Personaje
Ignacio Cueto: “Sebastián era un hombre fuerte, pero le tenía respeto a ser frágil emocionalmente”
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Ignacio Cueto (61), presidente de Latam, fue uno de los amigos más cercanos de Sebastián Piñera. Lo fueron durante tres décadas. Dice que el día de su muerte, el 6 de febrero de 2024 tras caer con su helicóptero en el lago Ranco, él estaba en Santiago y lo llamó José Cox -otro de los estrechos amigos del exmandatario- para contarle esa mala noticia. “Fue terrible, muy triste. Para todos fue un shock muy fuerte”, comenta, serio, sentado en su oficina. La última vez que lo había visto había sido apenas 25 días antes del accidente.
“Fue para mi cumpleaños, el 12 de enero de ese año, en mi casa en la playa. Estuvimos conversando y riéndonos mucho. Unos días después, como el 20 o 25 de enero, teníamos planificado un viaje al sur, a la Patagonia y un poco la Carretera Austral. Pero a último minuto me canceló, porque algo tuvo que hacer rápido, creo que un viaje con su hijo Cristóbal. Así que sólo hablamos, pero no nos vimos de nuevo”, recuerda.
- Fue una amistad que se truncó de manera sorpresiva con su muerte. ¿Les quedaron cosas pendientes por hacer, por conversar, proyectos?
- Mmm, sí. Pero siempre nuestras familias han estado cerca, siempre nos hemos mantenido unidos. Así que seguiremos así y haciendo cosas juntos. Creo que eso ha logrado reparar un poco que él no esté. Los amigos nos acordamos mucho de él. No necesariamente echarlo de menos, que eso es más de la familia.
- ¿Tú no lo echas de menos?
- Evidentemente lo recuerdo cotidianamente y lo extraño. Sin embargo, la ausencia que uno vive no es comparable con la de la familia, que en el día a día siente el vacío y la pena de su partida. Estoy seguro de que la Cecilia, los niños y los nietos así lo están viviendo.
“Teníamos un humor parecido”
Ignacio Cueto cuenta que la amistad con Sebastián Piñera la empezó su padre, el empresario Juan Cueto, en los ‘80. “Él fue muy amigo de Sebastián. Partieron hace muchos años haciendo negocios (en el Banco Concepción lo apoyó con Bancard). Después, en el desarrollo de Latam también estuvo Sebastián, fue un socio importante. En esa época, año 94, nosotros éramos bastante más jóvenes y nos marcó la experiencia de él, lo aguerrido en el mundo de los negocios. Cuando el 97 fuimos a abrirnos a la Bolsa de Nueva York, Sebastián cumplió un rol muy importante. También tuvo un rol cuando internacionalizamos la compañía, por los contactos que tenía; donde llegábamos lo conocían. Con su visión, él nos inculcó un estilo de administración, un sello que aún perdura: obligarse a ser muy profesional, no hablar leseras, estar informado al máximo”.
Piñera era 13 años mayor que Cueto, quien reconoce que además tenían estilos distintos. “Él era un gran empresario, gran profesional, gran académico, además de gran político. Yo soy un hombre de negocios, pero más bien intuitivo. A él no le gustaba la informalidad y yo vengo de una escuela mucho más informal. Él era crítico a lo que no fuera bien hecho, bien cimentado, bien documentado; era muy exigente”, dice.
- ¿Dónde estaban los puntos en común entre ustedes?
- Teníamos un humor parecido. Y de mi parte había también mucha admiración. Lo admiraba porque era muy rápido, ejecutivo y muy capaz en lo que hacía, pero al mismo tiempo era por momentos muy simple en su día a día, en cómo miraba las cosas cotidianas. Era sencillo. Por ejemplo, había que acompañarlo a comprarse ropa. Empezamos a crear una amistad, porque creo que los amigos lo sacábamos de este mundo exigente, de las grandes ligas, en que él se movía. Fuimos un aporte de distracción importante para él, de humor, de convivencia, de poder hablar en forma muy honesta y descarnada de cualquier tema.
"Teníamos un humor parecido. Y de mi parte había también mucha admiración. Lo admiraba porque era muy rápido, ejecutivo y muy capaz en lo que hacía, pero al mismo tiempo era por momentos muy simple en su día a día, en cómo miraba las cosas cotidianas".
- ¿Tenían rutinas?
- Nos tratábamos de juntar un grupo de amigos una vez al mes, incluso antes de que fuera Presidente. Generalmente viajábamos un par de veces al año. Pero a veces también pasaban dos meses que no hablábamos. Él, a su manera, te hacía llegar cierto afecto. Te llamaba para decirte que necesitaba hablar temas contigo, era su estilo de acercarse. Él no llamaba para decirte que te echaba de menos, estaba lejos de eso. Nos juntábamos a comer, nos reíamos de repente de su torpeza, de su simplicidad en el día a día, de que se ponía la ropa al revés. Tenía muchas cosas así. Era material para molestarlo y él obviamente respondía rápido, entonces había que estar siempre en guardia.
- Eran buenos para el bullying…
- Sí, bullying para lado y lado; y muy rápido. Eso lo hacía entretenido. Él era un tipo muy especial y fuimos desarrollando una gran amistad, fecunda, honesta y sobre todo muy sensata. No recuerdo que me haya preguntado la opinión de nada político. La gente creía que porque yo era amigo de él tenía alguna influencia, pero en lo absoluto. Es más, creo que bastaba que le dijera algo para que no lo hiciera.
- ¿De que hablaban entonces?
- A él le gustaba comentar distintos temas, la deuda a los profesores, las pensiones, política internacional. Tenía una manera de mirar siempre con una lógica muy inteligente. Era cautivadora su inteligencia. Conocía los temas, los profundizaba, siempre informado. Y si no, era capaz de agarrar el teléfono y llamar a quien tenía que llamar en dos minutos y nos poníamos al día. Realmente era desafiante. A lo mejor si uno no era muy amigo de él, te mantenía una situación un poquito estresante, cuando eras su amigo te reías y él se reía con uno.
- Pero exigía rapidez en las respuestas, en las reacciones.
- Sí, y eso podía asustar o incomodar. Con él no descansabas nunca. A veces viajábamos y de repente en el avión no había clase ejecutiva. Él se iba en economy sin ningún problema. Me decía: “¿Te molesto?”; y se tiraba en el suelo a dormir. Yo le decía: “No puedes andar en el suelo, todo el mundo está mirando”. Era muy sencillo, realmente.
- Dices que los amigos cumplían el rol de darle aire. Se habló de que formaban lo que se llamó “el tercer piso”, que estaba sobre el segundo piso de asesores de La Moneda. ¿Existió? ¿cuánto influían?
- Éramos tres o cuatro amigos. Pero ese tercer piso era más bien como el tercer subterráneo. No teníamos ninguna capacidad de influencia. Pero nos entreteníamos. Una vez fuimos a almorzar a La Moneda, que no fue gran cosa porque él se tenía que ir rápido, pero tratábamos de contar lo que estaba haciendo cada uno. Fuimos muy poco a La Moneda, yo no fui más de tres o cuatro veces en sus ocho años de gobierno. Nunca tuvimos ningún poder. Sólo el poder de decirle cosas que nadie le decía. El poder de verdad lo tenía el segundo piso, Larroulet y su grupo, o los amigos políticos.
"Éramos tres o cuatro amigos. Pero ese tercer piso era más bien como el tercer subterráneo. No teníamos ninguna capacidad de influencia. Pero nos entreteníamos".
- ¿Quiénes eran los amigos de ese “tercer piso”?
- Ignacio Guerrero, José Cox, Fabio Valdés, yo y alguno más.
“El estallido fue cuando peor lo vi”
- Muchos coinciden en que a Piñera la muerte lo encontró mientras estaba en un muy buen momento personal. ¿Estás de acuerdo?
- Sí. Creo que estaba en un momento de plenitud máxima. Lo notaba más tranquilo, muy cerca de su familia. Me parece que su patrimonio más grande es su familia, que es encantadora. La Cecilia Morel es reconocida, querida. Los cabros y las hijas son encantadores, genuinamente cariñosos, tienen una admiración por su padre y lo respetan teniendo cada uno su punto de vista. Son todos distintos, pero se nota una estructura de valores y de buenas personas. Obviamente la Cecilia tiene mucho rol en eso, pero Sebastián les dejó esas ganas de vivir. A él le gustaba el poder, como a todo político, pero sobre todo el poder de hacer cosas. Él me lo decía: “Me gusta el poder, porque cada cosa que hago tiene impacto en mucha gente”. Me duele que lo critiquen, porque él fue un hombre que toda su vida le gustó solucionar problemas y mejorar el buen vivir de las personas. Siempre tuvo un interés social muy genuino. Y como no era necesariamente tan cercano, parecía que no tenía eso, pero sí. No se acercaba con empatía, él se desgastaba más en tratar de mejorar la vida de las personas que necesariamente en la relación con las personas.
- Eso podía desconcertar igual.
- Sí. Te cambiaba el tema porque estaba en otra. O no te saludaba. Pero siempre estaba preocupado por las cosas; a lo mejor no por las cosas chicas, pero sí por las grandes. Era un hacedor de cosas, que se metía a fondo en cada uno de los temas.
- ¿Cómo crees que Piñera miraría hoy el momento político del país? ¿sería o no candidato?
- Él siempre dijo que no iba a ser. Lo pasó muy mal cuando fue Presidente en el segundo mandato. Y no sólo él, sino que la familia. Respecto de cómo vería el momento actual… creo que sería una persona relativamente crítica y es que efectivamente el sistema de gestión hoy día es bastante distinto al suyo. Pero no sé, la verdad es que me gusta mirarlo más desde la dimensión de la amistad y no involucrarme en el tema político. Si tuviera que decir algo, sólo destacaría su búsqueda de acuerdos, necesaria en medio de esta política del odio, de poca convivencia. Él mismo la sufrió. Pero Sebastián era un hombre con muy poco rencor.
"Si tuviera que decir algo, destacaría su búsqueda de acuerdos, necesaria en medio de esta política del odio, de poca convivencia. Él mismo la sufrió. Pero Sebastián era un hombre con muy poco rencor".
- Y pragmático también.
- Sí. Es que lo pragmático y lo poco rencoroso son cosas que conversan bien. ¡Cuántas situaciones le tocó atravesar en política! Y ahí se mantuvo todo el tiempo. Desde la época de la radio Kioto hasta el estallido social.
- ¿Cuál es el momento en que lo viste peor? ¿el estallido?
- Sí, el estallido fue cuando peor lo vi, definitivamente. Y en noviembre de ese año, en que se transó un cambio de la Constitución. Esa noche lo esperábamos en su casa cuando llegó de La Moneda. Fue un tiempo muy tenso, muy duro. Y cada día levantarte y seguir. Uno ayudaba en lo que podía, distrayéndolo, conversando con él. También estaba un poquito la soledad del poder.
- ¿Fuiste testigo de esa soledad?
- Sí, un poco. Él se aislaba. Pero uno como amigo cree que es parte del apoyo y la contención. ¿Qué más ibas a hacer? Y él a su manera te lo agradecía. Todo el mundo estaba criticándolo, la gente fue muy dura, incluso la derecha. Hoy, en cambio, todos valorando su legado, su estilo de conducción.
- Como una reivindicación póstuma de su figura.
- Definitivamente. Y me parece importante eso, que quede que él era un buen hombre. Como a todos, le gustaba el poder y que lo reconocieran, pero lo movía el bien común. Todo su círculo cercano, me consta, nunca se vio beneficiado en nada. Siempre puso por delante lo que él consideraba bien común y en eso estaba dispuesto a dar pelea para todos lados. Hay que ser muy valiente de ponerse en contra a los de su lado y los del frente. Recordemos lo de los cómplices pasivos, por ejemplo. Él hizo cosas muy sensatas y uno lo admira por eso.
- ¿Le gustaba el dinero también, o no?
- Yo creo que le gustaba. Pero porque a él le gustaba ganar en lo que fuera. Jugaba tenis y hacía cualquier cosa por ganar. Lo mismo si jugaba golf. Entonces si juntaba plata, también le gustaba ganar. Pero no se condice la plata que tenía con la plata que gastaba. Y no es que fuera miserable, era más bien austero. Vivió una cultura así en su casa. No tenía ni ambición por ganar plata: él quería ganarle al mercado, porque le gustaba la tarea bien hecha.
“A su manera se protegía”
- Una vez dijiste que lo más importante para un ser humano es conocerse a sí mismo, que era clave para afinar los propósitos. ¿Tu amigo Piñera era alguien que se conocía a sí mismo?
- (Piensa unos minutos) Buena pregunta… Creo que se conocía relativamente bien a sí mismo. Y a su manera se protegía de donde podían estar sus fragilidades.
- ¿Conocía sus fragilidades? porque para protegerlas primero hay que conocerlas.
- Este tema de su entorno y apoyo familiar y la contención emocional eran importantes para él. Sebastián se veía un hombre fuerte y lo era, pero le tenía respeto a no ser frágil emocionalmente. Y para eso se cuidaba. Una manera de no pensar mucho en eso es ser acelerado, decir “vamos, vamos, echémosle para adelante”. Él era así. No creo que le gustara mucho la reflexión emocional; prefería la reflexión más intelectual.
- ¿Pero hacía esa conexión de vez en cuando?
- Sí, y se conectaba porque tenía una señora que de alguna manera lo obligaba a conectarse. Pero no era una camisa que le quedara cómoda.
- ¿Como amigos conversaban en ese plano o era imposible?
- Uno tenía conversaciones personales con él, pero desde su practicidad. O sea, no nos sentábamos a darle muchas vueltas a la cosa emocional. Lo emocional está lleno de subjetividades y a él le gustaban más las cosas objetivas. Hablábamos de temas personales a su manera y salíamos rápido, rápido, rápido de ahí.
- De la muerte, ¿hablaron alguna vez?
- No le gustaba hablar de la muerte. Siempre fue un hombre que tuvo infinitas ganas de vivir.
"Uno tenía conversaciones personales con él, pero desde su practicidad. O sea, no nos sentábamos a darle muchas vueltas a la cosa emocional".
El gobierno y Latam
- Cuando Latam entró en crisis, se discutió si el gobierno de Piñera los iba a apoyar o no. Mucha gente recordaba que el Presidente era tu amigo. Pero no pasó nada de eso.
- En muchos países del mundo apoyaban a las líneas aéreas. Pero él una vez me dijo que había una gran cantidad de cosas que apoyar antes que un negocio como éste. Más de alguna vez lo conversamos con el ministro de Hacienda de la época. Hablamos cuando llevábamos como un mes en pandemia, pero al final ésta duró dos años. Difícil para un gobierno, excepto Estados Unidos que ayudó a todas sus líneas aéreas, poder enfrentar esto.
- Has dicho que eso, que no apoyaran, terminó siendo para mejor.
- No sé si para mejor, porque cuando uno va a Chapter 11 los dueños o accionistas de ese momento pierden todo su patrimonio. Entonces hoy estoy sentado aquí por otras razones, no porque haya recuperado algo de ese minuto. Tuvimos nuevos accionistas y pusimos plata nuevamente. Estamos aquí, pero se perdió todo. Sebastián siempre trató de ser empático con nosotros, porque él también había estado en Lan; pero desde el minuto uno no consideró este tema. Nos juntamos con él un par de veces, pero el hoyo en Latam era cada vez más grande y las necesidades del país eran infinitas.
- Pero en otras partes del mundo sí se hizo…
- Otros países, obviamente europeos, de la OCDE, Estados Unidos, Canadá, ayudaron a sus líneas aéreas, pero es natural -y uno lo puedo entender- que este país tenía otras necesidades. Uno no puede quejarse porque no nos ayudaron, porque obviamente no se podía. ¿Cuántos restoranes tienen derecho a reclamar por lo mismo? ¿cuántos hospitales que andan mal? ¿cuántos servicios públicos? Es cierto que la aviación es importante, pero se logró salvar por los caminos administrativos normales.