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Lecciones de Vida

Noam Titelman: “El gobierno no puede ser un proyecto generacional, sino de todos los chilenos y chilenas”

Noam Titelman: “El gobierno no puede ser un proyecto generacional, sino de todos los chilenos y chilenas”

El economista, candidato a doctor en métodos de la investigación social por la London School of Economics y frecuente columnista de medios de comunicación del país, habla de su infancia en Israel, de su época como dirigente estudiantil, de su relación con Jackson y Boric, de sus críticas a la izquierda y a la Convención Constitucional. Del gobierno, reconoce “turbulencias”, pero valora su autocrítica. “Veo que hay un sincero esfuerzo por mejorar, ojalá lo logren, y pronto, porque no hay mucho tiempo que perder”.

Por: María José López | Publicado: Sábado 14 de mayo de 2022 a las 04:00
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Nací en Jerusalén en 1987. Mis padres -el economista Eduardo Titelman y la sicóloga Daniela Nassau- son chilenos, se conocieron en EEUU, mientras estudiaban. Mi padre era activo en la izquierda, mi madre no tanto, se enamoraron, se casaron y se mudaron a Israel, donde nacieron mis dos hermanas y yo.
Mi primer acercamiento a la política ocurrió ahí, cuando tenía 8 años vi por televisión el día en que Yigal Amir, fanático israelí, mató al primer ministro Isaac Rabin con una pistola semiautomática, el 4 de noviembre de 1995. Me sigue llamando la atención que fue alguien de sus propias huestes quien lo atacó. De Rabin destaco una frase, que puede parecer obvia: ‘La paz se hace con enemigos, uno debe sentarse a dialogar con quienes no están de acuerdo con tus ideas’. 
A los 9 años me vine a Chile, entré al Colegio Hebreo. Cuando llegué todavía hablaba con acento, aún no modulo bien. Por lo mismo me siento más cómodo escribiendo columnas que opinando de forma oral. Siempre me gustó estudiar, me sentaba atrás, hablaba poco. Desde chico fui un ñoño de corazón.
Mis abuelos huyeron a Chile de los nazis. Mi abuela tuvo que aprender a ser independiente a los 16 años. Mis padres se sienten judíos, aunque no son muy practicantes. Yo, de cierta manera, practico: no como mariscos ni cerdo. Mi inquietud nació cuando tenía 20 años, me empezó a atraer la idea de comunidad, es algo que me ha interesado siempre, pertenecer a un colectivo. Cuando más joven participaba en la comunidad judía, ahora no tengo muchos vínculos. 
Entré a estudiar Letras y Economía en paralelo, en la UC. Siempre tuve interés en política, pero el momento parteaguas fue cuando estuve de voluntario en la Escuela Popular Paulo Freire, que eran clases de reforzamiento que se hacían en la Católica. Me tocó estar a cargo de estudiantes de cuarto medio. Sentí que era una labor muy loable, pero al mismo tiempo tenía la sensación de estar tapando el sol con un dedo. Creía además que varios de ellos eran más inteligentes que yo, pero que era bien improbable que pudieran entrar a la universidad por los vacíos que traían. El voluntariado es bonito, pero no es suficiente. Se necesitan cambios más estructurales para mejorar temas de acceso a la educación. Eso me empujó a formar un Centro de alumnos en Letras el año 2011, que intentó combinar lo académico y lo político: fue el año de movimientos estudiantiles. Yo entonces era delegado Confech, representante del centro de alumnos que acompañaba al presidente de la FEUC, que era Giorgio Jackson. Fue un año bien marcador, me movió la cabeza. Antes pensaba en seguir una carrera académica en Literatura. Ese año decidí hacer algo conectado con política. 
Fui presidente de la FEUC en 2012, después de Giorgio, cuando Boric era presidente de la FECH. Y me di cuenta de que si bien me interesaba mucho la política, me veía más en un rol de segunda, que de primera línea. Una periodista me dijo: ‘Hay dos tipos de personas, los que son polillas y que persiguen las luces, y las cucarachas, que se esconden’. Creo que sigo estando en el segundo grupo. Pero respeto a los de primera línea, tienen que tener un nivel de vocación y compromiso enorme. Si no, es muy ingrato.
 
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Antes del 2012 no conocía a Gabriel. No recuerdo exactamente cuando nos conocimos, pero leí en una de esas entrevistas previas a las elecciones presidenciales que fue en Magallanes, durante un encuentro de la Confech que fuimos a su casa. Me considero su amigo, siento cariño y amistad por él, pero habría que preguntarle a él también (ríe). 
Una cosa que nos unía en esa época era la literatura, a los dos nos gustaba muchísimo leer. Teníamos ciertas diferencias políticas, yo pertenecía a la NAU (Nueva Acción Universitaria), de centro izquierda. Boric pertenecía a la Izquierda Autónoma. Ambos teníamos críticas a la transición y a la manera que se habían relacionado los partidos con los movimientos sociales, pero él siempre fue más crítico. Algunos dicen que los de la NAU renunciamos a la Concertación, y que ellos renunciaron a la revolución, y que al final convergimos en un punto que es el Frente Amplio, un proyecto democrático que tiene un compromiso con la institucionalidad y a la vez con los movimientos sociales.
Tras salir de la FEUC en 2012, tenía la convicción de que quería militar, era la manera de incidir, pese a las rabias que uno pueda pasar. Alguien que jugó un rol importante en mi decisión fue Pablo Paredes (actual Secom). Lo conocí por sus poemas, leí varios de sus libros estudiando Letras, es una eminencia, para mi uno de los poetas más importantes de su generación. Se convirtió en presidente de Revolución Democrática (RD), nos juntamos a conversar y me convencí. De las primeras cosas que hice fue escribir una columna en 2014, en El Mostrador. Ahí hablé de la idea de formar “algo” llamado Frente Amplio. Tres años después fundamos la coalición que lleva ese nombre, muy influenciados por el FA uruguayo. 
En RD asumí el rol de coordinador de contenidos, que era el encargado de desarrollar discusiones temáticas: salud, educación, etc. Esta directiva participó activamente en el proceso de formación del FA. Al principio, nos imaginábamos una coalición que incluyera a algunos partidos de la ex Concertación y otros emergentes. Esa idea original se parece mucho a lo que hoy día es el gobierno. El debate siempre fue si incluir a la DC o no. La discusión sigue hasta hoy.
El FA tuvo dos momentos relevantes que marcan su historia. Primero, la candidatura de Beatriz Sánchez. El FA entonces era muy amplio, con movimientos desde el centro progresista, como el Liberal, hasta antisistemas, incluido el partido pirata. Ese año la bancada terminó siendo más conocida por sus peleas. Y el segundo momento fundante fue la firma del acuerdo del 15 de noviembre. Después de esa firma varios se fueron, y los que quedaron son ese núcleo estudiantil vinculado al movimiento del 2011: Convergencia Social, Comunes y RD. Ahí parte el tiempo de un FA menos amplio, pero mucho más consistente. Su tesis es que podemos unificar la grieta que existe entre las dos grandes izquierdas, el PS y el PC, teniendo una posición muy marcada en demandas feministas y ambientalistas, entre otras.
 
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Desde el 2017 vivo en Londres (junto a su mujer, la también ex dirigente estudiantil Scarlett Mac-Ginty). Si todo sale bien, me quedan tres o cuatro meses para terminar mi tesis de doctorado en Métodos de la Investigación Social en la LSE. El tema trata sobre la relación entre identidad social e identidad política. Siempre ha sido de mis obsesiones: para entender al ser humano, no se puede pensar que es una calculadora que suma y resta en cada decisión que toma, hay algo más, una sensación de identidad colectiva, de unidad, que entra a la juguera. Este tiempo he estudiado las identidades sociales: cómo muchas veces las personas votan de determinada manera porque es parte de su identidad, que puede ser generacional, religiosa, social... 
No se nota mucho en mis intervenciones públicas, pero yo dedico el 90% de mi tiempo a hacer regresiones de números, estadísticas. A futuro me gustaría mantener una pata en la academia. Pero coincido con el autor Edward Said -palestino activista-, quien hablaba sobre el rol del intelectual secular: pensadores comprometidos con un proyecto político determinado, pero manteniendo cierto nivel de autonomía para poder ser crítico del mismo.
 
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Nadie de mi sector, tampoco mis amigos del gobierno, me han dicho que mis columnas han sido duras. He intentado reflejar posiciones distintas sin destruir, lo cual no implica ser neutral ni imparcial. Me acuerdo que cuando el Presidente Boric se juntó con la Presidenta Bachelet antes de las elecciones, le preguntaron qué consejos le dio ella. ‘Que tuviera cuidado con las personas que dicen que sí a todo’, respondió él. Creo que la crítica constructiva, no la maletera, ayuda. Nos hace bien a este proyecto político generacional, nos permite corregir el rumbo. 
Sobre el gobierno, lo que más he planteado, es que no puede ser un proyecto generacional, de unos pocos, sino que de todos los chilenos y chilenas. Una de las cosas que más admiro del Presidente, es abrir canales de diálogo. Pero falta mucho, porque tenemos una herida en el país y hay varios de esos diálogos cortados.
Hoy el tema que marca la agenda es la seguridad, y el gobierno tendrá que estar a la altura de esa necesidad. El rol de un dirigente político cuando está en el gobierno es representar a todos los chilenos y chilenas, y no solo a un sector, como sí ocurre cuando uno es senador, diputado o dirigente social. Varios del FA y miembros del gobierno hemos protestado en las calles, y hay quienes no creen nuestro discurso anti delincuencia. Hay mucho de caricatura en eso. Yo todavía recuerdo el video que se viralizó en 2012 cuando el presidente Boric, siendo presidente de la FECH, increpaba a un encapuchado que hacía desmanes y no permitía marchar en paz.
Creo que el Presidente al articular el concepto de ‘habitar la República’, ha dado una importante señal de lo que significa este rol: ya no eres ‘x’ persona, sino que te conviertes en quien encarna el rol del cargo, con toda la responsabilidad que eso implica. 
Este liderazgo más horizontal, menos gerencial que el de la derecha, y menos mesiánico que el de la izquierda, es lo que hizo, en parte, que el Presidente fuera elegido. Ha tenido turbulencias, pero hay un reconocimiento de eso, y lo veo a él y al gobierno preocupados de mejorar esos aspectos. 
De Siches, parto diciendo que la ministra asumió el ministerio que sabíamos que sería el más complejo, no hay ninguna duda de que hubo errores de instalación, pero a todos nos debiera interesar que su figura sea exitosa, y todavía puede serlo. La ministra ha reconocido que necesitamos una fuerza policial legitimada y que el rol de Carabineros es muy relevante en cualquier democracia. Respetando derechos humanos, por supuesto. Todos los gobiernos tienen dolores de parto. Pero se necesita corregir el rumbo rápido, porque hay una ciudadanía que no va a aguantar ese tipo de situaciones mucho rato.
Esta es una generación que no había habitado la República, y eso tiene otros códigos, cuidados, otro lenguaje, veo que hay un sincero esfuerzo por alcanzarlo y mejorar. Ojalá lo logren, y pronto, porque no hay mucho tiempo que perder. Que el Presidente haya armado un gobierno con un equipo distinto a la coalición con la que ganó, es importante. No es común. Y lo hace porque sintió que es lo que requería el país, y porque para construir hay que escuchar al otro, eso incluye al adversario. 
 
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No siento que he mutado al centro. Una de las cosas que he intentado demostrar es que se puede ser de izquierda y a la vez dialogante. Tenemos mucho que aprender de otras tradiciones políticas ideológicas sin renunciar a ser de izquierda. Soy crítico con la izquierda, mis columnas en general hablan de ello, porque creo que la mejor manera de ser militante, es siendo muy crítico de ella. Del gobierno, y sobre todo del Presidente, tengo una muy buena impresión, no comparto diagnóstico más crítico en ese sentido. Aunque sí coincido en que el desafío es gigantesco. Sí tengo críticas a convencionales y formas de actuar de la Convención. 
El Pleno nace buscando implementar dos cosas en simultáneo, que creo que en lugar de complementarse terminaron entrando en tensión. Por un lado, nace como respuesta democrática institucional tras el estallido social. Pero a la vez, la CC y la Constitución, buscaba recomponer un relato nacional que aunara a todos, que encontrara el equilibrio en esa tensión entre el y los pueblos de Chile. Yo creo que eso ha costado mucho conducirlo en la Convención, y a ratos ha primado esta identidad de los particulares por sobre una más amplia. En la Convención se ha exacerbado la forma de hacer política en redes sociales, primando la discusión agresiva.
De la oposición, pese a que tengo grandes diferencias políticas, valoro enormemente que (Javier) Macaya haya estado disponible para conversar sobre un acuerdo (nacional en seguridad) con el Presidente. Además me parece interesante el recambio generacional de la UDI. En foros intelectuales me he encontrado con Claudio Alvarado, de quien veo un esfuerzo auténtico de entender al otro, con sus diferencias.
 
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Si no sucede algo muy terrible con las comisiones transitorias en la Convención, votaría Apruebo. Claro, hay normas que no me gustan, pero desmantelar el proceso de discusión que hemos armado estos meses, tiene costos. Creo que si gana el Rechazo nos vamos a entrampar en la misma vorágine de la política estos años: el Congreso no se pone de acuerdo. Lo vemos en situaciones tan obvias y consensuadas como una reforma de pensiones. Si no se ha llegado a acuerdo en eso, no imagino un acuerdo sobre un eventual tercer camino. Por eso, creo es más viable desarrollar una tercera vía aprobando que rechazando.
Con La Moneda no tengo contacto directo para hablar de estos temas. Tengo amigos, como Pablo (Paredes), pero más que eso no. No me ofrecieron entrar al gobierno ni tengo pensado hacerlo. Creo en los proyectos colectivos y si consideran que mi rol no es estar en el gobierno, lo asumo feliz”.

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