Personaje
Carlos Caszely: sus días de poeta y letrista de canciones
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Eran noches de insomnio. Su esposa, María de los Ángeles Guerra, con la que estuvo casado por casi cinco décadas, había muerto hace poco. Carlos Caszely (74) no encontraba consuelo. Le costaba conciliar el sueño. “Incluso me costaba respirar”, reconoce. Como si tuviera un elefante sentado en el pecho. De madrugada, sin poder dormir, aburrido de darse vueltas en una cama matrimonial que ahora ocupaba solo, se levantaba y se iba a la terraza de su departamento. En silencio, prendía un cigarro y se tomaba un café. Hasta que de repente se puso a escribir, a mano, sobre un cuaderno. Como una forma de desahogo. De aferrarse a algo.
María de los Ángeles Guerra fue diagnosticada de un cáncer a la columna en 2017. Con altos y bajos, finalmente falleció el 22 de febrero de 2022. Caszely, figura emblema de Colo-Colo y uno de los jugadores íconos del fútbol nacional, se dedicó a cuidarla sobre todo en el último tiempo de esos cinco años de enfermedad, el más difícil. Dejó todo para estar al lado de ella, alimentarla, ayudarla a desplazarse desde la pieza al baño, a encontrar la posición más cómoda para estar tendida sobre la cama.
Su muerte, pese a que a esas alturas ya era inevitable, fue un golpe duro. Caszely, devastado, la despidió en su funeral con un grupo de violinistas. Luego plantó un liquidámbar en un parque de Las Condes: a ambos siempre les gustó ese árbol, por el cambio del color de sus hojas según la temporada del año. Después, reconoce, quedó suspendido en el aire.
Al principio empezó a aparecer frenéticamente en los medios, a ir a programas de televisión, como si eso pudiera aliviarle la angustia; pero no funcionó. En vez de tranquilizarse, estallaba en sollozos frente a las cámaras. Así que se replegó sobre sí mismo, comenzó una terapia, se rodeó de sus cuatro hijos y sus ocho nietos, se embarcó en largas caminatas para ordenar su mente y su corazón.
También empezó a pasar las mañanas en el Tavelli de La Reina, cerca de su departamento. Aquí justamente está ahora, en esta conversación, como lo hace siempre: sentado en la terraza, frente a un café cortado con leche y una medialuna sin relleno. Fumando. La gente lo reconoce y se le acerca a saludarlo. A él aún se le humedecen los ojos cuando le dan ánimo y le nombran a su mujer. Dice que no puede evitarlo: la partida de ella aún le duele. “Sigo aún con el corazón teñido de negro”, explica.
De madrugada, sin poder dormir, aburrido de darse vueltas en una cama matrimonial que ahora ocupaba solo, se levantaba y se iba a la terraza de su departamento. En silencio, prendía un cigarro y se tomaba un café. Hasta que de repente se puso a escribir, a mano, sobre un cuaderno.
Fue en medio de esa rutina, en esos primeros meses en que tuvo que aprender a vivir en solitario y ya no con la mujer que lo acompañó medio siglo, que empezó a escribir en sus desvelos de madrugada. “Entre la una y las cinco de la mañana”, precisa. Algunos de esos escritos se convertirían poemas de amor. Otros, en canciones.
“Lo mejor que me ha hecho para combatir la tristeza es escribir”, dice, pese a que la sonrisa todavía se le asoma apenas.
56 poemas
No es que Caszely nunca haya escrito antes. El mismo cuenta que ya tiene un par de libros anteriores -posiblemente el más famoso fue No estoy de acuerdo con lo que pienso-, y que de manera frecuente además se escribían cartas con su esposa. Cuando uno de ellos viajaba, por ejemplo, el otro le metía una carta camuflada entre la ropa.
El tema es que el ex futbolista jamás había escrito poesía. Por eso hasta él se sorprendió de los escritos de esas madrugadas en su terraza que terminaron convertidos en versos. Salieron así, sin pensarlo previamente. Explica que estuvo seis meses escribiéndolos, con María de los Ángeles presente en la cabeza. “Y aquí”, dice él, tocándose el lado izquierdo del pecho. Siempre escribió a mano en el mismo cuaderno, el que después provocaría un punto de inflexión en esta historia del Caszely poeta.
Ocurrió que una madrugada el deportista recibió un mensaje por WhatsApp. Era de Gilda Espinoza, una académica de la Universidad del Bío-Bío, quien le pedía presentar el nuevo libro de ella en Concepción, sobre todo porque allí se incluía la historia del frustrado penal del delantero en el Mundial de España 82. Caszely, que suele recibir mensajes en su teléfono y nunca acepta invitaciones de quien no conoce, le dijo que sí. No sabe por qué; sólo instinto, precisa.
Viajó días después a la capital de la Región del Bíobio -era fines del 2023- y fue el presentador oficial del volumen de cuentos Viajes en el ascensor del tiempo, frente a una sala repleta. En el almuerzo posterior, en la casa de la autora, ella vio por casualidad el cuaderno de Caszely. Le pregunto qué era, él le explicó lo de las escrituras nocturnas y ella le pidió leerlo. “Quedó impresionada. Y me dijo: aquí hay un libro”. El ex futbolista se entusiasmó, le hizo caso y se puso manos a la obra.
El resultado fue una autoedición de 97 páginas y 56 poemas, bajo el título Rayito en mi corazón. “Rayito era la manera cariñosa en que yo llamaba a mi esposa. Ella me decía Pillín”, explica él. La portada fue elaborada a partir de una foto que les tomaron a Caszely y María de los Ángeles cuando aún estaban pololeando -se habían conocido a comienzos de los ‘70, mientras ambos estudiaban Educación Física en la Universidad de Chile- y que fue la tapa de la revista Onda, número 50, del 3 de agosto de 1973. Él la encontró hace unos meses mientras ordenaba cosas en su departamento y supo de inmediato que era la imagen que quería para su libro.
Las primeras 100 copias de Rayito en mi corazón las sacó en junio. El lanzamiento estaba previsto en la misma universidad penquista donde había estado meses antes, pero un temporal de lluvia torrencial en Concepción le cambió los planes: la actividad universitaria se canceló, pero tras ser entrevistado en una radio local terminó en una cafetería en el centro, firmando libros. Dice que en el plazo de una semana los vendió todos, que sacó otros 100 que se terminaron en 15 días y que ahora está a punto de imprimir 200 más.
No sólo en el fútbol, a Caszely le gusta hacer las cosas a su manera. En su debut poético también impuso sus reglas. Así como no quiso trabajar su libro con una editorial grande, tampoco ha querido meterse a cadenas formales de distribución, ni físicas ni digitales. Le gusta venderlos él mismo, a $ 10.000 el ejemplar. Sólo en efectivo, porque no acepta tarjetas ni transferencias bancarias. Los billetes los maneja en la misma bolsa en que mete los ejemplares, y que ahora tiene en una silla al lado suyo en la terraza del Tavelli. Este mediodía de martes, asegura, ya ha vendido varios, algunos de ellos con cariñosas dedicatorias manuscritas y una firma grande que dice: “Caszely Carlos”.
El prólogo del libro lo escribió Gilda Espinoza, su amiga profesora de Concepción. En las páginas interiores se despliegan los poemas, con títulos como ¿Dónde nos quisimos?, Me entregaste tu vida, Tu pelo mojado, Matriarca, Soledad, Fuimos dos, Maldigo. La protagonista de los versos es siempre la misma y a quien el autor, en una licencia literaria, convierte a veces en una mariposa blanca, a veces en un rayito, a veces en una estrella.
Caszely no sabe si volvería a intentar la escritura de poemas. Sus pretensiones son mucho más acotadas: no una carrera en la poesía, sino un homenaje a su mujer. Sabe sus limitaciones; escribe al inicio del libro: “No soy la Mistral ni Neruda, sólo tengo mi alma muda y sigo siendo un bobo enamorado”. Lo que sí lo entusiasma hacia adelante es escribir la historia de su medio siglo de matrimonio. “Llevo dos años en eso. Será entre una novela y una biografía. Y el 80% será con textos que escribió María de los Ángeles en cinco cuadernos, que yo tengo guardados”.
Caszely no sabe si volvería a intentar la escritura de poemas. Sabe sus limitaciones; escribe al inicio del libro: “No soy la Mistral ni Neruda, sólo tengo mi alma muda y sido siendo un bobo enamorado”.
El link musical con Guerrero
Pero no todos los escritos durante el duelo se convirtieron en poesía. Otros terminaron en letras de canciones. Para entender cómo esto fue posible, hay que retroceder el tiempo. Incluso antes de la muerte de María de los Ángeles.
Esa historia tiene que ver con Daniel Guerrero, quien fue el vocalista de la noventera banda La Sociedad. El músico es fan desde niño de Carlos Caszely. Lo vio por primera vez a sus 9 años, en los ‘70, cuando el futbolista pasó de gira por Temuco y Guerrero viajó con su padre desde Valdivia sólo para saludarlo. Como muchos niños de esa época, jugaba pichangas en el barrio y soñaba con ser como el delantero albo. Muchos años después, durante la pandemia de 2020, de regreso en su natal Valdivia en busca de nuevas inspiraciones musicales, Guerrero escribió una canción: Gol de Caszely.
A través de un amigo en común con el futbolista, le hizo llegar una versión sencilla del tema, cantada por él y acompañada sólo por guitarra. Al deportista le encantó. Lo llamó por videollamada, y en la cámara Guerrero pudo ver a su ídolo y a su esposa. “Él estaba muy emocionado. A partir de entonces nació una amistad. Nos juntábamos a tomar café cuando yo después venía a Santiago”, recuerda Guerrero, al teléfono desde el sur.
Cuando María de los Ángeles murió en febrero de 2022, Guerrero viajó a Santiago. En el funeral, de manera espontánea, cantó dos canciones que sabía eran de las predilectas del matrimonio Caszely-Guerra: Mary es mi amor, de Leo Dan; y Mi prisionera, de Zalo Reyes. Lo hizo acompañado sólo por un grupo de cuerdas.
Por eso, de forma natural, cuando Caszely empezó a escribir esas noches en su terraza, varios de esos textos los grababa en mensajes de voz y se los enviaba a Daniel Guerrero, quien los musicalizaba, los cantaba y se los devolvía al futbolista para su aprobación. De esta producción salieron varias baladas y un par de cuecas. Todas inspiradas en su esposa.
Caszely además empezó a visitar al músico en Valdivia. Se queda en su casa. Los hijos de Guerrero le llaman “Tata bigotes”. En una de esas visitas, en septiembre del año pasado, Caszely y Guerrero se metieron a un estudio en el centro valdiviano, llamado Caupolicán, y grabaron una de las tonadas escrita por el futbolista, Gallinita de ojos negros. Ambos cantan esta canción inspirada en una historia real en la biografía del delantero: la de un hombre que baila cueca chora y de su mujer que la baila en estilo salón. Hace 11 meses que está disponible -video incluido- en YouTube.
A la fecha, Guerrero tiene entre 8 y 10 canciones que le ha enviado Caszely. Entre ellas, hay otra más que grabaron los dos cantando juntos: MaryESposa, en la que también participa Bárbara Caszely, una de las hijas del futbolista. Es una balada, como casi todas las compuestas por él. “Ha sido una aventura maravillosa hacer música con él -dice Guerrero-. La idea es ir subiendo las canciones (a plataformas digitales) y terminar recopilándolas en un disco”. Entre los planes, está también armar un show en vivo, donde Guerrero ponga las canciones y Caszely, además de acompañarlo en algunas de ellas, haga monólogos de su propia historia, en estilo stand up.
A Caszely le gusta la idea. “Yo no sé si canto, más bien trato de cantar. Pero no soy desafinado”, dice, frente a una taza de café cortado ya vacía. Y recuerda que él ya carga con un hit a cuestas: fue hacia fines de los ‘70 con el tema El hincha. Entonces, con su voz que se ha ido engrosando con el tiempo, entona el estribillo que inmortalizó hace 45 años: “Domingo por la mañana, temprano al estadio se va; domingo por la mañana, la cola no quiere avanzar”.