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Personaje

El mundo distópico de Nouriel Roubini

El mundo distópico de Nouriel Roubini

Sus críticos lo acusan de pronosticar crisis de forma permanente, con la esperanza de “achuntarle” alguna vez. Lo logró con la crisis financiera y también con la actual ola inflacionaria. Roubini se defiende con lo que mejor sabe hacer: pronosticar crisis. Aquí, un resumen de su último libro, Megathreats.

Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Sábado 5 de noviembre de 2022 a las 04:00
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No le gusta tanto el título “Dr. Doom”. Nouriel Roubini asegura que lo suyo no es ir por la vida pronosticando desgracias. En su lugar, el título que más le acomoda es “Dr. Realismo”. Entrenado como economista, lo suyo -afirma- es analizar cada escenario sin edulcorantes o ciego optimismo.

En medio de la euforia del mercado bursátil y las hipotecas subprime en 2008, Roubini advirtió de una inminente crisis financiera. En agosto 2020, en medio del optimismo por la recuperación tras la pandemia, y cuando la mayoría de los economistas hablaban de un período de deflación, Roubini sonaba las alertas sobre una ola inflacionaria y -a consecuencia- una recesión.

El argumento contra sus proyecciones es que quien solo anticipa desgracias, en algún momento acertará. Pero la Gran Crisis Financiera de 2008-2009, y el período de alta inflación y bajo crecimiento que estamos comenzando, al menos da razones para escuchar lo que Roubini tiene que decir. Advertencia, no es apto para optimistas.

“Desde la Segunda Guerra Mundial, salvo algunas interrupciones, el mundo ha disfrutado de un largo período de riqueza, paz y productividad… Desafortunadamente, este largo período de relativa prosperidad no durará por mucho más tiempo”, advierte Roubini en su último libro, Megathreats, publicado hace un par de semanas.

Es más, el profesor de la U. de Nueva York afirma que “estamos en un período de transición de una era de relativa estabilidad a una era de inestabilidad extrema, conflicto y caos. Enfrentamos ‘megamenazas’ como nunca, y éstas están interconectadas”.

Una gran Argentina

La primera gran amenaza que Roubini identifica es una crisis de deuda mundial. No una crisis cualquiera, sino “la madre de todas las crisis de deuda”. Esta sería consecuencia de la adicción del mundo -hogares, empresas, gobiernos- a consumir más allá de nuestros recursos. “El mundo se parece cada vez más a la Argentina”, afirma Roubini, quien da un resumido recuento de la historia de defaults y crisis del país.

También el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) lo ha advertido. Sus proyecciones son que la deuda global cerrará 2022 en 352% del PIB mundial, con EEUU y China liderando el ritmo de aumento de la deuda.  El IIF afirma que una vez la deuda supere cuatro veces el tamaño de la economía, el crecimiento sufrirá a consecuencia de las limitaciones que imponen los onerosos pagos de dicha deuda.

Regresando al ejemplo de Argentina, Roubini recuerda que una vez que llega la hora de “pagar la factura” los gobiernos se quedan sin muchas opciones que no sean aplicar medidas duras (recorte de gastos y beneficios sociales) que suelen desencadenar crisis políticas y sociales.

No se engañen, Roubini no ofrece ningún consuelo. No, China no quedará inmune. No, no habrá quién nos ayude. “Nos estamos quedando sin herramientas fiscales y monetarias y los países y organismos multinacionales, también endeudados, están también tambaleando”.

Pensiones, pensiones, pensiones

Uno de los principales ejes del libro de Roubini es que las crisis están interconectadas. En el caso de la deuda, ésta se ve agravada por el cambio demográfico. Gobiernos alrededor del mundo, más aún aquellos con sistemas de pensiones exclusivamente de reparto, están viendo con preocupación el agote de sus fondos. En el caso de EEUU, el fondo de Seguridad Social podría agotarse tan pronto como en 2033. Después de esa fecha, los aportes de los (cada vez menos) trabajadores más jóvenes solo lograrán cubrir 80 por ciento de los beneficios actuales, y la cifra se reduciría hasta 74 por ciento hacia final del siglo.

“Las pensiones dependerán mayoritariamente del ahorro personal”, afirma, y a reglón seguido nota los bajos niveles de ahorro de los estadounidenses, a quienes toma como ejemplo.

Roubini llama a esto “deuda implícita”. El costo de las obligaciones futuras. Una de estas obligaciones será el pago de los beneficios y promesas hechas a trabajadores actuales y futuros. “No hay suficiente dinero para cumplir con ellas”, alerta Roubini, quien teme que los gobiernos vuelvan a recurrir a imprimir más dinero o endeudarse aún más para cubrir la brecha.

La falta de trabajadores más jóvenes amenaza con reducir la tasa de reemplazo de las pensiones en Japón de 62% a 40%, algo similar en Europa. Dejándonos contagiar por el pesimismo de Roubini, recordaremos que el INE proyecta que en 28 años en Chile habrá 76 mayores de 64 años más por cada menor de 15 años.

Montaña rusa

Pero si el factor demográfico va claramente en declive, en el caso del mercado financiero las líneas se parecen más a una montaña rusa. Ciclos de euforia, extremo apetito por el riesgo seguido por crisis financieras y económicas. Los ciclos económicos son naturales, pero Roubini advierte que desde la crisis del 2008-2009 hemos vivido un período de “boom and bust” que no hará más que volverse cada vez más pronunciado.

Roubini apunta a los banqueros centrales, a quienes acusa de haber perdido su independencia y optar por concentrarse en los vaivenes de corto plazo de los mercados y las presiones de los políticos. Es la mezcla de excesiva liquidez y una política fiscal expansiva lo que ha llevado al mundo a la “trampa de deuda” en la que se encuentra. No corregir el rumbo, según Roubini, nos llevará “al peor período de estanflación que el mundo haya visto”.

Aunque los grandes bancos centrales recientemente han pisado el acelerador en elevar las tasas de interés, el ajuste tardío no evitará que la inflación siga dando sorpresas al alza en los próximos meses, anticipa Roubini. No, causará una recesión, sin que logre regresar la inflación al nivel de 2%.

Las medidas antiglobalización, la guerra en Ucrania, futuras guerras, el cambio climático, el uso del dólar como arma geopolítica, son solo cinco de los 11 factores que Roubini proyecta provocarán restricciones de oferta en el mediano plazo, y con ello más inflación.

Enemigos por todos lados

Hacia el séptimo capítulo del libro, Roubini deja a un lado -finalmente- el tema de la deuda. Pero los siguientes tres capítulos no son menos apocalípticos. Lo que sigue es una lista de amenazas ya conocidas: la desglobalización, la tercera guerra mundial, a inteligencia artificial y el cambio climático. Cada una, nuevamente, interconectada con la otra, y cada una amenaza con agravar la estanflación ya mencionada.

Los “Make Great Again” seguirán multiplicándose. Políticas proteccionistas, como lo demostró Donald Trump, no serán exclusivas de gobiernos de izquierda o de derecha. Los argumentos serán varios: defender trabajos locales, independencia energética, seguridad nacional. Las consecuencias, advierte Roubini, también serán varias: menor crecimiento, productos más caros, menos trabajadores en las economías afectadas por el cambio demográfico, por nombrar algunos.

Siguiendo con el tema laboral, y en respuesta a la falta de trabajadores, el mundo avanzará hacia reemplazar numerosos puestos con máquinas, computadoras. Sí, Roubini describe un mundo no muy lejano en el que robots se ocuparán de una gran variedad de trabajos, nadie está a salvo. “Efectivamente, podríamos avanzar hacia un nuevo tipo de especie híbrida con cerebros y fuerza superior que reemplazaría al Homo Sapiens, así como nosotros desplazamos a los homínidos neandertales”, asegura Roubini. El proceso de esa evolución será doloroso, aumentará la desigualdad y el desempleo, se reducirá la demanda y el crecimiento.

Pero antes de que lleguemos a ese punto deberemos superar la próxima Guerra Fría. Lo que hemos visto hasta ahora es solo el inicio, según Roubini. Una China bajo un Xi Jinping más autoritario profundizará su conflicto con EEUU y el resto de Occidente. El mundo se dividirá nuevamente en dos bloques. Esta vez, sin embargo, será más difícil tomar partido. No son pocos los países, Chile incluido, que tienen tanto a China como a EEUU entre sus principales socios.

No hace falta mencionarlo. Como lo vimos ya con la invasión rusa en Ucrania (que es parte de este nuevo período bélico), la economía a nivel global sufrirá el impacto de este creciente conflicto.

Finalmente, las condiciones para vivir en este planeta seguirán deteriorándose por el cambio climático. Roubini hace una revisión de los datos científicos que respaldan la urgencia de actuar contra el calentamiento global y reducir emisiones. También cita a científicos que vinculan el cambio climático, y la destrucción de hábitats, a un mayor contacto de especies salvajes con asentamientos humanos, y con ellos las pandemias.

Una luz de esperanza… a medias

Obviamente no todo está perdido. Hasta Roubini se da cuenta que no puede enviar al lector en una espiral depresiva. Tampoco logra, sin embargo, inyectar demasiado optimismo. Para comenzar, el último capítulo, dedicado a las soluciones a todas estas crisis, se titula: “¿Un futuro más utópico?”

El porqué de ese signo de pregunta se resume en que para resolver el gran problema que supone la inmensa y creciente deuda, para pagar mejores salarios (y con ello reducir la desigualdad) y pagar mejores pensiones o al menos suficientes para todos en el futuro, es necesario crecer más rápido. Roubini apunta a la tasa de expansión entre 5%-6% anual. Pero, para que cumpla con ese efecto, el crecimiento debe lograrse reduciendo a la vez las emisiones.

Esta aparente contradicción requiere de una combinación de políticas locales y globales, asegura Roubini, y es ahí cuando aumenta el pesimismo.

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