El escepticismo como mirada de vida suele pagar, es una forma barata de no quedar como ingenuo e incluso permite andar de inteligente por la vida. Si eso funciona bien para el día, más aún a la hora de desmontar del poder a una dictadura cruel y estúpida como la venezolana.

Cuesta un mundo imaginar a Maduro y sus secuaces reconociendo una derrota electoral y abandonando tranquilamente el mando luego de cometer todo tipo de tropelías durante años. Cuando se escribe esta columna ya hay observadores extranjeros a los cuales se les dificulta, o derechamente impide, su entrada a Venezuela, enviando una señal bien clara de que están dispuestos a todo. Pese a todo eso, elijo creer.

Elijo creer que el pueblo venezolano que se ha volcado masivamente a las calles, y que seguramente también lo hará en las urnas, no aceptará que le roben una vez más una elección.

Un país rico que ha visto despedazada su economía, su democracia y su convivencia por un régimen que se ha convertido en un verdadero laboratorio de las peores ideas de izquierda, parece haber encontrado en el liderazgo de una mujer corajuda como María Corina Machado la esperanza y unidad extraviadas por tanto tiempo.

Las grandes concentraciones en las distintas ciudades y pueblos pese a las dificultades impuestas por el régimen dan muestra de la convicción del pueblo venezolano de que están frente a una ocasión única para sacarse el yugo de encima. La escandalosa inhabilitación política de Machado por 15 años no ha sido obstáculo para que ella empuje a un hasta hace poco desconocido candidato como Edmundo González para ponerlo a las puertas de la presidencia.

Hoy las encuestas dan una amplia ventaja a González sobre Maduro, donde solo un fraude masivo pudiese cambiar el resultado.

Parte importante de las dificultades que tendrá Maduro para torcer la voluntad popular viene de la propia izquierda, que parece haberle soltado la mano. El presidente Lula, quien durante años se movió con una desesperante ambigüedad frente a los abusos y atropellos bolivarianos, parece haberse hartado y ha dado señales contundentes de que no seguirá amparando políticamente a Maduro. Tarde, muy tarde, pero muy bienvenido.

Este hecho hace resaltar la consistencia mostrada por el Presidente Boric, quien desde hace un buen tiempo ha criticado duramente en diversos foros internacionales a la dictadura chavista sin temor a incomodar a los propios. Esto es especialmente valioso dada la obsecuencia mostrada por sus socios del Partido Comunista chileno con cada uno de los actos que han destruido la democracia venezolana.

Un baño de sangre ha sido la atípica promesa electoral de Maduro en caso de no ser el ganador.

Esto no parece haber amilanado a un pueblo que ya no tiene qué perder. Son casi ocho millones los venezolanos que se han desplazado fuera de sus fronteras en búsqueda de la supervivencia y creando de pasada un grave problema migratorio en gran parte de la región. Los que quedan dentro darán la pelea y derrotarán al dictador. No me importa pasar por inocente y cándido. Elijo creer, necesito creer.