Personaje
Cecilia Piñera a un año de la muerte de su padre: “Si bien nos dejó un vacío gigante, hemos logrado sostenernos”
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Este domingo, Cecilia Piñera Morel (46) repetirá el mismo viaje que hizo hace un año, el 6 de febrero de 2024, cuando le avisaron del accidente de su padre en el Lago Ranco. Ella, tal como ahora, estaba de vacaciones en Caburgua y partió por tierra hasta la zona donde había capotado el helicóptero del exPresidente. Fue un trayecto de tres horas interminables.
En el camino, entre todos los mensajes y llamados que recibió y que anunciaban un final terrible, estuvo el de su tía Magdalena, quien acompañaba a su hermano en la nave que cayó al agua. Ahí ya no tuvo dudas de que su padre no estaba entre los sobrevivientes. Doce meses después de ese día duro, la hija va de nuevo a Ranco, esta vez para asistir a la ceremonia con que la familia y los amigos recordarán, el próximo jueves, un año de la muerte de Sebastián Piñera.
“Queremos recordarlo, una palabra que viene de ‘volver a pasar por el corazón’… Como familia nos gustaría que fuera un momento más íntimo, pero entendemos también que fue una persona muy significativa para muchos que también nos quieren acompañar ese día a lo largo de todo Chile. Es muy emocionante cómo se han ido organizando misas en su honor para este 6 de febrero en todas las regiones del país”, señala Cecilia a DF MAS.
La segunda de los cuatro hijos del exPresidente está en Caburgua con sus hijos y con un grupo de amigos. Es una pausa que se permite en medio de su ocupadísima agenda laboral de pediatra infectóloga, que se divide entre el Hospital Exequiel González Cortés, clases en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y la presidencia del Comité Nacional de VIH Pediátrico. A eso se suma su rol de directora en dos organizaciones familiares: Bancorp Inversiones y, desde 2024, la Fundación Futuro. Lo que les legó el exmandatario los ha tenido a ella, a sus hermanos y a su madre bien activos: “Nos hemos juntado harto la familia a hacernos cargo de todos los temas que nos dejó mi papá, que son muchos”.
- Desde tu perspectiva de hija, ¿cómo resumirías este año sin tu padre?
- Lo primero que se me viene a la mente es gratitud. Gratitud por el papá que tuve, la familia que formó, los valores que nos transmitió. Y también gratitud y sorpresa por todo el cariño recibido estos 12 meses. Tantos gestos, homenajes, reconocimientos. Pero lo que más me ha emocionado este año son esas anécdotas de personas anónimas, cómo trascendió en sus vidas. Mamás de mis pacientes en el hospital que me agradecen. Personas que trabajaron con él que me comentan de las reuniones en que sabía tanto, tanto, pero que siempre tenían su toque de humor.
- De esas historias anónimas que te han emocionado, ¿recuerdas algunas?
- Sí. Una cuidadora del campo en Ranco nos contó que mi papá la había ayudado para partir un pequeño emprendimiento de cultivar frambuesas. Nosotros no teníamos idea. O mamás de mis pacientes, venezolanas, muy agradecidas de poder llegar a un país en que las instituciones funcionan, donde tienen acceso a la salud. O alguien que se nos acercó a contarnos que lo había ayudado a financiar sus estudios universitarios. Son favores chiquititos, que no sabíamos.
"Pero lo que más me ha emocionado este año son esas anécdotas de personas anónimas, cómo trascendió en sus vidas. Mamás de mis pacientes en el hospital que me agradecen".
- Tu padre ha seguido presente en conversaciones privadas y públicas. ¿Has encontrado allí flancos distintos de él que te han hecho reconstruirlo en su ausencia?
- Yo lo quise y él nos quiso con toda nuestra dimensión humana, con nuestras luces y sombras. Eso me lo enseñó él… nadie es perfecto y creo que esa es la gracia. Creo que he podido vivir este duelo de una manera más sana y reparadora porque nos conocíamos en nuestra imperfección. Pero sin duda hemos conocido muchas más facetas positivas de su vida que ignorábamos. Actos de generosidad, de empatía, de amistad, muy lindos. Creo que su muerte reveló una faceta humana preciosa: ha sido más reconocido por esos pequeños gestos que por lo que ya todos sabíamos de su gran capacidad de gestión e inteligencia.
“Me he cuestionado mucho la vida”
- Has dicho que él llamaba todos los días a los hijos. Que en el último tiempo antes de su muerte estaban además especialmente unidos: cumpleaños, viajes, bodas de oro. ¿En qué situaciones lo has extrañado este año?
- Extraño no tener un padre en el amplio sentido de esa palabra. Alguien que sea un techo, un refugio. A quien acudir ante la incerteza. A quien contarle chocha los logros y también las penas de algún hijo. Me imagino cómo se habría hecho cargo de la enfermedad de su hermano Miguel. Extraño la seguridad que transmitía, incluso en los momentos más duros. Esos consejos simples, nunca rebuscados ni sofisticados, de cómo buscar salida a las preocupaciones. Me decía: “En vez de preocuparse, hay que ocuparse”. Y pucha que nos hace falta. Me consuelo sabiendo que él vivió su vida a concho, persiguiendo sus sueños hasta el último día.
- Si pudieras ponerlo al día de este año sin él, ¿qué le dirías?
- Ufff, este año ha girado mucho en torno a él, recordarlo, reírnos de tanta anécdota. Le contaría cómo mi hermana Mane ha trabajado incansablemente haciendo crecer sus fundaciones. Cómo nos hemos mantenido más unidos que nunca. Que su Parque Tantauco está cuidado, que más profesores de colegios y liceos fueron a encuentros organizados por Fundación Familia Piñera Morel. Que la mamá ha brillado también, a pesar de la pena. Y yo en lo personal me he cuestionado mucho la vida, los rumbos que uno quiere tomar, cómo equilibrar la vocación y el trabajo apasionado, con la familia, los amigos, la libertad.
- ¿De qué manera has visto brillar a tu madre?
- Ha tomado roles en proyectos de las fundaciones de la familia, que son Fundación Futuro y Fundación Familia Piñera Morel. Encontró ahí un espacio que venía trabajando desde antes de la muerte de mi papá. Por ejemplo, ha hecho unos talleres chiquititos de autocuidado para docentes, que es algo que hace muy bien. En septiembre organizó y nos invitó a todos a un viaje a Rapa Nui. Ella fue el motor de ese viaje. Y fue un poco demostrarnos de que no estamos paralizados, sino que la vida sigue, que seguimos haciendo cosas juntos. Nos ha acompañado sabiamente y con mucha inteligencia, pero serenidad a la vez.
"En septiembre mi mamá organizó y nos invitó a todos a un viaje a Rapa Nui. Ella fue el motor de ese viaje. Y fue un poco demostrarnos de que no estamos paralizados, sino que la vida sigue, que seguimos haciendo cosas juntos".
Entonces Cecilia cuenta una historia: “Siempre cuando veraneábamos en el sur, era mi papá quien manejaba la lancha. Así que este año, como él no está, mi mamá sacó el carnet de patrón de bahía deportiva. Yo lo encuentro notable, a sus 71 años. Mi mamá asumió el rol de la mater familias, de consejera, de mantener la unidad y las tradiciones familiares”.
Y agrega otra historia más: “Como a la semana de que mi papá se murió, nos juntamos a almorzar y mi mamá nos dijo que en el duelo se activan distintos mecanismos de defensa, que hay que entender que lo íbamos a vivir todos de distinta forma. Algunos se pondrían más activos, otros más nostálgicos, otros se guardarían más. Que nos dijera eso para mí fue muy útil para entender cómo hemos vivido el duelo cada uno de los hermanos. O sea, mi hermana es mucho más activa y ha estado preocupada de mostrar y hacer crecer el legado de mi papá. Otros lo han vivido más tranquilos”.
- ¿Y cómo ha sido tu duelo, más bien introspectivo que en movimiento?
- Creo que sí. Tiene que ver con lo que decía antes, que en lo personal me he cuestionado mucho la vida. Tengo 46 años, entonces uno está como en un balance de lo que ha hecho y de que todavía puede cambiar el timón.
- ¿Has arribado a resultados en ese cuestionamiento?
- No, estoy todavía en reflexión. Lo que pasa es que trabajo mucho. Dentro de mi fórmula de las cosas que me hacen feliz y sentirme realizada, sin duda está lo profesional. Me encanta, es algo que no sacaría de mi ruta. Pero estoy buscando cómo equilibrar esa pasión con poder estar con los que uno quiere.
“El duelo es como una piedra en el bolsillo”
Dice Cecilia: “Mantengo presente a mi papá en sus frases célebres: ‘la libertad es libre’, ‘la vida sin amor y sin humor, no valen la pena’, ‘hay que andar ligeros de equipaje porque uno nunca sabe cuándo ni dónde nos toca partir’, y su tan querido ‘gracias a la vida’. También mucho a través de la música. Tenemos la suerte de que tenemos un gran regalo de él: cientos y cientos de videos grabados, momentos, risas, que siguen llenándonos el corazón y también dándonos lecciones”.
- ¿Qué música te conecta con él?
- Este año he escuchado mucha música de mi papá y me gusta. Música que escuchábamos en los veraneos juntos y que me lleva a esos momentos. Simon and Garfunkel, los Beatles, Neil Diamond, Silvio Rodríguez.
- ¿Hay cosas de tu padre que has reconocido en ti, especialmente en este año?
- Hartas cosas. Al igual que él, yo soy cero rencor, no me quedo enganchada en el sentimiento negativo en relación a alguien y sigo avanzando. También tengo su forma de trabajo. De repente tenemos casos de niños con enfermedades poco comunes y yo siempre llamo a quien más sabe. Eso lo hacía mucho mi papá, llamaba incluso a alguien que pensara distinto a él, aunque hubiese sido su enemigo político en el pasado, porque lo importante era encontrar una solución. Y lo otro que tengo de él es que siempre parto pensando bien de las personas, que son buenas y que tienen buenas intenciones.
- Al mes de la muerte de tu padre, dijiste que “la pena es cada vez más grande”. ¿Qué ha pasado con esa tristeza: disminuye, crece, se empieza a integrar a la vida?
- La tristeza y el vacío se van integrando a la vida. Al día a día. Por ahí leí que el duelo es como una piedra en un bolsillo. Está siempre ahí, sigue pesando lo mismo, pero uno lo va sosteniendo mejor. Me he dado tiempo para llorarlo. Vivimos en una sociedad occidental en que no nos damos espacio para la tristeza. ¡Y yo quiero vivir esa tristeza! ¿Cómo no?, si mi papá se murió trágicamente en un accidente en uno de sus momentos más plenos de la vida. Pero ahora, a un año, lo que más siento es una calma y gratitud por haberlo tenido en mi vida. De verdad, muchas veces me pillo a mí misma riéndome al acordarme de él.
- Para la familia, lo has reconocido, tu padre era un “roble”, que sostenía, que conectaba. ¿Qué pasa cuando durante un año ese árbol firme ya no está?
- Mi papá fue un roble en la familia, pero que al mismo tiempo junto con mi mamá nos criaron con mucha autonomía y libertad. Nos inculcó la curiosidad, el esfuerzo, cuestionarse y la búsqueda constante. Ninguno de los cuatro hijos estuvo siempre bajo su alero; cada uno se desarrolló profesionalmente. Profesora, pediatra, ingeniero, psicólogo. Entonces si bien nos dejó un vacío gigante, hemos logrado sostenernos. Y como decía, mi mamá ha tomado un rol de la mujer sabia, que con mucha serenidad e inteligencia nos acompaña.
- Ella es el nuevo roble, según cuentas.
- Sí. Ella se convirtió en el roble. Aunque siempre lo fue también. Los dos eran muy complementarios. Mi papá era más de hacer y mi mamá era más desde las emociones. Pero claro, ahora ella asumió el rol de roble desde las dos partes: desde el hacer y también desde el sentir.
"Me he dado tiempo para llorarlo. Vivimos en una sociedad occidental en que no nos damos espacio para la tristeza. ¡Y yo quiero vivir esa tristeza! ¿Cómo no?, si mi papá se murió trágicamente en un accidente en uno de sus momentos más plenos de la vida".
“¿Qué habrá pensado en el último momento?”
- Frente al actual clima político, las elecciones que vienen, la proclamación de Evelyn Matthei, los esfuerzos por unidad en la derecha… ¿Qué crees que diría tu padre?
- Sin duda llamaría a la unión de su sector, a que cada uno deje sus ambiciones por algo mucho más grande, donde primen ideas como la libertad, el esfuerzo, la democracia y la búsqueda de diálogos.
- Para ti, ¿cuál es su legado tanto en lo familiar como en lo público y político?
- Fue un ser excepcional. Excepcional. Su legado va mucho más allá de lo que logro visibilizar. En lo personal, me quedo con nuestra familia; una familia en que somos achoclonados pero distintos, que respetamos y valoramos las diferencias, que apoyamos los desafíos que cada uno quiera tomar, en que el amor es incondicional, aunque haya desencuentros. Y siempre, siempre, con mucho humor.
- ¿Y su legado en lo público?
- Yo digo que a los políticos, a los historiadores, les tocará ver su legado en la historia y en la política… Enumeran la PGU, el posnatal de seis meses, la reconstrucción. Cosas grandes y políticas públicas. Pero para mí su legado es el trabajo bien hecho, porque así le llega directamente a las personas. Mi papá veía que detrás de una política pública había una familia, un niño, historias humanas. Yo nunca he visto a alguien estudiar más que él y trabajar, leer los temas con profundidad, entenderlos y hacer un buen trabajo. Respecto de cuáles de sus políticas públicas son las más importantes, que lo digan los políticos. Creo que a mí como hija no me compete.
- La partida de tu padre, ¿te ha hecho pensar distinto la muerte? Como pediatra has dicho que “frente a un niño, uno se toma su muerte como una derrota”. ¿Cómo funciona esa sensación cuando el que muere es tu propio padre?
- Como médico me toca en el día a día ver de cerca la enfermedad y la muerte. El círculo de la vida… tal vez nos tome todos nuestros días comprenderlo en su profunda dimensión. Pero me atrevo a pensar que mi papá lo comprendió: unos llegan, otros se van. Así de simple. Su nieto menor, Mateo (hijo de mi hermano Cristóbal), tenía fecha de parto el 1 de marzo de 2024. Pero nació prematuro el 1 de febrero. Para que su abuelo lo alcanzara a conocer… esos misterios de la vida son difíciles de dimensionar, y ahí está su belleza. Y me pregunto también: ¿cómo le habría gustado partir?… que más lindo que haciendo lo que le gustaba hacer: siendo un hombre aventurero, libre.
- ¿Hay más preguntas que te has hecho a partir de su muerte sorpresiva?
- Sí. Él fue un hombre que se realizó en muchos aspectos, que tenía ordenada su vida, que estaba en una etapa súper madura, entonces me pregunto ¿qué cosas imprescindibles le quedaron por hacer? Y bueno, a veces me pregunto también: ¿Qué habrá pensado en el último momento?... Digo, habrá pensado “¿aquí me van a salvar igual?” o habrá dicho “ya, llegó mi momento”...