Opinión
J.J.Jinks aborda el "silencio sepulcral" del Colegio Médico frente a la gestión del nuevo gobierno
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No por casualidad el dicho “if it ain’t broke, don’t fix it” (si no está roto, no lo arregles) es anglosajón. La cultura latina tiene muchas virtudes, pero el pragmatismo no parece ser una de ellas.
Chile enfrentó la pandemia de forma ejemplar, apoyándose en la ciencia y con una gestión de manejo de camas, respiradores y vacunación que ya se la hubieran querido los países desarrollados. Hasta un premio internacional se llevaron nuestras antiguas autoridades por su desempeño, cosa muy importante para un país con el cutis tan delicado frente a la opinión foránea.
Lo natural, obvio y de bajo riesgo era para el gobierno entrante mantener las políticas que habían llevado al país a ser reconocido por el manejo de la situación sanitaria.
Lamentablemente, lo evidente a veces no es garantía de nada. La situación dista de ser alarmante, pero es al menos molesta.
Hoy se está testeando una fracción de lo que se hacía antes, el número de rezagados en el proceso de vacunación alcanza niveles importantes, la disponibilidad de vacunas ha caído, la comunicación respecto a los lugares de vacunación es poco clara y se resuelve a través de los grupos de WhatsApp de los ciudadanos más que a través de comunicación gubernamental.
Por supuesto las fases de riesgo para las distintas comunas que conocimos luego de dos años en que nos machacaron día a día fueron cambiadas por una nueva metodología que nadie conoce y a nadie le importa.
La positividad ha vuelto a subir en los últimos días, y como en una pesadilla que no se acaba nunca se suspenden reuniones y compromisos porque algún conocido cayó con Covid. La comunicación de riesgo con la cual tanto se cacareó en el pasado hoy prácticamente no existe y de alguna manera cada ciudadano pasó a enfrentar la amenaza del virus según su mejor tincada.
Para un alma liberal como la mía esto representa un cierto alivio donde el individuo recupera un espacio de autonomía, pero también cuesta olvidar la virulencia con que se acusaba a las anteriores autoridades frente a cualquier acción o falta de ella. Aunque hoy parezca deschavetado, hasta de negligencia criminal se llegó a hablar. La desmesura total.
El rostro de muchas de las críticas más ácidas fue la expresidenta del Colmed, Izkia Siches. Ella parecía tener todas las respuestas a la crisis sanitaria que vivíamos. Vaya contraste, con el actual silencio sepulcral del Colegio Médico (¿sigue existiendo?) frente a la gestión del nuevo gobierno en el tema. El hecho de que muchas de las críticas más duras estuvieran políticamente motivadas parece a esta altura una obviedad del porte de una catedral.
Así es la vida, dirá usted, pero que sea la refriega política lo que te guíe en medio de una pandemia con gran cantidad de muertos es algo a lo cual no nos debiésemos acostumbrar.
Los dioses griegos parecen concordar con esta idea y en un plan de una perfidia exquisita, digna de quienes llevan miles de años dedicados a estos afanes, decidieron castigar la hybris concediéndole a Izkia su deseo de ser poderosa y la nombraron en el Ministerio del Interior. Maldadosos los dioses.