Opinión
J.J. Jinks: "El consenso alcanzado pone una sana presión a los nuevos consejeros constitucionales"
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El Chile que está surgiendo de la Comisión de expertos es un país que en algún momento pareció que se nos había esfumado para siempre.
La sobriedad y falta de estridencia con que han trabajado, el profesionalismo y la amabilidad y buena fe hacia el contradictor son elementos esenciales para que si se cumple lo anunciado, tengamos como resultado un texto que cuente con el apoyo unánime del arco político.
Faltan los adjetivos para calificar el aporte macizo que esto significa para revitalizar la institucionalidad, uno de los elementos más dañados en los últimos años y que ha hipotecado el desarrollo potencial del país.
Detrás de lo sucedido en esta comisión hay una importante revalorización del rol de los expertos en política, tan desvalorizada y mirada a huevo en los últimos años. En ese plano habrán hecho una contribución adicional a cumplir en forma sobresaliente la tarea encargada.
El consenso alcanzado pone una sana presión a los nuevos consejeros constitucionales quienes, si son juiciosos, no querrán desarmar lo que se ha urdido con delicadeza y sapiencia.
Naturalmente esta responsabilidad recae fundamentalmente sobre los Republicanos y su líder José Antonio Kast. Tienen la fortuna, se requiere en política y en la vida, que la comisión de expertos no ha llegado a acordar los acápites relativos a hacer explícita la participación privada en salud y previsión.
Ambos temas donde cuentan con el apoyo mayoritario de la ciudadanía para incorporar la posibilidad de elegir entre el Estado y la empresa privada como proveedores. Eso y la palabra orden y seguridad en varios lados pueden ser la contribución que terminen haciendo los nuevos convencionales.
Si mantienen el esqueleto y agregan unos pincelazos que son apreciados por la ciudadanía, presentarían un texto en diciembre que tendría buenas probabilidades de ser aprobado, dejando a su candidato presidencial en una inmejorable posición de cara a la presidencial.
Para que esto ocurra habrá que tener rienda firme frente a la pulsión de abusar de una mayoría circunstancial, cosa que claramente no está asegurada ni mucho menos.
La moderación y buen juicio de la comisión de expertos convive con manifestaciones que nos retrotraen al frenesí y los permanentes dislates que vivimos en la fracasada convención anterior. Un ejemplo de ello es la provocación adolescente de un grupo de diputados frenteamplistas y comunistas a la visita al parlamento del embajador de Israel.
Disfrazados, no hay otra manera de decirlo, con pañuelos característicos de la cultura palestina intentaron hacer una crítica a la política israelí en los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania. Además de la evidente desubicación de la acción, muestra el privilegio de la performance por sobre la sustancia, el show para las cámaras por sobre la seriedad, el actuar impulsivo por sobre la mínima reflexión.
¿Tiene alguna importancia esto cuando ha habido múltiples actos circenses de nuestros políticos de lado y lado? Chahuán llevando una guitarra o la grotesca función permanente de Jiles son sólo un par de ejemplos.
La importancia que tiene la da la reacción que hubo. Un amplio repudio al triste espectáculo y el mundo oficialista en total silencio sin prestarles ninguna ropa (pañuelos en este caso) a los ocurrentes diputados. Sería pecar de optimista pensar que hemos recuperado la morigeración y mesura, pero como decía el exministro Arenas hay brotes verdes que cuidar. Ojalá yo tenga mejor ojo que el exministro.