Cultura
El Bosque Escuela, el proyecto en Puerto Varas que promueve la educación al aire libre
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Después de hacer la práctica en un colegio público rural, tras haber estudiado educación parvularia, Valentina Alliende se dio cuenta del gran problema que había en Chile con la educación. En el colegio donde trabajaba, en un balneario con bastante presupuesto, ni siquiera había agua potable.
“Sabía que había mucho por hacer, pero no me sentía preparada. Por eso decidí que iba a empezar a adquirir ciertas herramientas que me permitieran generar impacto”, cuenta. Se fue a estudiar un magíster a España, luego a Australia a hacer su tesis y a Nueva Zelanda e Italia a profundizar en la filosofía Reggio Emilia, que era su norte.
Después, partió a Inglaterra a estudiar Forest School, una filosofía educativa que se fundamenta en las experiencias constantes en la naturaleza como fuente de enseñanza y aprendizaje. Y así, de a poco, empezó a enamorarse de la educación holística, en la naturaleza.
De vuelta en Chile, entró a trabajar a un colegio en Puerto Varas, donde conoció a Paula Bozzolo, también profesora, que estaba a punto de partir a Inglaterra a capacitarse en Forest School. Juntas le presentaron un proyecto al director del colegio para salir una vez a la semana al patio con sus alumnos a realizar ciertas actividades en la naturaleza.
“Fueron tantos los beneficios, que al año siguiente nos pidieron que lo hiciéramos con la generación completa”, cuenta. “Una mamá nos escribió para agradecer porque su hijo había superado la fobia escolar”.
Durante la pandemia, Valentina y Paula decidieron armar su propio espacio en Puerto Varas, el Bosque Escuela, el único espacio certificado por Forest School fuera del Reino Unido. El primer grupo de 16 niños partió el año pasado. “Lo que nosotros proponemos es un cambio de paradigma”, dice Valentina.
“Una educación para la vida y para la tierra, reconociendo la educación como un proceso holístico, que entrega la posibilidad de aprender a aprender. Nos vinculamos con lo que propone la Unesco en cuanto a las habilidades necesarias para el siglo XXI y desde ahí promover los valores, las competencias, las habilidades y los conocimientos para una convivencia armónica. Lo que nosotros estamos proponiendo hoy es una educación para la conservación”.
Además, crearon un área de formación docente, donde capacitan a profesores en esta metodología. “Queremos que la mayor cantidad de gente pueda acceder a esto. Aún no hemos logrado llegar al sistema público, que es lo que nos encantaría, pero estamos activamente buscando fondos a través de nuestra Fundación para becar alumnos en el Bosque Escuela y profesores en la formación docente”.
El sociólogo Matías Knust lleva varios años estudiando la infancia y, mientras cursaba un posgrado en el tema en la Universidad de Noruega, se dio cuenta de la necesidad de crear una fundación que promueva la educación al aire libre y en la naturaleza desde la primera infancia. Fue así como nació CIFREP.
“La educación en la naturaleza, sobre todo durante la primera infancia, es fundamental. Todo mejora. Desde el punto de vista cognitivo aumentan los aprendizajes, mejoran los procesos y los resultados académicos. Mejora la salud física y mental, los niños y niñas son más felices y tienen más ganas de aprender. Esto también impacta a educadoras y docentes, quienes trabajan con más entusiasmo y valoran más su trabajo”, explica.
Tanto Matías como las creadoras del Bosque Escuela coinciden en que en los últimos años ha habido un alza en Chile en el interés de profesionales y estudiantes por aprender fuera del aula, algo que en otros países tiene una larga tradición.
“Países que tienen fuertemente instalada la educación al aire libre son Noruega, Suecia y Finlandia, quienes la han desarrollado a partir de su historia y cultura. En el caso de Alemania, ésta comenzó a desarrollarse hace alrededor de 25 años y ha sido una iniciativa lenta, pero progresiva. Hoy se estima que existen entre 2 mil y 2 mil quinientos Waldkindergarten. Ha sido un proceso largo, pero con muchos beneficios individuales y sociales”, cuenta Knust.
Otro ejemplo es lo que han hecho Claudia Contreras y Carola Puschel, las cofundadoras del Club del Bosque Valdiviano, una institución educativa que promueve el juego y el aprendizaje al aire libre para lograr un desarrollo integral de las niñas y niños. “La estandarización en educación puede ser un problema para algunos niños”, cuentan.
“A nosotras han llegado niños con necesidades educativas especiales en quienes hemos visto cambios positivos en el corto plazo, cuando se les proporciona el espacio y tiempo para jugar. Los niños naturalmente quieren saber y quieren aprender. Aprovechamos eso, que es natural en ellos, para apoyarlos y que desarrollen sus potencialidades. También observamos que desarrollan el pensamiento científico desde muy pequeños, entienden los ciclos de la naturaleza y sus procesos, entienden que son parte de algo más grande, que son parte de un ecosistema”.
Según datos de CIFREP, hoy existen cerca de 16 iniciativas en Chile donde se practica este tipo de educación. Pero ¿qué falta para que se pueda masificar?
“La política pública puede contribuir enormemente en esta tarea. Es un gran desafío, que desarrollado de buena manera, sin dudas será un enorme salto en la calidad de la educación. Los privados ya se están moviendo, pero el Estado también debe crear los incentivos para que todas las nuevas generaciones puedan aprender al aire libre y en contacto cotidiano con la naturaleza”, explica Matías Knust.
Las creadoras del Club del Bosque Valdiviano están de acuerdo: “Falta que a nivel de políticas públicas se promueva el aprendizaje al aire libre, que se apoye a los profesores cuando quieran salir a realizar actividades fuera del aula. En la mayoría de los jardines que reciben subvención solo se permite que los niños tengan 15 minutos para salir al patio. Aún hay mucho temor a salir, a que le pase algo a los niños”.