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9 historias para contar la guerra Hamas - Israel
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1. Ariel Guitlitz (53), Ra’anana: “Te baja una angustia tremenda”
“Hace tres años vivo con mi mujer y mis dos hijos en Ra’anana, a 25 minutos de Tel Aviv. Trabajo en una empresa de drones que hace fumigación en los kibutz agrícolas del país. A eso de las 6 de la mañana del sábado (7 octubre) nos despertó una sirena de ataque, lo que nos da un minuto y medio para llegar al refugio anti misiles. Eso es muy difícil. Pero logramos bajar al búnker de hormigón con hierro con doble puerta de metal.
En nuestros celulares empezaron alarmas que mostraban que caían misiles por toda la zona sur del país. Llegan chats pidiendo ayuda, después ves en la TV cómo entraban los terroristas. De repente, los teléfonos dejaron de funcionar. Te baja una angustia tremenda.
De la envergadura de esto nos dimos cuenta al día siguiente. Lo más fuerte fueron los videos que ellos mismos mandaron de cómo mataron a los niños en los refugios. Llevamos más de mil muertos, personas secuestradas a las que quemaron vivas, a otras les cortaron los dedos.
Me llamaron el mismo sábado para ir a apoyar a los bomberos, porque soy voluntario. Estuve todo el día y toda la noche, caían los proyectiles en Bat Yam, al lado de Tel Aviv. Sonaron varias veces las alarmas, seguían cayendo misiles, en la carretera también.
Hoy la gente tiene mucha rabia. La confianza que había de salir a la calle y que no te iba a pasar nada, hoy cambió, aunque las ciudades volvieron a tomar control, a excepción del sur y algunas zonas cercanas a Cisjordania.
La comunidad árabe en Israel también está impactada, porque ellos saben que hay odio. La gente que perdió a su familia, ¿qué explicación uno les va a dar? Los árabes que viven acá siguen trabajando a la par con todos nosotros, pero los que venían de Cisjordania no pueden entrar a Israel por problemas de seguridad. No sé en qué va a terminar esto, porque la cosa está muy tensionada.
Cuando escucho decir que el asunto de los bebés (asesinados) es mentira, me da una rabia que no puedo explicar; acá no van a jugar con eso. Pasearon los cuerpos muertos, hicieron fiestas de ellos, y para nosotros, la religión judía, los cuerpos de la gente fallecida se tratan con mucha delicadeza: se lavan, se respetan, es todo un rito. Esto fue una verdadera masacre, de la cual va a costar reponerse”.
"Hoy la gente tiene mucha rabia. La confianza que había de salir a la calle y que no te iba a pasar nada, hoy cambió, aunque las ciudades volvieron a tomar control, a excepción del sur y algunas zonas cercanas a Cisjordania"
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2. Yuval Woldarsky (27), base militar cerca de Gaza: “Recibimos cerca de 50 niños en la base”
“‘Qué raro lo que está pasando, debe ser un error del sistema’, le dije a mi prometida en mi casa en Haifa, al norte de Israel, el sábado 7 cuando veo que mi celular no para de vibrar con alertas de una cantidad brutal de mensajes de misiles de Tel Aviv hacia el sur. Llamé a la gente de mi base militar, a 15 km al este de Gaza, y pregunté: ‘¿Es un error o es en serio?’ Los chicos me respondieron: ‘Es en serio, están cayendo cohetes masivamente, no sabemos qué está pasando’.
Mi primera orden fue quedarme donde estaba porque no se sabía la situación fuera de los muros de la base. No pude dormir esa noche porque todo el año había estado el rumor de que podría haber una guerra muy grande, pero con Hezbolá en el norte. Yo esperaba que esa noche ellos se sumaran y atacaran. Me quedé con la ropa puesta y una mochila con cosas básicas.
A las 10 de la mañana del domingo me llegó el mensaje ‘ven cuando puedas’. Me fui en tren y cuando llegué, cerca de las 3:30 pm, la base estaba casi vacía: todos se habían ido a combatir a Nahal Oz, un conjunto de kibutz cerca de Gaza. Éramos seis personas con una sola arma haciendo guardia. Cuando llegaron los reservistas y refuerzos pudimos armar una mejor defensa.
"No pude dormir esa noche porque todo el año había estado el rumor de que podría haber una guerra muy grande, pero con Hezbolá en el norte. Yo esperaba que esa noche ellos se sumaran y atacaran. Me quedé con la ropa puesta y una mochila con cosas básicas"
Recibimos cerca de 50 niños en la base, ellos salieron de los kibutz invadidos, quedaron huérfanos probablemente. Luego fueron transferidos a un kibutz alejado del conflicto y de ahí seguramente donde algún familiar.
Nací en Santiago y crecí en Temuco. Siempre me sentí distinto. Hace tres años me vine a Israel y me sentí en casa. En mi base estoy encargado de todo el equipo de camuflaje. Normalmente somos allí 700 personas, pero con el llamado de los reservistas ahora hay al menos 1500. Soy el único chileno.
Nuestro comandante dijo que no vamos a parar hasta que podamos fumarnos un cigarro frente a la costa de Gaza. Nuestro objetivo es destruir a Hamas para siempre. ¿Que implica entrar allí? Siempre habrá personas civiles, eso es, lamentablemente, imposible de evitar, pero las reglas de combate son claras: sólo atacas a quien tiene un arma y te esté atacando; niño o una mujer en ningún caso van a ser el blanco. Pretendemos mantener parte del ideal que nos enseñan en el primer mes de entrenamiento en el ejército: el espíritu del ejército de Israel es de ser humanos ante todo.
Yo voy a estar en la retaguardia de nuestra unidad -porque tengo una lesión en la pierna-, defendiendo mi base, asegurando que las líneas de suministro estén andando, que el hospital de campaña esté seguro. La moral está muy alta. Mi unidad es la única que no ha tenido bajas ni heridos y liberó una cantidad enorme de kibutz”.
3. Emilio Dabed (55), Ramallah: “Los palestinos llevan 75 años de abuso”
“Viví 11 años en Cisjordania, entre 2007 y 2018, y ahora llegué el 15 de septiembre a hacer un curso intensivo en Derecho Internacional. Había ido a ver a unos amigos a Haifa, una ciudad en lo que es Israel hoy y tiene 20% de población palestina. El sábado (7 de octubre) nos despertamos con este tema, los aeropuertos estaban cerrados, las carreteras cerradas. Fuimos a tomar un café y otros amigos nos dijeron que no era recomendable que estuviéramos ahí porque podría pasar cualquier cosa. Ahí pude experimentar el miedo de los palestinos que viven en ciudades israelíes, rodeados por israelíes que los odian.
El domingo me volví a Ramallah. El camino estaba vacío, era casi fin de mundo. Lo único que se podía ver era hileras de camiones transportando tanques y material militar hacia el sur. Mi amiga me dejó en Jerusalén, tomé un taxi a Ramallah. Los checkpoints estaban cerrados, pero logré entrar. Vi las imágenes de Gaza, que son horribles: con la electricidad, el agua y la comida cortadas, la están convirtiendo en un ghetto, como los nazis tuvieron en Europa.
En Cisjordania la gente no sale. Están trabajando a la mitad, porque los palestinos que trabajan en otra ciudad ya no pueden ir y porque los checkpoints están cerrados. También porque las rutas están siendo atacadas. En el checkpoint de Qalandia, el principal que controla Ramallah, han muerto más de 13 personas simplemente por estar manifestándose. La situación es gravísima.
Mis abuelos emigraron a Chile desde Belén. Yo viví ahí hasta 2005, cuando me fui a Francia a hacer un doctorado en Ciencias Políticas sobre Palestina. Vine a hacer trabajo de terreno y me quedé dando clases en distintas universidades de Cisjordania. La vida en ese entonces era tremenda también, porque la violencia no empezó este sábado. Empezó el año 48, por lo tanto los palestinos llevan 75 años de abuso, discriminación, expulsiones, demoliciones de casas, detenciones ilegales.
Vi los bombardeos a Gaza en 2008, 2012, 2014. Ha sido una especie de continuo que no ha parado. Por la amplitud de la actual operación, que considero legítima, Hamas sabía lo que iba a pasar. ¿Quién decide hacer una operación como esa sabiendo el costo que va a tener? La respuesta es que alguien que no tiene nada que perder, que ya está muriendo, prefiere morir luchando que arrodillado.
Tengo pasaje para volver a París, donde vivo, el 15 de octubre. No sé si me voy a poder ir porque los vuelos han sido cancelados. No tomé los aviones humanitarios porque no quiero salir arrancando, dejando a mis amigos y parte de mi familia”.
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4. Edith Abaud (71), Carmiel: “Físicamente estoy cansada”
“Estamos destrozados. Llevo 53 años en Israel, me ha tocado vivir cosas fuertes, guerra, misiles, pero que entren bestias -porque seres humanos no son- a quemar niños, familias enteras, cortarles la cabeza… es algo que uno no puede aceptar.
Me fui de Chile el 70. Vivo al norte de Israel, en Carmiel. Conozco a cada uno de los habitantes, he trabajado toda mi vida en una organización de mujeres judías, cristianas, musulmanas, todas juntas. Soy una persona de izquierda que ha luchado por la paz. Pero esto para mí es un quiebre total. A estos terroristas hay que borrarlos del mapa. En Carmiel, que es una ciudad chica, hoy enterramos cinco niños, y te digo “niños” porque tienen entre 18 y 19 años: soldados que estaban en la frontera en esos momentos, o que entraron el segundo día, o estaban en esa fiesta. Todos tenemos algún familiar, algún amigo, algún compañero de nuestros hijos…
Los judíos del mundo tienen un solo Estado que es Israel y hay que defenderlo, porque no tenemos otra posibilidad. Por eso todos los días llegan aviones con chicos jóvenes que andaban por el mundo y que desde que empezó la guerra están viniendo aquí.
Físicamente estoy cansada, es darse cuenta de que todo lo que hice en mi vida a lo mejor fue un error: haber cooperado, haberme preocupado por los derechos de todos, sin importar si eran árabes, judíos o cristianos”.
5. Jacqueline Esquenazi (55), kibutz Mishmar Haemek: “Hemos recibido 400 personas de kibutz del sur”
“Estoy hace 33 años en Israel y nunca me había tocado algo así, esta masacre. En estos días todo es muy difícil, es despertarse a una realidad espantosa. Vivo en el kibutz Mishmar Haemek, en el distrito norte del país. Me casé con un israelí y tengo tres hijos: Amit (26), Sivan (23) y Niv (18).
Mi hija Sivan volvió la semana pasada, después de ocho meses de mochilear en Sudamérica, y enseguida la enrolaron en el ejército: es sargento de operaciones en el norte. Se encontró con dos amigos allí. Al día siguiente hubo un atentado en la frontera del Líbano y le mataron a sus dos amigos. Recordarlo me pone la piel de gallina. También supo que habían encontrado el cuerpo de otra de sus amigas que había ido en el sur al Festival Nova. Son cosas terribles que mis hijos viven acá.
"Me contó que estaban encerrados en su casa, que los terroristas trataron de entrar, pero no pudieron y siguieron a otra casa. Esperaron 13 horas sin luz dentro de la pieza contra misiles. Tuvieron suerte: en otras casas que los terroristas no pudieron entrar, las quemaron con las familias adentro"
Hemos recibido 400 personas de distintos kibutz del sur. Salieron con lo que tenían puesto. Empezaron a llegar a las 2 de la mañana del domingo, en buses de la municipalidad. En el camino se les pidió a todos los niños cerrar las cortinas para no ver lo terrible que pasaba afuera. La gente del sur está muy mal, aunque es increíble cómo tratan de salir adelante.
Le pregunté a uno de ellos cómo se salvaron con su familia. Me contó que estaban encerrados en su casa, que los terroristas trataron de entrar, pero no pudieron y siguieron a otra casa. Esperaron 13 horas sin luz dentro de la pieza contra misiles. Tuvieron suerte: en otras casas que los terroristas no pudieron entrar, las quemaron con las familias adentro.
Por ahora las cosas en el norte están tranquilas, pero nunca sabes si pueden atacarnos. Un terrorista, de repente, podría entrar a cualquier lugar. Los niños no están yendo al colegio. Suenan alarmas. Pasan aviones todo el tiempo, porque cerca hay una base militar. Trato de llevar una vida cotidiana, trabajo en las mañanas, ayudo en lo que puedo, hago yoga, camino. Prefiero mantenerme ocupada; si no, veo noticias y quedo pésimo”.
6. Danny Garcovich (68), kibutz Kissufim: “Tenemos fe de que encontraré a mi hija”
“Por el momento no hay novedad de mi hija Loren (secuestrada el sábado 7 en el kibutz Kissufim), y por lo que conocemos aquí, no habrá novedad hasta que no se declare un alto al fuego. ¿Cuándo será eso? No lo sé. Esperamos que sea lo más pronto posible, tanto para la gente que está secuestrada como para la misma gente inocente que está en el lado de Gaza.
Lo último que supe de mi hija fue ese sábado, cerca de las 12:30, cuando se cortó la comunicación. Con mi mujer estábamos en el búnker de la casa, y ella estaba en el refugio de la suya junto a su esposo. Desde ese momento no existe celular porque los extremistas bajaron las antenas y la electricidad. A mi hija no la encontraron, no había sangre y no estaba su auto, por lo que sacamos la conclusión, por experiencia de años anteriores, que se los llevaron.
A nosotros no nos podían rescatar porque los extremistas estaban por fuera y había tiroteos. En el búnker, el domingo, cuando sentimos hablar en hebreo, hicimos preguntas para verificar si eran del bando correcto. Eran los rescatistas, que aislaban zonas y protegían para sacar personas con el máximo de seguridad.
Evacuaron a todo el personal civil, nos trajeron a un lugar seguro que prefiero no decir. No nos falta nada. La solidaridad del pueblo israelí es muy grande, porque la gente salió de su casa con lo puesto, sin remedios, ni lentes, ni documentos, sin zapatos incluso.
Yo soy el comandante de los bomberos voluntarios encargados de toda la Franja de Gaza, vivo en la frontera, en la parte de Israel. Hasta el momento que había ciudadanos civiles en la zona era nuestra obligación estar y apoyar, pero desde que fueron evacuados allí está sólo el ejército. Recibimos la orden de ponernos a salvo. Además tengo mi trabajo en la Universidad Ben Gurion.
Calculo que en 15 o 20 días recién empezaremos a pensar en volver a nuestras casas y ver si están en pie. En el momento que paren las balas vamos a lamer nuestras heridas y ver lo que pasa. Ahora lo que trato de inculcar es que la rabia hay que dejarla para después. En este minuto hay que preocuparse de estar bien. Si hay un culpable, más adelante lo buscaremos. Hoy es el momento de sobrevivir física y mentalmente, es un trauma demasiado grande.
"Ahora lo que trato de inculcar es que la rabia hay que dejarla para después. En este minuto hay que preocuparse de estar bien. Si hay un culpable, más adelante lo buscaremos. Hoy es el momento de sobrevivir física y mentalmente, es un trauma demasiado grande"
Con mi hijo que vive en San Felipe estamos siempre en contacto. Él está mucho más asustado que nosotros porque no está acostumbrado a esta situación. Por mi oficio yo estoy acostumbrado a ver catástrofes, pero es duro cuando se trata de un familiar. Las esperanzas no se pierden nunca y tenemos fe de que encontraré a mi hija”.
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7. Hernán López (52), kibutz Gezer: “Me estoy yendo al sur como voluntario”
“Hay 74 chilenos de primera generación en las tropas israelíes, y debe haber otros 40 de segunda. Entre ellos, están mis dos hijos. Mi hijo es de unidades especiales; y mi hija, es sargento primera, la chilena con mayor rango en la historia de Israel. Ella está en Judea y Samaria, bajo la brigada de Protección de Fronteras encargada de todo el apoyo de imagenología a los combatientes. Está a cargo de una sala de guerra.
Desde que empezó la guerra recibí tres llamadas de ella: para decir que estaba bien, para decirme dónde estaba y para decirme lo de una amiga que murió. Mi hijo, en tanto, me llamó para decirme que lo cambiaron de lugar: estaba en Hebrón para entrar a Gaza, y afortunadamente, como ahora se está analizando la posibilidad de que Hezbolá ataque por el norte, lo movieron para el otro lado. Por lo menos no es Gaza: allí va a ser muy sangriento porque es guerra urbana, Hamas tiene 8.000 soldados bien entrenados, 200 mil misiles, armamento para un año.
Me estoy yendo al sur como voluntario. Voy a los kibutz que fueron destrozados para ayudar en su reorganización. A 2 kilómetros de Gaza. La gente que vivía ahí la mataron o la evacuaron. Los caminos están cortados, yo entro con custodia militar. Vamos como especialistas a hacer que las lecherías funcionen de nuevo. Israel necesita comida y alguien tiene que producirla.
Desde que empezó la guerra, en mi kibutz (Gezer) armamos guardia día y noche. Como toda la policía y los soldados están ocupados en otras cosas, nos hacemos cargo de nuestra propia seguridad. Desde la creación del Estado, tenemos una armería, gente de salud, un sistema preparado para hacernos cargo de nuestra defensa.
Cuando hablamos de Hamas, hablamos de Irán: ellos pagaron esto y nuestra precaución mayor es que no se involucre en el conflicto. Es muy peligroso, porque Irán tiene misiles de largo alcance y una bomba atómica. El Líbano ya empezó a atacarnos. No sabemos aún cómo va a reaccionar la población árabe israelí. Hasta ahora, sus líderes han insistido que la gente no debe tomar partido por Hamas, pero la calle tiene otra lógica. Anoche hacíamos la cuenta en el kibutz: la ciudad más cercana de acá tiene 80 mil personas, de las cuales 65 mil son árabes. Y nosotros somos 300. Obviamente tenemos un problema”.
"Desde que empezó la guerra, en mi kibutz (Gezer) armamos guardia día y noche. Como toda la policía y los soldados están ocupados en otras cosas, nos hacemos cargo de nuestra propia seguridad"
8. Andrés Tassara (32), Tel Aviv: “Fui soldado de combate, estoy en condiciones para ir al frente”
“Vine a vivir a Israel en 2012, a alistarme al Ejército. De vuelta a Chile saqué mi primer título universitario como cientista político. Y regresé a Israel en 2019, a hacer un master en relaciones internacionales y diplomacia en la universidad de Jerusalén. Trabajo como director en la organización Betar, donde traemos gente de Sudamérica a hacer un programa de liderazgo en Israel. Vivo en Jerusalén, pero ahora me encuentro en Tel Aviv. Estoy viendo cómo saco de acá a chicos de Uruguay, Argentina, Brasil, Australia.
Despertamos la mañana del día sábado con las sirenas. En un inicio sonaban por el sur, las partes más cercanas a la Franja de Gaza, y posteriormente fueron sonando en la zona del centro en Tel Aviv. Yo la sentí en Jerusalén. Cuando suenan las sirenas, entre más al norte estés, más tiempo tienes para correr un búnker. Pero si estás en un lugar como el que se encuentra mi hermano tienen solamente 30 segundos. Él está en Beerseba, la ciudad más grande del sur, a 25 kilómetros de la Franja de Gaza.
El país está parado, uno ve las calles vacías. Muchos restaurantes siguen solamente para cocinar para los soldados, para enviarles comida. En una situación de guerra, el país está absolutamente movilizado para ayudar. Yo fui soldado de combate, entonces estoy en condiciones para ir al frente.
El mundo puede darse cuenta de quién es nuestro enemigo, cómo se comporta, las cosas que son capaces de hacer. Yo comparto incluso la posibilidad de darle un Estado al pueblo palestino y por supuesto apoyar sus derechos. Pero algo muy distinto es el terrorismo. Hamas es la cosa más brutal que nos ha pasado en la historia del pueblo judío. Las imágenes son desgarradoras y creo que no queda otra opción que defenderse.
La gente de la frontera del sur tiene refugios un poco más sofisticados. Los refugios que hay acá en la zona de Tel-Aviv no lo son. Hay varios edificios que no tienen. Entonces, lo que hace la alcaldía es que publica páginas donde la gente puede saber, por ejemplo, si estoy en tal punto en la ciudad dónde puedo ir a refugiarme. Hay subterráneos y hay departamentos que tienen adentro una pieza reforzada antimisiles”.
"El país está parado, uno ve las calles vacías. Muchos restaurantes siguen solamente para cocinar para los soldados, para enviarles comida. En una situación de guerra, el país está absolutamente movilizado para ayudar. Yo fui soldado de combate, entonces estoy en condiciones para ir al frente"
9. Daniel Weinstein (50), Givatayim: “En minuto y medio tengo que estar abajo en el refugio”
“En 2003 me vine a Israel como turista. Soy judío y sin pensarlo mucho, me quedé. Al cabo de unos meses conocí a mi esposa; tenemos dos niños. Vivo en Givatayim, ciudad al lado de Tel Aviv y trabajo como analista en El Al, la línea aérea de aquí. Soy además director financiero de la Comunidad de Chilenos de Israel.
El sábado estaba tomándome un café a las 06:30 y suena la alarma que dice que vienen los misiles. Bajamos al refugio antiaéreo. Nos metimos a internet a buscar y ahí vimos lo que los palestinos estaban subiendo en las redes sociales, los secuestros de los niños, las matanzas. Nosotros decíamos ‘¿dónde está el ejército de Israel? ¿Qué está pasando?’. No lo podíamos creer, todavía no lo podemos creer.
Nosotros estamos como a unos 80 o 100 kilómetros de la Franja de Gaza. Suena la alarma y en un minuto y medio tengo que estar abajo en el refugio antiaéreo. Todas las edificaciones a partir del 91 tienen que tener un refugio antiaéreo. Y cada departamento nuevo tiene que tener un refugio dentro. Yo vivo en un departamento del 92, por lo que tengo un refugio abajo del edificio. No es subterráneo, pero está blindado.
Nos dijeron que trabajemos de la casa. No hay clases para los niños. Los negocios esenciales se quedan abiertos. Ahora yo salgo con zapatillas, por si me toca correr. La vida cambió fuerte. Lo que estamos viviendo nosotros es la destrucción de la ingenuidad. Uno piensa que toda la gente quiere lo mismo: una familia, un buen trabajo, hacer un emprendimiento. Y piensa que los valores son universales: no matar, no violar, no hacerle al prójimo lo que no quieres que te hagan. Y eso para nosotros se rompió. Hay gente que tiene otros principios, que quiere otra cosa.
"La vida cambió fuerte. Lo que estamos viviendo nosotros es la destrucción de la ingenuidad"
Llegó una información de la autoridad: que en los refugios tengan agua y comida para 72 horas. Toda la gente fue a comprar agua y se acabó. Estamos en estado de guerra. Ciertas empresas son declaradas esenciales. Quienes tengan hijos menores de 14 años pueden trabajar de la casa. No se pueden juntar personas.
Como israelí creo que ya no podemos ser vecinos de una zona territorial que esté en manos de Hamas. ¿Cómo se hace eso? No lo sé. Lo que sí sé es que Hamas no se va a rendir. Prefieren la muerte a rendirse. Un segundito, un segundito, un segundito: suena ahora una alarma. Pero no es en mi zona, no tengo que evacuar. Están tirando misiles en Tel Aviv”.