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Personajes

La cruzada por el huemul de la familia Petermann

La cruzada por el huemul de la familia Petermann

Tras cumplirse 20 años de que Víctor Petermann y su esposa Ivonne Reifschneider comenzaran un proyecto para reinstalar el huemul en la zona cordillerana de la región de Los Ríos -extinto allí desde los años ‘80-, su hija Alexandra Petermann, directora ejecutiva de la Reserva Biológica Huilo Huilo, repasa esta historia de conservacionismo y emprendimiento turístico, que ya logró que haya unos 40 ejemplares de estos ciervos viviendo en la zona, y monitoreados. “La conservación por decreto no es viable”, dice la profesional que ha dedicado su vida al desarrollo territorial, y que cree que la zona de Neltume tiene todo el potencial para convertirse en un parque nacional al estilo Yellowstone. En los negocios, revela que tomaron la decisión de reconstruir el hotel Marina del Fuy, destruido tras un incendio en 2022.

Por: Azucena González | Publicado: Sábado 17 de mayo de 2025 a las 21:00
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“Hace muchos años que el mundo entendió que la conservación no puede estar sólo en manos de los Estados”, dice Alexandra Petermann Reifschneider, doctora en Economía y vicepresidenta de Fedetur. Sentada en su oficia, muestra libros, videos y fotos, entusiasmada a más no poder, pues hoy vive momentos expectantes en su rol de directora ejecutiva de la Reserva Biológica Huilo Huilo, el complejo conservacionista y turístico que dio vida su familia en esa zona cercana a Puerto Fuy y Neltume, en la región de Los Ríos.  

La historia de la familia Petermann en la zona se remonta a 1994, cuando el empresario Víctor Petermann llegó allí para trabajar en el sector forestal, pero raudamente la vida lo puso a él y a su familia -a su esposa Ivonne Reifschneider, y a sus hijas Alexandra y Andrea- en la encrucijada de cambiar totalmente de planes de vida ante el agotamiento del rubro forestal, reenfocándose hacia el turismo y la conservación. Y hace 20 años que en ese marco se dieron al trabajo de recuperar la presencia del huemul. 

Fue el 21 de abril de 2005 cuando llegaron los primeros de estos ciervos, en un momento en que la Fundación Huilo Huilo había decidido crear el Centro de Conservación del Huemul del Sur, para reintroducir a esta especie, dado que en esa zona cordillerana de Chile se había extinguido en los años ‘80. La tarea fue titánica, cuenta Alexandra Petermann. Tras diversos permisos y autorizaciones al tratarse de un monumento natural, lograron trasladar en seis horas por avión a dos ejemplares de la zona de Aysén, un macho y una hembra, a la que sumó otra hembra de un centro de Los Lagos, que estaba herida.  

A 20 años de aquel impulso inicial, hoy en la zona tienen catastrados 40 ejemplares. Hay unas dos familias estables en vida silvestre -unos ocho ejemplares-, y los restantes huemules están en el centro de reproducción de la Fundación, en un “ambiente controlado”, con un cerco que delimita un área de 70 hectáreas en las que pueden moverse. Son todos registrados con radio collares. Y coincidiendo con este aniversario, ocurrió una hazaña: uno de los ejemplares machos en libertad, cruzó la cordillera y llegó a Argentina, usando el cordón biológico transnacional. 

¿Cuál es la aspiración de los Petermann? Seguir con el repoblamiento de los Andes con el huemul, cuyo límite por el norte está a la altura de Chillán, Y complementarlo con la conservación del puma y el guanaco, en alianza con la Fundación Rewilding en Argentina, entre otras. 

“A todo el mundo le parecía un sinsentido hacer un desarrollo a la mitad del bosque”
Cuando Víctor Petermann llegó a la zona, en 1994, lo hizo para trabajar en el sector forestal, específicamente en la firma Bomasa, una elaboradora de madera, de terciados, que estaba ubicada entre Panguipulli y Lanco.

Había sido invitado como socio por la familia Boher, en una sociedad que llegó a tener unas 60 mil hectáreas. Pero esa industria forestal, que se había desarrollado allí desde los años ‘50, se hizo insostenible, pues para el año 2000 era una actividad que ya no podía competir con la actividad forestal que se estaba dando en otras zonas del país basada en el eucaliptus y el pino insigne, de mucho más rápido crecimiento que el bosque nativo que demora cientos de años en crecer. 

Así, entre endeudamiento y problemas, los Boher terminaron por salir de la compañía y Petermann con su familia se vieron enfrentados a la disyuntiva de qué hacer. “Fue tomar una decisión. O apostamos por el lugar y vemos cómo nos reinventamos. O nos vamos y nos enfocamos en los otros negocios que teníamos. Y la apuesta fue por dar esta batalla y enfocarnos en conservar este lugar único, este bosque increíble. Ese fue el gran mantra. El turismo ha sido clave como herramienta de conservación”, rememora Alexandra Petermann. 

Asesorados por una consultora, ésta les planteó que lo mejor era hacer un desarrollo asociado al lago Pirehueico, que se estimaba era lo más valioso, pero que el bosque no tenía valor, porque era oscuro y nadie iba a querer habitarlo. “En ese momento, mi padre como ingeniero, y mi madre como arquitecta, tuvieron una visión: no darle la espalda al territorio. A todo el mundo le parecía un sinsentido hacer un desarrollo a la mitad del bosque, pero fue lo que precisamente hicieron, cuando el turismo en Chile era sol y playa”, relata Petermann. 

“Fue y es un proyecto familiar y colectivo”, remarca Petermann, pues para iniciarlo comenzaron a llevar a la zona personas conocidas que se comprometieron a preservar el lugar. Entre los primeros que llegaron estuvo el doctor Juan Carlos Johow. “Lo primero que se hizo fue un desarrollo de terrenos asociados al bosque para atraer a los que llamamos los ‘pioneros del turismo’, personas que quisieron comprar terrenos e invertir en el lugar, con una reglamentación súper clara y específica. No podían botar árboles, no podían tener mascota o animales domésticos, y no podían poner cercos.

Muchos de esos propietarios son hoy parte de la Fundación Huilo Huilo. No sólo invirtieron, sino que trajeron sus talentos. Y mi madre, arquitecta y naturalista, trajo expertos, botánicos, fotógrafos, artistas, biólogos, ingenieros forestales, todos mezclados. Y de allí salieron ideas”, señala. Un hallazgo fue que era la zona con más helechos de Chile continental. 

Para 2004, los Petermann construyeron el primer hotel, Montaña Mágica, y el mismo año crearon la Fundación Huilo Huilo, porque ya era necesaria una estructura con socios que aportaran a este desarrollo. En 2005, el paño creció con la compra de otra firma, Forestal Neltume Carranco, llegando a unas 100 mil hectáreas la reserva, afianzando una reglamentación estricta respecto a la tenencia responsable de mascotas y controlando a los animales baguales (vacunos sueltos que se han vuelto salvajes).


“La conservación por decreto no es viable”

Para Alexandra Petermann, el modelo de desarrollo que han logrado y que permite financiar estos programas conservacionistas descansa en tres pilares que ella estima inseparables: conservación, integración de las personas y comunidades, y actividad económica, el turismo, de modo de que sean proyectos sostenibles en el tiempo. “La conservación por decreto no es viable”, asegura Petermann.

Para eso, se han dado una gobernanza para esta área bajo protección privada. El paraguas global es la Reserva Biológica Huilo Huilo, dirigida por un directorio de seis integrantes de la familia: Víctor Petermann, su esposa Ivonne Reifschneider, sus hijas Andrea y Alexandra Petermann, los cónyuges de cada una de ellas -Jean Claude Brunel y Andrés Rifo, respectivamente-, más un externo, Jaime Lavados. Aún no hay miembros de la tercera generación. 

De aquella entidad depende la Fundación Huilo Huilo con su propia gobernanza -directorio, con aportantes y socios-, y de la que un aportante más es Huilo Huilo Turístico, la vertical que alberga las empresas de turismo de la familia. 

Huilo Huilo Turístico hoy dispone de unos ocho complejos de alojamiento, entre hoteles, cabañas y refugios. Montaña Mágica fue el primer hotel, y luego vinieron Reino Fungi, Nothofagus, Nawelpi Lodge, Cabañas del Bosque, entre otros. Entre todos suman unas 400 camas en la reserva. Y en total en la zona de Neltume y Puerto Fuy hay unas 1.500 camas si se suman a esta cuenta terceros desarrolladores que se han plegado a desarrollar otros complejos. Porque el salto en el turismo fue gigante. De unas 4 mil visitas al año, hoy llegan a las 300 mil al destino, medido como entradas a la reserva, número que ya se acerca a lo que alberga Torres del Paine. “Era mi objetivo (…) A Neltume lo vemos como Yellowstone, que tiene 4,5 millones de visitas al año”, dice Petermann, aludiendo al enorme potencial que le ve a la zona.

Y pensando en que este desarrollo continúe, Petermann cuenta que tomaron la decisión de reconstruir el hotel Marina del Fuy, destruido tras un incendio que los afectó en agosto de 2022, justo tras el golpe de la pandemia. “Tenemos el proyecto presentado. Estamos esperando los permisos. Es una decisión tomada”, relata sobre una iniciativa que debería tener unas 48 habitaciones -más grande que el original, de 22 habitaciones-, y a la que están abiertos a que ingresen socios para financiarlo, y que espera esté en unos tres años más operativa. 

Otro proyecto es desarrollar y habilitar aún más el Centro de Nieve Bosque Nevado, en Neltume, un refugio que, a diferencia de un tradicional centro de esquí, desarrolla el randonnée (trekking con esquí) y paseos en trineo, sin andariveles. 

- ¿Es rentable lo que han hecho?

- Prefiero no dar números. Hay una inversión original que fue muy importante y que probablemente no se va a rentabilizar nunca. Pero teniendo ya eso, lo que es la operación del ámbito turístico, se sustenta. Con muchas dificultades. Es un negocio muy difícil. La actividad del turismo es sustentable para mantener su infraestructura y para generar algunos excedentes, pues se requiere inversión en la misma parte del turismo. Al menos hoy es algo que se puede replicar y que puede sustentar los territorios.

- ¿Para ustedes esta actividad conservacionista es filantropía o tienen retorno económico?
- No es lo uno o lo otro, y es el legado que yo espero dejemos como reserva: que el mundo no se puede entender en empresas y filantropía por separado, sino que es un equilibrio. Está unido. Una empresa que desarrolla y una fundación con estatutos claros. Ese es el modelo. Tienen que ir los dos juntos.



“El desarrollo territorial es mi pasión”

 

Nacida en Santiago, exalumna del Colegio Alemán, Alexandra Petermann Reifschneider estudió dos carreras: ingeniería comercial y arquitectura en la PUC, pero esta última no la terminó. Su título de economía versó sobre el límite urbano de Santiago, publicada por el Centro de Estudios Públicos (CEP).

Y luego partió a Alemania, a la Universidad de Friburgo, cuya tesis doctoral, Competition in the Provision of local Public Goods, fue publicada. A su regreso a Chile trabajó en la Cámara Chilena de la Construcción e hizo clases en varias universidades, siempre vinculada al desarrollo territorial. “El desarrollo territorial es mi pasión”, dice. Y en 2008 se integró a trabajar a los negocios familiares.

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