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Lecciones de Vida

Patricio Bianchi, emprendedor a los 96: “Esto no es un asunto de edad; es una actitud de vida”

Patricio Bianchi, emprendedor a los 96: “Esto no es un asunto de edad; es una actitud de vida”

Trabajó 32 años en la Bolsa de Comercio. Luego en exportación de frutas y de vinos. Cuando se retiró de eso, su idea -al contrario de lo que todos pensaban- estaba lejos de descansar. En 2016 armó un restaurante en Providencia, del cual hizo socia a la persona que había hecho servicio doméstico en su casa. Patricio Bianchi aún está en eso, a cargo de la administración y las finanzas. “El emprendimiento es una actitud de vida”, dice, vital, con casi un siglo encima.

Por: Patricio De la Paz - Foto Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 27 de abril de 2024 a las 04:00
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Llega con 15 minutos de atraso a la cita en su departamento. Tuvo que solucionar un inconveniente de última hora. La persona que lo ayuda a comprar las cosas para su restaurante en Providencia se enfermó y él tuvo que reemplazarlo.

Así que caminó la cuadra y media que separa su casa del local, tomó un carrito con ruedas, caminó otro par de cuadras hasta el Jumbo del mall Costanera Center, lo llenó con 14 packs de bebidas en lata -seis en cada pack, 84 en total-, pagó, fue de nuevo al local y dejó todo allí. Lo cuenta sin una muestra de cansancio. Cero agotamiento. Como si en el cuerpo no cargara los 96 años que tiene. 

Patricio Bianchi es un hombre vital. Un emprendedor con muchos años. Probablemente el emprendedor más longevo de Chile. Hace ocho años, viudo por segunda vez, cuando todo el mundo pensaba que se dedicaría a una vida calma, él decidió lo contrario. Apostar, romper la zona de confort, arriesgarse en un terreno que prácticamente no conocía. Ese año empezó con “Como en casa”, su restaurante ubicado en la calle Holanda, casi al llegar a Nueva Providencia, en el primer piso de una galería con múltiples ofertas de comida.

Es un hombre nuevo con lenguaje antiguo. Que cuando uno le pide una entrevista, él comenta con humor que tiene que mirar “su carné de baile”, como se decía antes cuando las chicas planificaban cómo moverse en una fiesta. O que al entrar a su departamento, donde vive solo, dice: “Yo me voy a desensillar”, expresión que significa ponerse liviano, cómodo.

Y así justamente vuelve al poco rato, listo para comenzar esta conversación en su living lleno de plantas y de libros: sin chaqueta, bien peinado lo que queda de cabello, con audífono instalado en la oreja derecha.
 

La Bolsa, los vinos, el restaurante

Patricio Bianchi Bianchi -“mis padres eran primos hermanos, tuvieron que pedir dispensa papal para poder casarse”, explica- nació un 20 de diciembre de 1927. Fue el menor de cuatro hermanos. Vivió en el centro, en la calle Serrano, en una casona de sus abuelos maternos, junto a tíos y primos. Sumaban en total unas 20 personas.

Luego la familia se mudó a calle Dieciocho. Estudió en el Grange. Luego siguió Agronomía en la Universidad Católica, como descarte porque no entró a Medicina. Recién titulado, ante la repentina muerte de su padre, se metió a trabajar en la oficina Ureta y Bianchi, que pertenecía a su familia y que operaba en la Bolsa de Comercio de Santiago. Estuvo trabajando allí por 32 años.

“La verdad es que nunca me atrajo mucho la Bolsa, no me gustaba el ambiente. Lo encontraba muy superfluo. La gente allí tenía buenos estudios escolares y todo, pero las conversaciones que uno tenía con ellos siempre eran de cosas muy livianas, vagas. Me aburría. Así que el año 84 me salí”, cuenta.

Para entonces ya llevaba varios años casado: su matrimonio fue en 1952. Su mujer era madrileña, había escapado con su familia a Chile después de la guerra civil española. Tuvieron cuatro hijos.

“Me quedan tres. Falleció un hijo. Desgraciadamente con esto de vivir tanto pasas muchas penas también. Tuve que afrontar además la muerte de un nieto de veintitantos años”, dice. Enviudó de su primera esposa, y años después también de su segunda pareja. Recuerda que la de ella fue una agonía larga, después de un derrame cerebral. 

- Entiendo que cuando vuelve a quedar solo es cuando se le cruza la idea de poner un restaurante…
- Sí, pero debo contarle lo que había pasado antes de eso. Después de la Bolsa trabajé en exportación frutícola, y en los ‘90 empecé en la exportación de vinos, como socio de la empresa Transglobal junto a Claudio González, quien se encargaba de la exportación de mariscos. Era su expertise, pues él era socio también de la empresa Robinson Crusoe.
Yo le di servicio a la viña Morandé, que era un grupo que se había salido de Concha y Toro. Me encargué de sus exportaciones a Asia y fue un éxito. Después lo hice con la viña Doña Javiera, cuyo dueño había sido compañero mío en la universidad, Paco Correa. 

Después de dejar las viñas, ya sin trabajo formal encima, pensó que aún le quedaba energía. Que no quería ser un viejito inmóvil en una esquina del departamento. Y había algo más. “La verdadera razón de todo esto”, señala. Mientras vivía con su segunda pareja, una mujer les ayudaba con el servicio doméstico dos o tres días a la semana.

Ella se llevaba muy bien con la pareja y, según recuerda Patricio Bianchi, cocinaba fabuloso. Había enfermado de cáncer, enfermedad que mantenía bajo control, pero siempre alerta. “¿Cómo la ayudo?”, pensó él.

La respuesta fue abrir un restaurante. El 2 de mayo del 2016. A los 88 años.
 

Los socios

En todo caso, había un antecedente. Muchos años antes, Patricio Bianchi fue socio del restaurante Lomit’s, que aún existe en Providencia. “Estuve ahí en la década del ‘50, pero no me ensucié las manos en la cocina o en el comedor digamos -dice, riéndose-. En ese tiempo yo seguía en la Bolsa. Con el otro socio del Lomit’s habíamos sido compañeros en el colegio. Después vendí mi parte porque no vi ni uno. Pero claro, aprendí del negocio”. 

Sin embargo, no fue esa experiencia lo que impulsó a abrir su local, sino el deseo de ayudar a Jeanette Venegas. “Empecé a buscar un restorancito por aquí, cerca de mi casa. Y lo encontré. Entonces le dije a esta niña si se vendría a trabajar aquí conmigo. Fuimos juntos dos veces a sapear el negocio que ya funcionaba en el mismo lugar. Hasta que ella me dijo ‘ok’”.

Él compró el derecho de llaves al antiguo dueño, lo que implicaba quedarse con todo lo que había allí: las cocinas, la mesas, las sillas, las ollas, la loza. Dice que le pagó siete millones de pesos, que sacó de sus ahorros. Lo hizo en varias cuotas. Luego cambió el nombre del boliche y empezó a pagarle arriendo mensual al propietario del espacio donde éste funciona, que incluye cuatro locales de la galería.
“Es importante tener socios, es una de las reglas que yo sigo para un emprendimiento. Se van a presentar cosas que no estaban pensadas previamente, entonces la decisión de dos cerebros es mucho mejor que la de uno. Hay menos posibilidad de equivocarse”.
Jeanette se encargó -y aún lo hace- de la compra de los alimentos en La Vega, de la supervisión de la cocina, del manejo de las siete personas que componen el equipo. Y Patricio Bianchi, de la administración y las finanzas. Muy tempranamente, además, se convirtieron en socios: él le vendió la mitad del negocio a ella, quien lo pagó en un plazo de tres años, que comenzaron a correr desde que el negocio daba utilidades.

“Eso fue muy rápido, en todo caso; como a los tres meses ya empezamos a tener ganancias”, recuerda él. Después, Jeanette le vendió un 10% de su parte a una hija. 

“Es importante tener socios, es una de las reglas que yo sigo para un emprendimiento. No hacerlo solo. Se van a presentar cosas que no estaban pensadas previamente, entonces la decisión de dos cerebros es mucho mejor que la de uno. Hay menos posibilidad de equivocarse. Otra regla es no pedir plata a los bancos. Yo no lo hice, no me endeudé. La verdad es que no me he endeudado nunca”, señala.

Y continúa, entusiasmado: “Y hay una tercera regla: estudiar bien el nicho de mercado al que uno se va a meter. Miré mucho el barrio, el lugar, el movimiento de la gente, los mejores horarios para atender”. 

El restaurante sólo da servicio de almuerzo, de lunes a sábado. Es un menú de $ 5.800, que incluye sopa, ensalada, pan, pebre y un plato de fondo que se puede elegir entre seis opciones, desde carne mechada a pescado frito.

“Por día vendemos un promedio de 180 almuerzos”, comenta. Y asegura que lo que le da el restaurante le permite vivir, aunque igual tiene otras entradas de dinero y ahorros disponibles. Una vida sin sobresaltos.
 

Cuestión de actitud

Patricio Bianchi se levanta a las 7 de la mañana, todos los días. Prepara el desayuno que luego sirve en la pequeña mesa redonda de su comedor. Lava la loza. Se ducha, se viste y parte a su restaurante. Lleva consigo la caja, con los billetes y las monedas.

A la hora de almuerzo vuelve a su departamento, raramente come en el negocio. “Es mejor así si quiero relajarme, tener una buena digestión. En el restaurante hay que estar pendiente de todo”, explica.
Cada quince días, Patricio Bianchi va a la radio La Clave. Hace un año lo entrevistaron, después de que una de las conductoras fue a comer a su restaurante y lo vio en la caja. Quedó tan impresionada con su vitalidad, que lo invitó a contar su historia. Luego lo incorporaron como panelista en el programa “Emprender es Clave”.
Todos los viernes viene a su departamento una señora, la hermana mayor de Jeanette, quien le hace el aseo, le plancha la ropa y le deja comida para varios días. Las ensaladas, aclara, se las hace él mismo justo antes de comerlas. 

Vuelve al restaurante a las 4 y media de la tarde, cuando ya se ha terminado el servicio. Chequea que todo marche bien. Y, en estos últimos días, asume una pega extra: como en el sector se está construyendo tanto, una inmobiliaria les contrató diariamente unos 30 almuerzos y, al final de la tarde, de 180 a 200 sándwiches de jamón queso para los que están de turno. Es él quien se encarga de ir cada día a comprar las hallullas frescas al Jumbo en el Costanera Center. Caminando, con el carrito metálico. Ida y vuelta. Luego, el personal los prepara y se los llevan al único cliente al que le hacen delivery.

Cada 15 días, Patricio Bianchi va a la radio La Clave. Hace un año lo entrevistaron, después de que una de las conductoras de la estación fue a comer a su restaurante y lo vio a cargo de la caja. Quedó tan impresionada con la vitalidad metida en ese cuerpo que casi suma un siglo, que lo invitó a contar su historia.

Luego lo incorporaron como panelista en el programa “Emprender es Clave”, martes por medio. “Pero he ido cambiando un poco la temática de lo que hablo allí. Pasé del emprendimiento a cuáles son hoy los problemas de los adultos mayores”, señala.

Se nota que el tema lo inquieta: “En Chile tenemos la forma equivocada de pensar de que el tipo que se jubila ya terminó su vida activa y que no le queda más que ir a la plaza a echarle alpiste a los pájaros. O quedarse en la casa leyendo el diario y que los hijos lo visiten. El servicio del Estado que se preocupa de los adultos mayores, el SENAMA, está errado: los lleva un día a la playa, otro día clases de baile, otro día les enseñan a trabajar con los computadores, aunque hayan personas que hasta el día antes de jubilarse trabajaban con uno. Somos dejados de lado, invisibilizados”. 

- Llama la atención que usted emprenda a su edad. Lo de emprendedor, justa o injustamente, se asocia con juventud.
- Así es. Pero no es un asunto de edad; el emprendimiento es una actitud de vida. 
 

Cerrar el círculo

“A mi edad, uno sigue soñando”, dice, rotundo. Y cuenta entonces uno de sus sueños: “Yo siempre he soñado en instalar ahí abajo una trattoria italiana. A la gente le gusta la comida italiana y es barata. Entonces necesitas menos personal, hay menos costos, menos gastos. Me gustaría, pero sé que ya no estoy en edad de hacerlo… Con 10 años menos, lo haría de todas maneras”.

- ¿Ha pensado qué le gustaría que pasara en el futuro con “Como en casa”?
- Sí.
Patricio Bianchi queda en silencio. Mira las cosas antiguas que lo rodean en esta sala. Un par de cámaras fotográficas. Una radio. Libros. 

- ¿Y qué ha pensado?
- Ninguno de mis hijos se va a interesar en esto... Posiblemente chocarían con Jeanette, que no es alguien fácil pero es tremendamente trabajadora, sabe hacer bien su pega, es valiosísima como socia.

- Pero no me ha respondido la pregunta…
-Y no se la voy a responder, aunque ya tengo una decisión tomada. Sólo le comento que será como cerrar el círculo; tiene que ver con el comienzo de toda esta idea. 

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