo esté mal’.

Me acuerdo que en la primera etapa del duelo lo único que yo quería era estar con gente. Mi mujer no. Además teníamos entonces otros dos hijos, así es que tratábamos de buscar espacios con ellos. Costaba mucho. Al comienzo uno ve toda la vida negra, pero al mismo tiempo están esas ganas de ‘esto no me lo va a ganar y voy a salir adelante’.

Yo me empecé a desesperar por cuánto duraba esto. Me puse a leer y llegué a un terapeuta argentino, Jorge Bucay, que tiene un libro que se llama El camino de las lágrimas. Ahí explica el proceso del duelo. Entonces, al menos yo, una vez que pude visualizar el proceso, entendí que tenía etapas. Hay una etapa de desolación, una de shock y negación, la culpa, la rabia y finalmente la aceptación, dejar que fluya.

El duelo no se enfrenta, se vive. Si lo enfrentas, lo rechazas. Tienes que vivir con eso, está presente. Distinta es la pena, que siempre continúa. Pero de una manera que ya es parte de tu vida, la puedes conversar y no victimizarte.

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Mi experiencia aprendida en hacer negocios en Chile me gustaría compartirla. El rol que juega el empresario en la sociedad es para mí muy importante, sobre todo cuando uno cree que la empresa es un motor de movilidad social, de crecimiento y de desarrollo para los países. Por eso me gustaría acompañar a otros en este camino.

Soy muy hincha del emprendimiento y ayudo a emprendedores. Tengo como meta ayudar a emprender a dos personas al año. Desde sentarme a monitorearlos hasta que tengan su negocio listo y se atrevan a dar el paso. Lo hago de forma personal, pero este año le quiero dar forma, sistematizarlo. Yo podría decir que me encantaría armar más empresas, está en mi ADN, pero pienso en cómo humanizar esta experiencia empresarial y compartirla.

También este 2024 quiero resolver cómo desarrollar un negocio que tenga un impacto directo, aún no sé si en viviendas para adultos mayores, para migrantes o para discapacitados. Estoy explorando, son proyectos que estoy analizando. Viviendas sostenibles, escalables, que se mantengan solas, sin subsidios estatales ni nada.

Uno de los grandes temores de quienes tenemos hijos con alguna discapacidad es qué va a pasar cuando nosotros no estemos. Además, uno los quiere formar con la mayor autonomía e independencia posible. Y nos dimos cuenta de que hay países donde existen viviendas compartidas, colaborativas, en donde viven cinco o seis personas con un tutor.

Eso hace que puedan desarrollarse mejor y manejen su propia vivienda. No lo quiero ver como un tema de responsabilidad social o de fundación: quiero ver si es que efectivamente puede haber un negocio ahí, sostenible en el tiempo, que con las utilidades que genere vaya creciendo.

Me encantaría explorar estas casas desde mi experiencia. Que algún día mi hija no se fuera a vivir con su hermano, sino que se fuera a vivir en un proyecto así y tuviera autonomía. El gran tema ahí es la inclusión de verdad.

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¿Cómo veo a Chile? Un país muy diferente al de hace cinco años. Muy polarizado, con muchas posibilidades de que un outsider tome el espacio que estamos dejando ahí peligrosamente. Veo un país donde la política está muy desconectada de la realidad. Eso puede significar de alguna manera que la democracia se vaya perdiendo, terminando, y eso me preocupa muchísimo.

Está también el tema de la seguridad, que es mi mundo (trabajó en el Manhattan Institute, think tank en Estados Unidos vinculado al tema; y en 2010 fue nombrado Director Nacional de Seguridad Pública en el primer gobierno de Sebastián Piñera). Aquí la política debería actuar unida, sin sesgo y sin rencores. Creo que para poder tener un efecto potente, primero hay que limpiar, lo que significa intervenir barrios con todo.

A la política le ha faltado ir a meterse a las poblaciones y ver qué está pasando ahí, donde un papá vende a su hija de 11 años por droga para que se prostituya con los narcos. Eso es literal. Es un mundo que no es controlado por nadie, donde el Estado no llega. Me acuerdo que el 2010 había 100 barrios críticos donde la policía no podía entrar. Hoy deben ser 600. El tema de la inteligencia en seguridad es urgente. No existe.

¿Cuántas mesas de trabajo en seguridad se han hecho en los últimos 10 años? Serán unas 50. Para mí sólo son un anestesiante. Como para bajar la tensión de un momento. Yo pensé que la vuelta de tuerca se iba a dar cuando secuestraron a un empresario en Rancagua (el año pasado), que la autoridad iba a decir: ‘hasta aquí no más llegamos’, porque se había atravesado una línea. Pensé que iba a ser ahí el cambio. No sé qué más vamos a esperar.

Cambió la tipología del delito en Chile. Se han encontrado indicios de trata de blancas, cuerpos cortados, cabezas cortadas, muertos adentro de basureros, de maleteros. Se ha cruzado varias veces la línea. Y no pasó nada”.

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