Lecciones de Vida
Luis Larraín: "¿Qué se pierde cuando se pierde a un hijo? Es muy difícil de explicar, es un vacío"
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"Poco después de la muerte de Lucho, fue su cumpleaños (el 30 de diciembre). Habría cumplido 43. Lo celebramos aquí en nuestro departamento. Estábamos toda la familia y un grupo pequeño de sus amigos más cercanos. Hemos seguido reuniéndonos también, aunque sea a través de Zoom, cada vez que se cumple un nuevo mes de su muerte.
Eso hemos hecho en este tiempo de duelo: aunque él no esté físicamente, tratamos de que esté lo más presente posible en nuestras cosas cotidianas. Sabemos que es una ilusión, pero así funciona: lo incorporamos en lo que sigue de la vida nuestra.
Los primeros días de febrero fuimos toda la familia a un viaje a Playa del Carmen, en México. Lo habíamos planeado hace tiempo, incluso con Lucho. Lo habíamos conversado, porque intuíamos que podía ser su último viaje... Lo hicimos igual y nos acordamos mucho de él.
Una noche, en una pequeña ceremonia, mis hijos nos hicieron un regalo muy bonito a mí y a Mónica, mi mujer: un libro que recorre con fotos la vida de él, en distintas épocas. Yo me emocioné mucho. Mónica aún no es capaz de verlo entero. Es muy fuerte para nosotros.
Para mí, este duelo tiene algo de más y algo de menos respecto de lo que vivíamos hace un año, cuando él estaba enfermo. Me refiero a que hay algo bueno y algo malo.
El plus es que nosotros prolongamos las cosas buenas, los recuerdos con mi hijo, y lo hacemos ahora sin la angustia, sin el estrés, sin el miedo de ese tiempo, sin sus hospitalizaciones, sin ver su evidente malestar. Eso te alivia, de alguna manera. Pero al mismo tiempo está lo malo, que es su ausencia física. No lo puedes abrazar, no puedes conversar con él, no escuchas su voz. Él tenía una voz muy bonita, de bajo; él cantaba. Gente de su trabajo me ha dicho justamente que extrañan su voz. Entonces todo eso provoca pena. Es duro y es irremediable.
"Los primeros días de febrero fuimos toda la familia a un viaje a Playa del Carmen, en México. Lo habíamos planeado hace tiempo, incluso con Lucho. Lo habíamos conversado, porque intuíamos que podía ser su último viaje... Lo hicimos igual y nos acordamos mucho de él"
De repente voy en el auto y escucho una canción que a él le encantaba, que cantaba en el coro donde participaba. La canción se llama Free Fallin’. Cada vez que la oigo, algo se me aprieta adentro. Me sale una lágrima.
“Se produjo un acercamiento”
Yo nunca había tenido una situación de vida de tanta intensidad emocional como la del año pasado. Cuando a él le llegó el diagnóstico del cáncer (en enero de 2023) íbamos los dos juntos en el auto. La sensación para mí fue de mucha tristeza porque era un cáncer muy agresivo y muy poco frecuente.
Mi reacción fue preguntarle qué sentía, si tenía miedo, si estaba preocupado. El To (como lo llamaban en la familia) me dijo que un poco, pero que siempre tuvo dentro de sus posibilidades tener un cáncer, debido a lo vulnerable que había quedado luego de los tratamientos renales y los dos trasplantes (de riñón). Eso él lo tenía mucho más claro que nosotros. Y me dijo también que quería tratarlo de la forma más profesional posible y sobre todo evitar el dolor y una calidad de vida intolerable.
Desde el primer momento decidió integrarnos a toda la familia en ese proceso. Mónica prácticamente se dedicó 100% a él. Yo también dejé muchas de mis cosas profesionales para poder acompañarlo. Quizás en un año conversé con él tanto como lo había hecho en la última década. Puede ser el instinto primario que uno tiene como ser humano: acercarse y ver en qué puede ayudar.
Los dos éramos bastante parecidos en que no sacamos para fuera las emociones ni somos de tantas palabras. Pero ahí estaba con él, le hacía preguntas sobre cómo se sentía, él me consultaba para tomar decisiones. Desde ese punto de vista, se produjo un acercamiento.
Decidimos afrontar la situación muy unidos como familia, muy apañadores unos con otros. Él, con ese estilo un poco seco que tenía, nos dijo que iba a usar el chat grupal para informarnos de los temas médicos, así todos sabíamos lo mismo y él no tenía que repetirlo. Esa fue la regla que estableció desde el principio, e implicó para nosotros una cierta contención para no estar todo el día llamándolo.
En el último tratamiento (iniciado en noviembre, luego de una quimioterapia y una inmunoterapia) pusimos todas las esperanzas, pero el cáncer comenzó a empeorar en un periodo muy corto. No se debía al nuevo medicamento, dijo el médico, sino a la evolución de la misma enfermedad. Ahí se produjo una especie de transformación en Lucho en el sentido de que se dio cuenta de que iba a morir luego y su reacción fue muy notable, porque fue de absoluta tranquilidad. Cero miedo a la muerte.
A mí y a su mamá nos dijo que no estaba tan urgido ni tan preocupado. Que lo sentía por nosotros que íbamos a estar tristes. Pero que su situación no era dramática, porque él había hecho las cosas que había querido y su vida no era una vida trunca. Para mí fue un concepto muy potente y lo mencioné cuando hablé en su funeral.
"Él, con ese estilo un poco seco que tenía, nos dijo que iba a usar el chat grupal para informarnos de los temas médicos, así todos sabíamos lo mismo y él no tenía que repetirlo. Esa fue la regla que estableció desde el principio"
“Me cambió la manera de pensar”
Desde que Lucho nos contó de su homosexualidad hasta que murió pasaron más o menos 20 años. En todo ese período, nosotros tuvimos la oportunidad, a partir de la decisión nuestra, de apoyarlo incondicionalmente. Hubo ajustes, por supuesto; crujideras, por decirlo de alguna forma. Pero fue un proceso muy maduro y donde forjamos una relación muy sólida. Con algunas diferencias respecto a ciertas cosas, pero eran menores y nos respetábamos. Una diferencia que pudiéramos tener en un tema determinado no nos iba a separar de ninguna manera. Quedamos muy en paz por eso.
La vida de él fue para mí, de alguna forma, una puesta a prueba. El To a mí me cambió la manera de pensar sobre ciertas cosas. Me cambió el approach, digamos, hacia una mirada de repente más compasiva hacia otras personas. Eso también fue algo que yo dije en el cementerio.
Nosotros lo apoyamos en su lucha. En nuestro medio social ocurre que hay personas que sin haber vivido estas situaciones te ponen como una distancia y te dicen: ‘Ya, ok, si yo entiendo que esto pasa, pero ¿por qué ventilarlo tanto?’ Yo les decía: ‘Tú no has entendido nada, porque lo que quiere mi hijo es justamente ventilarlo’. Obviamente que para nosotros fue un cambio importante, en el que estuvieron todos en la familia muy involucrados.
"El To a mí me cambió la manera de pensar sobre ciertas cosas. Me cambió el approach, digamos, hacia una mirada de repente más compasiva hacia otras personas"
Mi hija Mariana, por ejemplo, le pidió a Lucho que fuera el padrino de su hija. En cambio yo conozco a otras familias que se han separado porque un cuñado no admite que un hermano de su mujer vaya con su pololo a la casa. Nosotros eso lo superamos al principio. Ese tipo de cosas son importantes.
“Tenía que hacerle una confesión”
Los últimos dos días antes que Lucho muriera, desfilaron unas 60, 70 personas por la clínica que fueron a despedirse. Él había decidido sedarse. Eso fue muy duro para nosotros. Pero por otro lado, de todo el grupo quizás era yo quien tenía más información porque siempre lo acompañaba a las reuniones con el doctor. Entonces yo veía que realmente se nos cerraban los caminos. Para mí fue obviamente doloroso, triste, llorado, pero al final no intenté oponer ninguna resistencia a la decisión de él. Su malestar era muy grande, era evidente, ya no tenía posición, no podía dormir. Así que me entregué, en el sentido de decir: ‘Bueno, es lo que él quiere y por algo lo quiere’.
Como todos en la familia, tuve también con él una conversación a solas. Fue muy tranquila. Ya habíamos conversando mucho durante el periodo anterior y yo ya había aceptado lo que él nos había dicho, en el sentido de que la suya no había sido una vida trunca. Entonces fue una conversación muy distendida. Fue triste, estuvimos con las manos apretadas, pero fue serena.
En un momento le dije que tenía que hacerle una confesión. ‘¿Qué confesión?’, me preguntó. Le dije: ‘Sé que no eres creyente. Y yo soy, por así decirlo, un católico social, porque vengo de una familia católica. Pero soy extraordinariamente escéptico, igual que tú. Y la confesión que debo hacerte es que nunca había rezado tanto en mi vida como por ti’. A él le dio risa, y me dijo: ‘Bueno, no me va a hacer mal’. De verdad recé mucho por él, y no soy bueno para hacerlo, me cuesta mucho. Pero de repente uno se aferra a cosas.
El To estaba tranquilo. Tal como se ve en el video que le grabó su hermana menor Sofía (y que se difundió la misma noche de su muerte, el 17 de noviembre de 2023). El desenlace fue más rápido de lo que pensábamos. Nos habían dicho que esto podía durar varias semanas. Pero fue de un día para otro.
“Un momento epifánico”
Hicimos su funeral tal como lo habíamos conversado con él. Queríamos respetar su voluntad. Nos dijo que no quería misa ni símbolos religiosos. Le preguntamos si quería que lo cremáramos, y dónde quería que quedaran sus cenizas. Le pareció una buena solución, y ecológica además, dejarlas al lado de las de su abuelo en Santo Domingo.
Para el funeral queríamos evitar cualquier tipo de tensión, porque eran dos mundos bastante distintos que se iban a encontrar. El mundo de la diversidad sexual y el activismo con el mundo mío, que es de gente muy diferente. Pero hallamos la forma de hacer algo muy bonito y muy espiritual. En el Parque del Recuerdo hay unas especies de capillas naturales, lugares de árboles, y encontramos una en que cabía harta gente. Partió con un coro maravilloso, con un repertorio que Lucho le había encargado a una amiga. Entramos con la Mónica al lado del cajón, con canciones como Free Fallin’, algunas de REM y otras que le gustaban a él. Se creó un ambiente.
Después vinieron las intervenciones. Primero hablé yo, luego sus cuatro hermanos juntos, una sobrina y varios amigos, algunos gays, otro hétero. Mucha gente se me acercó al final. Hubo dos personas que me dijeron cosas bien notables. Una amiga que es muy católica me dijo que nos felicitaba porque habíamos hecho el funeral más espiritual en que nunca había estado, y eso que no había ningún símbolo religioso. Un hombre, mayor, muy conservador, me dijo que me agradecía mucho haberlo invitado, porque él y su señora habían cambiado su visión, recién a esta edad, acerca de lo que es la homosexualidad y la diversidad sexual, ya que los había conmovido la paz que vieron allí.
"Para el funeral queríamos evitar cualquier tipo de tensión, porque eran dos mundos bastante distintos que se iban a encontrar. El mundo de la diversidad sexual y el activismo con el mundo mío, que es de gente muy diferente. Pero hallamos la forma de hacer algo muy bonito y muy espiritual"
A mí aún me emociona todo eso, porque fue como una pildorita de lo que hizo Lucho en la sociedad chilena, de su aporte. Para nosotros como familia, el funeral fue como un momento epifánico. Nuestro duelo está acompañado de esa epifanía que fue el funeral, donde nosotros terminamos de convencernos de lo que Lucho nos decía: que su vida había sido plena y que él había cumplido su misión acá.
“El duelo que más me remece”
¿Qué se pierde cuando se pierde a un hijo? Es muy difícil de explicar, es un vacío. Se pierde la posibilidad de abrazarlo, de conversar con él, de contrastar puntos de vista, de hacer comentarios, de compartir en el más amplio sentido de la palabra. Sí, es un vacío.
Es el duelo más difícil que me ha tocado, el que más me remece. Hace 10 años se murió mi hermano menor de cáncer, pero ahora es diferente, es distinta la relación. Aquí es carne de tu carne, digamos. Hasta ahora no he tenido la ayuda de una terapia en este tema, pero sí hay ofrecimientos; de partida de la sicóloga que veía a Lucho. Es una opción que no descarto.
¿Hay algún sentido detrás de su muerte? Para mí es difícil separar la pregunta de si hay algún sentido en su muerte con si hay algún sentido en su vida. Porque en el fondo la muerte de él fue parte de su vida, y ahí sí le encuentro un sentido a que su vida haya terminado así. Yo creí que Lucho me iba a dar lecciones en materia de diversidad sexual, pero no pensé hasta el final que me iba a dar lecciones respecto al buen morir.
Yo ahora tengo una vivencia muy cercana de lo que es el buen morir, que es un gran tema. Yo conversaba con amigos míos que estamos en la edad que se nos están muriendo los papás y hay unos rollos terribles respecto a esto. Nosotros lo vivimos también, ya que mi madre murió hace dos años, enferma. Es un gran tema para la humanidad hoy día.
Entonces, desde ese punto de vista, de su muerte con su vida, digamos que en el caso de Lucho sí tienen un sentido. Es parte de sus lecciones. Uno siempre piensa que tiene que entregarle a los hijos educación y formación, pero no piensa que al final los hijos también te las entregan a ti, y que éste es un proceso biunívoco”.