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Personaje

Cristóbal Bellolio: “¿Por qué diablos en nuestra política del día a día nadie le pone el cascabel al gato?”

Cristóbal Bellolio: “¿Por qué diablos en nuestra política del día a día nadie le pone el cascabel al gato?”

A días de partir a EEUU, donde será profesor visitante en la Universidad de Chicago, Cristóbal Bellolio navegó por las ideas de su libro recién publicado, "La era del pesimismo democrático". Pone especial foco en la democracia en Chile, respecto de la cual ve algunas amenazas, pero se muestra optimista.

Por: Patricio De la Paz - Foto Verónica Ortíz | Publicado: Viernes 30 de agosto de 2024 a las 11:17
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Pasadas las Fiestas Patrias, el abogado, politólogo y filósofo Cristóbal Bellolio (45) emprenderá un viaje a Estados Unidos. Irá de profesor visitante por un trimestre a la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago, becado por la Fundación Tinker.

Después de esos tres meses a cargo de la cátedra Democratic Erosion, se quedará allí otros seis con un sabático que acordó con la Universidad Adolfo Ibáñez, donde es académico desde 2009. En ese semestre libre se dedicará a la investigación.

“Los sabáticos universitarios no son para pasear por galerías de arte ni para pasar la mona en un parque, sino que hay que desarrollar productos académicos, como papers o un libro. Es también una forma, lejos del ruido y los compromisos, de actualizar conocimientos”, precisa, en un café de Providencia. 

Bellolio lleva casi dos décadas mirando el país, y el mundo que lo rodea. Partió en 2007 con el blog Política para principiantes. En el camino ha sido autor de varios libros -con temas como el recambio político o el populismo-, ha escrito columnas en distintos medios -actualmente publica en Ex Ante-, ha estado en programas radiales -hoy está los miércoles en Pauta-.

También ha sido candidato, sin éxito. Primero en una primaria para alcalde de Providencia en 2012, vencido por Josefa Errázuriz; y en 2021 aspirante a convencional por el distrito 11, donde fue superado por Patricio Fernández.

“Descarto totalmente un tercer intento. La política electoral no me interesa. Lo que sí sería muy triste es terminar mis días sin haber pasado, como dicen mis amigos de derecha, por el servicio público. Pero lo haría desde otra posición, no poniendo mi cara en un cartel”.

- ¿Podría ser una asesoría o algo más expuesto como un ministerio?
- Me da lo mismo. Soy de los que cree que a los presidentes nunca se les dice que no.
En agosto apareció su último libro, La era del pesimismo democrático. Es una revisión a las razones y circunstancias asociadas a una erosión de las democracias. Desde los populismos y la incertidumbre económica hasta la polarización, las políticas identitarias y el cambio climático. 

- Pese a todo, reconoces que ves el vaso medio lleno en el tema. ¿Por qué?
- El nombre del libro puede ser engañoso, porque la gente cree que estoy patrocinando el pesimismo. Lo que hago es describir un estado de ánimo sombrío y preguntar si está justificado o no. Trato de sopesar argumentos a favor y en contra; es decir, en qué sentido el populismo o la política identitaria o las redes sociales pueden o no ser un problema. Y mi conclusión es que si bien cada uno de estos fenómenos presenta desafíos, seguimos estando aún dentro de los niveles históricos más altos en número de democracias en el mundo. Cuando uno está tan cerca de la contingencia, a veces pierde la perspectiva. Falta más perspectiva para hablar de que realmente estamos ante un proceso de regresión democrática global.

- Varias veces hablas en el libro de resiliencia democrática…
- Ese es un concepto que cada vez se va a utilizar más. Hay democracias que han sido tensionadas por gobernantes con discursos muy adversariales, que parecieran tener estilos muy autoritarios, pero finalmente terminan entregando la banda presidencial y la vida institucional sigue, como en Brasil o en EEUU. Entonces hay que ser más cautos antes de abrazar el pesimismo, sin desmerecer que hay elementos que pueden ser preocupantes. 
"Cuando uno está tan cerca de la contingencia, a veces pierde la perspectiva. Falta más perspectiva para hablar de que realmente estamos ante un proceso de regresión democrática global".

Las reglas del juego

En el libro, Bellolio explica que fenómenos como la polarización o las crisis económicas son fuerzas centrífugas: tienden a fragmentar la experiencia social. No las considera buenas o malas per se. Para él, la pregunta relevante es cuánto aguanta una democracia tironeada por estas fuerzas. 

“Me gustan las metáforas futbolísticas -dice-. La democracia requiere que sus participantes sean más leales a las reglas del torneo que a los colores de su camiseta. Esos son los verdaderos demócratas. Si tú eres más leal a los colores de tu camiseta, si estas más enamorado de tus convicciones justicieras, sean de izquierda o de derecha, vas a querer ganar a toda costa, dispuesto incluso a violar las reglas del juego. Y cuando las fuerzas son demasiado centrífugas, tú sientes que el que gana no tiene nada que ver contigo y eso aumenta los costos de la derrota: gana alguien que considero moralmente perverso”. Y en esas situaciones, claro, hay amenazas para la democracia. Los acuerdos parecen improbables. “Se genera cierto vértigo”, comenta.

- Siguiendo tu análisis, ¿cómo está Chile en términos democráticos?
- Tengo también una visión de vaso lleno. Chile acaba de pasar por un proceso constitucional tremendamente intenso desde el punto de vista político. Es un testimonio de cuando las fuerzas centrífugas son tan pronunciadas que terminan por romper el elástico en vez de generar una nueva legitimidad en la que todos estemos reflejados. Me gustaría pensar, y en esto quizás peco de iluso, que la lección que sacamos es que demasiada adversarialidad cuando se trata de construir las reglas fundamentales del juego, es poco eficiente.

- Pero si uno pone hoy el termómetro en este país respecto a nuestra democracia, ¿estamos bien, mal, más o menos?
- Vamos por partes. Después de que fracasó el último proceso constitucional, el Presidente Boric hizo una alocución que me parece recogía lo que te comentaba, incluso haciendo autocrítica del primer proceso. Algo de ese clima también se vivió en las 48 horas después de que murió Piñera, en esa idea de destacar que él tenía virtudes cívico-democráticas que tenían que ver con construir con el otro y no contra el otro. Entonces me llama la atención por qué si tenemos un diagnóstico más o menos compartido del fracaso de los dos procesos constituyentes y un diagnóstico más o menos compartido de lo que hizo grande a Piñera, ¿por qué diablos en nuestra política del día a día nadie le pone el cascabel al gato? Nuestro mundo político está hoy enfrascado en una carrera “armamentista”.

“Hay que ser más cautos antes de abrazar el pesimismo, sin desmerecer que hay elementos preocupantes”.
- ¿En qué sentido?
- Si tú me niegas la sal y el agua, si eres mezquino con mi gobierno, si tú haces todo lo posible para que yo fracase, voy a fracasar; y tú, por defecto, te vas a quedar con el poder. Pero yo me voy a quedar con sangre en el ojo y voy a hacer todo lo posible para que tú también fracases. Y ésa no es la receta que los países desarrollados han seguido para ser desarrollados, que es justamente construir grandes acuerdos transversales a nivel político y con capacidad de perdurar en el tiempo. Nosotros estamos haciendo lo contrario. No veo a nadie capaz de ponerle el cascabel al gato y decir “renuncio a tirar la primera piedra”. 

- Pero decías que ves “el vaso lleno” en cuanto a la democracia en Chile…
- Soy optimista, porque insisto que en perspectiva y en el contexto regional no es tan obvio que un Presidente va a terminar su mandato y va a entregar el poder al que viene, sea quien sea elegido en elecciones libres y competitivas. No hay duda de que en Chile nadie se va a robar la elección como Maduro. Y tampoco hay duda de que el Presidente no va a violar la Constitución como hizo Bukele para apernarse. Aquí se respetan los resultados, hay prensa libre, judicatura independiente, estado de derecho. Por supuesto que uno puede estar más o menos en desacuerdo con políticas públicas específicas del Gobierno, eso es parte de la política, pero de nuevo: miremos las cosas en perspectiva.

- ¿Ves amenazas? Encuestas muestran que los chilenos se sienten desafectados de las instituciones del Estado e incluso abiertos a cierto autoritarismo en materias como delincuencia.  
- No sé si ésas son amenazas a la democracia per se. Pero sí pueden deteriorar elementos que nos parecen deseables en un orden político.

- Casos como el que hoy involucra a Luis Hermosilla, ¿causan oleaje en el ambiente democrático de un país?
- Eso es complicado, porque alimentan un clima de sospecha. Y cuando estoy permanentemente sospechando de los otros, de las élites en este caso, obviamente se dificulta encontrar terreno común. Aumenta la fuerza centrífuga. Desde ese punto de vista, lo veo problemático. Por eso a la gente le gustó tanto verlo esposado, sienten que por último pagó. Nunca había visto que tanta gente viera en vivo una formalización por streaming. La última vez que lo vi fue en el caso Penta. Entonces, ojo: este tipo de episodios empiezan a generar un caldo de cultivo donde la rabia plebeya se acumula contra los patricios. Y ésa es una fuerza centrífuga que es compleja en democracia.
 

Onda retro

- ¿El Presidente Boric aporta al tono democrático?
- El Presidente Boric ha crecido mucho. Creo que ha madurado. 

- Hace unos días desconcertó hablando, sin obligación de hacerlo, del caso Hermosilla…
- Ese es un error, pues es disonante con el personaje que está tratando de construir. ¿Pero sabes por qué lo hace? El Gobierno está muy ansioso de ponerse rápidamente del lado de la rabia plebeya, por el temor a que se pueda producir algo parecido a un estallido. Es una reacción instintiva en ese sentido. Pero volviendo a la pregunta anterior, me siento satisfecho con el proceso de maduración del Presidente. Entiende que la lealtad debe estar configurada en torno a las reglas del juego y no a los colores de su camiseta.

- ¿Y cómo ves a la oposición?
- Me parece que lo que está haciendo la oposición es apostar al fracaso de este Gobierno. Ya le tiró la cadena. Van a tratar que ni siquiera salga su reforma más emblemática, la previsional, y lo van a presentar como la prueba más fehaciente de que la izquierda radical no sabe gobernar. Pero no veo que tengan una propuesta política reconocible, distintiva, robusta, más allá de obviedades como recuperar el crecimiento económico o mano dura con la delincuencia. Puede que con eso baste… Tampoco espero un relato cósmico que nos entregue la solución a todos los problemas. Ahora, una cosa: creo que Matthei tiene las virtudes suficientes para calibrar y equilibrar las distintas visiones que existen en la derecha.

- ¿Crees que llegará a ser finalmente la candidata presidencial de la derecha?
- Si tuviera que apostar toda mi plata hoy, obligado contra la pared, le apuesto a Matthei por varias razones. Primero, porque pareciera la mejor aspectada a 15 meses de la elección. Y lo cierto es que, salvo la última vez, todas las elecciones desde Frei Ruiz-Tagle las gana quien va punteando 18 meses antes. Segundo, en Latinoamérica hay una especie de ciclo oposicionista, ganan las oposiciones. Tercero, ella es capaz de evitar algo que está siendo complicado para la derecha: que las mujeres jóvenes están fidelizando su posición política contra la derecha; eso podría pegarle a Kast, pero con Matthei no tienes ese techo. Cuarto, ella representa mejor que nadie “el partido transversal de la derecha”. Fue RN, es UDI, le llena el gusto a Evópoli. 

- Pero tiene un mundo republicano complicado al lado.
- Sí, pero digo dentro del mapa de Chile Vamos: desde la UDI hasta aquellos que la interpretan como una figura más liberal que iza la bandera de la diversidad sexual en el Palacio de Falabella. Y tengo otra razón más: creo que va a haber una especie de onda retro, por decirlo de alguna manera. Y Matthei ha sido diputada, senadora, ministra de Estado, alcaldesa, su trayectoria es archiconocida. 

"Si tuviera que apostar toda mi plata hoy, obligado contra la pared, le apuesto a Matthei por varias razones. Primero, porque pareciera la mejor aspectada a 15 meses de la elección. Y lo cierto es que, salvo la última vez, todas las elecciones desde Frei Ruiz-Tagle las gana quien va punteando 18 meses antes".
- Esa onda retro, ¿podría incluir también a Bachelet en la otra orilla?
- Bachelet, a esta altura, es un misterio. Dice que no va, pero sus actos parecieran indicar otra cosa. Si va, me sorprendería porque significa que se va a inmolar. Va a exponerse a una probable derrota. Creo que perdería con Matthei en segunda vuelta, estamos en otro escenario que el 2013. Enfrentaría una campaña tremendamente odiosa. Le echarían la culpa de todo lo malo que ha ocurrido en Chile en el último tiempo. Que la educación está mal; la ley de inclusión de Bachelet. Que la economía está mal; la reforma tributaria de Bachelet. Que la política está ingobernable; la reforma al binominal de Bachelet. Y además, es como la madre simbólica del Frente Amplio. La harían responsable de cuentas propias y de otros, que la dejarían muy dañada. Creo que terminar así una carrera política descollante como la suya es innecesario.

- Has dicho que una nueva candidatura de Bachelet sería “una negligencia política” de la izquierda…
- Sería un fracaso. Si Michelle Bachelet es la única figura que pudieron levantar, significa que desde el 2002, cuando ella se subió al tanque y se transformó en la figura rutilante, la izquierda no ha sido capaz de parir ninguna figura política capaz de llevar las banderas.

- Y en el caso de Matthei, ¿no se leería con esa rudeza respecto de la derecha?
- Podría ser. Pero ella aún no ha gobernado. Lo que sí creo es que para la generación de Matthei esta sí es, como dice Tolkien, la última marcha de los ents. No hay más. 

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