Cultura
Amelia Saavedra, directora del Mavi: “Los museos los hacen las personas”
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La arquitecta Amelia Saavedra cuenta que siempre le han gustado los museos. Desde chica los visitaba con su familia -que tenía mucha conexión con el patrimonio y la cultura- y a ella le llamaban la atención. “Yo soy feliz en un espacio de museo”, dice.
“Entro a una sala y se me activa algo en el interior, es como una endorfina, que me hace ser feliz”. Por eso, logró enfocar su carrera en esa dirección y desde febrero de este año es la directora del Museo de Artes Visuales (Mavi).
Esta no es la primera aproximación de Amelia a los museos. Mientras cursaba un Máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural en la Universidad de Los Andes, se convirtió en directora ejecutiva del Museo Artequín, donde estuvo ocho años, y luego fue directora ejecutiva de Planetario Chile.
“Entro a una sala y se me activa algo en el interior, es como una endorfina, que me hace ser feliz”. Por eso, logró enfocar su carrera en esa dirección y desde febrero de este año es la directora del Museo de Artes Visuales (Mavi).
Esta no es la primera aproximación de Amelia a los museos. Mientras cursaba un Máster en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural en la Universidad de Los Andes, se convirtió en directora ejecutiva del Museo Artequín, donde estuvo ocho años, y luego fue directora ejecutiva de Planetario Chile.
La llegada de Amelia al Mavi coincide también con otro gran paso para la institución, que después de 21 años deja de estar a cargo de la Fundación Mulato Gil de Castro, de la familia Yaconi Santa Cruz, creadores del museo, para ser administrado por una nueva institución: la Fundación MAVI UC.
¿Por qué el traspaso? La familia quería asegurar la permanencia en el tiempo de esta gran colección, que cuenta con más de mil piezas de artes visuales, y del museo, más allá de su fundación. Decidieron entonces unirse a la Universidad Católica.
“Creo que fue un muy lindo momento, de mucha voluntad y generosidad. Aquí se juntaron voluntades tanto de la Universidad, de trabajar más el tema cultural hacia lo público y también la preocupación de la familia por mantener de la mejor forma el museo”, dice Amelia sobre la nueva alianza.
De acuerdo a las conversaciones que la nueva directora ha tenido con el rector de la UC, Ignacio Sánchez, el foco estará puesto en la continuidad. “No se habló de refundar un espacio”, aclara. “Este es un espacio muy querido por los artistas y por el público. Un lugar que la gente valora mucho y eso no es fácil de conseguir”.
Ya ha tenido algunas conversaciones con la Facultad de Artes Visuales y con el Instituto de Estética. “Se está generando una sinergia entretenida, porque la idea es también vincularnos desde los quehaceres, las salas de clases, poder tener alumnos acá. Que las y los estudiantes sientan que un pedacito de su escuela está acá en el Mavi”.
Conectar con las audiencias
Desde su oficina, Amelia tiene vista a la Plaza Mulato Gil de Castro, que da la bienvenida al museo, y confiesa que está siempre mirando qué pasa, viendo cómo cambia la dinámica entre los días laborales y el fin de semana, quiénes entran y salen.
“Después de haber estado dos años sin público en los espacios culturales, empezar a mirar cómo vuelven los colegios, oír el murmullo de los públicos, ver las visitas, es maravilloso”, dice.
Y en este tiempo reconoce que, tal como lo ha conversado con los otros directores de Barrio Arte -que comprende el Museo Nacional de Bellas Artes, el MAC y el GAM-, el público se ha renovado. “Hay un visitante bastante joven, universitario, que inunda la calle. Se ha rejuvenecido la audiencia y es entretenido, porque para nosotros también significa un desafío ver cómo nos vamos adaptando a las nuevas necesidades e inquietudes”.
“Después de haber estado dos años sin público en los espacios culturales, empezar a mirar cómo vuelven los colegios, oír el murmullo de los públicos, ver las visitas, es maravilloso”, dice.
Y en este tiempo reconoce que, tal como lo ha conversado con los otros directores de Barrio Arte -que comprende el Museo Nacional de Bellas Artes, el MAC y el GAM-, el público se ha renovado. “Hay un visitante bastante joven, universitario, que inunda la calle. Se ha rejuvenecido la audiencia y es entretenido, porque para nosotros también significa un desafío ver cómo nos vamos adaptando a las nuevas necesidades e inquietudes”.
Por eso, aunque lleva recién tres meses en su cargo, para ella uno de los grandes objetivos es “ponerle oreja” a todo lo que les vayan contando.
“Queremos generar un museo abierto, que acoja el sentir de las personas. Creo que es importante estar con los oídos abiertos y con los ojos también, para ir observando lo que pasa. Nosotros estamos ubicados en un lugar muy particular y contingente, entonces acá es imposible no observar y no entender la dinámica de lo que está pasando en nuestro país. Hay que hacer mucha escucha”, dice.
Para Saavedra, más que las grandes construcciones y las colecciones de arte, los museos los hacen las personas. “Si tú tienes un museo precioso, pero que está vacío, no dista mucho de ser una bodega. Los públicos son los que completan el acto de la exposición”, afirma.
Además de su paso por el Museo Artequín y el Planetario, Amelia también estuvo a cargo de un proyecto de innovación educativa en la Fundación Mustakis, donde trabajó con la multidisciplina, combinando la ciencia, el arte, la matemática y la robótica, entre otros.
“Me gustaría imprimirle al Mavi esa experiencia que traigo, el cómo se pueden cruzar distintos saberes para aportar valor al ser humano. Lamentablemente la educación formal de repente es muy limitada y no conecta con otras esferas del saber. Y esa es la maravilla que tienen los museos, de programar y unir y crear estos proyectos medios locos o diferentes. Creo que el espacio museo me atrae mucho por eso, porque es una plataforma maravillosa en la cual podemos conectar a la sociedad y plantear temas de relevancia”.
¿Cuáles son sus referentes internacionales? Como parte de una red de museos que nace en Argentina, Amelia ha podido participar de varios simposios y encuentros para reimaginar los museos, lo que le ha permitido conocer casos interesantes. Uno de ellos es un museo en Bahía Blanca, Argentina, que se gestó a partir de una comunidad donde había muchos trabajadores de ferrocarriles, para poner en valor su historia.
“Es un museo pequeñito, que queda en la orilla del mar, y la comunidad participa como si fuera la extensión de su casa. Se arman desayunos, la gente llega con historias, y ahí hay un patrimonio inmaterial que creo es maravilloso y que me encantaría poder levantar acá en el museo, de la historia del barrio. Este museo ha logrado conectar con los públicos actuales, conectar a los jóvenes con estos maestros de la vida”.